Seduccion - A. J. Blue - Bad Boys Agency

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BAD BOYS AGENCY - Seducción

A.J. Blue Edición Kindle – 28.09.2016

Derechos de autor Derechos de autor © 2016 A.J. Blue Foto de la cubierta: © Andriy Bezuglov - Salzburg Diseño de la cubierta: © A.J. Blue Diseño del logotipo “Bad Boys Agency”: LogoMax Foto busto masculino: © Valeriy Lebedev - Fotolia.com Revisión del original: Frauke von Essen Traducción: Stefania Zanier Todos los derechos reservados. No se permite la reproducción total o parcial sin el permiso previo y por escrito de A.J. Blue. Datos de contacto: [email protected]

Acerca de la autora A.J. Blue es el pseudónimo de una exitosa autora alemana. Sus novelas son superventas entre las novelas eróticas. Después del éxito obtenido con Los caballeros del amor ahora presenta Bad Boys Agency (La agencia de los chicos malos) Una historia emocionante, sensual y con una pizca de maldad. Más información acerca de A.J. Blue y sus proyectos en la página de Facebook https://www.facebook.com/AJBlue

Tabla de contenidos BAD BOYS AGENCY Copyright Über den Autor Inhaltsverzeichnis 1 2 3 4 5 6 7 8 9 Weitere Werke der Autorin Impressum

1 FELICITAS

Bostezo con ganas y de repente, no puedo evitarlo. –Perdón –refunfuño, llevándome la mano a la boca. –¿Mala noche? –me pregunta el tío de detrás de la barra. Levanto la cabeza para verle la cara y me quedo atónita: madre mía, ¡pero qué ven mis ojos! ¡Qué mirada desde la profundidad de unos ojos gris hielo!, me despierto al instante. Dios mío ¡pero qué guaperas! –Deja que adivine –me dice sonriendo–. ¿Quieres un café o una Coca-Cola, ¿verdad? Le digo que sí con la cabeza, mientras me recoloco un mechón que se ha soltado de mi moño trenzado. –Coca-Cola Zero y algo dulce. –¿Qué te parece un muffin de chocolate? Son muy ricos, nena. ¿Nena? ¿Acaba de llamarme nena? Me mira sin reparo y yo arrugo la nariz, algo insegura. –¿Cuándo sale tu vuelo? –quiere saber. –Dentro de dos horas –le contesto. –Ya veo, eres de las personas mejor-llegar-con-mucho-tiempo-que-perder-el-avión. –¿Y qué? –le rebato algo contrariada. ¿Quién se cree que es? Coloca la Coca-Cola y el muffin en una bandeja y sale de detrás de la barra. –En diez minutos acabo mi turno. Si te atreves, te ayudo a despejarte –. dice con un susurro . Noto su aliento caliente en mi oído y me pongo rígida. Dios, socorro…. Sin hacerle caso llevo la bandeja hacia una mesa lo más alejada posible de la barra. Paso delante de una columna espejada, me miro y observo que me ha cambiado el color de la cara: de gris cansancio a rosa frescor. Me siento a la mesa, incrédula, y hago un trago largo. Es increíble lo creídos que llegan a ser ciertos hombres. Remuevo el bolso en búsqueda de mi móvil, quiero leer los correos. Sin embargo, mirar fijamente la pantalla me cansa aún más. Cierro un momento los ojos, solo un momento, para descansar. –¡Lo que te hace falta es un chute! Doy un sobresalto, me he asustado. El tío de los ojos gris hielo está sentado a mi lado, esbozando una sonrisa socarrona. –¿Cómo lo tienes? Acabo de terminar mi turno –comenta, señalando la barra. Le sigo la mirada y veo una señora de mediana edad atendiendo a un cliente. «Si hubiera llegado cinco minutos más tarde… me hubiera servido la señora» –pienso. –Escucha, no sé lo qué quieres de mí, pero yo lo que quiero es descansar un momento antes de tomar el avión. –Tesoro, ya podrás descansar una vez muerta –murmura, presionando levemente mi ingle con un dedo. Pero, ¿qué truco es este? Qué acto más indebido, pero a la vez excitante. Por un momento sopeso tirarle la Coca-Cola a la cara, finalmente desisto: Estoy demasiado

cansada para montar un numerito delante de todo el mundo. Lo que sí que hago es apartarle la mano de un golpe. –¿Por quién me tomas? –protesto– Déjame en paz y vete a molestar a otra. –¿Estás segura? –pregunta, acercándose un poquito más. Ahora me llega el olor acre de su aftershave. Dejo que mi sentido del olfato disfrute del placer de inspirar una vez más antes de mandarlo a freír espárragos… –Mírame a los ojos y dime que te deje en paz y te haré el favor. «De acuerdo –pienso–. Eso es fácil, ¡tú te lo has buscado! » Me giro hacia él y le miro a los ojos. Su mirada de hielo se clava en la mía, me devora y es tan intensa que trago saliva. –Quie- quie- quiero que me dejes en paz –tartamudeo con poca convicción. –No lo creo –me rebate, colocando una mano en mi nuca–. Lo que sí creo es que a ti también te gustaría pasártelo bien. «¿Con quién demonios me he topado? –pienso con incipiente desespero– ¡Parece un encantador de mujeres! » La maniobra en mi nuca es tan sexy como la presión sobre mi ingle. Quiero levantarme y salir corriendo, pero no puedo, mis piernas no me responden. –Venga tesoro, no seas así –musita a mi oído. Su voz despliega un tono perfecto, entre susurro erótico y orden. No puedo creer que esté dispuesta a seguirle el rollo. Pero es que tiene algo, algo que me resulta difícil de rehuir, aunque el tipo sea más que descarado. –Se acabó el tiempo. Mala suerte Dom Nik, gano yo. La voz retumba a mi lado y me hace sobresaltar. Unos ojos marrón verde me tantean socarrones. Una mirada preciosa, una cara atractiva, un chico con el pelo rubio revuelto y un cuerpazo más que apetecible. –Maldita sea, Quinn, solo necesitaba dos minutos más. –Son dos de más. Lo siento amigo, él que gana soy yo. ¿Pero bueno, ¿qué está pasando aquí? –Venga Quinn. Esto es injusto. Esta está que se cae, sus receptores de libido están dormidos todavía. ¿ESTA? ¡¡¿ESTA?!! Ya está bien, ¿quién demonios se creen que son? –¿Estáis bien de la cabeza o qué? –les grito–. ¡Tíos como vosotros habría que encerrarlos! ¡Largaos! ¡Ahora! O os denuncio por agresión sexual en la comisaría de la policía del aeropuerto. –Ei, tranquilízate nena, nadie te está molestando –contesta en tono conciliador el tío de nombre Quinn. –¿Y cómo lo llamarías tú a lo que acaba de hacer tu amigo –pregunto, levantándome de un salto, pero con tan mala pata que doy de pleno contra la mesa. Ay, eso duele. –Una pequeña apuesta –aclara Quinn–. Dominik quería entrenarse un poco, pero por lo visto va un poco de sobrado. –Para nada, tú has llegado antes de la hora –resopla Dominik. –¡Callaros los dos! –grito– ¡Quiero que os piréis! –Tranquilízate nena –dice Dominik intentando calmarme cogiéndome de la muñeca– deja que te lo explique. –¡No, no quiero oír nada! –Intento deshacerme de su mano, pero sin éxito. No me queda otra opción. –¡Fuego! –grito– ¡Socorro, fuego!

Mis gritos de auxilio no dan el resultado esperado. La familia japonesa de la mesa de detrás me regala una sonrisa amable sin entender nada. Los ingleses de la mesa de al lado me miran con cara de asombro y siguen comiendo sus bocadillos. Este es uno de los problemas de los aeropuertos internacionales: casi nadie habla el mismo idioma. –¿Fuego? –suelta Dominik con una carcajada, sin aflojar la mano– ¿A quién se le ocurre semejante estupidez? –A mí, lo aprendí en un curso de autodefensa –le espeto–. Es el grito de socorro al que las personas prestan más atención. Y ahora suéltame de una vez, o te enseño las demás cosas que aprendí. –Uuuh qué miedo, sobre todo si son tan efectivas como tus gritos –rebate, socarrón. –Déjanos al menos invitarte a un café –propone Quinn regalándome una de estas miradas de cachorro a las que me cuesta resistirme. Dios mío, esta sí que es de película. Seguro que es uno de los trucos con el que más éxito tiene, con el debe obtener todo lo que se propone. Pero esta vez no, no de mí. A partir de ahora me haré la interesante. –Venga, no seas tiquismiquis –interviene Dominik–. Te ha tocado ser nuestra cobaya, no queríamos ofenderte. Si no somos ni capaces de invitarte a un café, tendremos que repensar nuestro concepto. ¿Concepto? ¿Qué concepto? –Vale, si sois capaces de portaros bien tal vez os daré otra oportunidad –les contesto y Dominik suelta por fin mi mano. Estoy a punto de salir corriendo, pero bien pensado, no tiene mucho sentido. Uno, llevo un vestido y zapatos de tacón que no facilitan una carrera y dos, tengo un vicio tremendo: soy increíblemente curiosa. Quiero saber qué hay detrás del ligoteo grotesco de Dominik. Aún me queda tiempo antes de pasar por el control de seguridad y todavía no he acabado el muffin, sería una pena dejar tan sabroso bollo a medias. Decidido: Me vuelvo a sentar y le pido a Quinn que me traiga un café con leche. La camarera había desaparecido pero ahora vuelve a estar detrás de la barra. «Fantástico! ¿Dónde estabas cuando te necesitaba? » le recrimino para mis adentros. Quinn se acerca con la taza de café y se sienta frente a mí. –Creo que lo mejor será presentarnos. Empezaré yo: Hola, encantado de conocerte, me llamo Quinn–. Me alcanza su mano sonriendo. Yo, tras dudar un momento, le encajo la mía. –Felicitas –me presento. –Qué nombre más guay. Te pega –comenta Dominik, dándome la mano–. Yo soy Dominik, Nik para los amigos. Y tú princesa, llámame Dom si quieres–. Me regala una sonrisa socarrona, lamiéndose los labios. «Bienvenida a macholandia» –pienso para mí, arrugando la nariz. –¿Siempre eres así? –pregunto algo molesta. –¿Así, cómo? –Así de borde. –¿Borde, yo? –Dominik me mira, desconcertado. Quinn suelta una carcajada. –Ves Nik, ya te dije que tienes que perfeccionar tú método. No todas las señoras aprecian tu manera directa. –No me lo creo –rebate Dominik, poniéndome otra vez la mano en la nuca–. Lo que pasa es que esta señora no quiere admitir que le molan los chicos malos.

Dios mío, qué tío más engreído. Aunque tiene algo de razón: no sé explicar bien lo qué es, pero su manera de ligar y su truco de la nuca, me ponen. –Si estuviéramos a solas te demostraría mis habilidades. Te comería tu conejito con tanto deleite que nunca más dudarías de mí –me susurra Nik al oído, intensificando el agarre en la nuca. «Miércoles. Acaba rápido tu café Felicitas y sal corriendo. Estos chicos están completamente chalados. » –¿A qué te referías antes cuando dijiste que tal vez habíais de repensar el concepto? –Intento desviar el tema. –Nik y yo estamos montando un servicio de alquiler –explica Quinn–. Nos alquilamos a nosotros mismos. Ahí lo tienes, los dos chicos son gigolós. Por eso van tan lanzados. Seguro que captan a sus clientas aquí, en el aeropuerto. Mujeres solas, presas fáciles. ¡Mala suerte! Yo no estoy de llegada, sino de salida. Además, ni ganas de pegar un polvo en los servicios, y aún menos ¡pagando! Están locos. –Gracias, pero no me interesa. No pienso pagar por sexo y tampoco tengo tiempo para un quicky. Me voy y vosotros os buscáis a otra víctima, ¿de acuerdo? –¡No! –Nik sacude la cabeza, pasándome su índice sobre el muslo–. Tú te quedas sentadita hasta que te hayas terminado el café. Ese es el trato, baby. –No soy tu baby ni seré tu próxima clienta, estás perdiendo el tiempo conmigo –le digo, golpeándole los dedos. –Tranquila, todo va bien –interviene Quinn. Es evidente que está encantado con nuestro pequeño tour de force. Sus ojos color marrón verdoso brillan socarrones–. Nik no está acostumbrado a que le lleven la contraria. Gracias por el cumplido Felicitas, pero no somos realmente gigolós, no tenemos sexo con todas nuestras clientas, solo con algunas, y escogidas. Y por supuesto no nos rebajamos a quickis. Todo lo contrario: al sexo le dedicamos tiempo, mucho tiempo. Queremos que las clientas queden satisfechas y que se lleven un buen recuerdo. Tuerzo los ojos. –Yo también me llevaré un recuerdo de vosotros, pero desde luego nada bueno. Creo que nunca me he topado con unos machos tan engreídos como vosotros dos–. Levanto la taza y bebo de un trago lo que queda del café, suerte que no está caliente. Luego dejo la taza en la mesa y me levanto agarrando mi bolso–. Adiós. Quinn sigue sonriendo mientras que los ojos de Dominik se achinan. Por lo visto es un mal perdedor. Mala suerte, tesoro. Ser guapo no te da licencia para comportarte como un idiota. –Espera, llévate eso –dice Quinn, dándome un folleto negro–. Por si vuelves por aquí… Lo dejo caer en mi bolso, sin ni tan siquiera mirarlo. –La próxima vez que nos veamos, estarás desnuda y atada y me dedicaré a tu culito, para que aprendas modales– murmura Nik, mirándome con sus ojos convertidos en lagos de hielo. –No habrá ninguna próxima vez, tesoro –le rebato, dándome la vuelta y dirigiéndome hacia el control de seguridad. ¡Vaya par de freakies!

*** Arrimo mi cabeza en el cómodo respaldo acolchado del asiento, menos mal que los otros dos de a mi lado no están ocupados, así tengo todo el espacio para mí. De hecho, el avión está medio vacío. No me extraña, visto el destino. Tampoco se me ha perdido nada ahí, pero si el cliente vive en el quinto pino... De hecho no tendría que ser yo la que esté sentada aquí. A la reunión tenía que asistir mi compañera Anisa, pero llamó esta mañana temprano diciendo que se había puesto enferma. Después de la velada de ayer con la empresa, a mí también me hubiera gustado decir que estoy enferma, pero ni tan siquiera se me ocurrió. Ahora me toca pagar a mí la falta de escrúpulos de Anisa. Hay personas que son malas por naturaleza. Esta mañana estaba tan cabreada que la hubiera matado. Enferma… ¡no se lo cree ni ella! Más bien ocupada con el nuevo de la sección de ventas, todo un bombón. ¡So bruja! ¿Por qué seré siempre tan buena? Mi afán de querer ayudar a todo el mundo, tarde o temprano me llevará a la tumba. Como el encuentro con los dos tíos en la cafetería del aeropuerto, muy típica mía. Cualquier otra persona se hubiese levantado en el acto y se hubiera ido, pero yo no, pues tendría la sensación de ofenderles. ¡Qué tonta! Vaya pareja de arrogantes cabrones, pero sexys, muy sexys. Lo último que dijo el tal Nik ha sido de un machismo indescriptible. Sin embargo, me ha dejado huella: imaginarme una disputa con él en la cama se me antoja tentador. Bostezo y cierro los ojos. Necesito descansar un rato… poco después, caigo dormida. Me encuentro de pie en un espacio iluminado por velas, estoy completamente desnuda. Quinn y Dominik están a mi lado, vestidos solo con vaqueros y luciendo sus torsos musculados. Me acorralan, como dos tigres a punto de atacar a su presa. –Y ahora cariño, te enseñaremos qué es lo que pasa cuando una chica no se porta bien con nosotros –oigo que dice Quinn, mientras empieza a desabrocharse los tejanos. Miro con descaro su miembro espléndido y erecto. Si necesitara un modelo de polla perfecta, sería la de Quinn. Su miembro es imponente: grande, fuerte y nervudo; y libre de prepucio. «Dios mío –pienso tragando saliva– ¿Cómo será tener ese magnífico ejemplar dentro de mí?» –¡Ven aquí! –Esa es la voz de Nik. Está sentado en una silla dando palmaditas a sus muslos. Me acerco cautelosa. Me agarra de la mano, me atrae hacia sí y me coloca estirada sobre sus muslos. Noto la tela áspera de sus vaqueros en mi vientre y mis pechos. –Así está bien, nena –gruñe–. Lo prometido es deuda, te daré en el culo. Y tú, mientras tanto, observa la chinga de Quinn, cuando haya terminado contigo él te follará hasta dejarte inconsciente. Todavía no sé si sus palabras me asustan o me ponen. A la que Nik alza el brazo y deja caer la mano en mi nalga, dejo ir un gemido. –¿Todo bien? Abro los ojos y parpadeo, confusa. –La oía gemir. ¿Se encuentra Ud. bien? –La azafata de pelo rubio me mira con preocupación.

Poco a poco, digo que sí con la cabeza. La vuelta a la realidad ha sido algo precipitada. Todavía tengo esas imágenes en la cabeza, y ¡qué imágenes!. Por lo visto los chicos han dejado una profunda huella en mi inconsciente. –Sí, todo en orden –contesto en voz baja. Antes que nada, tengo que desperezarme, aunque me hubiera gustado seguir soñando. Es lo que pasa con los sueños, van y vienen como les da la gana. –¿Tal vez le apetezca beber algo? –pregunta la azafata señalando el carrito del avión. «Después de este sueño, necesito un whisky –pienso.» Sin embargo, como buena nena que soy, contesto: –Encantada, gracias. Un agua por favor. «Lo mejor sería con mucho hielo, después de la película que me he montado en el sueño, necesito refrescarme. » Me sirve lo pedido, le doy las gracias y ella continua con su tarea. De repente, recuerdo el folio doblado que me dio Quinn. De hecho quería deshacerme de él cuanto antes, pero no sé muy bien por qué, me llama la atención. Saco mi bolso de debajo del asiento delantero y rebusco en el: aquí está. Lo despliego expectante. El texto es breve. Bad Boys Agency VALE PARA UNA PEQUEÑA CATA - intransferible Tu código personalizado: xch67w www.badboysagency.com ¿Un vale para una cata? ¿Qué quieren que pruebe? ¿Lo buenos que son en la cama? Sacudo la cabeza, no he leído nada tan alucinante en mi vida. Sin embargo, el marketing no está nada mal. Llama la atención. Lástima que no tengo acceso a Internet. Me gustaría saber qué esconde este sitio web. Inclino la cabeza hacia un lado para mirar el folio con más detenimiento. Enseguida, mi mente se pone en marcha para analizarlo. Es automático. Como gestora de producto, estoy acostumbrada a analizar, evaluar y mejorar los objetos con el fin de que obtengan más éxito en el mercado. Sin embargo, hasta ahora nunca he tenido ocasión de analizar un producto tan extravagante. A ver, la presentación se podría mejorar, le habría asignado otro tipo de letra, incluido un logotipo y utilizado un papel de más calidad. Pero el toque misterioso me gusta. Es más, ¡es excepcional! ¿Cuánto le falta a este maldito avión para aterrizar? Quiero meterme en su página web cuanto antes. Para distraerme, empiezo a hojear la documentación de Anisa. Fui yo quien inició el proyecto y por eso recuerdo muchos de los datos de referencia. De hecho, es un proyecto muy interesante: La introducción en el mercado de una colección de joyas de una empresa conocida en el sector. Pero Anisa me lo robó justo antes de la primera reunión con el cliente. Ayer mismo durante la fiesta la oí vanagloriarse de SU proyecto y SUS ideas. No cabe duda: es una cabrona.

Empiezo a leer las primeras páginas, pero me es imposible concentrarme, pues no paro de darle vueltas al folleto. La verdad es que me tiene muy intrigada, pero definitivamente… le falta un logotipo. Sin darme cuenta, empiezo a garabatear. Me encanta dibujar y normalmente me relaja. Al finalizar la escuela tuve que decidir si estudiar Diseño o Gestión de Producto y me pareció más sensato y prometedor dedicarme a la segunda opción, Aunque siempre me han gustado el arte y el diseño. No es que no me guste lo que hago y mi trabajo de alguna manera tiene que ver también con ello, pero me sigue gustando coger lápiz y papel. A ver… qué tal ‘Bad Boys Agency’ y la O en forma de corazón con dos cuernos de diablo. ¿Les podría gustar? Clavo los ojos en mi dibujo y niego con la cabeza, contrariada. ¿Qué demonios estoy haciendo? Si no los volveré a ver. Que me hayan intrigado tanto es porqué mi vida sexual está muerta Trabajo demasiado, no tengo tiempo para asuntos privados. La verdad es que ni recuerdo la última vez que tuve sexo, me parece una eternidad. ¿Tal vez se hayan dado cuenta? ¿Puede que hayan leído en mi frente ‘presa fácil’? Echo una mirada a mi reloj de plata. El avión tendría que aterrizar en quince minutos. Por fin anuncian que nos estamos aproximando al destino. Dejo ir un suspiro de alivio, ya no aguantaba más la tensión. Guardo la documentación en la cartera y dejo todo colocado debajo del asiento de enfrente. Menos mal que solo llevo equipaje de mano, así no perderé tiempo esperando la maleta. Total, el vuelo de vuelta es esta misma tarde a última hora. A los chicos les hice creer que no era de la zona. Quien sabe lo pesados se hubieran puesto si supieran que sí que lo soy. Bajo del avión siendo una de las primeras y activo el móvil. ¡Venga! ¡A ver esa cobertura! Se me antoja una eternidad cuando por fin el móvil arranca y aparecen las tres barras de conexión. Me siento en la primera silla que encuentro y tecleo la URL que ponía en el folleto: www.badboysagency.com De entrada, no pasa nada, luego la pantalla se vuelve toda negra a excepción de un pequeño botón blanco con la etiqueta Iniciar sesión. Busco el folleto, introduzco el código y espero. Poco a poco empieza a visualizarse la página con las primeras imágenes. Mantengo la respiración. ¡No me lo puedo creer! En letras mayúsculas de color rojo leo: BIENVENIDA FELICITAS Se me pone la piel de gallina. Pero el encabezamiento personalizado no es lo único sorprendente, las imágenes y los textos que vienen a continuación, parecen de una fotonovela. En la primera imagen me veo a mí misma por detrás, con mi vestido de ejecutiva y el pelo recogido. Habrán tomado la foto en el momento en el que me despedía de malas maneras para dirigirme hacia el control de seguridad. Debajo de la imagen leo: La princesa de hielo antes de canjear el vale. El culo no está nada mal. ¡Qué desfachatez! Estoy a punto de cerrar la página web, pero la curiosidad me supera. Debajo de

la segunda foto leo: La princesa de hielo empieza a soltarse… En la imagen, una chica de pelo largo, con la falda subida y las nalgas desnudas, yace sobre una especie de caballete, como los que utilizábamos a la hora de deporte. Un hombre con el torso desnudo la tiene agarrada en esta posición mientras que otro chico le azota con la palma de la mano. Debajo de la tercera foto está tachada la palabra ‘hielo’ y alrededor de la palabra ‘princesa’ hay dibujado un corazón. La chica está de rodillas delante de un hombre y le chupa la polla mientras otro la folla por detrás. Dios mío, estos tíos están más que chalados. ¿Qué demonios es esto? Noto como mi mano empieza a temblar en el momento en el que quiero cerrar la página. Mi dedo índice está a punto de hacer clic en el botón cuando se abre una ventana del chat. –¿Has tenido un buen vuelo, nena? La pregunta se me antoja bastante ingenua en comparación con el sitio web subido de tono. Tengo lista la respuesta perfecta, pero me reprimo. Será mejor pasar de ellos, tal vez los dos sean esquizofrénicos y cuanto más me enrede, más peligroso será. –¿Qué pasa? ¿Tienes miedo? ¿O por qué no contestas? Veo que estás online. Nik está ofendido por las calabazas recibidas. Por eso tu página ha salido algo más… cómo decirlo… explícita. Los dedos parecen volar sobre los botones. –Quiero que eliminéis mi foto, ahora mismo. Ese es otro de mis puntos débiles. Si me provocan soy incapaz de pasar y callarme. Tengo que reaccionar, o de otra forma me vuelvo loca. –¿No te intriga saber todo lo que puedes hacer con tu vale? –Ya lo veo. Un menage à trois, só frikis. –A tanto no llega. Tu vale equivale a dos horas con uno de los dos como acompañante a un evento de tu elección. Sin coste. Para que lo pruebes. No incluye toquetear. Resoplo y cierro la página sin contestar. ¡Vaya idea de negocio! ¿Ligar con chicas solas, diseñar páginas web sórdidas para luego ofrecerse como chico escort gratis? Guardo el móvil en el bolso y busco la parada de taxi. Visto mi estado, no tengo ni idea de cómo voy a hacer una presentación en condiciones. Estoy confusa y enfadada y sí, aunque me cueste admitirlo, también algo excitada. ¿Por qué demonios tuve que comprar mi Coca-Cola en el café, cuando hay máquinas expendedoras en cada esquina?



2 FELICITAS –Bueno, si estamos todos, me gustaría empezar. Señores: esta es Felicitas de la consultoría. Ha venido en representación de Anisa que, lamentablemente, se encuentra indispuesta. Confió en que Felicitas será una excelente sustituta. Oliver Trivian, el director de la empresa de joyas, me regala una sonrisa. Es la primera vez que coincidimos, normalmente veo su atractiva cara solo en prestigiosas revistas de economía. Sin embargo, en vivo también es muy cautivador. Le echo unos cuarenta y pocos. Pelo oscuro con primeras canas, ojos azules y facciones marcadas. Su carisma llena el espacio. Es elocuente y se le ve seguro de sí mismo, como si estuviese acostumbrado a obtener todo lo que se propone. Además tiene mucho éxito. En solo cinco años ha sido capaz de transformar su pequeña empresa en un imperio de bisutería, con tienda en todas las ciudades importantes. Hasta en la revista de a bordo que hojeé por encima vi que se podían adquirir piezas suyas. La empresa para la que trabajo tiene el encargo de abrir mercado para la nueva colección algo extravagante “Wild Love”. A parte de nosotros dos, están reunidos tres empleados más, dos del departamento de marketing y uno de ventas. Los hombres parecen algo decepcionados. Probablemente tenían muchas ganas de coincidir con la despampanante Anisa. Conozco de sobra su estrategia: primero se vende a sí misma, luego el producto. Odio constatar con qué facilidad se dejan manipular algunos hombres. Y en esta reunión de solo chicos seguro que lo tenía fácil. Me la imagino paseándose a caderazo limpio, regalando sonrisitas y soltando una tontería tras otra. He tenido honor de asistir a varias reuniones con ella. Siempre que tengo reuniones con clientes me presento lo más seria posible. Estoy convencida de que con mi vestido de ejecutiva y mi moño ofrezco la imagen perfecta de persona formal y digna de confianza. ¿Tal vez Nik y Quinn me hayan abordado por eso? ¿Porqué tengo pinta de patito feo y querían convertirme en cisne? Pero no soy ningún patito feo, al menos no siempre. Al ordenar la documentación de Anisa noto que estoy algo nerviosa. Ya he tenido varias presentaciones, pero Tivian, con diferencia, es el cliente más prestigioso. Además, me desconcierta y no sé muy bien por qué. ¿Será por su atractivo? Desde luego que hoy no me puedo quejar: pocas veces he tenido tanto encanto masculino en un único día. Primero los chicos en el aeropuerto y ahora este ejemplar… Para tranquilizarme cuento hacia cinco, cojo aire y empiezo a explicar la estrategia para la puesta en el mercado de “Wild Love”. La sala se llena de un silencio cansino. El señor de distribución bosteza sin reparo y Tivian, que al principio seguía mis explicaciones, cambia de posición y comprueba, sin prestarme ni la más mínima atención, los emails en su móvil. ¡Habrase visto semejante mala educación y arrogancia! Inmediatamente, me invade la rabia, me agarro al respaldo. No he dormido casi nada, tuve que dejarme abordar en el aeropuerto y ahora ¿me ignoran? ¡Ya está bien! ¿Queréis ideas para “Wild Love”? Prepararos que llega Felicitas la salvaje. Lentamente dejo ir la goma que mantiene mi moño a raya. Dejo caer mi cabello sobre los hombros. Sacudo la cabeza para acabar de soltar mi melena

castaña. Aunque no puedo presumir de rizos como Anisa, el pelo largo y liso me llega hasta la cintura, todo un deleite para los ojos. Tiro del escote de mi vestido hasta dejar entrever el inicio de mis pechos menudos y firmes. Si lo sabe hacer Anisa, yo también. ¡Quiero ver si ahora me brindan un poco más de atención! Sin embargo, nadie se ha dado cuenta de mi transformación. El director sigue mirando la pantalla de su móvil y los demás tienen la mirada fija en la documentación que se encuentra encima de la mesa. No me queda otra que emplear medidas más drásticas. Estoy harta de que me ignoren. Doy un puñetazo a la mesa. –Basta ya de métodos anticuados –exclamo–. Solo el cobarde no se atreve a probar cosas nuevas. La reacción es inmediata: todos me miran perplejos. Ahora sí que recibo toda la atención. Me dirijo al director de ventas, el señor de mi derecha, inclinándome encima de la mesa para permitir que vea mi escote. –Correos electrónicos… ¡qué aburrimiento! –exclamo, dando otro golpe seco en la mesa. Se encoje del susto. Lo ignoro y me acerco a su vecino. –Carteles… ¡Qué tedioso! –Bum, puñetazo sobre la mesa. A por el próximo. –Anuncios… ¡Qué aburrimiento! –Bum. –Publicidad en la radio… ¡Qué aburrimiento! –Bum. Me paro delante de Tivian, le regalo una sonrisa coqueta y me siento en el borde de la mesa. –Lo que necesita Usted es un discurso personalizado, que despierte la curiosidad, por ejemplo a través de una página web con un acceso personal, limitado a los primeros cien clientes. ¿Por qué no se lo piensa? –le pregunto al final, abandonando la mesa. Mientras guardo mis cosas en la cartera añado– Cuando esté listo para arriesgar, llámeme. Me llamo Felicitas Berry. Gracias por su atención. Salgo de la sala de reuniones sin girarme y me dirijo a los ascensores. Mi mano tiembla cuando aprieto el botón de llamada. «¡Dios Felicitas! –me digo a mí misma– ¿Qué demonios acabas de hacer? » Es más que probable que hoy haya sido mi último día de trabajo en la agencia y que tenga que buscarme un trabajo nuevo desde mañana mismo. Salgo rápido del edificio. Cuanto antes deje este sitio, mejor. A unos veinte metros distingo una parada de taxi. Unos cuántos coches están aparcados esperando clientela. Me acerco al primero de la fila, abro la puerta trasera y me siento exhausta. Noto mi pulso a mil y tengo náuseas a causa de la agitación. ¿¡Qué demonios me ha pasado?! Tivian no tardará en llamar a mi jefe para quejarse de mí. Me echarán, y mira que me gusta el trabajo. Pero hoy, hoy he tenido que soportar demasiado machismo: primero los chicos en el aeropuerto y luego los hombres en la reunión… estaba a punto de reventar. –¿Señorita, quiere echar raíces o decirme a dónde quiere ir? Parece mentira, hoy es mi día de suerte con los hombres: más de lo mismo. Al acabarse rápido la reunión, dispongo aún de tiempo antes de que salga mi vuelo de vuelta. Pero aún no tengo ganas de meterme en el aeropuerto. –Lléveme al centro, por favor –le contesto. Tal vez me pueda distraer dando una vuelta por la

ciudad. Pero mejor que no vaya de compras, si me quedo sin trabajo, es más sensato ahorrar. Aunque para un café, siempre me quedará dinero. El taxista me deja al inicio de una zona peatonal. Le pago y me pierdo por las calles, sin prestar atención alguna a los escaparates. Estoy demasiado ocupada dando vueltas a mis pensamientos. De repente me hallo delante de un Starbucks y decido tomarme un café. Con un Vanilla Latte en la mano, busco una mesa libre y me dejo caer en uno de los acogedores sillones. Saco mi móvil del bolso y compruebo los correos electrónicos con un nudo en la garganta: todavía sin reacción de mi jefe. Por pura costumbre hago clic en el símbolo del navegador y se abre la última página visitada. Dejo ir un suspiro: definitivamente, hoy no es mi día. Se está cargando la página web de la Bad Boy Agency. ¿Y si le echo un vistazo? Tal vez, si entro solo un momento, igual no se dan cuenta de que estoy online. Busco la cartulina negra y tecleo el código. Lo primero que veo es que ha habido algún cambio: Las fotos descaradas siguen ahí, pero ahora, hay una más.

(¡Ei princesa! Pensaba que te iba un poco más la marcha … dura ;-) Tu vale caduca en 15 días. ¿Te atreverás a canjearlo? Estoy intrigado por saberlo Nik)

Releo el texto y resoplo. ¿No atreverme, yo? Me tendría que haber visto en la reunión: fui todo, menos cobarde. Pero la foto me encanta, qué torso... Si solo el intelecto fuera algo más elocuente… Pero el marketing de los chicos no está nada mal: crear tensión, provocar, seducir y acabar poniendo un límite de tiempo. Muy inspirador. Si aún me queda una posibilidad, por pequeña que sea, de que mantenga mi empleo y de que a Tivian le guste la idea, el encuentro con Nik y Quinn habrá valido la pena, a pesar de la impertinencia con la que me abordaron. ¿A qué se dedicarán además de trabajar en cafés y alquilarse a ellos mismos? Tal vez estén acabando una carrera. Al menos uno de ellos sabe algo de marketing y de diseño web y, a pesar de

que la estrategia y la realización son mejorables, los inicios son muy prometedores. Contemplo el café que tengo delante, ensimismada. Invertí tanto para llegar dónde he llegado en el trabajo: he gastado tiempo y energía, he descuidado a mis amigas y ni me he permitido pensar en la posibilidad de tener relaciones serias. Es cierto que conocí a algún que otro chico mono, pero los he dejado seguir su camino. Por falta de tiempo. Total, ¿para qué todo este sacrificio? Para que ahora tenga que temer por mi trabajo solo por haberme desviado del camino normal. ¿Ha valido la pena? ¿Torcerse de tal manera y no haber dado nunca nada con un cante para luego cosechar una palmadita en el hombro? ¿Fue eso lo que me esperaba cuando empecé el trabajo tan motivada? ¿Hay que adaptarse para que te perciban como parte del sistema? Tal vez no quiero encajar en el sistema. Tal vez quiera despedirme de mis estructuras viejas y probar algo nuevo. Tal vez no haya sido mi verdadero yo, al principio de aquella reunión. Tal vez me lo vuelva a pensar y haga algo muy poco propio de mí. Tal vez debería canjear el vale. El sonido de mi móvil me devuelve a la Tierra.. ¡Mierda, he olvidado salir de la página de los Bad Boys. Qué error más estúpido! Retengo la respiración mientras dirijo mis ojos a la página web: se ha abierto una ventana del chat. –¿Qué princesa, lista para una cita? ;-) Cierro un momento los ojos. «Venga Felicitas, no seas gallina– susurra el diablito en mí–. Contesta y a ver qué pasa. Todos necesitamos un poco de diversión, sobre todo después de un día como hoy». Mis dedos tiemblan al responder: –Sí, quiero canjear el vale. Esta noche. Y quiero una cita con Quinn. Si no fuera posible, lo doy por caducado. «Creo que es un buen término medio– me digo a mí misma–. Me he atrevido a contestar. Aunque no creo que Quinn tenga tiempo esta noche, ni que sea tan espontáneo. Y si es que sí, pues será que así tenía que ser. Total, nadie me obliga a hacer nada que no quiera. Además, tendría una ventaja: me distraería y me haría pensar en otra cosa que no fueran problemas laborales. » Miro expectante la pantalla del móvil. –¿Vuelves esta misma tarde? ¿Esto significa que eres de aquí? Te confirmo la cita: A las 20h en la estatua de Peter Pan en el Parque Central. ¿La conoces, verdad? Al leer el mensaje, noto un pequeño chute de adrenalina. Dios, sí que es capaz de ser espontáneo. Antes de que me lo vuelva a pensar otra vez contesto: –Sí, sé cuál es. Ahí nos vemos. Aprieto “Enviar”.

¡Dios mío, lo que acabo de hacer! Desconcertada, cierro la página de los Bad Boys. El día ya fue lo suficiente raro como para organizarme una tarde que promete ser todavía más alucinante . Pero así al menos dejaré de darle vueltas a lo que me espera mañana en el despacho. Acabo el café y decido buscar alguna prenda adecuada para mi cita en el Boulevard. A la mierda el dinero, aunque me quede sin trabajo a partir mañana. Creo que me lo merezco. No resulta fácil encontrar algo apropiado cuando no tienes ni idea de lo que te espera.. Mi vale es para dos horas. ¿Querrá eso decir que una vez pasada esa franja horaria tendré que pagar por cada hora adicional? Y cómo será la cita: ¿me sorprenderán o tengo que decidir yo lo que hacemos? Tal vez hubiera sido más práctico haberle preguntado los detalles antes de comprometerme. Pero ahora ya es demasiado tarde. Me decido por unos pantalones de cuero negros muy ceñidos y un jersey color champán con un estampado de alas de ángel en la parte trasera que deja a la vista parte de mi espalda y un hombro. Me gusta. Los pantalones marcan mis piernas y mis nalgas y el jersey da un bonito contraste a mi pelo. El hombro al descubierto le otorga un toque erótico. Los botines que llevo puestos son perfectos, me encantan porqué pegan prácticamente con cualquier prenda. Me llevaré la ropa puesta porqué no tendré tiempo de pasar por casa antes de verme con Quinn. Si el avión es puntual me queda una hora para llegar al Parque Central. Desde el aeropuerto, tardo unos treinta minutos en tren. Me quedan otros treinta para acabar de decidirme si quedarme o salir corriendo. Compro varias revistas para distraerme, busco un taxi y me dejo llevar al aeropuerto. *** ¡Vaya mierda! Por fin diviso a lo lejos la estatua de Peter Pan. El avión obviamente tuvo retraso y estoy llegando tarde. Mi Smartphone me dice que son las 20.10h. Tal vez tenía que ser así, tal vez es mejor que no me vea con Quinn. Con el día que llevo, como me va a ir bien nada. Ya es noche cerrada y la próxima farola dista unos cuantos metros, así que no puedo reconocer nada. Al llegar a la estatua, no hay nadie. Ni un alma, solo la estatua que me mira con una sonrisa. Quinn, o se ha ido ya o nunca ha aparecido por aquí. Es más que probable que todo haya sido una tomadura de pelo monumental y yo, tonta de mí, haya caído como una idiota. Resoplo frustrada. Vaya día más jodido… –¡Ei princesa, llegas tarde! Rápidamente, me doy la vuelta. Veo una sombra que se que se dirige hacia mí. Si ese es… No puede ser verdad … ¡¿Nik?! –¿Qué… qué demonios haces tú aquí? –balbuceo con poco ingenio, enfadándome por mi falta de

seguridad. Obviamente no contaba con esto. Creía que me darían lo que había pedido. Y el encargo desde luego no fue Nik. –¿Dónde está Quinn? –Buenas tardes princesa, yo también me alegro de verte –. Sus labios dibujan una sonrisa socarrona–. Nunca creí volver a verte tan rápido. –Yo creía que no te volvería a ver nunca más. Tengo una cita con Quinn. –Ay monada, el problema es que Quinn no tiene tiempo. Además, no sabe nada de la cita. El último mensaje era mío. Sacudo la cabeza, contrariada, haciendo volar mis rizos. –¿Y entonces qué demonios haces aquí? ¿Por qué me quieres ver? La mirada que me regala me hace estremecer. –Porque no me gusta perder. –No pienso canjear el vale –le rebato–. Quería una cita con Quinn. Me largo. –No tienes porqué gastar tu vale. Tienes toda la razón, no me has pedido. Por eso, tu vale no caduca sino que mantiene su validez. Pero no te irás, no antes de que haya ganado mi apuesta. ¡El tío está loco de atar! ¿Cómo se permite? Quien sabe qué tipo de drogas acaba de tomar. –¿Tú qué crees? ¿Alguien te oirá si empiezas a gritar? –Su voz ha adquirido un tono peligrosamente bajo. Se planta frente a mi, impidiéndome el paso. El pánico me inunda poco a poco y empiezo a notar un nudo en la garganta. No hay absolutamente nadie en el parque: estoy a solas con un psicópata en medio de la oscuridad. Dios, ¿cómo me he podido meter en este lío? Es de suicida. ¡Piensa Felicitas, rápido! Se me ocurre una frase oída en el curso de autodefensa: Procura que el adversario se sienta seguro y luego ataca. –Tengo curiosidad por ver cómo piensas ganar la apuesta –le contesto, intentando darle a mi voz un tono firme. Misión casi imposible, pues me estoy muriendo de miedo. –-¡Convénceme! Me acerco hasta plantarme delante de él. Coloco mi cartera y la bolsa que contiene mi vestido de ejecutiva, al alcance de la mano. Luego le agarro del pelo y tiro su cabeza hacia abajo, hacia mí. Parece sorprendido, pero no se defiende, sino que coloca una de sus manos en mi nuca. El perfume de su aftershave me invade. Maldita sea, qué bien huele. Y ese agarre, tiene algo muy sensual. «Felicitas –me riñe mi mente– ¿Estás loca? ¡Contrólate! Igual te quiere matar. » Tomo aire y pego mis labios a los suyos. Nik me devuelve el beso. Me mordisquea el labio inferior para luego seguir con la lengua el contorno del labio superior. «¡Ahora! –me digo a mí misma». Y con la rodilla derecha hago un movimiento rápido hacia arriba. Pero me sorprende la capacidad de reacción de Nik: Con un rapidísimo salto atrás se quita de en medio. Y en un santiamén, me da la vuelta a mí. Con una mano me coge de la cabeza, tirándola hacia atrás y con la otra presiona el punto doloroso entre dedo gordo e índice. –¿Eso también lo has aprendido en tu curso? –brama–. ¿Sabes lo doloroso qué es? No es ninguna broma. –¡Qué quieres! –jadeo–. No te conozco y me sentí amenazada. –¿Amenazada? –Su voz suena divertida–. Si hubiera querido atacarte, lo habría hecho de otra manera.

–Me estás haciendo daño. ¡Suéltame!– De repente me entran ganas de llorar. El vaso está lleno por hoy y Nik resulta ser la gota que está a punto de colmarlo–. Por favor, solo quiero irme a casa–. Está a punto de saltarme una lágrima, muy a mi pesar, pero no lo puedo evitar. –¿Estás llorando? –Me suelta girándome hacia él. «¿Porqué tenemos que estar debajo de una farola justo en este momento? » –pienso, desesperada. Con mucha delicadeza agarra mi barbilla obligándome a mirarlo a los ojos. Ya no puedo retener mi llanto y las lágrimas caen a raudales por las mejillas. –Tranquila, todo está bien –murmura, atrayéndome hacia él. Me abraza y acaricia mi pelo–. No quiero que nadie me tenga miedo. No sé por qué, pero sus palabras hacen que aumente mi llanto. No me opongo a su abrazo, necesito consuelo. Escondo mi cabeza entre sus brazos, sollozando. –Pero, ¿qué te pasa? No llorarás por mi culpa, ¿verdad? –pregunta. Su tono de voz es diferente al de antes, más suave. –No. Sencillamente fue un día horrible y probablemente he perdido mi empleo –le contesto con un hilo de voz. –Entonces se me ocurre una buena idea para que te animes. Me pongo tensa. –No te preocupes –me dice riéndose–. No pienso siempre solo en el sexo. Tú decides hasta dónde quieres llegar. Y no me contradigas, no pienso dejarte sola esta noche. Levanto la vista, asombrada. No me lo imaginaba tan sensible. Qué cariñoso. ¿Detrás de esta fachada de macho, se esconderá un chico amable? –Gracias –murmuro, secándome las últimas lágrimas. –¿Qué te parece si volvemos a empezar? Ya sé que no es la primera vez hoy, pero a la tercera va la vencida, ¿no crees? –¿Qué quieres decir? –Encantado de conocerte. Me llamo Dominik, Nik para los amigos –sonríe. Es una sonrisa afable, que le ilumina la cara. –Felicitas Berry –me presento–. Feli para los amigos. –Encantado, Feli. Cómo lo ves, ¿tienes ganas de que vayamos a algún sitio chill out? –Depende de lo qué entiendas por chill out. Me mira con cara de satisfacción. –Ves princesa como sí podemos el uno con el otro. Si los dos ponemos de nuestra parte, seguro que pasaremos una velada agradable. –Por mí no será. Eres tú quien se ha comportado como un macho ibérico. –Psst, calla. No estropees el buen ambiente. Déjame enviar un SMS para asegurarme de que podamos hacer lo que tengo en mente. Algo dubitativa observo como Nik teclea el mensaje. No estoy segura de si es una buena idea pasar la tarde en compañía de Nik, pero tampoco tengo ganas de estar sola. El móvil avisa de que acaba de entrar un mensaje. Nik lo lee y asiente, contento. –Muy bien, todo arreglado. Ven que te levantaremos los ánimos. Me coge de la mano como si fuera la cosa más natural. ¿Qué querrá decir con levantarme los ánimos? –¿Qué ha pasado con tu traje rancio de esta mañana? –¿Rancio?

–Venga, no me vas a negar que era algo anticuado. Así me gustas mucho más: con el pelo suelto y los pantalones ceñidos. Y la camiseta es un bombazo. Hasta te podría seducir aquí y ahora. –Tú siempre a lo tuyo, ¿verdad? –le rebato, sacudiendo la cabeza. –Pues sí –me sonríe, guiñándome el ojo–. Pero me parece que a ti tampoco te disgusta del todo. –Puede ser… Nik pone fin a nuestro pequeño rifirrafe: –Tengo curiosidad por ver si te gusta lo que tengo planeado–me dice, acariciándome el dorso de la mano. Miro algo dudosa la escalera adornada con arabescos que lleva al subterráneo del edificio antiguo delante del cual nos hemos parado. El parque donde me encontré con Nik no queda muy lejos del centro de la ciudad y está a unos diez minutos de esta residencia a la que Nik me invita a entrar con un cordial “es aquí”. La sal pone en azul sobre fondo blanco en un letrero enganchado al lado de la barandilla. ¿La sal? ¿Qué será? ¿Un restaurante? La verdad es que no lo parece. Tampoco un club de alterne de esos raros: El rótulo es demasiado clásico y el edificio parece más bien de viviendas. –Ven princesa, que nos están esperando –señala Nik, empezando a bajar las escaleras. Yo le sigo dudosa. No me gustan mucho las sorpresas, prefiero saber qué me espera. Pero en el día de hoy he hecho ya varias cosas impensables para mí por lo que no veo porqué no puedo ir con Nik a La sal, sea cual sea su fin. –Tú primera –me invita a pasar, manteniéndome la puerta abierta. Cruzo el umbral y me quedo atónita. Nos hallamos en una antecámara, delante de un mostrador de recepción, sobre el cual hay una caja, una hucha en forma de cerdito color rosa inclusive rabo enroscado y una caja con tarjetas de visita. A la derecha hay otra puerta, pero cerrada. Por lo visto, no se trata de un restaurante, pero ¿de qué si no? –Tenemos que anunciarnos –informa Nik, apretando un botón al lado del mostrador. Poco después se abre la puerta y un señor de mediana edad y de buen ver, con sienes plateadas y los ojos rodeados por pequeñas arrugas, nos saluda. –Nik, qué bien verte después de todo este tiempo. Con que compañía más agradable vienes – le dice sonriendo y dándole palmaditas en el hombro. Yo saludo discretamente con la cabeza–. Pasad, os he preparado la sala tres, nadie os molestará. –¿Nadie nos molestará? –pregunto, arqueando una ceja. Pero ninguno de los dos me contesta, así que no me queda otra que seguirles a la sala contigua. Miro alrededor, sorprendida. Nunca me hubiera imaginado algo así. El suelo, las paredes y el techo son blancos y están hechos con sal. Una iluminación indirecta le regala una luz cálida y bonita. –Esta es una gruta de sal artificial –me explica Nik–. Bonita ¿verdad? Espera a ver nuestra habitación. Contemplo con asombro las paredes. Me siento como en una cueva blanca. Qué sitio más bonito y en el mismo centro de la ciudad. Nunca había oído hablar de este lugar. El señor nos señala una puerta en la que resalta en azul el número 3.

–Ya sabes cómo funciona, Nik. Que os lo paséis bien. Las bebidas ya están servidas. –Gracias Aleksi –se despide Nik–. Ven princesa, ven al paraíso de la relajación. Igual que la sala anterior, la número 3 también está revestida completamente con sal. En el centro se halla una cama enorme, cubierta con mantas y pieles de oveja. En un hoyo hay una champañera, una garrafa con agua y vasos a juego. –Cuando estemos listos se pondrá en marcha el generador de sal. El aire salino es muy saludable, ayuda en caso de infecciones de las vías respiratorias, pero también si se padece de estrés o ataques de pánico –me explica Nik, señalándome unas rejillas de ventilación en las paredes. Luego se quita la camiseta de un tirón quedándose con el torso desnudo Me quedo embobada ante su impresionante sixpack. –¿Qué… qué estás haciendo? –Desnudarme, qué si no. Esto se hace sin ropa –me contesta pícaro empezando a desabrocharse los vaqueros. Me siento en el borde de la cama, mirando como se quita la ropa. Sus palabras y lo que ven mis ojos me dejan boquiabierta y sin capacidad de reacción. Le observo, fascinada. Lo que veo me gusta, es más, me gusta muchísimo, tiene un cuerpazo de ensueño. El único defecto es una cicatriz, larga y roja, que se extiende de su pezón izquierdo hasta el ombligo. Entre los omoplatos se lee en letras mayúsculas TRUST. No me gustan mucho los tatuajes, pero a él le queda bien, aunque yo le cambiaría la palabra. Trust – Confianza, pues no le pega mucho, yo le pondría BASTARD. Sin duda, el tatuaje le otorga algo de malicioso. Cuando empieza a sacarse sus sexy bóxers negros y ceñidos reacciono: –¡Para! –¿Qué pare? –pregunta, arqueando una ceja. –Dejemos puesta la ropa interior. –¿En la sauna, también vas en ropa interior? Mi mirada es puro veneno. –Esto no es una sauna, tampoco hace calor. Al contrario, me parece que hace bastante frío, demasiado como para quitarse toda la ropa. –Cariñete, ¿nunca has oído hablar de la sensación corporal integral? Si no te desnudas, no tiene mucho sentido. Además tienes mantas y pieles para calentarte. Déjate ir. Venga, tómate una copa. Saca la botella de la champañera, la descorcha con destreza y me sirve una copa. –Princesa, permita que yo, servil criado, le ofrezca un cáliz de vino espumoso. –Me alcanza la copa con una reverencia. No puedo hacer otra cosa que reír. –Vaya loco –murmuro, tomando la copa de sus manos. No me parece mala idea adquirir un poco de valor bebiendo. Tampoco quiero parecer un patito feo, por lo que me bebo la copa de un solo trago. –Quiero más –le exijo, tendiéndole la copa otra vez. –¡Mira por dónde! Anda que no te gusta empinar el codo –se burla de mí mientras me llena la copa otra vez. Me la vuelvo a tomar de un trago. Y efectivamente, me siento más suelta, más relajada. Nik sacude la cabeza, divertido. –Creo que serás capaz de soportar la vista –comenta, sacándose los bóxers. No me queda otra que fijar mi mirada en su pene. No está erecto, pero aún y así es de buen ver. Tiene toda la zona depilada y… ¿qué es eso? Un pirsin en el prepucio. ¡Dios mío!

–¿Quieres un pañuelo? –pregunta con los ojos brillantes.. –¿Cómo? –¡Si necesitas un pañuelo! Te está cayendo la baba. ¿Tan mal follada vas? Suerte que no estamos en una sauna oficial, te detendrían por alteración de la vía pública. –¡Cómo te permites! –le increpo, indignada. Nik sencillamente me ignora, se acomoda en la cama, cubriéndose con las mantas. –Y ahora princesa, ¡te toca a ti! «Bah, total, Felicitas, después de un día como hoy, ya no te puede sorprender nada. ¿Por qué no meterse con un cabrón debajo de la misma manta e inspirar aire salino? –me digo a mí misma–. No tengo nada que perder». Lo leo en su mirada: Duda de que tenga el valor de desnudarme. Y de golpe, vuelve a asomarse el diablillo que me llevó a meter caña a los asistentes de la reunión de esta mañana. Me levanto, me descalzo, agarro la botella de cava y me tomo un trago a morro. –¿Sabes qué? guaperas, si me ayudarías, podríamos acabar la botella en un santiamén. Entonces te enseñaría qué hago normalmente con botellas de cava vacías –digo con voz mimosa mientras me deshago de mi jersey de alas de ángel. –¿Ah sí? –murmura Nik mostrando poco interés. Gira la cabeza justo en el momento en el que me desabrocho el sostén. ¡Lo hace adrede! Espérate y verás, ¡cabroncete! Me deshago de mis pantalones de cuero y me planto delante de él, con mis pantis de encaje negro. Desplazo el panty para deslizar dos dedos entre piel y encaje, hasta rozarme el monte de Venus. –Normalmente, tesoro, el lugar que ocupan las botellas de cava es este –le susurro, tintineando las pestañas. El efecto es fenomenal. –Oh mierda –exclama, mirándome con ojos como platos. –Estas babeando. ¿Necesitas un pañuelo? –le rebato sarcástica, metiéndome debajo de las mantas. –¡¿No estarás hablando en serio?! –pregunta con voz tomada. –¿Quién sabe? –Ya sabes que bottle fucking puede ser peligroso. Si hay un efecto ventosa puede ser muy desagradable. –Ningún problema, soy una experta –le contesto, subiéndome la manta hasta encima de la barbilla para que no se me note la enorme sonrisa. Nunca me he metido una botella en el chocho. Ha sido lo primero que se me ha pasado por la mente. No debería tomar alcohol, no me sienta bien. No es que me maree ni nada por el estilo, solo que me convierto en una chica desenfrenada. Por eso no bebo casi nunca. El generador se pone en marcha con un zumbido y empieza a esparcir aire salino. Inspiro profundamente. «A ver si nos tranquilizamos» –me digo a mí misma. Respiro profunda y lentamente. La imagen de su cuerpo desnudo se me ha grabado en la retina y no puedo pensar en otra cosa. Qué sexy debe ser que te follen con una polla con un pirsin. Con solo pensarlo ya me humedezco. Maldita sea, tiene razón, voy muy mal follada.

–A parte de botellas de cava, ¿qué más te mola? –pregunta socarrón. Se ha puesto de lado, con la mano debajo de la cabeza y me mira con interés. –Mmm. –¿Qué? ¡No me digas que no sabes lo que te gusta! –Esto y aquello –contesto evasiva. –¿Por ejemplo que te acaricien y que el se ponga encima tuyo para luego penetrarte? Me encojo de hombros y me pregunto dónde quiere ir a parar. ¿Dirty talk light? –Creo que sí. –¿O te gusta más si ahora retiro las mantas, lamo tu conejito y masajeo tu clítoris con mi pirsin? Y luego meto mis dedos en tu chochito y tu culo y te azoto las nalgas y te follo hasta que me pidas que por favor deje que te corras? Jadeo. Solo con oírle hablar, se me endurecen los pezones que ahora rozan la manta. Nik sonríe como un lobo cuando de verdad aparta la manta y me presenta su pene erecto: –Creo que prefieres la segunda opción. ¡Mierda! Me es imposible desviar la vista de su bajo vientre. Nunca he visto algo tan perverso, descarado y erótico a la vez. Su polla se me presenta en todo su esplendor y las bolitas del pirsin le dan un toque increíblemente sexy. –Tu eliges princesa. O somos honestos y hacemos lo que vinimos queriendo hacer los dos o me dices que no quieres hacerlo para nada. Entonces disfrutaremos unos minutos más del aire saludable y nos vamos. ¡Decídelo! ¡Y sé sincera! Observo su cuerpo bello y su polla imponente y sé que el deseo ya ha decidido por mí. Estoy tan hambrienta que me duele. Salir corriendo pidiendo auxilio ya no es ninguna opción y el alcohol ha amansado mi mente furiosa: ha ganado el deseo. Y este quiere ser satisfecho, ¡ahora! Aunque resulte del todo irrazonable que me entregue a un tío que acabo de conocer y que me parece más que descarado. Irrazonable, pero tremendamente excitante. Sus ojos grises me miran, expectantes. Su mirada se vuelve de hielo cuando me coge los pantis y me los baja de un tirón. –¡Ei! –protesto. –No me has contradicho, por lo tanto me pongo yo al mando. Y tú, calladita estás más mona – gruñe, fijándome las muñecas y pasándome su pirsin por la parte interior de los muslos. Por donde pasa su polla y las bolitas deja un rastro de calor. El metal ha absorbido el hervor del portador. Al acariciar mis labios con el glande y masajearme el clítoris con el pirsin, le ofrezco mi pelvis y dejo ir un grito de placer Nik se ríe. –Tenía razón. Estás peor de lo que pensaba. A ver cómo lo remediamos. Continua cogiéndome firme por las muñecas mientras su rabo refriega mi perla. Estoy ya tan húmeda que Nik no tendría ningún problema para penetrarme. Tiene toda la razón. Mal follada ¡no!

¡Lo siguiente! Venga, fóllame de una vez. Pero no aparenta tener prisa. Jadeo frustrada cuando deja de masajearme con las bolas, pasando olímpicamente de las convulsiones de mi pelvis. Ahora es su boca la que sube lentamente hasta llegar a mis pechos. Su lengua juguetea con mis pezones, endureciéndolos más si es que esto es posible. Y al mordisquear mi pezón izquierdo, casi no noto dolor. Intento liberarme de su agarre. Quiero tocarle, empuñar su polla para llevarla al sitio correcto. –¿Qué quieres? –pregunta, divertido. –¡Suéltame! –Ni hablar. –Sacude la cabeza, riéndose–. No me digas que ya te arrepientes. –Depende de lo bueno que seas. Se ríe con ganas. –La verdad es que te he subestimado. No te creía tan perspicaz. –¿Ah sí? Pues yo no te creía tan charlatán, a ver si vas al grano. ¡Es lo que necesitaba oír! Deja ir un gruñido penetrándome por fin con un único movimiento fluido. Ya el primer golpe me regala tan buenas sensaciones que a duras penas logro suprimir un grito de placer. Noto las bolitas que irritan la piel de mi vagina, su verga que con cada golpe penetra más en mi pelvis haciéndome olvidar todas mis dudas. Me la clava con ímpetu, mientras me mira a los ojos. Hace una eternidad de mi última vez, tanto que casi se me olvida lo fenomenal que puede llegar a ser el sexo. Con mis piernas abrazo sus caderas para que me pueda follar con más profundidad, para que me la clave aun más. Cada célula de mi cuerpo desea satisfacer mi deseo. –¿Así mejor? –pregunta, quedándose quieto dentro de mí. Me regala una sonrisa acompañada de una de sus miradas misteriosas. Asiento con la cabeza. ¡Venga, más! –Muy bien –murmura, soltándome las muñecas–. ¡Ahora date la vuelta! ¿Te acuerdas de lo último que te dije esta mañana en el aeropuerto? Trago saliva. Claro que me acuerdo. Su frase provocó uno de los sueños eróticos más excitantes y obscenos que jamás he tenido y activó a marchas forzadas la película que me monte en la cabeza.. La próxima vez que nos veamos, estarás desnuda y atada y me dedicaré a tu culito, ¡para que aprendas modales! –Me acuerdo de alguna que otra tontería tuya –le contesto a la ligera–. De repente, mi boca esta seca como el desierto. –Yo no soy de esas personas que hablan por hablar. –Y yo no soy de aquellas que se lo dejan hacer todo. Antes de que me de cuenta, ya me ha agarrado de la cintura y me ha puesto bocabajo. Ahora está sentado encima de mi espalda. –¡Eiii! –Me gusta tu culo. Pero me temo que no está entrenado como para cardarlo. Sabes, que te follen con un pirsin es algo muy especial, pero para eso hace falta entreno. Resoplo indignada. ¿Se puede ser tan descarado? Como si me dejara follar en el culo por cualquiera. –¿Quién te crees? –siseo, intentando incorporarme. Pero no tengo ni la más mínima posibilidad de conseguirlo: su peso me aplasta contra la cama. –Un chico malo, monada. Y es lo que te gusta –dice con voz ronca. De repente, noto un dedo en mi ano. –¡Deja!

–¡Calla! ¿No estábamos de acuerdo en que no querías sexo vainilla? Inspiro aire por la nariz mientras su dedo conquista mi culo. Es una sensación extraña, extraña pero muy muy excitante. No me deja tiempo para oponer resistencia. Su polla pulsante busca el camino entre mis labios clavándose con toda su fuerza en mi coño mojado. Tengo que morderme el puño para no chillar. –Tienes suerte de que este no es el sitio adecuado para follarte más fuerte. Cuando lo haga, quiero oírte gritar –dice moviendo su dedo y su polla al unísono. ¡Es de locos! Me entrego sumisa a cada uno de sus movimientos Disfruto de cada uno de sus golpes. Su pirsin frota mi zona más sensible. Me estremece el cosquilleo que empieza en la espalda y que se expande por todo el cuerpo. Al acercarme al éxtasis le alcanzo el culo para que pueda seguir clavándomela. Con un jadeo medio reprimido él también llega al orgasmo. Se queda unos segundos dentro de mí, luego hunde su pene una vez más y mi cuerpo se estremece una última vez. Noto como su semen corre por la parte interior de mis muslos. ¡Joder! Qué polvazo, ¡realmente iba muy necesitada!. Observo con esmero su cuerpo desnudo y bello, quiero retener cada uno de los detalles, cada uno de sus músculos de acero para mis futuras horas a solas. Me mira examinándome: –¿Porqué me observas tan fijamente? –Sacudo la cabeza. –No lo hago. –Sonríe y se da la vuelta. –Para que puedas contemplar mi parte trasera. «Gilipollas» –pienso, examinando su culo apetitoso y sus pantorrillas perfectas. Mi mirada se detiene en los pies. Levanto una ceja, sorprendida: En la planta del pie derecho entreveo un tatuaje de un tamaño considerable. Una cabeza de león con las letras L.O.R.D. ¿Lord? ¿Qué demonios significará? –¿Qué tienes ahí en la planta del pie? –pregunto–. Espero que tu otro trabajo no sea el de domador de leones. Se da la vuelta, la sonrisa ha desaparecido de su cara, y ahora me mira fijamente: –Eso, princesa, no es de tu incumbencia. Hay cosas que ni tu imaginación puede superar.

3 QUINN –¿Nik? Maldita sea, llámame cuando oigas este mensaje. Verónica lleva diez minutos esperándote y está que trina. No nos podemos permitir perderla como clienta. Cuelgo el teléfono contrariado. ¿Dónde coño se habrá metido? Hasta ahora, nunca había olvidado una cita. Y Verónica es una de nuestras clientas fijas. Sin embargo, no tengo la más mínima idea de si pertenece al círculo selecto de aquellas mujeres con las que mantiene relaciones sexuales. No siempre intercambiamos este tipo de detalles. Verónica alquila a Nik regularmente y sé que le cae bien. Es la esposa de un empresario rico que se ocupa más de sus negocios y de su secretaria que de su señora. Creo que necesita a Nik para sentirse joven y deseada, y lo entiendo. Si no me llama en los próximos minutos no me quedará otra que ir yo mismo al lugar del encuentro. No sé si me aceptará como sustituto ni hasta dónde llega Nik con ella. Vaya mierda ¿Por qué diablos no me coge el teléfono? Vuelvo a marcar su número, pero el buzón salta de nuevo: –¡Nik! ¿Dónde coño te has metido? –digo y cuelgo. Al guardar mi móvil oigo un sonido. Miro la pantalla: Un nuevo mensaje en el Messenger de los Bad Boys, un mensaje de Verónica. Hago clic en el símbolo del sobrecito, maldiciéndolo. Espero 5 minutos más y me largo y no creo que me vuelvas a ver. ¡A mí nadie me deja plantada! V. Nik no me deja otra opción. Apreciada Verónica. Siento que tenga que esperar, lamentablemente Nik tuvo un pequeño contratiempo. ¿Estaría conforme si vengo yo en vez de Nik? Podría llegar en quince minutos. Me alegraría conocerla. Quinn. Hago clic en Enviar y espero. No es que sea supersticioso, pero mentir sobre la salud de un amigo no me gusta nada. Cuando pille a Nik me oirá. Solo espero que no le haya pasado nada de verdad y que tenga una buena razón para no aparecer. No es su estilo y normalmente puedo confiar en el. Vuelve a sonar el móvil. La respuesta de Verónica: De acuerdo, te espero. Ya veremos si me gustas. V. Sacudo la cabeza, incrédulo. No pregunta ni cómo está Nik, ni me da recuerdos para él. Verónica parece difícil. Tengo dudas de si realmente es tan simpática como dice Nik o si no es más bien tan arrogante como se muestra en sus mensajes. Es probable que esté acostumbrada a obtener todo lo que se propone. El dinero sin duda hace la

vida más fácil, pero la riqueza a menudo estropea el carácter. Estoy intrigado por saber qué tipo de persona es Verónica. Sé que Nik y Verónica habían quedado en una skylounge exclusiva de un hotel del centro. De camino, tendré que comprarme una camisa, no puedo presentarme con una de mis camisetas de manga larga, por muy modernas que sean. Hace poco estuve ahí y sé que exigen un look estiloso moderno. Seguro que Verónica también lo sabe. A diferencia de Nik, me encanta vestirme con elegancia. A él no le gustan mucho las camisas y los trajes, aunque le sientan de maravilla. Tal vez sea eso lo que seduzca a Verónica, que debajo de la camisa haya tatuajes y pírsines. Si es que lo sabe… Mierda, necesitamos urgentemente fichas de los clientes hechas como Dios manda, con información sobre el carácter y las preferencias. No tengo la más mínima idea de qué espera de mí. Anda que no hemos vivido cosas desde que empezamos a trabajar de “Bad Boys”, de esto hará ahora cinco meses. Aquella noche que decidimos, después de unos cuantas copas de gin, montar una agencia de chicos malos, nunca creí posible que ésta pudiese funcionar. Pero funciona, y ¡cómo! Los encargos son tan incomparables como nuestras clientas. El abanico abarca desde protección personal, pasando por servicio de acompañantes, hasta satisfacer deseos sexuales extravagantes. Esta última prestación, solo la cumplimos si nos apetece y no con todas las clientas. A Nina por ejemplo, una de mis primeras clientas, le gusta contratarme como Personal Shopper. El trabajo la tiene muy ocupada y lo que quiere es ir de compras de vez en cuando en compañía de un hombre. Le encanta que le haga piropos, pero lo que más necesita es que le diga cómo tiene que vestir y qué prendas debe comprar. Creo que disfruta del hecho de no tener que tomar decisiones todo el rato. Es eso lo que necesita y no creo que quiera más. Cloe en cambio, es todo lo contrario. Es misteriosa, maliciosa y hambrienta de sexo. No conozco su verdadero nombre. A veces alquila a Nik, otras veces a mí y a veces a los dos para acompañarla a encuentros sexuales exclusivos. Independientemente de lo que quieran nuestras clientas, nuestro lema principal es discreción. Y cada una de ellas debe tener la sensación de ser algo muy especial, porque de hecho todas son únicas y deseamos tratarlas de manera exclusiva. Por ello, tampoco desvelamos mucho de nosotros: lo misterioso, lo imprevisible es lo que nos distingue, empezando por el acceso personalizado a nuestra página web y hasta ahora nuestra fiabilidad,. Marco por última vez el número de Nik. –Maldita sea, viejo. Esta no te la perdono. Por tu culpa tengo que verme con una de tus clientas. – Le dejo un nuevo mensaje con aire enfadado en el buzón de voz y me rindo. Voy medio corriendo por la zona peatonal, repleta de gente, evitando como puedo a parejitas paseando y monstruos del shopping armados con bolsas de todo tipo. Hoy las tiendas cierran más tarde y quería aprovecharlo para comprar unas cosas para mí, pero no me queda otra que cambiar de planes. Menos mal que ya estaba por el centro, de otra forma no habría llegado a tiempo a la cita con Verónica. Mi piso está al otro lado de la ciudad, en un edificio antiguo. Ahí, los alquileres son más asequibles que en otros barrios. Aunque la agencia ya obtiene una buena facturación y mi trabajo de consultor técnico me permite ganar un buen sueldo, no tengo ganas de gastarme el dinero en un alquiler prohibitivo y me encanta vivir y trabajar en mi pequeño reino de soltero. –¿Me podría hacer el favor y quitarme las etiquetas? Necesito llevarme la camisa puesta. –Alcanzo

mi tarjeta de crédito a la dependienta y me quito el jersey. Mira sin descaro mis pectorales, ceñidos en una camiseta sin mangas. Me río para mis adentros, sacándome con lentitud descarada los mechones de la cara. No pertenezco a aquel tipo de hombre que tiene que mostrar sus músculos a toda hora, aunque sea una labor muy dura desarrollarlos hasta el estado en que los tengo ahora. Es un trabajo severo acompañado de mucho sudor y disciplina férrea. Pero obviamente me encanta que a las chicas les guste. La dependienta intenta poner cara seria y dice con cierto tono de reproche: –Tenemos probadores. –Ya lo sé, pero están todos ocupados –le contesto, indicando a dos señores esperando el turno delante de los probadores–. Y yo no tengo tiempo. La verdad es que me haría un favor enorme … –De acuerdo –me contesta. Desenvuelve la camisa, saca los alfileres y empieza a cortar las etiquetas. Es muy maja: no muy alta, con un corte de pelo bob que le llega hasta el mentón y pecas en la nariz. Lamentablemente, no pertenece a nuestro grupo objetivo. Dudo que pagara por el servicio y es muy probable que el precio sea demasiado elevado para ella. Sin duda, si que sería una buena candidata para la apuesta que tenemos Nik y yo – un juego que depende del tiempo y que consiste en ganar puntos, y que sirve para ponernos a prueba. El objetivo es conseguir que la persona en cuestión nos deje el número de teléfono o la dirección de mail antes de que hayan pasado cinco minutos, ni un segundo más. Y la técnica tiene que ser siempre otra. Puede parecer un juego odioso, pero ¿quién dijo que éramos chicos buenos? Entonces tendríamos que cambiar el nombre de nuestra agencia por “Good Guys” y eso no suele gustar mucho a las chicas. Los quieren malos, no siempre, pero sí más a menudo. Tengo que pensar en la ejecutiva yuppie de esta mañana en el aeropuerto y sonrío para mis adentros: con ella, Nik ha tenido un fracaso estrepitoso, incluso con su famoso agarre. La pequeña tenía un algo especial, por eso le dejé nuestra tarjeta. Despertar la curiosidad es la llave de nuestro éxito y normalmente funciona, también en su caso. No habían ni pasado tres horas que ya entraba en nuestra página web. Seguro que hubiera podido ser una nueva clienta, pero Nik la cagó con las fotos explícitas. Es un mal perdedor. –Ya está –La dependienta me alcanza la camisa y baja la mirada, inhibida. Qué mona. –Muchas gracias, ¡acaba de salvarme la vida! –Le regalo mi sonrisa más bonita y me pongo la camisa. Tiene algún pliegue y no me queda perfecta, pero solo me quedan cinco minutos. No puedo llegar tarde, de ninguna manera. Llego sin aliento al edificio en cuestión, atravieso el hall corriendo hasta los ascensores. Tengo suerte: uno acaba de abrir las puertas. Me meto de un salto. Menos mal, ¡justo a tiempo! Aprieto el botón que me llevará al sobreático, jadeando. Las puertas se cierran y el ascensor se pone en marcha. ¡Venga, más rápido! Echo una mirada a las paredes espejadas: llevo el pelo revuelto a causa de las prisas y la camisa se ha salido de los vaqueros negros. Suspiro mientras intento dar forma a mi pelo y recoloco la camisa. Dudo un momento, pero al final decido mantener abiertos los primeros dos botones para que se puedan adivinar mis pectorales. Mucho mejor, un poco recién-salido-de-la-cama, pero nada mal. Espero que Verónica opine lo mismo. El ascensor llega a su destino. Entro a la skylounge que está bastante llena. Personas bien vestidas están acomodadas en muebles tipo lounge o contemplan de pie las vistas espectaculares a la ciudad iluminada. Charlan, sorben sus cocteles, escuchan música relajante y hablan en voz baja para no

estropear el ambiente. Me quedo en una de las ventanas para echar una mirada a la ciudad. El sitio es sencillamente fantástico. Verónica tiene gusto. Miro a mi alrededor. No tengo ni la más mínima idea de qué aspecto tiene. Una razón más para poner en marcha el fichero de clientas. Me ocuparé mañana mismo, después de haber arreglado cuentas con Nik. En las primeras mesas solo veo grupos y parejas. No se habrá ido todavía, si justo ahora acaban de pasar los quince minutos estipulados. Atravieso el espacio mirando las mesas: pareja, pareja, grupo, pareja. Y de pronto la veo. Al final del todo, en la esquina, hay una señora sola en una mesa, delante mismo de una de las ventanas, sorbiendo una copa de vino y mirando impacientemente su reloj. Tiene que ser ella. Como ella tampoco sabe qué pinta tengo yo, me quedo un momento mirándola atentamente. Momento que quiero aprovechar, porque, aunque la apariencia no desvela mucho de una persona, sí algunas cosas. De momento es la única información de la que puedo disponer. Verónica lleva pantalones de cuero negro ceñidos, un top plateado y zapatos de tacón alto. Con el pelo negro recogido y su porte pequeño recuerda vagamente a Victoria Beckham. Para mi gusto, Verónica está demasiado seca. A mí me gusta algo donde cogerme. En cuanto a la edad, le echaría unos cuarenta, pero no estoy seguro. De todas formas es una mujer muy estilosa, pero algo fría. «A ver si soy capaz de que la señora se suelte» –me digo a mí mismo y, poniendo mi sonrisa más seductora, me dirijo hacia ella.

4 NIK La sigo con la mirada, miro como desciende calle abajo mientras su pelo se balancea por el viento. Todavía tengo el gusto de su cuerpo en mis labios. Dios, si hubiera sabido qué huracán despertaría… «Del agua mansa…» –me digo a mí mismo, sonriendo. No me importaría follarla de vez en cuando. ¡Todo lo contrario! Mi última mirada la dedico a su culo, antes de que Feli desaparezca por la derecha, sin haberse dado la vuelta otra vez. Sus nalgas son la bomba, me encanta cuando las chicas tienen un poco más de culo. Cuánto daría por ocuparme más de él. Después del sexo nos quedamos un rato abrazados, hablando de cosas sin importancia y disfrutando del aire salado. Al acabar el tiempo que nos quedaba en la gruta, nos vestimos y salimos juntos, pero luego se despidió rápidamente de mí y rechazó mi oferta de acompañarla a la próxima estación de metro. Obviamente no le comenté que no era obligado quedarse desnudos en la sala. Y no sé si he habrá dado cuenta porque al salir, Aleski le dejó un folleto en el que se veían personas vestidas que estaban disfrutando del ambiente salino. Por un momento frunció el cejo, pero no dijo nada y se fue. Creo que le ha gustado más de lo que quiere admitir. Sería interesante jugar un poco más con ella, ¡me encantan los retos! Ensimismado busco el móvil en el bolsillo de mi chaqueta y miro la pantalla para controlar los mensajes. Sin embargo la pantalla se ha quedado en negro. Reniego de la maldita tecnología, aprieto un par de botones, pero no se mueve absolutamente nada. Las baterías no duran nada, ni un telediario. Tendré que comprarme un teléfono nuevo, pero estos malditos Smartphone son tan caros… Además no está previsto en mi presupuesto. Espero que no haya habido nada urgente. Guardo el móvil y me dirijo hacia mi coche aparcado muy cerca de ahí. Dado que la chica se bebió prácticamente todo el cava sola no tengo que temer ningún control de alcoholemia. Vaya cambio ha pegado después de unas cuantas copas, pocas veces he visto una transformación tan radical, de tan estrecha a tan desenfrenada. «De princesa a minivamp» –digo para mis adentros. Tal vez tendría que cambiar su página web personal. La historieta de fotos de este mediodía ya no le pega mucho. Además se me acaba de ocurrir una idea. Pasados diez minutos, llego por fin al coche y respiro aliviado. Mientras tanto ha refrescado bastante y noto el frío, pues solo llevo una camiseta de manga corta. La prenda la escogí conscientemente, renunciando por puro interés a la chaqueta. Pensé que como habría pasado todo el

día con personas con traje y chaqueta igual le gustaría encontrarse con alguien más… malicioso. Y creo que le ha gustado. No es la primera vez que una mujer que durante el día tiene que aparentar ser seria, por la noche prefiera chicos vestidos de manera desenfrenada y sexy. Y mis tatuajes también le gustaron… y su reacción a mi pirsin íntimo… Dibujo una enorme sonrisa. Su cara era un poema: una mezcla de desconcierto y curiosidad, sencillamente fantástica. Adoro mi pirsin, aunque su colocación fue algo dolorosa y me impidió mantener relaciones durante semanas. Pero ha valido absolutamente la pena, la sensación de follar chochos mojados con un pirsin es indescriptiblemente cojonuda. *** FELICITAS Camino con una sonrisa de oreja a oreja . Bajo la calle meneando bien las nalgas. A mi entender tengo un culo demasiado gordo, pero a él parece gustarle y sé que me sigue con la mirada. Dios, ¡vaya polvazo! No recuerdo que nunca me hayan follado tan bien, ni mucho menos la primera vez. Hasta ahora, ninguno de mis amantes supo qué teclas tocar, pero Nik… Nik fue una pasada. No tengo la más mínima idea de dónde aprendió a follar tan bien y tampoco quiero saberlo. Ese cuerpazo… increíblemente sexy. Y su polla, nunca he visto algo tan cachondamente interesante y el pirsin, la locura. Estoy encantada de haberme acostado con él, aunque me engañara. No creo que uno se tenga que desnudar en la gruta salina, lo deduje por lo que vi en el folleto que me dejó Aleski al salir. Pero la propuesta de Nik no estuvo nada mal. Lo que me apetece es llevarme a casa a Nik y seguir averiguando todo lo que sabe sobre sexo. Y por eso me despedí rápidamente. Es mejor abandonar la fiesta en el momento álgido y el sexo con Nik ha tenido un final espectacular después de un día horrible. Quiero acostarme con esta sensación – esta agradable mezcla de satisfacción y embriaguez y no pensar en lo qué me espera en la oficina. A saber si su amigo Quinn es tan bueno como él. ¿Y si lo averiguo? Todavía tengo el vale. ¿Y si hago un cambio y alquilo a los dos chicos por una hora en vez de uno por dos horas? Me entra la risa tonta. Estás borracha, Felicitas. Síííííííííííí, pero bien follá. De camino a la estación de metro decido permitirme tomar un taxi, quiero llegar a casa lo antes posible. «Hoy ha sido el día más jodido, loco y excitante de toda mi vida » –logro pensar justo antes de caer redonda.

*** NIK Me acomodo en el asiento de mi Aston Martin color negro. Mataría por este coche. Aunque tiene sus añitos, no hay vehículo más bonito que el DB – el coche de James Bond. El modelo que tengo yo, el DB6, es el sucesor del famoso coche de las películas del agente 007. El automóvil perteneció a mi padre y es lo único que me quedó de él. Mi padre murió de un infarto cuando yo tenía catorce años. Quiso ese coche tanto como yo lo hago ahora. Pongo en marcha el Aston Martin, la calefacción a tope, enciendo la radio y me dirijo hacia casa. Veinte minutos más tarde dejo atrás el centro y conduzco mi Aston por las calles tranquilas de nuestro barrio residencial. Robles centenarios adornan las calles, pequeños parques invitan a pasear y las villas circundadas por altos muros conforman el refugio de la gente rica. Es la zona más exclusiva y cara – la Hollywood Hills de la ciudad. Nuestra casa es una de las más grandes de la calle; mi padrastro tiene mucha pasta. Tuvo buen olfato durante la primera burbuja de Internet y vendió su empresa a cambio de mucho dinero, mucho antes de que todo se viniera abajo. A pesar de estar forrado, es una persona normal y corriente. Y lo más importante: hace feliz a mi madre. La muerte de mi padre le afectó mucho, pero George ha sido capaz de devolverle las ganas de vivir y poco a poco se ha ido recuperando. Siempre le estaré muy agradecido. Los dos disfrutan de la vida, viajan mucho y se dejan ver poco por casa. Esta es una de las razones por las que aún vivo con ellos: tengo dos habitaciones y un baño para mí solo, y sin pagar alquiler. Activo el mando a distancia para abrir el portal de hierro por el que se accede a la finca. Subo por el camino de guijarros, pasando por delante de bojos recortados y un amplio césped con rosales; la verdad es que la casa de George parece salida de una película de Hollywood. No puedo negar que me encanta vivir aquí. « ¡Mierda, no! ¡Por favor, no! » –pienso al llegar a la zona de parking y divisar un Porsche descapotable de color blanco, aparcado de cualquier manera. Lo que me faltaba: ¡La cabrona está de vuelta! Con cabrona me refiero a la hija de George, Nova, mi hermanastra dos años mayor que yo y que por suerte solo es parte de mi familia política. Si fuera mi hermana sanguínea me pegaría un tiro. Tan solo pensar en ella se me ponen los pelos de punta. Su aspecto es angelical, pero su corazón diabólico. Es pija, calculadora y solo piensa en el dinero, este es el único y gran inconveniente de vivir en esta propiedad. Ella también tiene sus habitaciones y puede ir y venir como le plazca. Normalmente viene muy poco, vive en otra ciudad a unos 300 quilómetros, pero de vez en cuando se ve con sus amigas o tiene hora con su esthéticienne de confianza. Le pedí no sé cuantas veces que me avisara de sus visitas para que pueda desaparecer y dormir en casa de Quinn. Pero mis deseos no son órdenes para ella. Antes que nada, quiero cargar mi móvil y llamar a Quinn. No quiero ni pasar un segundo bajo el

mismo techo con esta fiera. Si no fuera porque voy justo de dinero me iría incluso a un hotel, pero no me lo puedo permitir. Vivo en casa de George, pero para nada deseo su dinero. No quiero ser como Nova – una ricachona mimada que vive a costa de otros. Más de una vez le he dicho a George que quiero pagar un alquiler, por pequeño que sea. Estoy ahorrando para poder llevar a cabo mi sueño: Abrir mi propio club, con bebidas selectas, buena música, show de baile y público desenfadado. Esa es la razón por la que estudié Gestión turística y hotelera y por la que estoy trabajando en el café del aeropuerto. Quiero adquirir experiencia en los diferentes establecimientos gastronómicos y también ganar dinero, obviamente. Este trabajo y el de la agencia son de momento mis únicas fuentes de ingreso. El resto de mi tiempo lo invierto en la planificación de mi club y en mi otro ‘proyecto’. A Nova todo esto no le interesa ni lo más mínimo. Para ella soy el malogrado hijo de su odiada madrastra. A pesar de que mi madre siempre se portó bien con ella, Nova no la puede ni ver, mostrando su animadversión también en público. Lamentablemente, George no tiene ninguna influencia sobre ella. Por lo visto, Nova se parece mucho a su madre: una persona fría y codiciosa que mintió y engaño a George. «Familia…» –pienso algo alterado, aparcando como puedo el Aston en el sitio estrecho que dejó la bruja. Si mañana me encuentro la pintura rayada porque Nova ha sido incapaz de abrir la puerta con delicadeza me va a oír. Salgo del coche y me preparo para el encontronazo con el demonio. Al abrir la puerta de entrada y asomarme al recibidor compruebo que todo está en silencio, calma absoluta. Estoy acostumbrado a ello, pero hoy me llama particularmente la atención. –¿Nova? –grito. Nadie contesta. Son solo las 23h, es probable que haya salido con sus amigas. Espero que así sea y que tenga la casa para mí. Entro por el ala izquierda para acceder a mis habitaciones. La habitación de Nova está justo enfrente de la mía. Por un momento sopeso la posibilidad de llamar a la puerta, pero finalmente desisto. Igual está dormida y como todo niño sabe es mejor no despertar a los dragones dormidos. Abro la puerta de mi habitación, enciendo la luz y me dirijo al baño. De repente oigo una voz detrás de mí que me sobresalta. –Hola cariño, ¡llegas tarde! Doy la vuelta de un salto y me quedo atónito. Nova está estirada en mi cama, vestida con una cosita de nada, jugueteando con un mechón y sonriendo coqueta. –¿Qué demonios haces aquí? –le digo, alterado. –¡Oye! –Abre sus ojos de azul bebé de par en par, haciéndose la inocente–. Así no se saluda a una hermana. –Sal de mi habitación, ahora mismo. –Pero Nikki, porqué eres tan descortés. Ven aquí y dame las buenas tardes como Dios manda – susurra tirando del sostén hasta que se entrevén los pezones. Dios, no la soporto, odio que me llame Nikki y que me provoque. « Lo que te daría es una buena tunda, pero no te seguiré el juego » –me digo a mí mismo, reprimiendo las ganas de decirlo en voz alta. Solo vería confirmado su comportamiento. Hará un año y medio, me vio en pelotas y desde entonces se divierte intentando seducirme. Estoy casi seguro de que es por el pirsin. Casi le saltan los ojos al verme tal como Dios me trajo al mundo. Creo que lo único que le atrae actualmente es que la follen con un pirsin.

Además, odia que no le preste el más mínimo interés. Nova está acostumbrada a obtener todo lo que quiere, independientemente de lo que sea. Cuando está por aquí, cierro mis aposentos con llave para evitar sorpresas desagradables. Cuando salí esta tarde, no sabía que llegaría. La miro con desprecio, arrugando la nariz. Aunque me caiga bien George, con su hija ha fracasado estrepitosamente. No conozco mocosa más malcriada que Nova. –Cuento hasta tres y habrás desaparecido –digo –¿Y si no lo hago? –En tal caso… –Me dirijo lentamente a mi armario, abro la puerta de la derecha y saco dos objetos–, probaré contigo si el nuevo ejemplar funciona mejor que el viejo. –Me doy la vuelta y le enseño una fusta rota y una flamante–. Y créeme tesoro, soy maestro en esta disciplina. Y ni lo sueñes que te la clave. Nunca tendrás ese placer. –¡No te atreverás! –¡No tienes ni la más remota idea de todo lo que soy capaz de hacer! ¡Es mejor que te vayas! ¡Ahora! Sus ojos lanzan llamas al saltar de la cama y dirigirse hacia la puerta. Le resisto la mirada. –Tarde o temprano caerás –dice siseando– y me pedirás de rodillas que te folle. –No olvides lavarte la boca, alteza. Las palabras feas pueden dejar para siempre la boca sucia. Sale lanzando una maldición y cerrando la puerta de un golpe. Cierro con llave, me apoyo en el marco de la puerta y respiro hondo. Madre mía, qué tía más pesada. No la aguanto ni un día más. Guardo las fustas. Si Nova pudiese ver mi arsenal de juguetes, no dudaría de mis palabras. No le he mentido, soy un experto en eso. « Tengo que llamar urgentemente a Quinn. Necesito un sitio donde dormir » –suspiro para mis adentros, saco mi móvil de la chaqueta y lo conecto al cargador, enchufado cerca de la mesita de noche, y espero que se vuelva a encender el aparato. Pasado un rato, el teléfono empieza a sonar varias veces seguidas. Miro la pantalla: diez llamadas perdidas – todas de Quinn, más dos mensajes en el buzón de voz. ¿Qué demonio habrá pasado? Con un mal presentimiento escucho el primer mensaje. –Nik? Maldita sea, llámame cuando oigas este mensaje. Verónica lleva diez minutos esperándote y está que trina. No nos podemos permitir perderla como clienta. ¡Verónica! Se me olvidó por completo, ¡vaya mierda! –Maldita sea, viejo. Esta no te la perdono. Por tu culpa tengo que verme con una de tus clientas. Este es el último mensaje de Quinn. Miro la pantalla para averiguar a qué hora en entraron los mensajes de Quinn, de eso hace más de tres horas. Si realmente se ha visto con Verónica, me matará. Verónica tiene unas predilecciones…, digamos algo desconcertantes.

¿Cómo pude olvidarme de ella? Mantengo la respiración mientras marco el número de Quinn. Dejo que suene lo que se me antoja una eternidad, pero no lo descuelga. ¡Vaya mierda! Sé que no es bueno por mi parte, pero me divierte la idea de que Verónica y Quinn se hayan visto. Estoy seguro que ha sido algo… especial. Aunque me sabe mal que Quinn haya tenido que sustituirme, estoy contento de no haberme perdido la cita con Feli. ¡Vaya culo! Esta mañana pensaba que era una de estas aburridísimas chicas business, pero me equivoqué. Con el pulido adecuado, podría convertirse en un precioso diamante. ***

QUINN No advierte mi presencia hasta que estoy justo delante de ella. Sin saludar ni mostrar emoción alguna me examina de arriba abajo, de morros y la cabeza inclinada un poco hacia atrás, haciendo girar el vino en su copa. «Lo que me espera» –es lo primero que me pasa por la cabeza. Ignorando su actitud, me acerco y la saludo con un beso en cada mejilla. ¡Para que luego digan que no soy galán! Si al menos supiera cómo son las citas entre ella y Nik. Ojalá no sean ningún rollo Domina. No creo que Nik se preste a ello, pero nunca se sabe. Tal vez sea una de sus fantasías secretas. No, no creo que le guste. No a Nik. Decido pasar al ataque: –Siento mucho que Nik no haya podido acudir a vuestra cita. Personalmente no sé qué soléis hacer, por eso necesito que me digas que es lo que esperas de mí –le digo, sentándome frente a ella, mirándola directamente a los ojos. A veces, el ataque es la mejor defensa. Además, no soy un hombre que se deja tratar de cualquier manera, aunque sea una clienta pudiente. Eso, no se lo permito a nadie. Estoy aquí porqué quiero. –Lo que espero de ti… a ver… –empieza Verónica– No sabes mucho de mí, ¿verdad? –No. –Pues, yo de ti tampoco –rebate, acabándose el vino de un trago. Deja el vaso en la mesa y se lame los labios–. Podría ser un encuentro interesante. Ven, siéntate a mi lado. Frunzo el cejo: Si esto acaba en un rollo Domino, yo me voy. Que se lo trague Nik, solito. Pero le sigo la corriente y me siento a su lado. El camarero nos trae dos copas más de vino tinto. –Me he permitido pedir una copa para ti también. Es un Haut-Brion de Bordeaux, uno de los mejores vinos. –Se toma un pequeño sorbo, cerrando los ojos–. Soy sibarita y adoro las cosas bonitas. –Sus dedos acarician mi muslo–. Tú eres muy mono y me interesaría verte desnudo. Casi me atraganto con el vino, Verónica no pierde el tiempo. Mierda Nik, esta me la pagarás, por partida doble!

Tranquilo Quinn, tú tranquilo. Seguro que solo es un pequeño tour de force. Puede que eso le ponga. Tal vez baste con que me ponga dominante yo también para tenerla a raya. Es muy probable que Nik haga lo mismo. –¿Así que te gustaría verme desnudo? –pregunto agarrando su mano–. Te hago una contraoferta: Primero te quitas tú la ropa y luego vemos. Arquea las cejas, luego rompe a reír: –Una proposición interesante. Bueno, por qué no. Acabemos las copas. Me has dado una idea. Diez minutos más tarde estamos delante de un edificio moderno de despachos, a pocos pasos del skylounge. Algo perplejo miro como Verónica abre la puerta de entrada. No ha vuelto a pronunciar palabra, la verdad es que es un poco rara. Bien pensado, esto la hace misteriosa. Y sabe muy bien lo que quiere. –Si me acompañas, solo te dejaré ir después de haber follado,–dice, expectante. Percibo algo de inseguridad en su voz. –Creo que sé decidir yo solito cuando es hora de irse. –¿Miedo? –La boca se transforma en una leve sonrisa socarrona–. Nik nunca tiene miedo. Ya ha pasado la una cuando salgo del edificio. ¡Dios! Verónica es toda una fiera en la cama. Estuvo muy bien. No entiendo porqué su marido no pasa más tiempo con ella. Otros se lamerían los dedos para estar con una mujer como Verónica. Por lo visto al marido le gustan más las secretarias. Y follarme en el despacho de su esposo le ha dado una satisfacción adicional. No entiendo por qué sigue con él. De todas formas, el matrimonio como institución no lo acabo de entender. Si uno no está locamente enamorado, solo puede ser un fracaso. Una trama de intrigas y engaños… no, no está hecho para mí. Estoy bien como estoy, sin pareja estable. Y que dure. Mientras me dirijo hacia el metro controlo la pantalla de mi móvil. Una llamada perdida: de Nik, a las 23.30 horas. «Tarde y mal, amigo mío» –pienso, pulsando la tecla de llamada. Después del tercer timbre oigo a Nik: –¿¡Ei, qué tal!? –¿Dónde diablos te habías metido? –Dios Quinn, lo siento mucho. –¡Me debes una! –Por supuesto. Es que me olvidé completamente de Verónica. ¿Os habéis visto? ¿Todo bien? –Es algo rara, la verdad. Pero nada mal en la cama. Hemos follado encima de la mesa de reuniones de su marido. ¿Me imagino que haces lo mismo? Pasan unos segundos antes de volver oír a Nik: –Madre mía –murmura. –¿Qué pasa? –pregunto, alertado. Ahora su voz suena socarrona: –Quinn, yo no me acuesto con Verónica.

5 FELICITAS El sonido sigue chirriando, una y otra vez, en mis oídos, sin piedad. Las ondas sonoras penetran por el conducto auditivo, hacen vibrar el tímpano, buscan el camino entre martillo y yunque hasta llegar a la cóclea, torturándome el cerebro. Que acabe de una vez, ¡por favor! Me niego a aceptar que tengo que levantarme. Cállate, estúpido despertador. Cansada, pulso el botón de repetición y vuelvo a cerrar los ojos. Pero el silencio no dura nada. A los cinco minutos el silbido vuelve al ataque. No tengo más remedio que levantarme. Pocas veces en mi vida he tenido menos ganas de levantarme que hoy. Me duele la cabeza por el cava de anoche y solo pensar en que tengo que ir al despacho, ya me mareo. Ayer no oí nada de mi jefe, ni por SMS ni por mail. Nada de nada, y no estoy segura de si esto es una buena o mala señal. Solo tengo una posibilidad para averiguarlo: levantarme y acudir al trabajo. Me levanto como puedo, cansadísima y con la cabeza como un bombo. « Te he visto más guapa » –me digo a mí misma, sacando la lengua a la imagen arrugada frente al espejo. En el mueble del baño busco una caja de aspirinas, saco una pastilla, pongo la boca bajo del grifo y trago el analgésico. ¡Espero que actúe rápido! A cámara lenta, me quito las bragas y la camiseta de dormir, me pongo debajo de la ducha y dejo que el agua haga el trabajo. Mientras las gotas caen sobre mi cuerpo, cierro los ojos. Enseguida aparece el cuerpazo de Nik delante de mis párpados y no puedo evitar que se ponga en marcha una película en mi cabeza. Me acaricio la entrepierna y noto como empieza a contraerse el monte Venus. Me encantaría tener a Nik aquí conmigo, ahora, debajo de la ducha. Aunque su manera de ser es algo, digamos, poco ortodoxa, me encantaría volver a verle. ¿Cómo será toda una noche con él? Quién sabe si tiene interés en volverme a ver. « Probablemente solo a cambio de dinero » –pienso, resoplando. Tal vez así es como funciona la agencia „Bad Boys“: primero te vuelven adicta para luego desplumarte. Si este es el plan, en mí el brainfucking ha dado de pleno. «Fuera de mi cabeza, só cabrón calculador –me digo mientras me lavo el pelo–. Que hayas podido descolocarme de esta manera es solo porque estaba hambrienta de sexo y muy sensible, además sabías perfectamente qué botones pulsar, ¿verdad? » Me aclaro el pelo y me sacudo como un perro mojado, de manera que las gotas vuelan por todo el baño. Fuera imágenes. Hoy necesito toda mi energía para convencer a mi jefe de que no me despida. Y para eso, un Nik desnudo no me sirve de nada, al contrario. Mejor que me olvide de él. A la larga, hombres como Nik solo traen mala suerte. « Fue bonito mientras duró –me autoconvenzo–. Tu depósito de sexo ha vuelto a llenarse un poco

y eso es lo que hay». Lo mejor será que tire a la basura el folleto con el acceso para entrar a la página web de los Bad Boys, así evito caer en la tentación… Salgo de la ducha y me seco el pelo, recogiéndolo en el típico “moño de oficina”. Luego me pinto discretamente y escojo una falda de volantes negros y una blusa blanca. No soy capaz de ir a trabajar vestida de manera llamativa como Anisa. Prefiero convencer a mi jefe con argumentos, y para eso me siento más segura si me visto algo más clásica. Hoy necesito toda mi energía, y los humanos nos sentimos más seguros con patrones fijos. No soy ninguna excepción. Aunque me gustó mucho el chute de la noche anterior, hoy quiero ir sobre seguro. *** Llevo cinco minutos paseándome delante de la entrada al edificio donde trabajo, bebiendo a cámara lenta el Vainilla Chai Latte que me compré en un bar de la esquina, sin atreverme a entrar. Me gustaría quedarme así: En un espacio entre dos mundos en el que no sé si me echan o no y en el que sé que todo sigue igual como cada mañana. Pero los latidos de mi corazón y el temblor de mis manos desmontan mi lamentable intento de autoengaño. Venga Felicitas, hasta ahora nadie se ha quejado. Relájate. Intenta ser un poco más chula, como anoche, que te dejaste follar por un desconocido, no seas tan cobarde. –¿Qué haces? ¿Por qué no entras? Doy la vuelta de un salto y miro directamente a la cara de la persona que menos quiero ver, a excepción de mi jefe. Anisa, superestilosa en su abrigo de látex rojo, faldita negra y zapatos de tacones rojos y con la melena revuelta, me mira con desdén. –Te convendría vestirte algo más fashion, Berry. ¡No me digas que te presentaste así ante mi cliente! Espero que al menos fueras capaz de explicar mis notas. La miro, atónita. ¡Vaya desfachatez! En vez de darme las gracias por haberla sustituido ¿se mete conmigo? ¡Esto ya es el colmo! Dios, cuánto odio a esta cabrona. No soporto que siempre me llame por mi apellido y tampoco aguanto la manera cómo lo pronuncia: Beeery. Lo hace aposta, so bruja. –Cállate la boca, Anisa –le gruño, bajito. Sorprendida, levanta una ceja: –¿Cómo dices? –Ya me entendiste, ya. –¿Cómo coño te permites, Berry? Resoplo, indignada: –¿Lo que me permito yo? ¿Qué es lo que te permites tú! ¿Y cómo es que ya te recuperaste? ¡Te creía a punto de morir! –No creo que tenga que oír eso, aun menos de una cómo tú –berrea, dándose la vuelta y dirigiéndose con la cabeza bien alta hacia la entrada. Le enseño el dedo corazón. ¡Qué bien me ha sentado! Lo tendría que haber hecho antes. No tengo ni idea de qué pasó ayer conmigo pero me gusta mi nuevo yo. Miro el reloj y las buenas sensaciones se desvanecen en nada, tan súbitamente como surgieron. Es la hora. Acabo lo que queda de mi té Chai

frío, tiro el vaso en una papelera y respiro hondo. Si no quiero llegar tarde, ha llegado la hora de meterse en la boca del lobo. –¡Felicitas, el jefe quiere hablar contigo! –Nadja, la asistente del director, ya me estaba buscando. Noto el chute de adrenalina que acelera los latidos de mi corazón. Ya está. Tal vez me hayan ahorrado trabajo y mis cosas personales estén ya empaquetadas y listas para llevármelas. Podría echar un vistazo a mi despacho. –Felicitas, ¡ahora! –dice con voz firme Nadja–. Luego estará todo el día ocupado y me pidió que fueras directamente a su despacho. Intento disimular mi nerviosismo: –¿Te dijo qué quería? Nadja se encoje de hombros: –Ni idea. « Mierda, mierda, mierda –reniego para mis adentros, mientras Nadja me invita a seguirla–. Ya puedes empezar a despedirte de tu trabajo, Felicitas». Al entrar, mi jefe está hablando por teléfono. Hace un gesto con la cabeza indicándome que me siente. Me coloco en una de las sillas que hay enfrente de la mesa y lo observo algo tensa. Su cara es hermética y no desvela… nada. Nada de nada. Jugueteo con mi reloj, a la espera de que termine esta desagradable situación en la que no sé que es lo que va a pasar a continuación. Por fin cuelga el teléfono. –¡Buenos días! –saluda con la mirada fija en la mía. –Buenos días –contesto con la voz tomada. Tal vez sea mejor que me adelante e intente explicarle cómo pude llegar a hacer lo que hice–. Señor Maywald… –arranco, pero con un breve movimiento de la mano, me manda callar. –Esta mañana me llamó el Sr. Tivian. ¿Qué es lo que hizo? Trago saliva: –Lo… lo siento. –¿Qué es lo que siente? –Sobrerreaccioné. –¿Ah sí? Me muerdo los labios mientras asiento con la cabeza. –Qué raro. ¿Raro? ¿Por qué raro? –No sé muy bien qué pasó, pero el Sr. Tivian no dijo nada de todo esto. Me comentó que su presentación fue poco ortodoxa, pero que a él le gustó, también las ideas que propuso. Abro los ojos de par en par, sorprendida. –Normalmente Felicitas, no me gusta nada que se presenten ideas nuevas a un cliente tan importante sin haberlo hablado primero conmigo. Aparentemente fue usted muy convincente, aunque le extrañó bastante que desapareciera tan rápidamente después de la presentación. Resumiéndolo: Convénzame a mí también. Le doy de tiempo hasta el lunes para que prepare una propuesta. Y no me decepcione: si perdemos a Tivian como cliente, será su responsabilidad. A pesar de la amenaza final, me quito un peso enorme de encima: Todavía tengo mi trabajo. Y recupero mi proyecto, no me lo puedo creer.

Algo trastornada dejo el despacho de Maywald para dirigirme al mío. « Anisa me matará » –me digo a mí misma, no con cierta satisfacción. Seguro que hará de todo para que me salga mal la nueva presentación del proyecto. ¿Por dónde empiezo? Las ideas que propuse no eran las mías. Y hoy estamos a viernes. Me queda poco tiempo, maldita sea. Solo me queda una opción... Pongo en marcha el ordenador, abro el navegador y tecleo „Bad Boys Agency“. *** QUINN Estoy a punto de apagar el ordenador cuando veo que un usuario acaba de entrar en nuestra página web. Felicitas, la nena del aeropuerto, la que cardó Nik anoche y por la que se olvidó de Verónica. Ayer, cuando Nik me explicó que no suele acostarse con Verónica me quedé algo perplejo. Dijo que con Verónica se encontraba en lugares dispares y que a ella le gustaba mucho el “Dirty Talking”, durante el cual se volvía algo violenta, pero hasta ahora nunca habían follado. No es que él se hubiera negado, le parecía muy atractiva, sencillamente no se había dado la ocasión. No me explico porqué quiso acostarse conmigo a la primera, así que me lo tomo como un cumplido. Si no me cayera tan bien y no nos uniera una amistad tan larga, muy probablemente anoche hubiera ido a casa de Nik para pegarle una buena paliza. ¿Cómo pudo hacerme eso? Más tarde, cuando se traslade aquí porque quiere huir de su hermanastra Nova, lo primero que haremos es actualizar la página web, repasar los datos de las clientas y crear una ficha para cada una de ellas. No quiero que vuelva a pasar otra vez lo de anoche. Me gustaría canjear el vale. En la ventana del chat aparece el mensaje de Felicitas. Frunzo el cejo. Diría que lo hiciste anoche, al follar con Nik –le contesto algo contrariado. ¿Quién se cree que es? Pasan los segundos, pero no se mueve nada, como si estuviera buscando la respuesta adecuada o reflexionando si volver a desconectarse. Finalmente responde: Lo de ayer fue gratis. En contra de mi voluntad, se me escapa una sonrisa. Mírala, anda que no es fresca la nena. Además no alquilé a Nik, si no a ti, pero tú no estabas. Mira por dónde. De eso, Nik no dijo nada.

Y ahora quieres que te f***e también –le contesto. Sé que no es del todo correcto hacerle pagar a ella el cabreo que tengo con Nik, pero, todavía estoy enfadado por lo de anoche. Tarde y mal, nena. Pero en vez de desconectarse , veo como está cargando un documento. ¿Qué es esto? Miro la imagen, atónito. Un círculo negro y el nombre de nuestra agencia en rojo y blanco y, en vez de la O de Boys, un corazón diabólico.

Necesito vuestra ayuda. A cambio, os dejo este logotipo si os gusta. Toda agencia necesita uno… Finalmente, ha sido capaz de despertar mi interés. Tiene razón, necesitamos urgentemente un logotipo. Solo que no he tenido tiempo de pensar en alguna propuesta. Además, el diseño no es uno de mis fuertes y no quería gastarme dinero en un diseñador. Pero su propuesta me gusta, tiene algo. Para qué necesitas nuestra ayuda –pregunto. ¿Quién diseñó vuestra página web, tú o Nik? ¡Yo! Pues si estás de acuerdo, nos vemos y te lo explico. De paso canjeo el vale. Al leer el mensaje, se me ocurre una idea, no muy agradable para Nik. Pero después de lo de anoche, me debe una. Tal vez la invite a venir. Normalmente no quiero que las clientas vengan a mi casa, pero Felicitas en el fondo todavía no es ninguna clienta. Por lo tanto puedo hacer una excepción. Y observar la cara de Nik al ver a Felicitas sentada en mi mesa no tiene precio. Sonrío para mis adentros al escribir: De acuerdo. Lo mejor será que vengas a mi casa, digamos ¿a las 19 horas? Ahora te envío la dirección.

6 FELICITAS « Menos mal » –pienso aliviada. Aunque no me entusiasme la idea de pasar otra tarde con uno de estos locos, me alegro de que Quinn esté dispuesto a ayudarme. Al principio fue algo descortés. ¿Quizás tenga algo ver con que me haya acostado con Nik y no con él? Me extrañaría. Con el modelo de empresa que tienen no debería haber sitio para este tipo de animadversiones. Tal vez tenga que ver con la apuesta en la que están metidos los dos, una especie de contienda. Se me ocurrió enviarle el logotipo que dibujé ayer así, sin más. Parece haberle gustado, porque de repente se volvió mucho más amable. Espero que valga la pena encontrarme con él y que me pueda ayudar. Tengo que hacerlo bien, QUIERO que salga bien. Ya habrá valido la pena si luego puedo ver la cara de Anisa cuando recupere mi proyecto. Además… cómo decirlo, Quinn me parece un chico muy atractivo. « Déjate de tonterías » –me riñe mi cerebro. No me queda otra que disipar las imágenes de mi cabeza, ahora no tengo tiempo para estas fantasías. Tengo trabajo, por ejemplo, buscar toda la información posible sobre la nueva colección de Oliver Tivian “Wild Love”. Tengo que saberlo todo, hasta el más mínimo detalle, porque no quiero hacer el ridículo. Pasé todo el día recopilando información, planificando el calendario y dándole vueltas al tema. Lo que me falta es entender la estructura de la página web de los Bad Boys e integrarlo en mi concepto. Espero que con eso pueda convencer a mi jefe y a Tivian. Suerte que no he vuelto a ver a Anisa. Por lo visto todavía no sabe nada de todo esto. De otra forma, ya se habría plantado en mi despacho y me habría saltado a la yugular. Me imagino que el Sr. Maywald no la informará hasta que no haya visto mi presentación del lunes. Tengo que estar preparadísima. Miro el reloj. ¡Mierda! ya son las seis y media. Tengo que darme prisa. La dirección que me dio Quinn está en la otra punta de la ciudad. Apago el ordenador, cojo la chaqueta y el bolso y salgo corriendo del despacho. En el pasillo casi tropiezo con Anisa. –Mira por dónde andas, Berry –me riñe–. Y ya que te veo, ¿has podido enviarme el informe de la reunión de ayer? Llevo todo el día esperándolo. « Qué te den, Anisa » –pienso, poniendo cara de póker. –Claro que sí –le contesto, dirigiéndome rápidamente a los ascensores. De reojo veo como Anisa desaparece en el despacho de su última conquista, el nuevo compañero de la sección de ventas. Vaya, vaya, mira como acumula horas extras la señora. Aunque no la soporte, no puedo dejar de admirar su manera de conseguir todo lo que se propone. Tampoco quiero acabar siendo como ella, pero un poco de su intransigencia no me vendría mal.

*** « Hay que ver todo lo que una es capaz de hacer por el trabajo» –pienso algo incómoda al encontrarme delante del número 96 de la calle que me indicó Quinn. No es por el edificio, una vivienda antigua en una zona residencial tranquila, es más bien por lo que me espera ahí, esto es lo que me preocupa. Me extrañó que Quinn me invitara a su casa. Si solo es la mitad de descarado y lanzado que Nik, no sé yo si realmente quiere trabajar conmigo o prefiere atarme a la cama. Las imágenes en mi cabeza me desconciertan, a cambio entusiasman mi bajo vientre. Sí sí, atada a la cama – anhela. Maldita sea, cállate. Ya tuviste tu diversión, ahora toca trabajar. Me arreglo la blusa, intento poner cara de chica business y pulso el timbre en el que pone Quinn D.S. Holland, con decisión. ¿Qué querrán decir D.S.? ¿Dios del Sexo? Mi cara de chica business se descompone por momentos… sonrío. Qué tonta eres, Felicitas. Sí porque estoy algo nerviosa. A diferencia de Nik, que muestra claramente lo que quiere, no soy capaz de hacerme una idea de Quinn. ¿Será por eso más peligroso? Ya es demasiado tarde para romperse la cabeza porque me acaba de abrir la puerta y yo entro con el corazón a mil. Que alguien me explique porqué a la gente le encanta vivir en el último piso– maldigo para mis adentros al llegar a la cuarta planta. Los edificios antiguos son muy bonitos, pero sin ascensor debe ser incómodo vivir aquí arriba. En su día busqué una vivienda en la que no hubiera que subir toda la compra no sé cuántas escaleras y encontré un piso seminuevo en la primera planta de un edificio moderno. Tiene terraza de la que disfruto sobre todo en verano, eso cuando tengo tiempo. –No haces mucho deporte ¿verdad? –me saluda Quinn, apoyado en el marco de la puerta, observándome divertido como venzo los últimos peldaños. –No todos disponemos de tiempo para hacer deporte –le contesto resoplando. –Bueno, depende de qué tipo de deporte –me dice guiñando un ojo–. Al menos ayer tuviste ocasión de mover el esqueleto. –Qué alegría verte, gracias –le rebato en voz firme. No quiero que se me note que estoy algo incómoda. El destino a veces es realmente caprichoso. En las últimas 48 horas he conocido a Quinn y a Nik en circunstancias insólitas, he hecho una presentación para mí absolutamente atípica, he follado con Nik y tengo que acabar una propuesta que convenza a mi jefe y a Oliver Tivian, además de pasar una tarde con Quinn a quién no conozco de nada, pero él sí sabe cosas de mí, como lo de haberme acostado con Nik. ¿Puede ser más rocambolesca la vida? Lo miro con más detención, ahora que está de pie, sonriéndome. Ayer enseguida me entró por los ojos. Su pelo rubio algo revuelto y, sus ojos de distinto color: uno es más verde, y el otro más tirando a marrón. «Ojos fashion –pienso– muy sexy». La barba de tres días le otorga un aire descarado. Me encanta. Y su cuerpo… Lleva vaqueros

negros y una camiseta blanca de manga larga y cuello en V tan ceñida que se entrevén los músculos. Le pondría una chaqueta de cuero y unas gafas de sol y estaría listo para una sesión fotográfica para cualquier marca de moda. Tendrías que canjear tu vale por otra cosa –suspira mi deseo. Quinn es tan atractivo como Nik, sin embargo tiene otro tipo de belleza. Nik tiene el pelo oscuro y sus ojos evocan un lago helado. Recuerda vagamente al actor que hizo aquella serie de vampiros, aunque Nik parece más malvado. No podría decir cuál de los dos me gusta más. Me imagino que por ser tan diferentes atraen a todo tipo de clientas. –¿Quieres que te alcance una bomba de oxígeno o serás capaz de dar los últimos pasos?–pregunta a la vez que me invita a entrar. –Ja, ja –le rebato, entrando en su piso, con sentimientos encontrados. Aunque la vivienda es relativamente pequeña, la altura de las habitaciones y los ventanales hacen que parezca mucho más amplia. Cuelgo mi chaqueta en el pasillo minúsculo y empiezo a inspeccionar el apartamento. Consta de dos habitaciones contiguas que se comunican a través de una puerta corredera de madera blanca. Está entreabierta y permite ver una cama compuesta de palets Europa y un colchón enorme. Muy estiloso. El salón incluye una cocina tipo office, con barra y taburetes de bar, una mesa de madera y un espacio con sofá y sillones que invitan a relajarse. En una pared cuelga un televisor y en la otra, hay una mesa negra con un ordenador encima. No diría que el piso de Quinn esté muy arreglado, pero tampoco reina el desorden. Hay unas cuantas tazas de café esparcidas, unas revistas de Economía en el suelo, y en la cocina algún plato en el fregadero. Aquí hay vida, como si estuviera mucho por casa. Además tiene buen gusto lo que invita a quedarse, aunque toda la casa tenga un aire masculino. A mí me gusta, tiene carácter. –¿Te apetece tomar algo? –pregunta, como un anfitrión perfecto, mientras abre la nevera–. Hay cerveza, cola o agua. ¿O prefieres un vaso de vino tinto? –Gracias –contesto un poco inhibida– Agua está bien. Si vuelvo a tomar alcohol ahora, no sé si en vez de trabajar, acabaré seduciendo a Quinn. Tampoco sé muy bien qué me está pasando: desde ayer que no logro controlar las películas en mi cabeza. Pero es tan guapo, ahí detrás de la barra con su sonrisa sexy. Llena dos vasos con agua y los lleva al escritorio. Seguidamente busca una de las sillas del comedor para mí: –Siéntate, cariño –me invita, tomando asiento en la silla de oficina. Al encender el ordenador dice: –Iniciamos la cita, ha empezado la cuenta atrás del vale. A ver, ¿en qué te puedo ayudar? Mientras le explico a grandes rasgos porqué necesito su ayuda, mi nariz inhala su masculinidad. Necesito concentrarme al máximo para no dejarme distraer por su olor y su cercanía. Probablemente utilicen los dos alguna sustancia de estas que dejan a las mujeres a merced de los hombres. A mí me encantan los hombres que huelen bien, igual que Nik, Quinn tiene un olor fabuloso. Me escucha con atención mientras le cuento lo de Tivian, la colección y mi tarea para confeccionar una nueva presentación. Nada más acabar mis explicaciones, suena el timbre. Le echo una mirada interrogatoria, pero él se encoje de hombros, sonriendo, y se dirige hacia la puerta para abrirla.

Momentos después oigo voces en la escalera, pero no puedo entender de qué están hablando. ¿Tal vez haya pedido una pizza? No sería mala idea, me iría bien comer algo. Solo ahora me doy cuenta de que no he comido prácticamente nada en todo el día. Me rugen las tripas. Pero la persona que entra al comedor es todo menos el repartidor de pizza. ¿Nik? O Dios mío. Siento cómo me sube la adrenalina. –¿Qué demonios haces tú aquí? –La expresión de su cara es como la mía: sorprendida. –La señora está canjeando su vale. Dijo que lo de ayer fue GRATIS – comenta Quinn, que acaba de aparecer en escena. Noto como empiezo a sonrojarme. –¿Lo hace sentada delante de un ordenador? –pregunta Nik, irritado. –Estuvimos chateando y yo le ayudo en un tema de trabajo –explica Quinn. Nik sigue desconcertado, pero se acerca y empieza a leer mis apuntes. –¿De qué va la cosa? –quiere saber. –De la nueva colección de joyas de Oliver Tivian: Wild Love, para chicas salvajes. Hasta el lunes tengo que tener acabada una presentación. Me inspiró vuestra idea de la página web, y necesito vuestra ayuda –le explico a trompicones. Me resulta algo extraño volver a verle después de lo que pasó anoche. –¿Tivian? –pregunta dudando, luego arquea una ceja y sonríe burlón–¿Wild Love? Ya le pega, ya. Le encantan las mujeres fuertes. Le miro atónita: –¿Le conoces personalmente? –Coincidimos en un par de ocasiones –contesta evasivamente–. Pero de ahí a decir que lo conozca personalmente… ¿Y tu eres su consultora? Eso no pega ni con cola. –¿Por qué no? –frunzo el cejo, contrariada–. ¿Qué quieres decir con eso? –Mírate. Llevas otra vez el aburrido look business. –Ayer no te parecía aburrida. –No, ayer estabas borracha. ¿También eres capaz de ponerte salvaje sin alcohol? Inspiro hondo. ¡Qué desfachatez! –¿Me presenté o no me presenté en el parque? –Creo que hay una pequeña parte rebelde en ti, pero la anulas. –¡No lo hago! –¡Demuéstralo! –¿Y cómo quieres que te lo demuestre? –Pasa el fin de semana con nosotros dos.

7 NIK « Pero, ¿qué pasa? » –pienso al entrar en el salón y ver a Feli sentada delante del ordenador de Quinn. ¿Qué coño hace ELLA aquí? No es que me moleste verla, todo lo contrario. Está tan hermosa con sus mejillas coloradas y esa mirada perturbada. Tanto que me la llevaría a la cama ahora mismo para hacerle cochinadas. ¿Pero por qué demonios no me avisó Quinn? Al darme la vuelta y ver la cara socarrona de mi amigo entiendo el porqué. Lo conozco como si lo hubiera parido y sé interpretar muy bien sus expresiones faciales. Se alegra del mal ajeno. Hasta me jugaría mi Aston Martin de que ha sido intencionado. Quería desconcertarnos a Feli y a mí, haciéndonos coincidir en su casa sin que supiéramos nada el uno del otro. Como venganza por la cita con Verónica. Y se ha salido con la suya: Por un momento me he quedado perplejo, pero no pudo prever nuestro rifirrafe y la propuesta por mi parte, de pasar el fin de semana juntos. Ahora el que se ríe soy yo. –¿Qué quieres que hagamos? –pregunta, insegura. –Lo que acabo de decir, princesa. Digamos que en casa tengo una plaga de… bichos y por esto, este fin de semana me quedo en casa de Quinn. Y si él no tiene nada en contra, tú también te podrías quedar. Podemos divertirnos juntos y seguro que el lunes ya serás un poco más “salvaje”. Quinn arquea una ceja: –Pero su vale está a punto de caducar. ¿No crees que le podría salir caro alquilarnos a los dos? –Excepcionalmente, estaría dispuesto a renunciar a mis honorarios, a cambio de algún que otro favor –le contesto, porque se me acaba de ocurrir una idea tan genial que tengo que contenerme para no saltar de alegría. –Tal vez tengas razón. Me parece buena idea, yo también renunciaré a mi sueldo y convertiremos el fin de semana en un taller intensivo completo. Mírate su croquis Nik. Nos propone un logotipo súper chulo. Además, nos dará tiempo de probar cosas nuevas con ella, una clásica situación de winwin. Desde el escritorio se oye un gruñido. Feli acaba de ponerse en pie, fulminándonos con la mirada: –¡Oye, que estoy aquí! ¿A los dos os falta un tornillo o qué? ¿Quién demonios os creéis que sois? –Ves princesa, ya empieza a hacer efecto. Nuestra presencia te sienta bien. Y si dejas en nuestras manos la planificación del fin de semana… ¡no veas! Feli resopla, pero intuyo que en su cabecita mona está maquinando: –Estáis completamente chalaos. –Exacto, y eso es lo que te gusta. Solo te queda decidirte: Te vas o te quedas.. Si te vas, nunca sabrás todo lo que te has perdido. En cambio, si te quedas, te prometo que no te arrepentirás. Al verla fruncir el cejo sé que la tengo pillada. Siente demasiada curiosidad para no quedarse. Y ahora sé que la pequeña muestra de ayer le gustó, más de lo que está dispuesta a admitir.

*** FELICITAS « Está loco, del todo» –es lo primero que pienso. ¿Cómo se permite sugerirme semejante propuesta? ¿Y qué significa “probar cosas nuevas con ella”, qué es lo que quiere probar exactamente? Pero el pequeño diablo aposentado en uno de mis hombros se alegra: Sííí, probemos cosas, da igual de qué se trate. Estos dos bombones están … para comérselos. ¿Cuándo te volverá a pasar una cosa así? Además, Nik tiene toda la razón: para convencer a Tivian tienes que currártelo más. Tendrás el fin de semana entero para preparar todos los detalles de su plan de marketing. ¿A qué esperas? ¡Di que sí! Mientras mi raciocinio y deseo se debaten, Quinn vuelve a la carga: –Di que sí. Yo necesito tus conocimientos en diseño y tú requieres de los míos en temas técnicos, bueno conocimientos que no se centran solamente en este ámbito…Y ya que Nik ayer se comportó tan desinteresadamente, creo que hoy nos toca a nosotros dos. Quid pro quo. Sus ojos pasean por mi cuerpo, siento como me desnuda con la mirada y como enrojezco de nuevo. De nuevo me monto una película en la cabeza y enseguida siento un cosquilleo de lo más dulce en mi bajo vientre. ¡Mierda, deja de mirarme de esta manera! –Uno, no llevo nada para pasar la noche fuera de casa y dos, tengo que trabajar urgentemente en mi propuesta –digo intentando evitar la situación, mientras el diablillo en mi hombro deja ir un grito de horror. ¿Estás loca? Tienes que decir que SÍ! –Nena, no te preocupes. Te daremos un cepillo de dientes y en cuanto a la ropa: Dormiremos todos desnudos como muestra de solidaridad. Referente al resto de la vestimenta, necesitas hacer algún cambio, debes encontrar tu propio estilo. Mañana iremos de compras–. Las palabras de Nik son muy asertivas, dando por sentado que he decidido quedarme. –¿Es que no tenéis clientes este fin de semana? –insisto. Tal vez hayan olvidado que tienen otro encargo. Sería lo más fácil, así me ahorraría el tener que tomar una decisión, pues no tendrían tiempo para mí. Sin embargo, Quinn sacude la cabeza, sonriente. En este momento entiendo que el destino ya ha hecho una elección, o mejor dicho, yo tengo que decidir. Habría sido demasiado fácil. –Pues no, mi próxima cita es el lunes por la noche –contesta Quinn–. Nik también no vuelve a tener faena hasta la semana que viene. Como ves, tenemos tiempo para ti, tesoro, ¡mucho tiempo! Al poner Nik la mano en mi nuca, me estremezco. Dios, ¡qué agarre! Tendría que estar prohibido. –Te hago una propuesta, princesa –murmura–. Tengo que salir para organizar un par de cosas. Mientras tanto tenéis tiempo de conoceros mejor y tú puedes decidir si quieres quedarte o no. Si quieres pasar el fin de semana con nosotros tendrás que llevarte bien con los dos. –Me parece una muy buena idea –afirma Quinn mientras me levanta de la silla y me atrae hacia su pecho. La otra mano la coloca en mi culo. Dios, que no la mueva–. Propongo interrumpir la cuenta atrás del tiempo restante de tu vale. Te quedan hora y media. Hora y media en la que te follaré –se me acerca y me susurra– y no sabes cómo te follaré. Dios mío, qué malo, malito malo. Bad Boy malo y tan increíblemente sexy, siento que voy a desfallecer.

Antes de que pueda recuperar mi voz y rebatirle, Nik ya está a punto de salir de la vivienda. –Hasta ahora –oigo su voz divertida desde el pasillo–. Quinn, me llevo la llave, ¿de acuerdo? Y Feli, espero que sigas aquí cuando vuelva –y ya se oye como se cierra la puerta. El ruido me provoca un sobresalto y me pongo rígida en los brazos de Quinn. –Relájate cariño, no te haré nada que no quieras –me susurra al oído y noto su aliento caliente en mi cuello mientras sus dedos empiezan a acariciar levemente mis nalgas. Me debato entre el “sal corriendo” y el “quítate la ropa, lo antes posible”. Tan rápidamente me ha atraído hacia sí, y tan rápidamente me vuelve a soltar. –¿Siempre te dejas que te quitan las riendas tan fácilmente? –pregunta en voz baja, mirándome con ojo crítico, mientras mi corazón da brincos por la excitación y no sé hacia dónde mirar. –¿A qué te refieres? –No he dicho ni dos frases que ya te has vuelto insegura y no sabes qué hacer. Tengo razón, ¿verdad? Trago saliva. Qué malo, malo porqué tiene razón. –La que decide qué hacer durante la próxima hora eres tú, no yo. Si decides quedarte y Nik y yo queremos que te sometas, te lo haremos saber. Todavía es la franja horaria de tu vale y tú decides. Creo que tendrías que aprender a hacerte respetar más. Por esta razón, ¿qué es lo que TÚ quieres? Mientras habla me llama la atención su capacidad para controlar sus gestos. Hace un momento parecía un macho despiadado y ahora me mira como un dócil cachorro, incapaz de romper un plato. Creo que realmente es peligroso, pero muy sexy. Además tiene razón, si quiero entenderme con mi jefe, Anisa y Oliver Tivian, necesito ser capaz de poner en marcha mi autoconfianza en el acto y no solo cuando estoy enfadada o borracha. Pero ¿es esto lo que quiero? ¿Acostarme con él? ¿Ahora? Sííí, tontita, claro que lo quieres –susurra mi deseo. Deja de hacerte la estrecha y dile que se desnude, ahora mismo. –¡Quítate la ropa! ¿He sido yo? ¿Acabo de decírselo yo? Se ve que sí ya que Quinn me regala una sonrisa, desgarrándose su camiseta de un tirón. Madre mía… –pienso atónita al verle delante de mí, con el torso desnudo. Tranquilízate Felicitas. Sin embargo resulta imposible con estas vistas. Es tan guapo que tengo miedo de que me caiga la baba. Por lo visto el sexo con Nik no es que haya apagado mi deseo, todo lo contrario, lo acaba de desatar. Noto una tensión agradable en mi bajo vientre al pasear mis ojos sobre su cuerpo. –¿Te parece bien así, tesoro? –pregunta, sonriendo, lascivo–. ¿O quieres ver el resto? Sí lo que quieres, y cómo quieres –me susurra el diablo e en mi hombro. ¡Ahora o nunca! ¡A qué esperas! –Lo quiero ver todo –exijo, mientras fijo mi mirada en él. –Lo que tu digas –rebate, desabrochando los botones de los vaqueros de uno en uno. Parece divertirse mucho. Tú también puedes –me digo a mí misma, poniéndome recta– Tú también puedes ser tan segura de ti misma. ***

QUINN Tengo que contenerme para no sonreír. Está tan mona intentando dominar la situación sin saber muy bien qué hacer. Nik tiene toda la razón, será trabajo arduo hacer que se desmelene, pero creo que lo lograremos. Sus ojos sueltan chispas si la provocas, unas chispas que prometen. Y lo que puedo discernir de su figura, me encanta. A pesar de ser esbelta, tiene un culo redondo. Y me gusta su cara: ovalada y alargada, una nariz pequeña y mona, grandes ojos de color gris y unos labios gruesos. Lo único que no cuadra es su manera de vestir. Parece una niña buena, como ¡una chica business cualquiera! Tendría que vestirse con ropa más ceñida y adornarse con unos complementos modernos. Acompañar a mi clienta Nina en sus compras me ha servido para aprender bastante sobre moda femenina. Tal vez la pueda asesorar. Mañana, sin falta, habrá que trabajar en su imagen. Desabrocho mis vaqueros a cámara lenta para poder observar su reacción. No tengo intención de acostarme con ella, aunque me lo pida. Ya le dije en uno de los primeros chats que el vale no puede ser canjeado por sexo y no pienso cambiar de opinión. Quiero calentarla y decidir luego qué hacer con ella, o mejor, qué queremos hacer Nik y yo con ella, cuando vuelva. Hace tiempo que no hemos regalado placer a una mujer juntos. Demasiado tiempo. Ya toca. Pero primero tengo que calentar a la chica. Tal vez le ofrezca un vaso de vino, parece muy cohibida. Abro de un tirón los botones restantes, me quito los pantalones y me quedo delante de ella sin ropa, excepto con mis shorts negros ceñidos. –¿Tal vez ahora sí que te apetezca tomar algo, monada? –pregunto socarrón. Su mirada está fija en mis calzoncillos. Asiente con la cabeza. Su voz suena algo insegura: –Eh.. Sí, ahora sí, gracias. ¿Una copa de vino puede ser? *** FELICITAS « ¡Esto es el no va más! » –celebro para mis adentros al verle en calzoncillos delante de mí tan despreocupado, como si fuera de lo más normal. Pero para mí no lo es. Falta poco y empiezo a resoplar. La parte inferior de su cuerpo es tanto o más sexy que la parte de arriba: culo apetitoso, pantorrillas musculadas y por lo que lo que se intuye…su polla pequeña no parece. A diferencia de Nik no tiene ni tatuajes ni pírsines, pero aun y así, tiene pinta de malo. No tanto por su cuerpo perfecto como por sus gestos. La mirada de sus ojos fashion, con la cabeza levemente inclinada, el pelo revuelto y la boca con mueca socarrona… Como en un anuncio de publicidad erótico. Achino los ojos para recordar esta imagen, quiero grabar cada uno de los detalles en mi memoria para que en futuras horas solitarias pueda recuperarla y deleitarme con ella. Después de que Nik me recriminara lo de no ser capaz de poder dejarme ir sin alcohol no tomaré ni una gota.

Pero al verle así, mi garganta se ha secado y me apetece una copa de vino. Normalmente no bebo, pero desde ayer ya nada es normal y creo que el vino me puede ayudar. Solo un traguito… Se dirige a la cocina para buscar dos copas, esto me permite contemplar su parte posterior. Me chiflan los culitos bien formados y el suyo es espectacular. ¿Cómo será observarlo en un espejo colgado del techo mientras me la clava? El juego de sus músculos al penetrarme… Dios. No aguanto más la película que me estoy montando. –Dimito, ¡has ganado! –digo con voz ronca, desabrochando los primeros botones de mi blusa– ¡Follemos! –Ay cielo –contesta mientras me llena una copa y me la alcanza–. Voy a decepcionarte. El vale no incluye sexo, ya te lo dije por chat. Está permitido mirar, pero no tocar. Qué canalla más arrogante. Calentarme para luego ¿qué? ¿Echarme un jarro de agua fría encima? Esta me la pagarás. Le quito la copa de vino de las manos, me la bebo de un trago dejando un pequeño resto de vino en el fondo. Coloco la copa en la mesa y hundo mi índice en el charco de vino. Gotas rojas mojan mi dedo. Las lamo con destreza. –Lástima que no esté permitido tocar, cariño. Con lo bien que nos lo hubiéramos podido pasar… – digo. Luego me meto el dedo en la boca y empiezo a chupármelo, observando su reacción. Quinn traga saliva, pero se recompone rápidamente, sacudiendo la cabeza. –No, no me acostaré aquí y ahora contigo. Demasiado fácil. Te iré calentando poco a poco, hasta que me supliques que te la clave. Y entonces, pensaré en algo bonito para los dos. Es lo que pasa con las cosas que no se obtienen… Aumenta el deseo. Probablemente sea su táctica. Y odio admitirlo, pero funciona. Y cómo. Lo que más me apetecería ahora es tirarme encima de él, despeinar su pelo y tocar su pene hasta que se ponga grande y erecto y …. ¡Maldita sea! ¿Está otra vez jugando conmigo? Tal vez tenga que meterme con él yo también. Intento avivar la chispa de ira dentro de mí. Venga Felicitas, ¡ponte como una fiera! Nik tiene razón: mi ira combinada con un poco de alcohol es mi arma mágica. Cómo en “El increíble Hulk”. De niña, la serie me encantaba. Como el elegante doctor Bennett que de repente se convertía en un monstruo verde…fantástico. Yo tampoco soy capaz de controlar mi fuerza, pero al menos no me vuelvo verde ni me aparecen músculos desproporcionados que revientan mi ropa. Pero sí que me vuelvo creativa. Sin prestar más atención a Quinn, acabo de desabrocharme la blusa, me la saco y la dejo caer en el suelo. –¡Métete el vale por dónde te quepa! –murmuro y me dirijo en falda y sostén hacia la nevera. Quiero inspeccionarla para ver si tiene algo comestible. Me lo pondré en el plato y me lo zamparé implicándome con todo mi cuerpo. Quiero ver si luego ÉL es capaz de no tocarme a MÍ. Abro la puerta de la nevera con ímpetu: Tampoco hay mucha cosa. Parece ser que cocinar no sea una de las aficiones de Quinn o, lo más probable, es que no tenga tiempo. En la nevera reina el vacío más absoluto, excepto unos yogures, un resto de queso, un envase con una pechuga de pollo y dos botellas de cerveza. Es más que probable que no coma nada de hidratos de carbono pero sí solo alimentos proteicos para aumentar la masa muscular y mantener así su – todo hay que decirlo – tipo impresionante. Hace poco leí en una revista que los hombres que no comen hidratos de carbonos tienen menos ganas de sexo. Eso lo explica todo. Probablemente su cuerpo esté a tope de proteínas y al mismo tiempo se encuentre en un estado hipoglucémico. Probablemente podría atarme a él desnuda sin que

pasara nada. ¡Qué lástima , y qué desperdicio! –¿Tienes calor? ¿O por qué estás sin blusa ante la nevera? –Quinn está apoyado en la barra, haciéndose el cool, y por lo visto pasándoselo en grande. –De hecho tengo hambre. Siempre que me aburro, me entran unas ganas de comer…” ¡Toma! Ja, ja. Quinn pestañea, confuso: –¿Te estás aburriendo? Apuntar… y ¡fuego! –A ver, lo que se dice chistoso… tampoco es que lo seas mucho. Quinn achina los ojos, da la vuelta a la barra y me agarra de un brazo tan rápidamente que no me da tiempo a huir. –¿O sea que me encuentras aburrido? Le miro con despecho. Antes de poder acabar de pensarlo, la boca ya formula las palabras por si sola: –Sí, creo que eres un farsante. Como estas piezas de juguetes de colección. Bonitos para la vista, pero no aptos para jugar. –¿Lo que quieres es jugar? –pregunta con voz baja, apretándome contra la pared. –No, ahora ya no. Ahora tengo hambre –contesto, caprichosa. Me agarra de las muñecas, las coloca encima de la cabeza y aprieta mis brazos estirados contra la pared, arrimándose a mi cuerpo de tal manera que entre nosotros no cabría ni un alfiler. –De acuerdo, ganas tú. A la mierda con el vale –gruñe. Noto sus músculos en mis pechos y mi barriga y su polla latiendo contra mi pubis. Ahora ya no está flácida… todo el contrario. De golpe está dura, muy dura. Ojo con juzgar antes de tiempo. –¡Hola! La voz de Nik me hace sobresaltar. Desvío la mirada y le veo apoyado en el marco de la puerta, con dos bolsas de papel, sonriendo maliciosamente. No le había oído entrar, tiene que haber entrado a hurtadillas. ¿Cuánto tiempo llevará ahí? –-¿Os lo habéis pasado bien mientras no estaba? –pregunta dándole un matiz malicioso a su voz. Su mirada se fija en nuestros cuerpos sin ropa–. ¿Qué te decía? La pequeña promete. –Haberme advertido –murmura Quinn, soltándome. Se aparta de mí–. Puede ser un bicho peligroso. Ahora, la mirada de Nik se fija en las copas de vino. –¡Le has dado de beber! –constata, sonriendo–. ¿No te había dicho que es mejor no darle nada de alcohol? Nuestra princesita es como esos Gremlins: primero dulce y cariñosa, pero si bebe alcohol, se convierte en un pequeño monstruo. Tal vez nos convendría no darle de comer después de medianoche. –Ja, ja –le rebato, esquivando a Quinn para recoger la blusa del suelo. –Por mí puedes quedarte en sostén –me invita Nik, levantando las dos bolsas–. Nos he traído cositas. –¿Qué es? –quiero saber. –Comida. A Quinn no le gusta comprar, por eso he optado por traer comida china. En la otra bolsa hay cositas para nuestro próximo juego. –¿Qué juego?

–Ahora te lo explico. Pero antes quiero saber si has decidido quedarte. Ahora ya sabes qué te perderías…” –Con la mano libre indica el torso desnudo de Quinn–. ¿Entonces? ¿Qué me dices? –¿Qué me perdería? –rebato cínica, arqueando una ceja–. Si no ha pasado nada. –¡Felicitas se queda! –decide Quinn con un tono de voz algo grave–. Quiero aclarar algunas cosas. Además nos necesita… para su proyecto. Suena algo peligroso, pero sexy a la vez. ¿Qué querrá decir con “aclarar algunas cosas”? Solo lo sabré si acepto su propuesta de quedarme. –De acuerdo, me quedo. De entrada. Pero si os portáis mal me iré. Además, tenéis que prometerme que me ayudaréis con el proyecto. –Trato hecho –asiente Quinn. Sus ojos brillan al añadir– Te ayudaré, prometido. De una u otra manera. –Muy bien –dice Nik a su vez, dejando las bolsas en el suelo y haciendo palmas con las manos–. Todo aclarado pues. A ver si os podéis encargar de la comida y la repartís en los platos. Yo me ocupo de esto. No te asustes Feli, no es nada grave. Solo un ejercicio de calentamiento–. Pone cara misteriosa y desaparece con una de los bolsas hacia el dormitorio. ¿Qué estará tramando? De repente me siento algo mareada. Con Nik nunca se sabe. A malas, todavía estoy a tiempo de largarme. Mientras le sigo con la mirada, Nik se da la vuelta, me guiña un ojo y cierra la puerta del dormitorio. Quinn mientras tanto se pone los pantalones. –¡Ven aquí! –me ordena. –¿Por qué? Deja ir un suspiro acercándose a mí. –Vaya trabajo que nos espera –murmura, agarrándome del pelo y tirándome la cabeza hacia atrás obligándome a mirarlo desde abajo. –¡Ei! –le recrimino. Pero Quinn no hace ni el más mínimo caso a mis quejas. –Escucha tesoro. Me pasaré encantado el fin de semana contigo y te ayudaré con tu proyecto y las estrategias de presentación, pero no me dejaré poner en evidencia por ti delante de nadie, y menos aún delante de Nik. Tendrías que vigilar lo que dices. No soy tu cobaya y no me gusta nada que me traten despectivamente. ¿Entendido? No me deja tiempo para contestarle, pues me coge de la cabeza con la dos manos, mirándome fijamente a los ojos. Luego coloca su boca encima de la mía, busca el camino con su lengua y me da un beso tan intenso que me quedo sin aliento, estoy a punto de desfallecer. El olor, el torso desnudo que se refriega sobre mis pechos y mi abdomen, la mirada… noto como los pezones se me ponen tiesos de excitación y mi perla empieza a latir levemente. Me suelta tan de repente como me besó. Yo me recupero, jadeando. –Y recuerda que no tengo ningún problema en azotarle el culo a bichos impertinentes como tú – murmura, soltándome la cara. Hace suya la bolsa con los alimentos–. Y ahora quiero un alto al fuego y comer algo. Todo se pega: con tanto aburrimiento me entró un hambre feroz. ¿Me ayudas a poner la mesa? ***

A pesar de que tenía mucha hambre y de que la comida china estaba deliciosa, prácticamente no he probado bocado. Estaba demasiado excitada. Toreé bien tanto a uno como a otro, a solas. Pero con los dos a la vez, con su excepcional presencia, estoy fuera de juego. Además la insinuación de que me espera algo después de comer, tampoco me ayuda a relajarme . La película en mi cabeza avanza a toda máquina y no se deja apagar. –¿Qué estáis tramando? –pregunto después de la comida, cuando Nik abre la puerta del dormitorio. Con recelo miro los cinco objetos que han expuesto con esmero encima de la cama. –Cada uno de nosotros escoge uno de estos juguetes que después debe ser utilizado por uno mismo o bien por todos, según lo que represente. –Sus ojos de hielo me examinan con detención–. Dos de los juguetes, los dejaremos de lado –continua diciendo con una sonrisa de lobo–. A ti, princesa, te damos el privilegio de empezar. Pero recuerda, no todo lo que reluce es oro. Este es el surtido de hoy, mañana habrá otro. Jugueteo nerviosa con un mechón de mi pelo, mientras observo con detención los cinco objetos: una lupa, una cañita, una galleta de la suerte, una velita de té y en medio uno que parece un pequeño cono de goma. Espero que no sea un plug anal. Eso sí que no lo utilizaré. Es evidente lo que representa. Pero ¿y los demás objetos? ¿La galleta de la suerte, la pajarita? No tengo ni idea de cuáles son sus significados. Confusa, me muerdo los labios. –Venga, ¡atrévete! –exige– ¡escoge uno! –¡Hemos conseguido hacerla callar! –se ríe Quinn–. En un santiamén: de mujer fatal a nenita. –¡A callarse! –les increpo–, estoy reflexionando. –Ya que no puedo explicarme lo que hay detrás de los objetos expuestos escojo el que me parece más inofensivo: la lupa. Pero al mirar a Nik, ya no me parece la mejor opción. De repente, sus ojos tienen un brillo diferente. Como no quiero parecer cobarde, guardo la lupa en mi mano: –Ahora os toca a vosotros –les ordeno, intentando parecer tranquila.

8 NIK ¡La lupa! Me cuesta contener la risa. Estoy curioso por ver cómo reaccionará cuando se entere del significado. El próximo en escoger es Quinn que se decanta por la galleta de la suerte, aunque le noto en la mirada que hubiera preferido el plug anal. Parece querer mantener la paz. Me encantó constatar que él también ha tenido sus dificultades para mantener a raya la chica. Es el objeto de estudio perfecto. Tengo ganas de saber cuáles son los trucos para conquistarla. Feli tiene la mirada fija en el plug cuando me toca escoger a mi. Sin embargo no opto por él adrede, sino por la vela de té. Desde el rabillo del ojo veo como respira aliviada. Qué mona. Intuye lo que significa el plug, pero no puede ni imaginarse lo qué representan los demás objetos. Quinn tampoco. Si no fuera por la apuesta en la que estamos metidos y que los dos queremos ganar, seríamos un equipo perfecto. Creo que Feli no se puede ni figurar, lo bien que nos llevamos. De hecho, no tiene ninguna oportunidad de ganar. Obviamente, no se lo voy a decir. Me encanta que se haya decantado por quedarse con nosotros el fin de semana. Ya hemos dado el primer paso. –¿Y ahora qué? –quiere saber, encogiendo los hombros–. ¿Qué representan todas estas cosas? ¿A qué juego quieres jugar? ¿A la piñata y que cada uno se lance a por un objeto? –¿A la piñata? –resoplo–. ¿A quién se le ocurriría semejante idea? Es casi tan ingeniosa como la que tuviste en el aeropuerto y en la que empezaste a pedir auxilio gritando. Aunque, pensándolo bien… no me importaría nada verte dando vueltas con los ojos vendados delante de nosotros, siempre que estuvieras desnuda… pero el garrote, eso sí, me lo quedaría yo. Resopla indignada. –¿Qué había en el rollito de primavera? ¿Un payaso? –pregunta, furiosa. Pero intuyo que mi versión de la piñata le pone. Le encantan las guarradas verbales. Ya veremos si le encantan también otro tipo de guarradas. –Que yo sepa no, al menos no he notado nada masticando. –Ja, ja. –¡Vámonos! – digo, animado–. Primero toca la lupa. Poneros las chaquetas que salimos. Quinn: Al Blue Dragon. –¡Buena idea! También había pensado en él –asiente Quinn, riéndose. –¿Blue Dragon? Que alguien me explique: Qué es y qué tiene que ver con la lupa –La mirada de Feli pasa de uno a otro– ¿O tal vez sea vuestra palabra clave? –Exacto cariño. Es nuestra palabra clave. Siempre cuando Nik y yo follamos demasiado fuerte, nuestras víctimas gritan ¡“Blue Dragon”!. Recuérdalo, igual te haga falta –se ríe Quinn, besándola en la frente. A mí me hace el gesto de chocar los cinco en alto. Qué bueno. Tengo curiosidad por saber qué dirá cuando descubra lo qué es realmente el Blue Dragon. *** FELICITAS

–¿Dónde nos hemos metido? –pregunto mirando la fachada del edificio moderno. Desde fuera parece elegante y frío, con mucho cemento… todo muy vanguardista. –¿No habías venido nunca por aquí? –pregunta Quinn–. Toda la zona es relativamente nueva y está muy de moda. –Pues no –contesto negando con la cabeza. No hubiera pensado nunca que fuera un lugar de moda. Aunque los edificios son muy selectos, las calles están absolutamente vacías, no hay nadie y no son ni las 22h. Es como estar en un videojuego. No me extrañaría ver aparecer unos zombis. –Hay que llamar al timbre –comenta Nik, apretando el interruptor negro–. El local está en el sótano. –¿Y qué tipo de local es, un calabozo de tortura? Se oye el zumbido de la puerta. Nik la empuja y los tres entramos: –No, más bien un club. Hundo las uñas en el cuero de mi bolso, mirando a mí alrededor. La entrada al edificio no revela nada del establecimiento al que queremos ir nosotros: Unas columnas, algunas plantas de interior, un estanque con nenúfares, una mini-cascada y unos peces nadando. –¿Pero estamos hablando de un club normal y corriente, dónde se puede bailar? –pregunto insegura. Tras haber expresado mi duda ya me arrepiento de haberlo hecho. Así no parezco muy cool que digamos. –La verdad es que a veces eres muy mona. Realmente crees que iríamos contigo a un club… ¿para bailar? –Quinn dibuja una sonrisa de oreja a oreja–. El Blue Dragon viene a ser el mejor club erótico de la ciudad. Acaba de abrir hace dos semanas. Seguro que te gustará. –¡No! –Sacudo con fuerza mi trenza. Se me cae la goma y el pelo se me suelta–. ¡Ni hablar! ¡Yo ahí no entro! –Sí que entrarás –contesta Nik abrazándome por el hombro–. Tienes una misión, ¿te acuerdas? –Si no llevo la ropa adecuada –intento una excusa. En una novela leí que la pareja protagonista, antes de ir a un club erótico, le daba muchas vueltas al tema de la indumentaria que debían llevar. Yo solo llevo ropa interior de encaje, normal y corriente. No es lo más adecuado, ¿no? Me parece un buen argumento. Al menos así no parece que me esté rajando. Has encontrado la excusa perfecta, Felicitas –pienso– y como las tiendas ya han cerrado …. Pero me olvidaba de Nik… –No hace falta. A excepción del bar, el establecimiento solo cuenta con cuartos oscuros de diferentes estilos. Nadie verá lo que NO lleves. –Confía en nosotros –interviene también Quinn, abrazándome por la cintura–. No te dejaremos sola. Me invade un pequeño chute de adrenalina y mi corazón empieza a latir por la expectación. ¿Cuartos oscuros? ¿Se habrán vuelto locos? –¿Qué demonios tiene que ver ese club con los objetos y el juego? –digo. –Tranquilla princesita –murmura Nik, poniendo su mano en mi nunca. Otra vez ,me agarra, qué malo que es. –La lupa significa investigar. Quinn y yo queremos probar el club. Tu vienes con nosotros y así tienes la oportunidad de ver chicas realmente salvajes. Perfecto para tu proyecto, así conoces a la crême de la crême de tu público objetivo. La galleta de la suerte la relacionamos con desnudarse y la velita de té apagada con los cuartos oscuros.

–Menuda historia te has montado –digo–. ¿Y si hubiera escogido la pajita? –No te lo digo. Quizás la reintegre en la próxima ronda. ¿Quinn? –llama a su amigo dejando libre mi nuca– Creo que la señora necesita un pequeño programa de relajación. Se ha transformado en Gizmo, el gremlin miedoso. ¿Listo? –¡Siempre! –contesta Quinn, socarrón. Y antes de darme cuenta de qué es lo que está pasando ya me encuentro en medio de los dos hombres. Noto el pecho de Quinn en mi espalda y su aliento caliente en mi nuca al besarme el cuello, y sus manos tomando posesión de mis nalgas, mientras que Nik mete sus dedos entre la pretina y la ropa interior acariciándome el pubis y besándome los labios. Jadeo en la boca de Nik y permito que su lengua baile un tango con la mía. Noto como las manos de Quinn se meten debajo de mi falda y como sus dedos tiran de mis medias para meterse entre mis piernas. Toca ligeramente mis labios y se abre camino para penetrarme con un dedo hasta que llega a mi perla para frotarla. ¡Cielos! Es tan excitante que me olvido de todo y de todos. Me sobresalto al recibir un cachete en mis nalgas. –Eso es porque eres una bocazas –susurra Quinn con voz ronca, repitiendo el cachete. No me duele, pero me pone–. Mi intención siempre es acabar con lo que he empezado –comenta, dándome uno más. Dios mío, es tal la excitación que le muerdo los labios a Nik. –Ay –se queja, soltando mi boca para lamerse la gota de sangre de su labio inferior–. Me parece que la hemos devuelto a la vida. –Por favor no, no paréis –me quejo al notar que los dos se retiran y arreglan mi ropa. Por mi bajo vientre se extiende un agradable cosquilleo. ¡Qué cabrones! –Venga, va. ¿No querrás que te follemos aquí en la entrada? Te prometo que te clavaremos, sí o sí. –Nik me agarra de la mano y me arrastra hacia los ascensores. –Claro que sí, no queremos que te vuelvas a aburrir nunca más –comenta Quinn sonriendo, poniendo la mano ostensivamente sobre mis nalgas mientras esperamos que llegue el ascensor. Dimito. Contra tanta concentración de testosterona no tengo la más mínima posibilidad. Además, estoy tan excitada que renunciar al sexo ahora sería una tortura física y psíquica. « Todo por la investigación, Felicitas. Lo que se debe hacer para obtener unos resultados fiables… –» pienso. Aún y la excitación, me entran ganas de reír. Todo por la investigación. Por fin llega el ascensor. Entramos y Nik se pone delante mío, hunde sus manos en mi melena y me vuelve a besar con ímpetu y exigencia. –Ahora entramos y nos tomamos una copa de cava en la barra, ¿de acuerdo? –propone. Tarde o temprano tiene que funcionar también sin alcohol. Pero hoy te dejo que te tomes una o dos copas, pero no más. Quiero que te enteres de lo que hacemos contigo. No tengo ganas de follar con una borrachina, ¿entendido? –Sí, buana –murmuro –Llámame Dom si quieres. Ya te lo propuse ayer –ríe socarrón, apretando uno de los botones. El ascensor se pone en marcha. « Ayer –pienso–. Qué locura. Pero tiene razón, los conocí ayer. Todo lo que ha pasado ha sido en solo dos días que se me antojan como si hubieran sido dos años. » El ascensor se adentra en las entrañas del edificio. Sí que tarda en llegar a su destino. Pensaba que

solo bajaríamos un piso, pero por lo visto el edificio es mucho más profundo de lo que parece. Los ascensores no me gustan mucho e imaginarme encerrada debajo de toneladas de tierra no me ayuda a sentirme mejor. –Cariño, ¿todo bien? –pregunta Quinn, mirándome con preocupación. –Bueno… –refunfuño más para mí–. ¿Tardaremos mucho en llegar? –¿Tienes miedo? –rebate Nik, poniendo morros. –No, claro que no –refuto. –Espero que tampoco tengas también miedo de los cuartos oscuros. –¡Yo no tengo miedo! –Sí que lo tienes. No eres buena mintiendo, tienes que controlar mejor tus gestos. Es más, tal vez tengamos que entrenarte: Saber mentir un poco, es casi indispensable en tu trabajo. Resoplo, indignada. –Tú sabrás. Nik se ríe con ganas. –Efectivamente. En nuestro trabajo es una ventaja saber contar mentirijillas, diciendo a las damas lo que quieren oír. ¡Eso se llama fidelizar al cliente! –¿Cómo conmigo ayer? –Nos lo pasamos bien, ¿o no? Increíble como es capaz de ponerme a mil en tan poco tiempo. Pero tiene razón, ayer me convenció rápidamente de que me acostara con él. Todavía puedo aprender mucho de él. –Si los señores son tan amables…ya hemos llegado. –Quinn nos mira divertido, indicando la puerta del ascensor que se ha abierto sin hacer ruido alguno. Desde luego yo no me había enterado. Salimos en fila india y yo miro a mí alrededor, asombrada. Nos encontramos en una bóveda iluminada por antorchas instaladas en soportes de hierro en la pared. El espacio debe ser muy antiguo. Una pequeña escalera en la pared frontal conduce aún más abajo, y termina delante de una puerta de madera antigua que podría pertenecer al decorado de una película de caballeros. En vez de un timbre, hay una aldaba en forma de cabeza de león. –En su día, esto fue un baño termal. Al reformar el edificio, se conservó la bóveda y se colocó el parking y el edificio encima –explica Nik–. Interesante, ¿verdad? El bar tiene que ser la bomba y en cuanto a lo que se refiere a los otros espacios… como tampoco se ve mucho… –Siento curiosidad por verlo –comenta Quinn, mientras toca la aldaba. El ruido retumba en la bóveda. No se puede negar que hay cierta atmósfera de calabozo. Estoy a punto de estallar por la excitación: el corazón me va a mil, mis manos tiemblan levemente. Nunca antes estuve en un club erótico, jamás he observado a otros follando ni he tenido nunca dos hombres a la vez. No tengo ni idea de lo que me espera. Aunque: si está todo oscuro, tampoco tendré que mirar a nadie copulando, pero tampoco podré ver qué traman los chicos. Madre mía, ¿qué demonios estoy haciendo aquí? La puerta de madera se abre con un leve crujido. Esperaba ver aparecer un homúnculo disfrazado preguntando por la razón de nuestra visita… pero el abrepuertas es automático. —Señora, ¿me permite acompañarla a los aposentos? –Nik insinúa una reverencia, cogiéndome de la mano–. Está helada –constata–. ¿Tan nerviosa estás? Me muerdo los labios, asintiendo con la cabeza. No vale la pena mentir, rápidamente se daría cuenta.

–No hace falta, dulzura. Te prometo que te gustará. Y si, contra pronóstico, no fuera así, nos vamos y listo. ¿De acuerdo? –Hmh –murmuro. –Ven aquí. –Me atrae a su pecho, abrazándome–. Cuidaré de ti –me susurra al oído, acariciándome la nuca. Me estremezco bajo sus caricias–. ¡Confía en mí! Aunque a veces es muy impertinente, en situaciones delicadas es muy cariñoso. Como ayer en el parque, y el sexo después… ¡fantástico! Una se podría acostumbrar. –¿Qué estáis haciendo? –pregunta Quinn. –¿Estás lista? –quiere sabe Nik, mirándome con tal intensidad que me caliento en el acto. Aunque sus ojos color gris azul pueden parecer fríos, su mirada tiene algo tremendamente erótico. Piensa en su pirsin –me susurra mi deseo–. No te pongas así, está clarísimo que lo quieres. Además, puedes tener también al atractivo de Quinn. –¿Y qué? –Sin desviar la mirada, arquea una ceja. Dios, qué sexy que es. –De acuerdo –le contesto– ¡vamos! Al entrar en el club, abro los ojos de par en par: La combinación de atmósfera medieval, tecnología moderna y los muebles de diseño está muy bien lograda. La barra que ocupa todo un lado del espacio medirá unos ocho metros y es toda de vidrio. No me lo imaginaba tan moderno. La luz tenue de las lámparas y las velas le dan a la sala una iluminación muy agradable. Para mi gran alivio, las personas sentadas en la barra o en los sofás están completamente vestidas. El bar “Light Blue Dragon” es solo la zona de calentamiento. El juego se hará allí– explica Nik indicando una puerta con la inscripción “Dark Blue Dragon”. –¿Eso significa que aquí solo se puede tomar una copa? –En teoría sí –contesta Nik, mientras Quinn se dirige al bar para pedir nuestras bebidas–. Pero tú no. Quinn hace la reserva, nos organiza unas copas y luego iremos a jugar– Nik me regala una sonrisa, colocando una mano en mi culo–. ¡Y cómo jugaremos! *** Todo está en penumbras. Me encuentro en la oscuridad más absoluta. Avanzo con cuidado, pegada a la pared fría y áspera. Coloco un pie después del otro, intentando no tropezar. No sé porqué demonios no me he callado. Tras quitarnos la ropa en un vestidor, los chicos han salido disparados. He intentado seguirles, pero después de pocos metros ya he perdido la orientación. Perderse en un negro difuso completamente desnudo puede que sea divertido para algunos, pero para mí desde luego que no: noto como el pánico se está apoderando de mí y como se me ponen los pelos de punta. ¡Odio la oscuridad! Me sobresalto tras oír un repentino gemido justo a mi lado. Quiero salir de aquí – ¡ahora mismo! Ahora noto como una mano me tantea: –¿Dónde te habías metido? –Es la voz de Quinn, menos mal. –Yo, es que… es demasiado oscuro para mí –tartamudeo. –Pero ¡si es lo bonito del lugar! –oigo como me dice al oído mientras me acaricia los muslos–. Así te puedes concentrar en los otros sentidos y nunca sabes qué pasará en el momento siguiente. Quinn busca mi teta, aprieta levemente el pezón y me arrima a la pared con todo su cuerpo. Jadeo

sorprendida, noto las piedras ásperas en mi culo y en mi espalda y su cuerpo musculado en mi pecho. A él, la oscuridad y los gemidos de los otros clientes no parecen molestarle en lo más mínimo, todo lo contrario, noto su polla medio erecta. Cuando su boca encuentra mi pezón y empieza a mordisquearlo, una mano ya se halla en mi entrepierna acariciándome el clítoris, noto como por todo el cuerpo se expande un agradable cosquilleo. –Ay –me quejo–. ¡Con cuidado! –Cariño, no pienso ser tierno contigo. Todo lo contrario, quiero follarte fuerte, tal como te mereces –dice con la voz ronca, penetrándome con un dedo. Lo hunde hasta llegar a mis partes más sensibles mientras continua acariciándome el clítoris, sus dientes mordisquean mis pechos y las piedras ásperas frotan mi culo. El deseo que se expande dentro de mí combinado con el leve dolor es tan explosivo que me olvido por completo de la oscuridad. Con la mano busco su polla y noto como se pone más dura, la abrazo con mis dedos y empiezo a frotarla hasta notar su imponente erección. –¡Ven conmigo! –Me coge de la mano, moviéndose con destreza en la negrura–. Nik nos está esperando. –Le sigo, cautelosa, aunque el deseo acaba de evaporar el miedo. Las palabras de Quinn “Te quiero follar fuerte” y “Nik nos está esperando” me provocan un chute de adrenalina descomunal, aumentando si cabe mi deseo. Quinn se para un momento y solo ahora distingo unas cuantas piedras iluminadas en el muro, que indican la entrada a un espacio con forma de panal. Ahora veo también que las piedras iluminadas se repiten cada cierta distancia, antes, a causa del miedo, no me habían llamado la atención. –Estas son las habitaciones del placer –explica Quinn, empujándome hacia dentro con la mano en mis nalgas–. Ya he recuperado a nuestro pajarito –revela a la oscuridad. Noto como otra mano me tira suavemente del brazo adentrándome en la habitación. Debajo de mis pies noto algo suave, caliente. –Pero princesa, ¿No te habrás querido escapar? –murmura Nik. Aunque me empeñe, no veo nada. La negrura me envuelve de nuevo. Lo único que puedo vislumbrar es la entrada a la cueva–. Este es nuestro espacio y nadie nos molestará. Si quieres gritar, grita, pero nadie te hará caso. Y no se te ocurra ponerte las gafas de visión nocturna, ¡son tabú! Quiero que te concentres en los demás sentidos. –¿Gafas de visión nocturna? –Sí, hay unas cuántas. A Quinn y a mí seguramente nos harán falta, pero a ti, no. Creo que será mejor acordar una palabra de seguridad, en el caso de que te invada el pánico. –¿Una palabra de seguridad? –Mi corazón late a mil. ¿Qué demonios están tramando estos dos? –Sí, una palabra de seguridad por si quieres que paremos e irte. ¿Se te ocurre algo? –¿Tal vez “Dragon”? –propongo insegura. Hasta ahora nunca me hizo falta una palabra de seguridad. Ni idea cómo se escoge una. Pero “Dragon” me parece adecuada, ya que estamos en el “Dark Blue Dragon” y esta cueva recuerda a la de un dragón. –De acuerdo –dice–. ¿Lo has oído Quinn? –Sí –oigo la voz de Quinn a mi lado– Pero no lo necesitarás cariño. Juguemos–. Busca mi cara, hunde las manos en mi pelo y me besa con tal intensidad que me quedo sin aliento. Noto manos en todo mi cuerpo, manos que tocan, acarician, pellizcan; dedos que frotan mi perla, suben y bajan por el interior de mis muslos y que me penetran. Inspiro el olor masculino, escucho los gemidos de los otros huéspedes y decido centrarme completamente en mi deseo. Qué sensación más increíble. Alguien me agarra de los tobillos, me levanta las piernas doblándolas por las rodillas y me las despatarra.

–Quédate así princesa –oigo la voz ronca de Nik y noto el pirsin frotando en mis nalgas. Le alcanzo mi pelvis, estremeciéndome. Con un movimiento delicado y suave, Nik me penetra a fondo. Dejo ir un grito al notar sus manos en mis pechos, frotando mis pezones. Me la clava una y otra vez, llegando hasta lo más profundo de mí. El deseo me tiene atrapada como un remolino. Pero de repente se retira, dejándome atrás, frustrada. –¡Ahora nos toca a nosotros dos! El cachete en mi culo me pilla tan desprevenida que grito más por la sorpresa que por el dolor. Oigo la voz de Quinn mientras me coloca encima de su pecho y noto su espada del deseo latir contra mi monte de Venus. Dos cachetes más ponen mis nalgas en llamas, mi concha gotea por el deseo. –¡Por favor! –gimo. –¿Por favor, qué? Le siguen dos azotes más. –¡Fóllame, por favor! Me penetra del todo con un único movimiento que me hace gritar otra vez. Una y otra vez, una y otra vez, en lo más profundo de mi concha. Noto otra vez las manos, las de Nik que acarician mi culo ardiente. –No te quiero agobiar todavía –susurra mientras me penetra el ano con un dedo–. La próxima vez le tocará a mi polla. He perdido el control sobre mi cuerpo. Vibro por el éxtasis que me invade, por la manera con la que me montan, estoy a punto de volverme loca. Dejo ir un grito cuando por fin llego al orgasmo. –Esto ha sido solo el calentamiento –susurra Quinn, besándome la frente. Noto las patillas de las gafas de visión nocturna–. De aquí a poco continuaremos jugando.

9 NIK Miro su cuerpo dormido. Qué mona, con sus pantis, sus piernas envueltas en la manta, el pelo en la cara. Mona, inocente y aún agotada por la experiencia de anoche. Quinn está organizando el desayuno, yo me acabo de duchar y ella sigue durmiendo el sueño de los justos. Por un momento, tengo un asomo de mala conciencia al sacar el móvil para hacerle una foto y subirla a una página web muy concreta. Lo que aparece es un león rugiendo, el mismo que llevo tatuado en la planta del pie, junto a las iniciales y su significado: L.O.R.D – LIONS OF REAL DESIRE. Mi designación. Entro con mi usuario y subo la foto que acabo de hacerle a Felicitas, marcándola con el símbolo del león, y la etiqueto con su nombre: Felicitas Berry. Por un momento dudo si apretar o no el botón de aceptar. Pero luego asiento con la cabeza y confirmo la subida de la foto. Es demasiado perfecto, no puedo dejar pasar por alto esta oportunidad. Le mentí cuando le dije que solo conocía Oliver Tivian de paso. Le conozco bien, demasiado bien. Es más, no hay otra persona a quién odie más profundamente. Haber topado con Felicitas es una jugada del destino y sería tonto no intentarlo.. « No tienes la más mínima idea de dónde te has metido, princesa » –me digo a mí mismo, mientras salgo de la página y guardo el móvil en mi bolsillo. Vuelvo a la cama, me acuesto a su lado y le retiro el pelo de la cara. Solo necesitas un poco más de entreno y serás mi arma perfecta. El juego solo acaba de empezar… Fin de la primera parte

Queridos lectores: Doy las gracias a todos aquellos que hayan leído mi serie Los Caballeros del Amor por acompañarme en esta nueva aventura, excitante, sensual y a veces también algo maléfica. A los nuevos lectores les agradezco el haber adquirido y leído el libro. Espero que os haya gustado. La segunda parte de la serie BAD BOYS AGENCY – Tentación se publicará en breve. Si tenéis preguntas o queréis saber más de mis proyectos, os invito a visitar mi página en Facebook: www.facebook.com/AJBlue Hasta muy pronto A.J. Blue

Pie de imprenta A.J. Blue c/o Wollesen Holding Jürgen-Töpfer-Str. 29 22763 Hamburg
Seduccion - A. J. Blue - Bad Boys Agency

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