La nueva novela latinoamericana de Carlos Fuentes

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CARLOS FUENTES La gran novela latinoamericana 400 Páginas / 18,50 Euros

Fuentes ofrece un mapa de la narrativa hispanoamericana desde la época colonial hasta la actualidad.

El autor Hijo de padres diplomáticos, Carlos Fuentes Macías nace en Panamá el 11 de noviembre de 1928. Estudia en Suiza y Estados Unidos. Luego vive durante diferentes periodos en Quito, Montevideo, Río de Janeiro, Washington, Santiago y Buenos Aires. En su adolescencia regresa a México, donde se establece hasta 1965. El tiempo que pasa en su país marca definitivamente su obra, inmersa en el debate intelectual sobre la filosofía de “lo mexicano”. Funda y dirige junto al escritor Emmanuel Carballo la Revista Mexicana de Literatura y colabora en Siempre; en 1960 funda también El Espectador.

A los veintiséis años se da a conocer como escritor con el volumen de cuentos Los días enmascarados (1954), que recibe una buena acogida por parte de crítica y público. Tras obras como su primera novela, La región más transparente (1958), o Las buenas conciencias (1959) llega La muerte de Artemio Cruz (1962), con la que se consolida como escritor reconocido. Escribe el relato Aura (1962), de corte fantástico, los cuentos de Cantar de ciego (1966) y la novela corta Zona sagrada (1967). Por Cambio de piel (1967), prohibida por la censura franquista, obtiene el Premio Biblioteca Breve y por su extensa novela Terra nostra (1975), que le lleva seis años escribir y con la que se da a conocer en el mundo entero, recibe el Premio Rómulo Gallegos de 1977. En 1982 aparece su obra de teatro Orquídeas a la luz de la luna, que se estrena en Harvard y critica la política exterior de EEUU. Dos años después recibe el Premio Nacional de Literatura de México y finaliza su novela Gringo Viejo, que había comenzado en 1948. Recibe el Premio Miguel de Cervantes en 1987 y ese mismo año es elegido miembro del Consejo de Administración de la Biblioteca Pública de Nueva York. En 1990 publica Valiente mundo nuevo y en los años posteriores es condecorado con la Legión de Honor francesa (1992), la Orden al Mérito de Chile (1993) y el Premio Príncipe de Asturias (1994), entre otros numerosos honores. Recibe el Premio Real Academia Española de Creación Literaria en 2004 y posteriormente publica Todas las familias felices (2006), La voluntad y la fortuna (2008) y Adán en Edén (2009). Ha recibido numerosos premios, entre ellos el Premio Biblioteca Breve en 1967, el Premio Cervantes en 1987, el Premio Príncipe de Asturias en 1994, el Premio Picasso, otorgado por la UNESCO en 1994, la Legión de Honor del Gobierno francés en 2003, el Premio Real Academia Española 2004, el Premio Internacional Don Quijote de la Mancha en 2008, el González-Ruano de Periodismo en 2009 y el Premio Fundación Gabarrón en 2011. Además de su labor como literato destaca por sus ensayos sobre literatura y por su actividad periodística paralela, escribiendo regularmente para el New York Times, Diario 16, El País y ABC. Es catedrático en las universidades de Harvard y Cambridge (Inglaterra) y posee una larga lista de doctorados honoris causa por varias universidades como Harvard, Cambridge, Essex, Miami y Chicago, entre otras.

La obra

Esta obra ambiciosa analiza la evolución de la narrativa hispanoamericana desde la época colonial hasta nuestros días *** Es un ensayo literario e histórico que reflexiona sobre el pasado, el presente y el futuro de la novela latinoamericana *** El diplomático y escritor mexicano publica este ensayo 42 años después de “La nueva novela hispanoamericana”

La gran novela latinoamericana recorre la evolución de la novela hispanoamericana desde la época colonial hasta la actualidad. Este excelente ensayo rastrea los orígenes de la narrativa latinoamericana, analiza el surgimiento y la importancia del Boom y se completa con un interesante panorama de los nuevos nombres. 42 años después de haber publicado La nueva novela hispanoamericana, donde analizaba principalmente la importancia del Boom, Carlos Fuentes elabora una obra ambiciosa que se convierte en crítica literaria y reflexión sobre el pasado, el presente y el futuro de la novela latinoamericana. El diplomático y escritor mexicano analiza la obra, el contexto histórico y las influencias de los grandes novelistas desde la conquista de América hasta nuestros días. Este estudio erudito, repleto de referencias históricas y literarias, se remonta a los orígenes de América y a quien Fuentes considera “nuestro primer novelista”: el cronista de la conquista del Imperio Azteca, Bernal Díaz del Castillo, que escribió Verdadera historia de la conquista de Nueva España. La monja mexicana Sor Juana Inés de la Cruz es “el escritor máximo de la era colonial”. A su poesía le sucede la reflexión sobre la identidad nacional en el siglo XVIII, precedente del movimiento liberador del siglo de la independencia, el XIX, donde brillan dos grandes libros como son Facundo, de Domingo Faustino Sarmiento, y Martín Fierro, de José Hernández. Fuentes defiende que el autor brasileño José María Machado de Assis transforma la novela a finales del siglo XIX con Las memorias póstumas de Blas Cubas porque “es un adelantado de la imaginación y de la ironía, del mestizaje”, y todo ello sin que “Machado de La Mancha”, como lo denomina, tenga una gran tradición novelesca detrás ni brasileña ni portuguesa. La gran novela latinoamericana desgrana la importancia literaria del venezolano Rómulo Gallegos y su Canaima, “es un novelista primordial de la América española, india y africana”; de la novela mexicana de principios del siglo XX marcada por la revolución (sus principales representantes son Mariano Azuela –Los de abajo-, Martín Luís Guzmán –La sombra del caudillo- y Agustín Yáñez –Al filo del agua). Fuentes dedica especial atención a los grandes novelistas del siglo XX y realiza una crítica literaria sobre sus obras más emblemáticas. Es el caso de Juan Rulfo y Pedro Páramo (“obra perfecta que se contempla a sí misma como un negro árbol desnudo del cual penden, sin embargo, dos frutos brillantes”); Jorge Luís Borges (“la ficción argentina es, en su conjunto, la más rica de Hispanoamérica”, “El Aleph es el espacio donde todos los espacios coexisten”); el cubano Alejo Carpentier y Los pasos perdidos (“es uno de nuestros primeros novelistas profesionales”, “sus maravillosas novelas son fundadoras de nuestro presente narrativo”); el uruguayo Juan Carlos Onetti y su obra onírica La vida breve; el argentino Julio Cortázar y su novela circular Rayuela. También destaca la aportación del cubano José Lezama Lima y su Paradiso, que define como “una de las cimas del barroco hispanoamericano y europeo”; el colombiano Gabriel García Márquez, cuya obra Cien años de soledad es calificada por Fuentes como “el Quijote de la literatura hispanoamericana”. Y añade: “Es una auténtica revisión de la utopía, la ética y el mito latinoamericanos”. Cómo no, también analiza la obra más emblemática del peruano Mario Vargas Llosa.

Señala la figura del chileno José Donoso en el movimiento del Boom, “generación cuyas obras iniciales fueron publicadas entre mediados de los 50 y mediados de los 70” y que “internacionalizó la novela latinoamericana”. Otros grandes nombres que desfilan por este estudio son el paraguayo Augusto Roa Bastos (Yo, el Supremo), el nicaragüense Sergio Ramírez (Castigo divino), los mexicanos Héctor Aguilar Camín (La guerra de Galio) y Federico Reyes Heroles (Noche tibia), el argentino Tomás Eloy Martínez (Santa Evita), la brasileña Nélida Piñón y el único español al que analiza en el libro, más allá de Cervantes: Juan Goytisolo. El Boom, el Búmerang, el Post Boom y el Crack son conceptos que merecen un comentario de Carlos Fuentes, quien hace un guiño a la novela actual al destacar a autores como Elena Poniatowska, Margo Glantz, Bárbara Jacobs, Carmen Boullosa, Ángeles Mastretta, Daniel Sada, Álvaro Enrigue y Juan Villoro. Sin olvidarse de la importancia de otros narradores como Roberto Bolaño, Antonio Skármeta, Alberto Fuguet, Juan Gabriel Vásquez, Jorge Volpi, Ignacio Padilla o Xavier Velasco.

Extractos de La gran novela latinoamericana “La Colonia española prohibió la redacción y circulación de novelas, alegando que leer ficciones era peligroso para una población recién convertida al cristianismo. Lo cual, en otro sentido, constituye un elogio de la novela, considerándola no inocua, sino peligrosa”. “La mediocridad de la novela hispanoamericana del XIX no es ajena a la ausencia de una novela española después de Cervantes y antes de Leopoldo Alas y Benito Pérez Galdós. Sólo quiero registrar mi asombro de que en la lengua de la novela moderna fundada en La Mancha por Miguel de Cervantes sólo haya habido, después de Don Quijote, campos de soledad, mustio collado. La Regenta, Fortunata y Jacinta, le devuelven su vitalidad a la novela española en España, pero la América española deberá esperar aún más, como España esperó a Clarín y a la Galdós, a Borges, Asturias, Carpentier y Onetti. En cambio, y éste es el milagro, Brasil le da su nacionalidad, su imaginación, su lengua, al más grande, por no decir el solitario, novelista iberoamericano del siglo pasado, Joaquim María Machado de Assis”. “Claudio Magris dice algo sobre nuestra literatura que me parece aplicable a Machado. La América Latina ha dilatado el espacio de la imaginación. La literatura occidental estaba amenazada de incapacidad. Europa asumió la negatividad. Latinoamérica, la totalidad”. “Imaginar América, contar el Nuevo Mundo, no sólo como extensión sino como historia. Decir que el mundo no ha terminado porque es no sólo un espacio limitado, sino un tiempo sin límite. La creación de esta cronotopía –tiempo y espacio- americana ha sido lo propio de la narrativa en lengua española en nuestro hemisferio. La transformación del espacio en tiempo: transformación de la selva de La vorágine en la historia de Los pasos perdidos y la fundación de Cien años de soledad. Tiempo del espacio que los contiene a todos en El Aleph y espacio del tiempo urbano en Rayuela”.

“Cuando lo leí por primera vez, en Buenos Aires, y yo sólo tenía quince años, Borges me hizo sentir que escribir en español era una aventura mayor, e incluso un mayor riesgo, que escribir en inglés. Borges abolió las barreras de la comunicación entre las literaturas, enriqueció nuestro hogar lingüístico castellano con todas las tesorerías imaginables de la literatura de Oriente y Occidente, y nos permitió ir hacia delante con un sentimiento de poseer más de lo que habíamos escrito, es decir, todo lo que habíamos leído, de Homero a Milton y a Joyce. Acaso todos, junto con Borges, eran el mismo vidente ciego”. “Borges fue el primer narrador de lengua española en las Américas (Machado de Assis ya lo había logrado, milagrosamente, en la lengua portuguesa del Brasil) que verdaderamente nos liberó del naturalismo y que redefinió lo real en términos literarios, es decir, imaginativos. En literatura, nos confirmó Borges, la realidad es lo imaginado. Esto es lo que he llamado la Constitución Borgeana: confusión de todos los géneros, rescate de todas las tradiciones, creación de un nuevo paisaje sobre el cual construir las casas de la ironía, el humor y el juego, pero también una profunda revolución que identifica a la libertad con la imaginación y que, a partir de esta identificación, propone un nuevo lenguaje”. “El lag cultural que fue nuestro debate decimonónico –la llegada tardía a los banquetes de la cultura occidental, que lamentó Alfonso Reyes- no fue un problema para Carpentier o para los novelistas que le sucedieron. Si había retraso cultural, no fue colmado mediante declaraciones de amor a Francia, odio a España o filiaciones con uno u otro bando de la Guerra Fría, sino de la única manera posible: creando obras de arte de validez internacional”. “La novela moderna de la América Española es inseparable de un trabajo poético ininterrumpido, por lo menos, desde el siglo XVI. No hay verdadero conjuntos narrativos en la América española antes de la segunda mitad del siglo XIX; en cambio, nunca carecimos de una tradición poética y hoy podríamos afirmar que detrás de cada novelista hispanoamericano hay muchos poetas hispanoamericanos de ayer y de hoy”. “El ascenso de ‘nuestro señor barroco’ en Hispanoamérica es veloz y deslumbrante. Se identifica con lo que Lezama llama la contraconquista: la creación de una cultura indo-afroiberoamericana, que no cancela, sino que extiende y potencia la cultura del occidente mediterráneo en América”. “No conozco resumen más perfecto de la cultura hispanoamericana que la escena de ese capítulo VIII de Paradiso donde el guajiro Leregas, dueño del atributo germinativo más tronitonante de la clase, balancea sobre su cilindro carnal tres libros en octavo mayor: toda una enciclopedia, todo el saber acumulado del mundo, sostenido como un equilibrista sobre la potencia fálica de un guajiro cubano. Simbólicamente, poco más hay que decir sobre la América hispánica”. “La novela del boom recuperó la amplitud de la tradición literaria. Hizo suyos a los padres de la nueva novela, Borges y Carpentier, Onetti y Rulfo. Reclamó para sí la gran línea poética ininterrumpida de Hispanoamérica. Le dio a la novela rango no sólo de reflejo de la realidad sino de creadora de más realidad… Amplió espectacularmente los recursos técnicos de la narrativa latinoamericana; radicó sus efectos sociales en los dominios del lenguaje y la imaginación y alentó una extraordinaria individualización de la escritura, más allá de le estrechez de los géneros. Por si fuera poco, el boom amplió espectacularmente el mercado de la lectura en América Latina e internacionalizó la literatura escrita desde México y el Caribe hasta Chile y Argentina” “A partir de Borges y Neruda –opuestos en todo menos en su profunda vocación literaria-; a partir de la generación del boom; y ahora, tras el búmerang y el crack, la literatura

latinoamericana no ha hecho sino confirmar la regla de Alfonso Reyes: seamos generosamente universales para ser provechosamente nacionales. De Cortázar y García Márquez a Volpi y Padilla, nuestras letras son parte del patrimonio nacional, continental y universal. La antigua separación entre nacionalismo y cosmopolitismo ha desaparecido”. “Rulfo, Borges, Carpentier, Asturias, Onetti, Lezama Lima, encarnan lo que podríamos llamar pre-boom hispanoamericano. Seguiría el boom con una docena y hasta veintena de escritores. En seguida, se ampliaría el radio al post-boom, el mini-boom, incluso el antiboom, hasta contar con un buen centenar de excelentes novelistas en español, de México al Río de la Plata”. “Se ha vuelto un tópico decir que en América Latina la ficción no puede competir con la realidad. Las novelas de Carpentier primero, de García Márquez y Roa Bastos enseguida, le dieron suprema e insuperable existencia literaria a esta verdad hiperbólica. Sin embargo, sigue siendo cierto que la novela difícilmente compite con la historia en Latinoamérica. Se ha citado una conversación que tuvimos García Márquez y yo a raíz de una increíble secuela de eventos latinoamericanos: había que tirar los libros al mar, la realidad los había superado”. “No hay hecho más triste, menos justificable en la América Latina que la persistencia de una rígida demarcación alejandrina entre las dos iberoaméricas, la hispanoparlantes y la lusófona. Brasil y la América española, al desconocerse, se reducen. Somos dos caras de la misma medalla y dividir ese escudo es quedarse sin la mitad de nuestro ser. Nélida Piñón viene a reparar ese divorcio doloroso e innecesario”.

La crítica ha dicho sobre... Carlos Fuentes «La obra de Carlos Fuentes, indudablemente contemporánea desde el punto de vista de las estructuras, el estilo, el manejo de los recursos técnicos que definen la literatura del siglo veinte, es también una demostración de dominio sobre los temas más tradicionales de la literatura latinoamericana, que se inserta en la producción literaria de todos los tiempos y todas las latitudes. A través de estos temas, estructuras, técnicas aflorará una concepción de lo humano, de los hombres y las mujeres que retrata.» —Eugenio Núñez Ang, Universidad Autónoma del Estado de México. Julio 2006 «Para Carlos Fuentes la pareja del debate de la modernidad, es el debate sobre la tradición. En el proceso de "contraconquista" cultural, palabra que toma de Lezama Lima y usa como estandarte, recupera la unidad de la multiplicidad, sólo si elude tanto la ruptura provocada por la imitación extralógica como la repetición de modo fatal de una tradición, atrapada en viejos moldes academicistas. La novela, más allá de su condición de género proteico, es un instrumento central para afianzar la continuidad cultural de una nación y un continente comprometidos en la construcción de una sociedad civil, que se oponga a autoritarismos culturales y políticos» —Carmen Perilli, Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid «La imaginación es el elemento principal de la novela moderna, Carlos Fuentes lo presenta a través de Cervantes y de otros muchos autores. Porque para Carlos Fuentes el discurso novelístico se basa en lo no dicho, así pues, el escritor debe ir a la vanguardia protegido por su herramienta básica que es la imaginación».. —María Teresa Colchero Garrido, Universidad de Puebla «Sus relatos construyen la imagen de una América ansiosa de nombres, un “continente de textos sagrados”, urgidos de una mirada profana a la que la literatura y la novela confieren existencia al liberarlo por medio de la palabra, lo presentan ante la cultura universal. El mito es la operación que garantiza la superación de los localismos y el acceso a las matrices culturales occidentales. La pregunta por la identidad es el puente entre la necesidad y la libertad de un pueblo que no puede reconocerse en su propia máscara.» — Carmen Perilli, Mestizaje y Arielismo en la escritura de Carlos Fuentes «La obra de Fuentes es una de las más importantes del siglo XX. De tal forma que ha logrado influir en un gran número de escritores; ya que él es por así decirlo un clásico de la literatura universal contemporánea.» —Beth Miller, University of South California, Los Ángeles « Carlos Fuentes, que parece capaz de escribir lo que quiera, de lo que quiera y como quiera, no es un artesano de la literatura, un escritor de oficio, sino un artista, capaz de múltiples desdoblamientos, de bautizar nuevas e ignoradas realidades, de hallar belleza en el horror, de producir deleite, cualidades éstas que se manifiestan, quizá como en ninguna de sus creaciones en Aura, novela que, por otra parte, vendría a ser la contrapartida estilística de Las buenas conciencias..» —Francisco Prieto. Carlos Fuentes: densidad moral y realidad social de México (1988).

Se ha dicho sobre... la obra de Carlos Fuentes Aura (1962) «La novela no es sólo un reflejo de una sociedad tradicional que ubica a la mujer en los roles de siempre, sino que existe una intención progresista y de ruptura al presentar a una mujer que desea ser el ideal del macho, pero que transgrede algunas normas y costumbres al presentarse activa y sexual en esa búsqueda del otro».

Cecilia Eudave en Simbolismo y ritualidad en la novela Aura (2001) Narración corta «Las narraciones breves de Carlos Fuentes, sin ser góticas en el sentido tradicional, ejemplifican la evolución posterior de la tradición gótica, incorporando o modificando elementos típicos del género. A diferencia de las narraciones góticas clásicas, las de Fuentes no terminan con resoluciones equilibradas y simétricas. No presentan la retribución como consecuencia de la transgresión o el error, ni existe esa polarización clara e inconfundible entre el bien y el mal, sino oposiciones bastante más ambiguas. En las narraciones de Fuentes, mediante una inversión de papeles o de géneros, los personajes masculinos son los que sufren vicisitudes como resultado de las hechicerías femeninas, irónicamente subvirtiendo el estereotipo machista.» Génaro J. Pérez, Texas Tech University

La muerte de Artemio Cruz (1962) «El autor mexicano plantea con intensidad la compleja problemática que ha provocado las mutaciones del género en cuanto a técnica narrativa y lenguaje: la necesidad de representar una realidad que ya no se presenta a la mente perceptora de manera unívoca, clara, concreta, mesurable en sus leyes de causalidad; por el contrario, todo esfuerzo de captación obliga a imaginarla en diferentes estratos, cuyo contenido y contornos de deslinde no son siempre determinables con exactitud» Hernán Vidal, Unniverstiy of Minnesota)

Terra nostra (1975) « En Terra Nostra, los personajes purgan las penas de la tierra: descubren la identidad de la frustración y enloquecen. México queda definido como un infierno sin historia ni otra función que el prehistórico terror fascinante y caníbal que vieron Lawrence y Lowry; el despotismo como destino ineludible y la resignación a apoyar el mejor de los despotismos posibles. Fuentes nos presenta a sus personajes mediante un neonaturalismo donde las situaciones no son narradas ni descritas por un narrador que cuida y protege a los habitantes

de su novela. Al contrario, los deja existir y sus posibilidades y límites de realización son consecuencia de su propio actuar». Eugenio Núñez Ang, Universidad Autónoma del Estado de México

Gringo viejo (1985) «A través de los viajes de Harriet Winslow (personaje ficticio) y Ambrose Bierce (personaje tan histórico como Pancho Villa), Fuentes explora varios temas que tejidos forman una intertextualidad de la historia compartida entre México y los Estados Unidos. Fuentes demuestra a través de la presencia de los dos gringos, cuya llegada es simultánea a la toma de la hacienda de los Miranda, que la historia revolucionaria y el proceso revolucionario tienen que ver con influencias mutuas - culturales, experienciales e históricas. Hasta, se podría decir, que el autor emplea este momento revolucionario proféticamente tanto para explorar como para criticar la conflictiva y compartida historia bicultural». Beth Miller, University of South California, Los Angeles

Los años con Laura Díaz (1999) «Constituye una visión peculiar de la historia nacional de México. En ella se narra la peripecia de una mujer en un medio machista, que poco a poco descubre quién es y cuál es su misión en la vida. Según explica el autor, a diferencia del personaje de Artemio Cruz, un hombre que agoniza a medida que el país se construye, “ésta es la novela de una mujer que vive y se construye a sí misma, supera los obstáculos de la sociedad, descubre su vocación y se construye a medida que el país se destruye”.» Estrella Borrego

La voluntad y la fortuna (2008) «Carlos Fuentes ha construido un intenso y trágico mural de tonos violentos y hombres turbios. Otra vez. La voluntad y la fortuna es una novela turbadora, con continuas resonancias bíblicas y un México omnipresente y atroz. Es, sobre todo, una novela política en la que el escritor toma el mito de Caín y Abel, la fraternidad convertida en rivalidad, para retratar sin piedad las pasiones de la condición humana y los problemas de su país» Blanca Berasátegui. El Cultural.es (2008)

Carlos Fuentes habla sobre su obra «Lo que un escritor puede hacer políticamente debe hacerlo también como ciudadano. En un país como el nuestro el escritor, el intelectual, no puede ser ajeno a la lucha por la transformación política que, en última instancia, supone también una transformación cultural» (Revista Tiempo Mexicano, 1972) «Lo que ha muerto no es la novela, sino precisamente la forma burguesa de la novela y su término de referencia, el realismo que supone un estilo descriptivo y sicológico de observar a individuos en relaciones personales y sociales.» (1969) «La literatura propone la posibilidad de la imaginación verbal como una realidad no menos real que la narrativa histórica. De esta manera la literatura constantemente se renueva, anunciando un mundo nuevo, un mundo inminente». (1990) «El Quijote es quizá la aventura más extraordinaria de la libertad del hombre moderno porque implica la posibilidad de conocer a un mundo diverso, no de refugiarse en un mundo unificado y homologado como era el mundo del medioevo, sino de salir a un mundo que no entiende y que no, no se entiende, de ponernos a prueba frente al mundo, de salir de nosotros mismos, de participar en la historia y, sin embargo, de ofrecer siempre un camino fuera de la historia para ver a la historia, y no servirnos de la historia. Para mí todo esto es la novela». (En Revista Iberoamericana, 1989) «La novela es la épica de una sociedad en lucha consigo misma» (En Cervantes o la crítica de la lectura, 1976). «Tengo muy clara la idea de que no hay realmente temas nuevos en literatura, la novedad es cómo los tratas […] Todos mis libros descienden de libros previos para formar una familia. […] La del escritor es una pulsión crítica. La misión del escritor no es aplaudir, es oponer reservas, oponer críticas, trazar alternativas, esto es lo único que yo pretendo hacer, y si la situación del país es una situación mala porque nos inventamos la novedad del narcoterrorismo y del crimen organizado, tenemos que encontrar la manera de combatir estos dos azotes, teniendo en cuenta que en el narcoterrorismo hay una gran responsabilidad de parte de los Estados Unidos porque la droga que sale de México finalmente se consume en los Estados Unidos.» (en El Cultural.es, 09/10/2008)
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