Sheyla Drymon- Belleza Oscura

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Belleza Oscura

Sheyla Drymon

Saga Bellezas 1

Primera edición, Mayo 2010 Publicado en ebook: www.editoradigital.com.ar Registrada en el Registro de la Propiedad Intelectual. Prohibida su distribución sin permiso del autor. Todos los derechos reservados.

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Sheyla Drymon

Saga Bellezas 1

BELLEZA OSCURA Sheyla Drymon Primer libro de la saga Bellezas Próximo libro: Belleza nórdica.

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Saga Bellezas 1

Esta historia hace tiempo que la tenía guardada en un cajón y fue gracias a Mina Carlis quien tras leerla me animó a que la publicara. Bien, Mina, esta historia, como ves, te la dedico. Y si, ya tengo ideado lo que va a suceder en los dos próximos libros de esta trilogía. Gracias Mina por escuchar mis nuevas ideas mientras tomamos una humeante taza de chocolate con nata, y muchas gracias por los tres años que llevamos de amistad. Gracias. Te debo un chocolate.

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Saga Bellezas 1

RESUMEN Lucius Cuestelvinier, Príncipe de los vampiros es un guerrero forjado en la batalla. Dedicado en cuerpo y alma a cazar a los inmortales que entran en sus dominios, no se esperó que salvar la vida de una mujer mortal cambiaría la suya. Su mundo se regía por estrictas normas que debían aceptar todos los vampiros, sin importar su rango dentro del clan. Al llevar a la humana a la mansión, Lucius rompió una de las leyes, y ahora debía aceptar el castigo. ¿Qué le hizo la mujer que estaba dispuesto a ser castigado y humillado públicamente con tal de mantenerla a su lado? Se negaba a aceptar que se había convertido en su debilidad, en esclavo de la pasión.

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Saga Bellezas 1

PRÓLOGO PR LOGO

Vancouver, primavera 2005. Local Moon´s Bitte.

Las luces de neón del local brillaban con intensidad atrayendo a los hombres que circulaban por la calle aquellas horas de la noche. La música que se escuchaba dentro del local sonaba con fuerza enloqueciendo con su frenético ritmo a los que bailaban en la pista. Los camareros se movían con fluidez entre los clientes portando bandejas con bebidas. Aquella noche la fiesta duraría hasta cerca de la medianoche, y nadie quería perderse ni un segundo. Desde el fondo del local, una joven de no más de veinticinco años observaba la pista desde la oscuridad, ocultándose en la zona que se abría de día como restaurante. Como cada noche, esperaba a que se fuesen los clientes para limpiar el bar junto a los demás camareros y acondicionar el local para el día siguiente.

Dos horas después…

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Saga Bellezas 1

—Dime que está es la última caja que necesitas. Gabrielle Smither se incorporó, limpiándose las manos en el delantal. Delante de ella, Riper Wayden, compañero de trabajo, bufaba entre dientes, cansado de estar transportando las cajas de bebidas desde el almacén del restaurante donde ambos trabajan hasta la barra del mini bar. —No te quejes Riper. Tú no eres quien coloca las botellas — contestó Gabrielle abriendo la nueva caja que había encima de la barra—. Aún nos quedan cinco cajas más. —Comenzó a sacar botellas de vino tinto guardándolas en la pequeña nevera bajo la barra—. Deja de molestarme y regresa al almacén. Cuanto antes acabemos con esto, antes saldremos de aquí. Riper siseó, pero no discutió las órdenes de la muchacha. Dio media vuelta y regresó al almacén. Desde una de las mesas del local, Antoine Sinclair sonrió después de echar un trago de whisky. A pesar de ser el jefe, disfrutaba yendo cada noche para interaccionar con los clientes y comprobar que sus empleados eran eficaces. Sonrió

abiertamente

cuando

contempló

como

trabajaba

duramente la joven, la única mujer del local. Gabrielle Smither era la encargada del grupo de trabajadores del turno de noche. Al principio, Antoine dudó que ella estuviese capacitada para desempeñar ese papel, pero ahora, al ver como conseguía que los hombres que trabajan con ella siguiesen sus órdenes sin protestar, sabía que había tomado la decisión correcta.

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Saga Bellezas 1 —Ya no puedo más, Gaby. El jefe nos explota—. Un carraspeo le hizo mirar hacia atrás y enrojeció cuando vio al señor Sinclair saludarle levantando el vaso—. Mierda, el viejo me escuchó. Gabrielle salió de debajo de la barra donde llevaba quince minutos colocando las latas de refresco por orden. —Deja de quejarte, Riper—. Al levantarse de golpe gimió en alto. Le dolía la espalda de estar tanto tiempo agachada—. Mueve tu culo, rubiales, y ven a ayudarme con estas latas. Riper soltó una carcajada y pasó detrás de la barra. —A tus órdenes mi comandante.

Dos horas después.

Eran las tres de la madrugada cuando Gabrielle salió del local. Estaba agotada y había perdido el último autobús que pasaba por ese barrio. No le quedaba otra que recorrer dos manzanas para llegar hasta su pequeño apartamento. Tomó la ruta por el parque. Si lo atravesaba, adelantaría al menos media hora de trayecto. Pero lo que al principio le había parecido una buena idea, se convirtió en una pesadilla cuando se encontró rodeada por tres delincuentes que le gritaban que les diese todo el dinero.

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Saga Bellezas 1 Les tendió el bolso, esperando que con eso la dejasen tranquila. Uno de los hombres tiró el contenido del bolso al suelo y buscó la cartera, vaciándola. Veinte dólares con cincuenta centavos. —¿Seguro que no tienes más, zorra? Gabrielle negó con la cabeza, visiblemente aterrada. —No, eso es todo. No tengo más dinero encima. Los ladrones la miraron de arriba abajo, con avaricia, con oscuras intenciones. Al sonreír mostraron sus dientes retorcidos. Gabrielle tembló al ver aquellas siniestras sonrisas, y un nudo se formó en su estómago cuando oyó: —Esta noche nos divertiremos contigo, zorra —dictaminó el ladrón lanzando la cartera al suelo. Los demás hombres rieron en alto, rodeándola, saboreando la presa antes de catarla. —Nuestra pequeña putita tiembla de deseo —bromeó uno de ellos tirando del abrigo de Gabrielle, arrancándoselo de su cuerpo. Gabrielle dio un paso hacia atrás, cubriéndose los pechos con los brazos. Debajo del abrigo llevaba una camiseta corta de tiras y una falda larga hasta la rodilla, su uniforme de camarera. Se sentía expuesta, desnuda ante esos ojos viciosos que la devoraban maliciosamente a pesar de estar vestida. — ¡No! —chilló asustada —. ¡Dejadme en paz! Ya os he dado mi dinero. El hombre que debía ser el jefe de aquella banda le asestó un golpe en la cara rompiéndole el labio inferior. —Silencio, zorra. No arruinarás esta noche con lloriqueos sin sentido.

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Saga Bellezas 1 En aquel momento, cuando todo parecía perdido, Gabrielle comenzó a gritar a pleno pulmón pidiendo ayuda. Los ladrones se rieron y se abalanzaron sobre ella. El golpe que llevó cuando la tiraron al suelo noqueó a Gabrielle unos segundos, el tiempo suficiente para ser despojada de la camiseta. —Dejadme—. Se revolvió llorando de impotencia. Sus agresores la mantenían presa, agarrándola de las muñecas y las piernas. Dejándola expuesta para ser tocada sin impunidad—. No, por favor. El hombre que estaba sobre ella rió. —Me gusta cuando os resistís. —Le lamió la mejilla, asqueándola. El hombre que la sujetaba por las muñecas le gritó que se diese prisa. Él iba a ser el siguiente en violarla. Gabrielle gimió de dolor cuando le obligaron a abrir las piernas. La estaban marcando con sus manos y si nadie acudía a salvarla la marcarían para toda la vida.

Lucius Cuestelvinier vigilaba la zona norte de la ciudad. Era su deber. La unidad que dirigía se había esparcido siguiendo sus órdenes al percibir la presencia de un grupo de no más de veinte licántropos, salvajes

criaturas

que

no

pertenecían

a

ninguna

manada,

ni

aceptaban las leyes que regían a su raza.

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Saga Bellezas 1 Llevaba dos horas recorriendo la ciudad, con los sentidos en alerta sin llegar a percibir nada. Tomó el camino hacia el parque central. Los lobos habituaban a esconderse en lugares verdes. Al entrar al parque desenfundó el arma que portaba oculta con fundas en la espalda. Había escuchado los gritos de una mujer pidiendo ayuda. Wulfric, Syemus… en el parque escucho actividad, me dirijo hacia ahí. No tardó en recibir respuesta a su mensaje. ¿Seguimos a los intrusos o vamos a su encuentro? Lucius saltó por encima de un banco. Utilizó una vez más la conexión mental que abrió para comunicarse con sus hombres de confianza. Seguid con la misión. Nos encontraremos en la mansión. Los hombres no discutieron sus órdenes. La palabra de Lucius era ley. Era el señor de los vampiros de Norteamérica, un guerrero poderoso y arrogante, de más de dos mil años de existencia. Y esa noche, un cazador implacable que se encontró con una estampa que le cambiaría la vida.

Gabrielle gritó hasta que le cubrieron la boca con una mordaza. El trozo de tela, que fue su camiseta, lo ataron con fuerza alrededor de su boca tapando en parte su fosa nasal. La falta de aire la mareó, dejándola exhausta y a merced de ellos.

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Lucius siguió el rastro que dejó el olor del miedo y atravesó parte del parque. Cuando llegó al lugar del ataque se sorprendió al presenciar la agresión. Había esperado cazar unos cuantos chuchos, pero en lugar de hombres lobos se encontró con un grupo de escoria. Quedó parado frente a los mortales. No debía intervenir, los asuntos de los humanos no les importaban a los de su raza, pero cuando le llegó el olor de la presa de aquellos hombres, su cuerpo se tensó y su corazón comenzó a palpitar con fuerza. Aquella hembra era especial, una humana que había regresado de la muerte y poseía el don de aceptar el regalo oscuro de la inmortalidad. Una mujer que olía maravillosamente bien y que le atraía con un magnetismo animal que lo sorprendió. Luc, encontramos la pista de los lobos. Están en la zona sur de la ciudad. Lucius se apoyó contra un árbol y se cruzó de brazos cerrando los ojos, contestando a Wulfric. Atrapadlos y llevadlos a la mansión. Les tenemos unos calabozos reservados para ellos. La voz de Wulfric, un guerrero nórdico, resonó con fuerza en la cabeza.

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Saga Bellezas 1 Lucius te esperamos o… No. Estoy ocupado —Abrió los ojos. Por más que las normas de su raza le prohibiesen involucrarse en rencillas de humanos, no iba a dejarla a manos de esos buitres—. En cuanto llegue a casa, venid a mi despacho. El golpe al Consejo se tendrá que adelantar. Wulfric se mostró curioso ya que los planes para lograr la caída de los vampiros que deseaban el poder con Lucius fueron planificados con fría calma, teniendo en cuenta cada paso a dar para no cometer ningún error. Por eso mismo, ¿qué podía haber pasado para que Lucius quisiera adelantar los acontecimientos? Lucius, ¿se puede saber el motivo? El silencio que acompañó a la pregunta de Wulfric puso nerviosos a los guerreros que seguían la conversación. Su Señor era conocido por su fuerte carácter y por nada del mundo querían ser el blanco de su ira. Lucius dio un paso hacia delante. Había tomado una decisión y por más que su mente racional le gritara que estaba cometiendo un error, no iba a dar marcha atrás. Lucius… —lo llamó Wulfric. Era hora de actuar. Lucius gruñó atrayendo la atención de los ladrones

que

se

separaron

de

la

mujer,

mientras

transmitía

mentalmente la contestación a sus guerreros. Esta noche me lanzaré al infierno de cabeza. Ese es el motivo, por el que adelantaremos el ataque.

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Saga Bellezas 1 —¡Soltadla! —Rugió guardando la pistola en la funda. Las balas de plata eran preciadas y escasas, no iba a desaprovecharlas con aquellos malnacidos. Uno de los mortales soltó las piernas de la mujer y se levantó. —Lárgate tío, no te metas donde no te llaman. Lucius siseó mostrando los colmillos que se alargaron varios centímetros sobresaliendo de los labios. Tomó una postura de ataque y saltó, desapareciendo ante la mirada asustada de los hombres. No iba a perder tiempo con aquella escoria. Agarró por la solapa al que permanecía sobre la mujer y lo estrelló contra un árbol, quebrándole el cuello. Antes de que escapasen los otros dos, los degolló con las garras, quemando sus cuerpos con sus poderes. No podía dejar rastros de las muertes. Era primordial seguir ocultos en las sombras y que los seres humanos siguiesen creyendo que su existencia era pura fantasía y folklore; material para novelas y películas. Después de limpiar el escenario del crimen, se arrodilló al lado de la muchacha y la examinó con cautela. Su presencia lo alteraba de una manera que no era posible para su raza. Un vampiro siempre permanecía frío, sin mostrar sentimientos, portando una máscara que ocultase lo que sintiese. Habían nacido para la lucha, permaneciendo en todo momento en la oscuridad. Se levantó al ver que extendió la mano para rozarle la mejilla. —¿Qué estoy haciendo?—Masculló en alto golpeándose la frente con la mano—. ¿Qué me provocas, mujer? Gabrielle despertó al escuchar la ronca voz de un hombre. Al abrir los ojos lo vio. Un hombre vestido completamente de negro, con unos pantalones apretados que no dejaban nada a la imaginación, acompañado de una camisa de manga larga cruzada por tiras que se

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Saga Bellezas 1 entrelazaban en el pecho. Paseó su mirada por la oscura figura, de casi dos metros de altura y constitución atlética, deteniéndose unos segundos en su rostro. Era hermoso, de una belleza sobrenatural. Largos cabellos azabaches hasta los hombros, rostro blanquecino, labios rosados, nariz aguileña, cejas finas y perfiladas. —¿Quién eres? —Preguntó Gabrielle con voz débil, gimiendo al intentar sentarse. Lucius rechinó los dientes. Su deber era matarla. No ir contra la ley. Debía dar ejemplo con sus actos. Y sin embargo, estaba permitiendo que una humana, que había presenciado una ejecución, siguiese con vida. Cerró los puños con fuerza, clavándose las uñas. Era un estúpido que caminaba por el borde de la ruina y todo por los hermosos ojos de una mujer.

Gabrielle cayó al suelo cuando intentó levantarse, mientras esperaba una respuesta. Apoyó una mano sobre el pecho y comenzó a respirar con dificultad. Los pulmones ardían ante la falta de oxígeno, sus ojos lloraban de impotencia. Estaba teniendo un ataque de ansiedad, su rostro estaba tomando un tono rojizo y sus pupilas se habían dilatado hasta opacar el color del iris. Si seguía así acabaría perdiendo la conciencia, y en aquel parque en el que no pasaba nadie por aquellas horas de la noche, a no ser

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Saga Bellezas 1 claro está con claras intenciones de vaciar los bolsillos de los asaltados, la joven perecería, como un animal herido, en soledad. Lucius cerró los puños y masculló en alto una maldición. Se iba a arrepentir de lo que iba a hacer, pero no podía dejarla morir. —Te llevaré conmigo —La tomó en brazos. Gabrielle abrió los ojos y lo miró a la cara, intentando por todos los medios enfocar. Vendrás conmigo. Ahora duerme, pequeña. Cierra los ojos y descansa. Respira con calma. No permitas que el miedo te gobierne —Le

ordenó

mentalmente,

consiguiendo

que

cayera

dormida

plácidamente. Gabrielle se dejó caer sobre su cálido cuerpo. Temblaba de pies a cabeza, llorando de impotencia al sentir como los pulmones ardían ante la falta de oxígeno. Su mente se nublaba, y lo último que vio antes de desmayarse fue el rostro preocupado del extraño, que echó a correr velozmente saliendo del parque para internarse en la oscuridad de la noche.

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Saga Bellezas 1

CAPÍTULO AP TULO 1

Nada más despertar, Gabrielle se incorporó chillando, golpeando el aire con los brazos. —Tranquila muchacha. Estás a salvo. Al girarse se encontró con el hombre que la había recogido en el parque. Éste estaba sentado en una silla al lado de la cama en la que estaba tumbada, fumando tranquilamente un cigarrillo. Gabrielle gritó a pleno pulmón, retrocediendo hasta golpearse la espalda con el respaldo de la cama, recordando lo que había presenciado antes de sufrir el ataque de ansiedad. Ese hombre la había salvado, sí, pero acabando con la vida de otros tres. —¡Aléjate de mí! —Su mente no dejaba de gritar que estaba ante un asesino. Agarró las sábanas con nerviosismo, retorciéndolas. Miró a su alrededor, aumentando su angustia al no reconocer la habitación en la que se encontraban. —¿Dónde estoy?

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Saga Bellezas 1 Lucius soltó el aire con lentitud, saboreando el amargo sabor del humo del cigarro. El olor del miedo que exudaba la mujer se entremezclaba con el aroma del tabaco. —¡Contéstame! Lucius estrujó el cigarro, tirando al suelo los restos humeantes. —Estás en el que será tu nuevo hogar. Gabrielle parpadeó un par de segundos intentando asimilar la información antes de responderle. —¿Cómo que estoy en mi nuevo hogar? —Miró a su alrededor comprobando que las puertas y ventanas estaban cerradas. No había escapatoria—. ¿Dónde estoy? Lucius sonrió dejando ver su perfecta dentadura. —Estás en mi dormitorio—. Se levantó de la silla y acercó el rostro al de ella—. Tumbada en mi cama. Gabrielle apartó la mirada, ruborizada. La voz del hombre había sonado tan sensual que le había puesto los pelos de punta, y un extraño calor se extendió desde el vientre, humedeciéndola. Su cuerpo respondió asombrosamente rápido y descubrirlo la confundió y enfureció. No podía reaccionar de esa manera ante un asesino. Debía escapar. Regresar a su tranquila y ordenada vida, y olvidar todo lo que le había sucedido. —Déjame marchar, no diré nada a la policía. No diré nada de… —¿No dirás nada de qué? —Replicó con extrema calma el hombre, ladeando la cabeza. Gabrielle tragó con dificultad. Estaba segura que si admitía en alto haber presenciado los crímenes estaba perdida. Era mejor

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Saga Bellezas 1 permanecer en silencio y buscar el modo de salir airosa de aquella situación, asegurándose primero de continuar con vida. —¿Qué querías decirme, muchacha? Gabrielle desvió la mirada. —Nada, no iba a decir nada. Escuchar las graves carcajadas del hombre, la sorprendió. Casi parecía…humano. Con una sonrisa en los labios, Lucius se sentó en la cama muy cerca de ella. Le sujetó la barbilla y la obligó a mirarle. —Ah, pequeña. Eres deliciosa. Ahora que estás a mi merced nadie te separará de mi lado. —¡Me escaparé!—. Acabó gritando perdiendo los nervios—. Y cuando lo haga… Lucius besó salvajemente sus labios, poseyendo con ciega necesidad la apetitosa boca de la mujer. Escuchar de sus labios que lo iba a dejar lo volvió loco. Al principio se removió intentando alejarse pero a los pocos segundos acabó respondiendo con timidez. El deseo y el placer que sintió nublaron su mente respondiendo al ataque de sus labios. Sonriendo, Lucius se separó y dijo en voz alta: —¿Estás segura de que deseas escapar? —Posó un dedo en los labios húmedos y enrojecidos de ella. Ésta golpeó la mano y se tumbó en posición fetal sobre la cama. No sabía que contestar. Su mente se había quedado en blanco cuando la besó, y aunque le costase admitirlo, no se sentía fuerte como para abandonarlo.

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Saga Bellezas 1 Se cubrió la cara con las manos y comenzó a llorar. Era una estúpida. Hacía unas horas que lo conocía y a pesar de eso, lo deseaba como nunca deseó a nadie. Al sentir el sabor de su exigente boca vislumbró en su mente una serie de imágenes que pasaron velozmente.

No

pudo

identificarlas,

quizás

no

eran

más

que

recuerdos dormidos en lo profundo de su psique, pero le dejaron un sentimiento de tristeza que se agravaba cuando pensaba en cómo haría para dejar aquel lugar. —¿Qué me has hecho? —Preguntó sollozando sin abandonar la postura ni dejar de cubrirse, protegiéndose con aquel gesto infantil de la presencia que la perturbaba. Lucius sintió su dolor y quiso hacerlo suyo. Estiró un brazo e intentó acariciarle la cabeza para reconfortarla, pero desistió al ver los temblores que sacudían el menudo cuerpo de la joven. Se obligó a alejarse de ella, por tanto se levantó de la cama y tomó asiento en la silla. —¿Por qué no me dejaste en el parque? —Murmuró Gabrielle soñolienta. Lucius iba a responder cuando la puerta del cuarto se abrió. —Siento la interrupción Lucius, el Consejo te reclama. El intruso se revolvió nervioso, dando un paso hacia atrás al ver la furia que mostró su señor al mirarle. Sus ojos destilaron rabia y un juramento de venganza al haberse atrevido a interrumpir en su cuarto personal cuando había ordenado que nadie, bajo ningún concepto, lo hiciera. Syemus Mointer se consideraba un buen vasallo, además de un amigo de confianza.

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Saga Bellezas 1 Le debía la vida a Lucius Cuestelvinier, él le había otorgado el don eterno al ofrecerle su sangre la noche en que lo encontró agonizante en medio del campo de batalla. En su vida mortal, fue un soldado a las órdenes de Napoleón que acabó malherido y al borde de la muerte al ser golpeado por la metralla lanzada por uno de los cañones ingleses en la batalla de Waterloo. Lucius se agachó a su lado y le preguntó si deseaba vivir. Su primera impresión fue que un ángel había acudido en busca de su alma, pero al verle sonreír con arrogancia supo que no era ningún ángel, pues los ángeles no poseían largos colmillos ni ojos que brillaban con placer al oler el hedor a muerte y sangre que los rodeaba. No dudó ni un segundo en tenderle la mano al hombre que le ofrecía seguir con vida. Lucius lo sujetó del brazo y lo alzó, mordiéndole el cuello sin compasión, y bebiendo de él hasta que la última gota de su sangre se deslizó por su garganta. El frío penetró en su cuerpo, sus latidos se ralentizaron y su mente finalmente se oscureció. Cuando despertó, Syemus estaba tumbado en un catre al lado de otros soldados de ambos bandos que se observaban entre ellos con desconfianza y odio, sentimientos que en vida los llevó a luchar en el campo de batalla. Siempre recordaría cuando Lucius entró en el cuartel donde descansaban los iniciados. Su sola presencia acalló los insultos que se profesaron los ingleses y franceses. Sus cabellos ondearon al viento, suavizando la dura expresión de su rostro. Sus ojos brillaron con una intensidad sobrenatural, erizando los cabellos a quienes se atreviesen

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Saga Bellezas 1 a perderse en ellos. Su postura, segura y confiada, les llenó de respeto, y aquella noche olvidaron su pasado jurándole lealtad a su nuevo señor. Pero ahora, nada de eso importaba. Lucius había roto una norma. Había traído a una humana a las tierras del clan. Tal y como indicaba el libro de leyes, los mortales no podían pisar la propiedad del clan, y el vampiro que rompía esta regla era castigado a sufrir tortura. A pesar que Lucius procuró ocultar la presencia de la mujer cuando llegó a la mansión, los miembros del Consejo se enteraron de su audacia. Y no durarán en sacar provecho. Habían esperado durante siglos una excusa para destituirle y hacerse con el poder que tanto ansiaban, y aquella noche, el propio Lucius les había ayudado a alcanzar su mayor deseo. —Lucius, el Consejo está tramando algo. La han descubierto — Señaló con un gesto a la humana—. Deberíamos sacarla de la mansión antes de que muevan sus hilos y decidan atacar. Lucius notó como la mujer se revolvió en la cama, temblando ante la presencia de Syemus. —Lucius, ella es un problema para todos, estás rompiendo las normas al permitirle que se quede en la mansión. —¡Silencio,

Syemus!

—Bramó

acallándolo—.

Nadie

puede

ordenarme nada. Estas tierras pertenecen a mi familia—. Entrecerró los ojos y masculló con voz grave—. Aquellos que se atrevan a desobedecerme conocerán mi furia. Ahora vete y reúne a los guerreros. Trazaremos un plan. El Consejo estará perdido si osa atacarme directamente.

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Saga Bellezas 1 Syemus tragó con dificultad. Hacía décadas que no veía a Lucius tan alterado. La furia y determinación que mostraba era letal. Su amenaza debería acobardar a sus enemigos, pero estaba seguro que los vampiros que formaban el Consejo se jugarían el todo por el todo con tal de acabar con él. Antes de retirarse, Syemus paseó la mirada por la mujer que había revolucionado la tranquilidad de la mansión. Entrecerró los ojos al ver que no era realmente hermosa. Tenía que reconocer, sin embargo, que la inocencia que se percibía en sus ojos atraía, pero tanto su cuerpo —demasiado delgado para su gusto—, como su rostro, eran corrientes. Sus cabellos ligeramente ondulados eran de un color chocolate claro de un aspecto apagado y largos hasta cubrir los pechos. Sus ojos celestes brillaban con luz propia, iluminando su rostro redondeado. Mujer, ¿qué tienes que has provocado que Lucius cometa una grave infracción? ¿Qué vio en ti? No lo comprendo. Pensó Syemus antes de salir del dormitorio tomando rumbo a los calabozos donde sus compañeros de cacería torturaban a los prisioneros capturados aquella noche. Esperarían la llegada de Lucius, antes de planificar un nuevo ataque.

Una vez solos, Lucius se giró y se sentó en la cama a escasos veinte centímetros de ella. Era consciente del riesgo que estaba

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Saga Bellezas 1 corriendo al traerla a su hogar. Con este acto estaba rompiendo una de las normas que él mismo dictaminó hacía siglos para mantener la paz en sus tierras. No hacía falta que sus guerreros le recordasen las consecuencias que iba a traer su decisión. Pero no pudo dejarla atrás. No fue capaz de abandonarla en el parque. Ahora era suya. Por más que ella se negara, le pertenecía. Cuanto antes lo aceptase, mejor para todos, pues si intentaba escapar sería cazada sin piedad y él no podría salvarla de su destino. Al oler el miedo en el aire, Lucius gruñó internamente. Hacía siglos que no tenía tratos con humanos y no estaba seguro que debía hacer para mantenerla calmada en el dormitorio mientras buscaba la manera de afrontar al Consejo y a sus hombres. Recordó las palabras de su padre. «Si quieres mantener calmada a una mujer, recuerda mis palabras: ofrécele un hogar caliente y comida abundante». Lucius sacudió la cabeza. No estaba muy seguro que seguir los consejos de su progenitor sirviese de algo, pero por intentarlo no perdía nada. Rompió el tenso silencio al preguntar: —¿Tienes hambre? Gabrielle le miró con confusión. No sabía que pensar. Le vio discutir acaloradamente con el hombre que entró hacía unos minutos en el cuarto, asustándola por la fiereza de sus palabras, y ahora le sonreía preguntándole si quería comer. Estoy

ante

un

vampiro

con

doble

personalidad,

pensó

observándolo con atención. Primero se muestra como una fiera y ahora es un cachorrito. Gabrielle entrecerró los ojos. No, no puedo bajar la guardia. Este hombre es peligroso.

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Saga Bellezas 1 Lucius escuchó sus palabras al leerle la mente. Casi soltó una carcajada al escuchar que le tildaba de trastornado. La joven ocultaba bajo capas de miedo una personalidad fuerte y decidida. Eso le gustaba. No deseaba que ella se mostrase débil. Los débiles morían en su mundo, sólo los fuertes merecían seguir viviendo. —¿Deseas comer algún refrigerio? —Repitió, manteniendo una máscara de impasibilidad. —Perdón… —. Gabrielle parpadeó un par de veces enfocando la mirada, retomando la conversación—. Yo…—. Era incapaz de comer, por más que el estómago le rugiese hambriento—. No, gracias. No quiero nada. Lucius al ver que se negaba, se contuvo a duras penas de ordenarle que comiese todo lo que le trajesen. Pero si lo hacía, ella no confiaría en él. Y no deseaba su temor. Quería que lo deseara, que lo

necesitara, que

fuese

lo

primero

en que pensara cuando

despertase y lo último que circulara por su mente antes de sumergirse en la oscuridad de los sueños. Deseaba su cuerpo. Completamente. Y por más que negara los fuertes sentimientos que le provocaba la sola visión de ella, no podía hacer nada por luchar contra los mismos. Desde el preciso instante en que la salvó entró a formar parte de su existencia. —¿Qué voy a hacer contigo? —Susurró para sí mismo en voz baja acariciando un suave mechón de pelo que caía sensualmente sobre el seno derecho. —Dejarme ir a casa —le contestó la mujer con voz aguda, apartándole la mano de un manotazo. Gabrielle no quería que la tocase, pues cada vez que la rozaba, la excitaba y, sentirse caliente por un hombre que era un asesino y un

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Saga Bellezas 1 secuestrador la hacía desear romper a llorar hasta agotarse. Era toda una contradicción. Lucius se levantó de golpe, apretando los labios, sin desviarle la mirada. —¡Jamás! Eres mía. Acéptalo. Estarás a mi lado, para siempre. —Estás diciéndome que eres…—. La joven dudó unos segundos antes de decir—...inmortal. —Al ver que él asentía con la cabeza, murmuró nerviosa—: Lo que vi entonces no fue una ilusión, eres un… vampiro —susurró para sí misma, confirmando en alto lo que ya sospechaba. Cuando iba a contestarle, Lucius escuchó en su mente la llamada de Syemus. Ya estaban reunidos todos. Había llegado el momento de pensar con fría calma los movimientos que iba a realizar, y que si sus previsiones se cumplían, llevarían al Consejo a la ruina y le libraría de su molesta presencia. Utilizó la conexión que abrió Syemus para contestarle que en diez minutos estaría con ellos en los calabozos. Después de cerrar la conexión y levantar las barreras mentales, Lucius caminó hasta la puerta. —No eres real… Esto es un mal sueño. —Lucius la miró por encima del hombro. ¡Qué

demonios!,

masculló

para



mismo,

acercándose

velozmente a la cama. Le sujetó la cara entre las manos y la instó a mirarle directamente a los ojos. —Te recordaré lo real que soy. Y

procedió

a

demostrárselo,

lamiéndose

los

labios

con

anticipación ante el trofeo que estaba a punto de saborear.

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Saga Bellezas 1 Atrapó sus labios, bebiendo el gemido que brotó. Lucius cerró los ojos cuando le permitió entrar, entreabriendo su boca ante la insistencia de su lengua. Gabrielle gimió en alto protestando cuando él se apartó, despegando sus labios para tomar aire. Al abrir los ojos, la joven enfocó su mirada en las lagunas plateadas que la miraban con deseo y pasión. Es un asesino… el hombre que te está besando es un asesino inmortal. Un monstruo que te secuestró, comenzó a pensar Gabrielle, intentando convencerse a pesar de que su propio cuerpo ardía necesitado. Lucius, al escuchar que le llamaba monstruo, se separó de ella. —Me llamo Lucius muchacha, recuérdalo. —Dejándola jadeante y ruborizada en la cama, caminó con paso firme hasta la puerta y agarró el pomo, girándolo. Antes de salir del cuarto, dijo con voz clara sin mirarla—. Lucius Cuestelvinier, Príncipe de los vampiros.

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Saga Bellezas 1

CAPÍTULO CAP TULO 2

No tardó más de diez minutos en llegar hasta los calabozos. Al llegar a la última celda, entró ignorando los gruñidos de los licántropos que capturaron sus hombres, los cuales se removían furiosos en las celdas en que se les encerró. Contó quince a la izquierda, siguiendo con los ojos las piedras, y presionó la número dieciséis. Al momento se abrió la pared partiéndose en dos, revelando una sala circular iluminada por velas y caldeada por una chimenea. Al entrar, la pared se cerró a su espalda. Sólo los guerreros de su círculo interno conocían aquel lugar, oculto en los calabozos. Paseó la mirada por la sala, encontrándose a sus hombres sentados en los sillones, relajados antes de la reunión. —Mañana moveremos pieza en esta partida. Sus palabras alteraron a los vampiros que se levantaron y le rodearon, hablando todos a la vez. Estaban disgustados ante la precipitación de los acontecimientos. Un vampiro no era dado a lanzarse de cabeza a una batalla que podía acabar mal. Y menos por salvar la vida de una mortal.

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Saga Bellezas 1 —Luc, aún no estamos preparados. —Lucius miró a Braiden Walton, un vampiro de trescientos años que salvó de la muerte en las calles de Londres. En su vida mortal fue un bandido y un asesino que juró servirle hasta la muerte—. Lo mejor sería que devolvieses al mundo mortal a la humana. Lucius gruñó. —Y después, ¿qué me aconsejas? ¿Qué me disculpe ante el Consejo? ¿Qué me arrodille por una norma que yo mismo creé hace siglos?—. Se burló, explotando a continuación—: Por todos los dioses, soy el Príncipe. Nadie puede obligarme a nada. Wulfric intervino apoyando una mano sobre el hombro de su amigo y señor. —Eso ya lo sabemos Lucius, pero el Consejo tiene mucho poder. Son capaces de convencer al pueblo que debes ser castigado—. Siseó de rabia—. Ellos quieren tu muerte. Lucius cerró los ojos, apretando los labios. Conocía los deseos de los vampiros que se habían hecho con el control de medio clan. Los malditos habían aprovechado sus continuos viajes de negocios para cosechar la duda y el temor en su gente. Lentamente, consiguieron enredarles para que se pusiesen en su contra, hasta el extremo que se podía escuchar susurros de un complot contra él. Gruñó internamente. Nadie le quitaría el trono. Él era el único entre aquella gente que había nacido vampiro. Él fue quien convirtió a la mitad de su gente, salvándolos de la muerte. Le habían jurado lealtad, y por todo el infierno, que se lo recordaría. —Estoy al tanto de todo lo que sucede en mi clan, Wulfric. Ahora ellos creen que tienen ventaja sobre mí al haber cometido traición—

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Saga Bellezas 1 Sonrió mostrando una mueca llena de oscuras promesas—. Si quieren seguir las normas, se encontrarán con muchas promesas. Syemus, que hasta ese momento permaneció callado, dijo: —Ya veo por donde quieres ir, pero será duro—. Lucius le miró alzando una ceja. Syemus era un vampiro de gran inteligencia capaz de presentir el futuro. Una cualidad que le salvó incontables veces en las cacerías —. El castigo te dejará agotado y a ella indefensa. Lucius asintió, dándole la razón. No hacía falta que se lo indicara. Había analizado todos los posibles resultados, y aceptaría lo que le cayera encima. —Sigo pensando que lo mejor sería devolver a la mortal — farfulló entre dientes Braiden, cruzándose de brazos. Wulfric preguntó: —¿Qué tienes pensado hacer?—. Miró con los ojos entrecerrados a Lucius—. No vas a permitir que te castiguen públicamente, ¿no Lucius? Lucius permaneció en silencio, confirmando de esta manera las sospechas de Wulfric. Las protestas ante este hecho no se hicieron esperar. Era impensable que el Príncipe sufriese castigo a manos de sus vasallos. Era un deshonor que provocaba el exilio voluntario del castigado al no poder soportar la humillación recibida a manos del Consejo. —La suerte está echada, amigos míos. Decidan lo que decidan, el fin del Consejo está próximo. Cuento con vosotros para mantener seguras a la mortal y a la princesa—. Los vampiros asintieron golpeándose el pecho con el puño, a la altura del corazón. Cumplirían las órdenes, aunque tuviesen que sacrificar sus vidas.

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Saga Bellezas 1 Lucius miró el reloj. Las cinco de la madrugada. Había llegado el momento de comparecer ante el Consejo antes de ir a descansar, ocultándose de los dañinos rayos solares. Entrecerró los ojos de rabia. Iba a ser la primera vez en la historia que un Príncipe tuviera que rendir cuentas a sus hombres. El problema interno que llevaba soportando los últimos siglos estaba a punto de reventar y él no estaba dispuesto a dejarse acorralar. Los vampiros pertenecientes al Consejo conocerían finalmente quien era Lucius Cuestelvinier. Su rostro sería lo último que viesen antes de desaparecer de la faz de la tierra. Su sangre salpicaría el suelo de la mansión, recordando a su gente que él era el Líder, el padre de todos y como tal, tenía en sus manos el poder de la vida y de la muerte. Sus hombres vieron el gesto de crispación al ver la hora que era. En silencio, abrieron las puertas para salir del despacho secreto y salieron detrás de él, acompañándolo hasta las puertas de entrada al salón del Consejo. Los vampiros que se cruzaron en su camino se apartaron asustados ante la imponente procesión. La puerta del salón de reuniones se abrió de golpe, rompiéndose el marco de madera en dos por la fuerza del impacto contra la pared. Los

miembros

del

Consejo,

que

hasta

ese

instante

estaban

discutiendo entre ellos, se callaron al ver entrar al Príncipe. Lucius Cuestelvinier tenía una expresión terrorífica en el rostro, sus ojos no eran más que dos brillantes rendijas rojizas que los analizó a todos, logrando que temblasen de miedo ante su presencia. Ethan Gibbons, el miembro más antiguo y portavoz del Consejo, se levantó de la silla, rodeó la mesa que presidía y se acercó a Lucius, quien a su espalda, tenía a sus hombres. —Mi señor, que sorpresa si…

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Saga Bellezas 1 Las palabras de Ethan fueron acalladas con un gruñido de Lucius. —Dejemos las falsas adulaciones para otro día. No queda mucho para la llegada del amanecer y estoy ansioso de encerrarme en mi cuarto después de una noche de caza—. Se cruzó de brazos y sonrió de lado, burlándose del Consejo—. Pero ¿qué sabréis vosotros que nunca habéis limpiado la ciudad de indeseados lobos? Ethan rechinó los dientes, pero se guardó para sí mismo las maldiciones que deseaba gritarle al prepotente Príncipe. Se cruzó de brazos,

imitándole,

buscando

con

ese

gesto

la

valentía

para

dictaminar la decisión tomada por unanimidad de la cámara. El paso que estaban a punto de dar sería decisivo para los cambios que le seguirían hasta conseguir el poder absoluto de la comunidad vampírica de Norteamérica. Lucius entrecerró los ojos al escuchar los pensamientos del portavoz. El muy estúpido había bajado la guardia y le había permitido penetrar en su cabeza sin ser detectado. Se maldijo interiormente. La transformación de Ethan Gibbons fue un error. Ethan era ambicioso cuando aún era mortal y, esa ambición fue la que lo llevó a ser apuñalado por sus hermanos y abandonado en las calles de Londres para morir desangrado. Esa noche, Lucius caminaba por la ciudad siguiendo la pista de un grupo de lobos que estaban aterrorizando a los mortales. Al entrar en un callejón lo encontró. El hombre estaba agonizante, vomitando sangre y gimiendo de dolor. Se detuvo a revisar su cuerpo, por si había sido atacado por los licántropos. Ahora se arrepentía de haber parado. Si no lo hubiese transformado, nada de esto estaría sucediendo. Pero los errores cometidos en el pasado siempre te alcanzan. De alguna manera, Lucius había aprendido la lección cuando Ethan, al cumplir cincuenta años de vampiro, consiguió reunir a un grupo de seguidores para

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Saga Bellezas 1 fundar el Consejo con la excusa de que el Príncipe estaba fuera del hogar demasiado tiempo. Cuando regresó de una de las cacerías que lo llevó hasta la frontera del actual México, Lucius se encontró que se había creado un Consejo de vampiros que decían que velarían porque las normas se cumpliesen. Debería haber atacado en ese instante, acabar con la vida de aquellos vampiros que osaron oponerse a él, pero la guerra contra los licántropos sin manada estaba en su apogeo y en ese momento, pensó que el Consejo protegería al clan si a él le sucedía algo. Qué equivocado estaba. Lucius observó fijamente a Ethan. Seguía siendo el mismo hombre delgaducho, peinado siempre a la moda, y buscando un reconocimiento que necesitaba más que la propia sangre para subsistir. Era un ser débil, con labia, y que atacaba a su enemigo cobijándose detrás del puñado de vampiros que lo seguían. Un cobarde de mirada pérfida y pálida piel. —Mi señor, hemos escuchado que una mortal está en la mansión. —A Ethan no le pasó desapercibido el brillo peligroso de los ojos de Lucius.

“Excelente,

la

mortal

es

tu

punto

débil,

Lucius.

Lo

aprovecharemos a nuestro beneficio”. Después de unos segundos de silencio, Ethan continuó—: Y tal y como dice la Ley: Bajo ningún concepto se ha de mostrar las tierras a los mortales, bajo pena de tortura o exilio. Lucius no se mostró sorprendido. Ni siquiera parpadeó ante sus palabras. Era como si el muy maldito supiese de antemano el camino que iban a tomar. —No es preciso que me recuerdes mis propias palabras, vampiro. Conozco bien la Ley.

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Saga Bellezas 1 —Entonces, ¿por qué motivo la incumples?—. Se atrevió a preguntar en alto otro vampiro del Consejo al que Lucius reconoció como la mano derecha de Ethan. Un vampiro que transformó el propio Ethan después de recibir como ofrenda la fortuna del hombre, que le suplicó que le concediese la vida eterna al descubrir lo que era. Lucius fulminó con la mirada al vampiro, contestando sin alzar la voz, utilizando un tono que no aceptaba réplicas. —Lo que yo haga con mi vida no incumbe al clan. Si tantas ganas tenéis de seguir las Leyes, aceptaré el castigo correspondiente al crimen que cometí—. Los murmullos sorprendidos de los presentes resonaron con fuerza en la circular sala, silenciando unos segundos a Lucius, que observó las diferentes reacciones de los vampiros. Alzó la voz para continuar—: Dentro de dos días, el castigo se llevará a cabo. Tan solo los miembros del Consejo y mis guerreros estarán presentes. Wulfric se adelantó un paso hasta quedar al lado de Lucius. —¿Estás seguro, Luc? Lucius asintió con la cabeza, contestando la pregunta de su amigo. Ethan no cabía en sí del gozo que sentía. Finalmente, tenía bajo su poder al orgulloso Príncipe. Sonrió internamente saboreando el momento en que

empuñase el arma ceremonial con la

que

castigarían al condenado. Le haría pagar todos los desplantes que sufrió al ser rechazado como guerrero cuando quiso unirse a sus filas. Nadie le rechazaba sin sufrir las consecuencias. Durante un siglo rumió su venganza, esperando entre las sombras. Ahora… se la cobraría gustoso.

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Saga Bellezas 1 —Sus órdenes son Ley, mi señor —aseguró Ethan, conteniendo las ganas de reír—. El Consejo estará listo para cumplir su orden. ¿Qué

miembros

empuñarán

la

daga?

—Preguntó

siguiendo

la

costumbre impuesta ante un caso de castigo. Era como un oscuro ritual en el que el Consejo preguntaba al Príncipe quienes serían los vampiros que empuñasen la daga. En este caso Ethan disfrutaba doblemente, pues Lucius iba a ser el que eligiese quien le iba a dañar. Lucius siguió con el plan. Estaba seguro que iba arrepentirse por lo que iba a decir a continuación, pero era preciso que fuesen todos para librarse de aquella escoria. —Cada miembro del Consejo empuñará una sola vez la daga. Ethan jadeó sorprendido, ocultando la sorpresa con una simulada tos. Los siglos habían trastornado a Lucius. El Consejo lo formaban veinte vampiros, por lo tanto, serían veinte cortes con la daga ceremonial. Era un suicidio. Ningún vampiro acusado y condenado había sobrevivido a más de quince cortes. Eres un engreído, Lucius. Pero tu orgullo te conducirá a tu caída. Aunque sobrevivas a la ceremonia, estarás débil, y aprovecharemos para atacar la mansión. De una manera u otra, nos haremos con el control del clan. La sonrisa que esbozó Ethan fue sólo un destello que se apagó cuando percibió cómo desenfundaban las armas los guerreros que rodeaban a Lucius. Cuando iba a gritarles que estaba prohibido entrar en aquel lugar portando armas, escuchó el siseo de Lucius. El Príncipe apagó la furia de sus hombres con unos extraños siseos. Con reticencia, los guerreros guardaron sus armas y se cruzaron de brazos esperando el siguiente paso de su señor.

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Saga Bellezas 1 Luc, deberíamos cargarnos a estos cabrones, aquí y ahora. Lucius mantuvo su rostro inexpresivo. Recuerda, Syemus, que hay más de una manera de vencer a tu rival. Y a estos… quiero destrozarlos, contestó mentalmente a su amigo, transmitiendo a los demás guerreros sus pensamientos al estar conectados en aquellos momentos. Los guerreros habían escuchado cada palabra que pronunció en su cabeza Ethan y por ese motivo, estaban dispuestos a cometer una masacre en el salón. —Es tarde mi señor. Es hora de retirarnos a descansar — comentó en alto Ethan, levantando un brazo e indicando al resto del Consejo que había llegado el momento de retirarse. Lucius paseó la mirada por el salón por última vez, memorizando los rostros de los vampiros que pagarían con su vida por enfrentarse a él. Al notar un ligero cosquilleo en la mente, Lucius la bloqueó alzando las barreras, impidiendo que los intrusos penetrasen y rebuscasen en sus pensamientos. Ethan trastabilló al toparse con un muro en la mente de Lucius. Había intentado entrar en su cabeza, pero le fue imposible. Su poder no se podía igualar al del Príncipe, pero ese pequeño detalle no le iba a impedir alcanzar su sueño, hacerse con el control absoluto del clan. Ser el siguiente Príncipe de los vampiros. Lucius volvió la cabeza y con un gesto, ordenó a sus guerreros que saliesen del salón. Una vez que sus hombres estuvieron lejos, Lucius se giró y se quedó mirando fijamente a Ethan. Mostró una sonrisa confiada y ladeada, y sus ojos brillaron con intensidad, recorriendo cada rostro del Consejo

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Saga Bellezas 1 —Recordad que está prohibido abandonar las tierras sin mi permiso. Os veré dentro de dos días. Y sin decir nada más, salió con elegancia del salón. Sus pisadas resonaron en el silencio que invadió el lugar. Ninguno de ellos se había planteado huir para no cumplir con su cometido en el ritual de castigo. Pero al escuchar las palabras del Príncipe, comenzaron a dudar si realmente iban a hacer lo correcto al torturar a su soberano por un acto que muchos de ellos habían realizado a escondidas para abastecerse de sangre fresca. Traer a una mortal a la mansión. Pero ellos, una vez que bebían de los mortales, acababan con sus vidas y los tiraban a las bestias que mantenían presas en los calabozos subterráneos para que se alimentasen de su carne muerta. —Ethan… ¿Es seguro castigar al Príncipe? —preguntó uno de los vampiros, expresando en alto las dudas que tuvieron después de la salida de Lucius. Durante un segundo, Ethan no supo afrontar a los vampiros que le seguían fielmente. Todos le miraron con verdadera preocupación. —Una oportunidad como ésta no se nos volverá a presentar en la vida. Debemos aprovecharla. Unir nuestras fuerzas para hundir a Lucius. Sus palabras calmaron a los vampiros. Perfecto, pensó Ethan saliendo del salón seguido de sus hombres. Nadie va a arruinarme los planes.

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Saga Bellezas 1 Antes de entrar en el cuarto, Lucius respiró hondo, procurando calmar su agitado corazón. Vería nuevamente a la mujer, dormiría junto a ella. Y por todos los demonios, no estaba seguro de poder contenerse. La deseaba, a pesar de que ella le hiciese enfurecer llamándolo monstruo, ansiaba su cuerpo. Recorrer cada centímetro de su piel. Pasados unos segundos, entró silenciosamente en la habitación, cerrando con un hechizo la puerta para que nadie los molestase hasta la noche siguiente. Avanzó hacia la cama, donde la joven descansaba tumbada de lado. Lucius la contempló. Sus cabellos dorados estaban esparcidos por la almohada, algunos mechones le tapaban ligeramente la cara. Sus largas pestañas rozaban con suavidad las mejillas, los labios entreabiertos, el pecho subiendo y bajando rítmicamente. Una estampa hermosa que lo hipnotizó. —Maldición —masculló en voz baja Lucius al sentir como el calor de la lujuria recorrió su cuerpo agolpándose en su cadera, cobrando vida una parte de su cuerpo. Se miró la entrepierna donde se podía apreciar con claridad el abultamiento que sobresalía en su apretado pantalón de cuero negro. Hacía siglos que no sentía de esa manera tan aplastante. Lucius soltó un juramento en su lengua natal. Estaba excitado como un vampiro adolescente, con sólo mirarla dormir e imaginarse como sería la sensación de sus piernas alrededor de su cadera, se calentó hasta el extremo de tener que darse una ducha fría para calmar su cuerpo y su mente. Desabrochándose la camisa, Lucius se acercó hasta el baño y abrió el grifo del agua fría, metiéndose bajo el gélido chorro.

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Saga Bellezas 1 Siseó al sentir el contraste de temperatura. Su cuerpo se tensó ante el agua, relajándose segundos después al habituarse a la agradable sensación de sentirla correr por la espalda. Pero una parte de su cuerpo no se calmaba, seguía excitada y dispuesta a dar guerra. Sin pensárselo mucho, bajó su mano por su pecho acariciando su vientre hasta llegar a su verga. Pasó un dedo por toda su longitud, ahogando un gemido. Estaba tan excitado que dolía. Cerró la mano sobre su pene y comenzó a acariciarlo, subiendo y bajando lentamente. Lucius se mordió el labio inferior impidiendo que los gemidos se escuchasen por el dormitorio. El sabor de su sangre lo encendió. Los vampiros eran puro placer, placer por el dolor, por la sangre, por el sexo. Estiró la cabeza hacia atrás abriendo la boca, y jadeó. Mientras se acariciaba, se imaginó que quien bombeaba su verga era la boca inexperta de la joven. Se la imaginó de rodillas ante él, cerrando su lujuriosa boca sobre su polla, succionando lo que pudiese, lamiendo con golosidad el palpitante miembro mientras le acariciaba con las manos los testículos. Lucius dio un paso hacia atrás y quedó con la espalda apoyada en la pared, el chorro de agua cayendo sobre su vientre, el frío chocando directamente contra la calentura de su entrepierna. En ningún momento dejó de acariciarse, subiendo y bajando la mano en toda la longitud de su miembro, lubricado por el líquido seminal que comenzaba a gotear de su interior. No duraría mucho más. Estaba al borde del abismo.

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Saga Bellezas 1 Aumentó el ritmo de las caricias, moviendo las caderas al compás, sin dejar de imaginar que era la boca de su hembra la que lo estaba conduciendo al clímax. El orgasmo lo golpeó duro, haciéndole gritar de placer al tiempo que su vientre era salpicado de semen, y que el agua se ocupó de limpiar. Con la respiración jadeante, Lucius se recompuso y estiró el brazo buscando el gel. Abrió el bote y se lavó el cuerpo.

Diez minutos después salió del baño vestido con un albornoz negro, caminó hasta la cama y se tumbó al lado de ella. La joven entreabrió los ojos al sentir el peso de otro cuerpo cerca. —Pero que… ¡Fuera! —dijo con voz adormilada al ver el brazo de él sobre su cadera. Lucius estaba tumbado de lado, abrazándola por la espalda, aspirando su aroma, gruñendo interiormente por no forzarla a darle a probar su sabor. —Shh, pequeña. Sólo quiero dormir. Gabrielle se tensó cuando Lucius bajó la cabeza y depositó un tierno beso sobre sus labios. Recordó lo que había acontecido antes de que saliese enfurecido de la habitación. Si comenzaba a besarla apasionadamente, no se veía capaz de resistir el fuerte sentimiento

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Saga Bellezas 1 que le producían sus besos. Pero, no sucedió nada. Después de besarla, Lucius apoyó la cabeza en la almohada y se quedó dormido. Gabrielle se sorprendió al sentir momentáneamente una insana decepción al ver que no hizo nada. Estúpida, se reprendió mentalmente. No dejes que te posea, si lo hace estás… perdida. Lucius descansó como no lo había hecho en años. En cambio Gabrielle, fue incapaz de dormir. Lucius no la soltó en toda la noche, o quizás fue en todo el día. Con las cortinas cerradas no sabía qué hora era. Cuando quedó dormida, muerta del cansancio, se estiró quedando aprisionada en los brazos del vampiro.

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CAPÍTULO CAP TULO 3

Por más que corría, no podía dejar atrás al ser que la perseguía. Gabrielle estaba angustiada y asustada, respirando con dificultad. Gritó con toda su fuerza y nadie acudió a salvarla. Estaba perdida en medio de una oscuridad aplastante. Huía de una sombra que la perseguía incansable. Cuando cayó al suelo, cerró los ojos aterrada, gritó a pleno pulmón al ver como la sombra se abalanzó sobre ella. Era la muerte y venía por ella. En ese instante, se despertó. Respiraba con dificultad y por sus mejillas se deslizaban amargas lágrimas que empapaban el camisón. —Solo fue una pesadilla —susurró cerrando los ojos con cansancio. Al sentir como un brazo le atrapaba la cintura, Gabrielle se sobresaltó y miró hacia abajo, encontrándose con el vampiro dormido, abrazado a su cuerpo. Con

curiosidad

y

aprovechando

que

estaba

descansando,

Gabrielle rozó con suavidad la frente, delineando con los dedos su nariz, hasta posarse en sus labios entreabiertos, sorprendiéndose al notar como respiraba.

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Saga Bellezas 1 —¡Respira!—. Bajó la voz al percatarse que había gritado —. Yo creía que los vampiros no respiraban, que eran seres sin alma ni corazón. Pero tú…—entrecerró los ojos retirando la mano, como si se hubiese quemado —. ¿Qué me ata a ti? Aunque quisiese negarlo, se sentía irremediablemente atraída por él. Y temía el poder que ejercía el deseo que le recorría el cuerpo cada vez que lo miraba. Sus ojos eran capaces de dejarla temblorosa y esa debilidad la dejaba a su merced. Debía escapar de su influencia. Alejarse de él todo lo que pudiese e intentar olvidarlo. Pero sabía que por más que lo intentase, le sería difícil olvidar, pues conocer la existencia de estos seres mitológicos, haber compartido un beso con el Príncipe, era una experiencia que nunca olvidaría, se había quedado grabado a fuego en su corazón. Tengo que escapar. Pensó retirando con cuidado el brazo del vampiro de su cuerpo, levantándose de la cama a continuación. Si me quedo estoy perdida. Cuando el vampiro se canse de jugar conmigo me matará. Debo irme. Buscó por el dormitorio ropa que ponerse, pues salir en camisón a la calle no le atraía nada. Solo vestía un fino camisón que a la luz transparentaba su silueta, sin dejar nada a la imaginación. No quería pensar quién la desvistió y le colocó el camisón. El pudor no había cabida en aquellos instantes y menos cuando se suponía que a su edad era una mujer experimentada que no debía de avergonzarse cuando un hombre la veía desnuda. Iba a concentrarse en escapar, pero antes… Soltó un chillido feliz, al encontrar una bata negruzca colgada cerca de la puerta. La tocó. Era de seda. Esto me servirá. Mejor salir en bata que en camisón, ¿no?

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Saga Bellezas 1 Sin dejar de hablar consigo misma, descolgó la bata y se la puso, anudándosela con fuerza, ciñéndola a su cintura. Pero a quien intento engañar. Todo esto es surrealista. No se donde estoy o si podré salir de esta casa. Y me preocupo en sí salir en camisón o no. —Estúpida. Soy una estúpida —susurró en voz baja, abriendo la puerta del dormitorio, resistiendo a la tentación de mirar hacia atrás, de echarle un vistazo al vampiro por última vez. Antes de salir del cuarto, miró a ambos lados, asegurándose que no había nadie en el pasillo. —No hay nadie. Vía libre. Salió al pasillo y caminó de puntillas, con cuidado de no hacer ruido sujetando los bajos de la bata para no tropezar al quedarle grande. Al llegar a las escaleras que daban al primer piso, se paró en seco. Juraría que escuché pasos. Pensó sobresaltada, con el corazón latiendo salvajemente.

Debo darme prisa. Si me encuentran estoy

perdida. Al

pensar

preocupación

que para

estaba no

cerca

hacer

de

ruido

la y

entrada,

corrió

olvidó

escaleras

toda abajo,

procurando que su respiración no se agitase. Fue cuestión de segundos que llegó hasta la primera planta de la mansión. Una vez que estuvo en la planta principal, recorrió con la mirada el lugar buscando la puerta de entrada. Abrió una puerta y miró en su interior. Era un salón amplio, adornado con mobiliario de aspecto lujoso, en el que el color dorado predominaba sobre los otros. Las lámparas que colgaban del techo parecían tela de arañas fabricadas con cristales brillantes que desprendían destellos luminosos cuando

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Saga Bellezas 1 eran encendidas. Al fondo de la sala había un gran trono, que sobresalía de todo lo demás al estar sobre una plataforma. La tela que cubría el trono era de un color carmesí oscuro, que destacaba con las filigranas de oro que se entremezclaban formando nudos. Era hermoso. Y al verlo le recordó al hombre del que escapó. —Lucius —susurró sin poder evitar soltar unas lágrimas al sentir una opresión en el pecho. Al escuchar un ruido a su espalda, Gabrielle cerró la puerta del salón y corrió por los pasillos buscando desesperadamente la salida de aquella mansión. Al final del largo pasillo se encontró en el hall. Miró al techo y silbó al ver la impresionante lámpara que colgaba del techo. Al quedar en medio del hall, pudo ver que la lámpara estaba suspendida desde el tercer piso. El

silencio

quedó

roto

al

escucharse

con

claridad

pasos

apresurados bajando las escaleras a gran velocidad. Asustada se giró y buscó la puerta, encontrándola a su derecha a unos cuatro metros de ella. Corrió y la abrió, asombrándose al comprobar que no la habían cerrado con llave. Durante un segundo, ironizó en su mente al pensar que como unos seres sobrenaturales iban a temer que unos ladrones le entrasen a robar en la mansión, si ellos podían rasgarles las gargantas con sus colmillos y desangrarlos hasta acabar con sus vidas. Alejando de su mente aquellos pensamientos e inquietudes absurdas, salió de la casa, dejando la puerta abierta de par en par. Al encontrarse cara a cara con la brillante luz del sol de la mañana,

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Saga Bellezas 1 parpadeó

unos

segundos

hasta

acostumbrarse

a

la

intensa

luminosidad. Al enfocar la mirada y pasearla por el amplio jardín, jadeó sorprendida al ver que la rodeaba vegetación, que desprendía suaves aromas al ambiente. Siguió el empedrado paseo que daba a la puerta del hogar y corrió con prisas rezando llegar a las verjas y traspasarlas para dejar atrás la mansión y al vampiro. El pecho le ardía, los pulmones le exigían más aire, pero no podía parar. Tenía que salir. No podía quedarse en aquel lugar, su vida y su corazón corría peligro. ¿Quién en su sano juicio se quedaría en un sitio donde dormitaban vampiros en carne y hueso y no malos actores

que

imitaban

a

aquellas

criaturas

paranormales

y

mitológicas? Ella al menos no tenía esa intención. Pero parecía que el destino tenía un as bajo la manga, pues tras una pequeña colina aparecieron cuatro perros doberman gruñendo y ladrando, mostrándole sus colmillos amenazantes. Sus cuerpos negros se movían con majestuosidad, alargándose y encogiéndose en una danza que los acercaba a su presa. Gabrielle al verlos chilló presa del temor. Si la alcanzaban estaría muerta. Esos animales eran muy protectores con sus hogares, y si detectaban a un intruso no tendrían piedad la acabarían destrozando. Aceleró el paso. En varias ocasiones estuvo a punto de tropezar con los largos de la bata y acabó tirándola al suelo. Por más que corrió con todas sus fuerzas, los perros la alcanzaron y la tiraron al suelo. Gritó de dolor al sentir una dentellada en la pierna derecha. Los colmillos del animal se hundieron desgarrando piel. Otro de los perros atacó el brazo izquierdo, mordiéndoselo.

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Saga Bellezas 1 Gabrielle no dejó de gritar cuando los perros la sacudieron sin soltarla. La sangre que brotó de las heridas excitó los instintos primarios de los animales que olisquearon complacidos el miedo que desprendía. Uno de los doberman quedó rezagado. Caminó hacia ella, quedando a escasos centímetros de su cara. Gabrielle lloró impotente al ver tan de cerca los blanquecinos colmillos del perruno guardián. Casi podía jurar sentir su baba caer sobre la cara. La muerte estaba cerca y ella podía ponerle finalmente un rostro, feroz, alargado y de un color negro y marrón oscuro. —¡Alejaos de ella! Ante el tono imperioso de aquella voz, los perros obedecieron, soltándola. Gabrielle soltó un gemido de dolor cuando los dientes de las bestias abandonaron su carne, dejándola abierta y sangrante. No podía moverse. El dolor que le recorría todo el cuerpo era tan intenso que la dejó tumbada en el suelo a merced del que los detuvo. —Abre los ojos, pequeña. ¡Mírame! Reconoció la voz. Con esfuerzo sobrehumano y luchando contra la oscuridad que la influía a perder el conocimiento para olvidar todo el sufrimiento que estaba padeciendo, Gabrielle entreabrió los ojos, encontrándose con el rostro preocupado y humeante de Lucius. —Eres tú…—susurró la joven intentando tocarle el rostro con la mano, pero la dejó caer exhausta—. El sol…vampiros…—. En medio del dolor, su única preocupación era él. El sol mataba a las criaturas de la noche, y Lucius estaba a plena luz. Lucius esbozó una débil sonrisa. La angustia que sentía por la mujer que temblaba en sus brazos le hacía olvidar el intenso dolor que le producía sentir los cálidos rayos del sol impactar contra la piel.

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Saga Bellezas 1 La alergia que desarrollaban los de su especie, no era nada en comparación con y la desesperación que sintió al ver como los perros, se lanzaban sobre ella. Tenía que hablarlo con los demás, porque había sentido cada mordisco, cada sacudida, el dolor de la joven fue el suyo y su corazón pareció detenerse al presenciar como el macho alpha estuvo a punto de acabar con ella. —No hables, muchacha. Este sol no me matará—. La tomó en brazos y caminó velozmente hacia la mansión, no sin antes gruñir a las bestias que gimotearon temerosas y arrepentidas bajando la cabeza con sumisión —. ¿Por qué te escapaste? —Susurró siseando al oler la metálica fragancia de la sangre de la mujer. Al no obtener respuesta, la miró. Se había desmayado, y no estaba seguro si fue por el dolor o por la falta de sangre. Solo hizo falta un vistazo para ver que la herida de la pierna era la más grave. Los dientes del animal habían seccionado una vena y solo era cuestión de segundos que se desangrara. Wulfric, despierta al sanador, que acuda de inmediato a mi alcoba. La respuesta de su amigo, sonó adormilada. El vampiro estaba en medio del sueño reparador. Durante aquella etapa en el que la mente del vampiro se apagaba, y sus poderes sanaban el cuerpo, nada podía despertarlos a no ser una llamada de urgencia que agotaría al que la realizase, pues se requería de mucho poder para penetrar en las barreras naturales que aparecían en las horas diurnas. Lucius, ¿qué ha sucedido? ¡Joder son las…once y media de la mañana!

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Saga Bellezas 1 No cuestiones mis órdenes, Wulfric. Tú trae al puto sanador a mi cuarto. ¡Ahora! Contestó a su vez Lucius, gritándole. Lucius entró en la mansión y subió las escaleras a una velocidad sobrehumana. Al llegar a su dormitorio abrió la puerta de una patada. Depositó el cuerpo desmayado de la mujer en la cama y esperó impaciente la llegada de Wulfric con el sanador. —¡No puedes morirte! No me dejarás. ¡Te lo prohíbo! —Bajó la cabeza hacia la herida abierta de la pierna y lamió los pliegues de carne que colgaban cerrando las heridas de la piel con su saliva. Las cauterizó, deteniendo la hemorragia. Pero aquel gesto no la alejaba de la muerte. Había perdido mucha sangre y estaba débil. Necesitaba una transfusión con urgencia. —¡Por

dios

Lucius

qué

le

ha

sucedido!

—Exclamó

con

incredulidad Wulfric al entrar al dormitorio seguido del sanador del clan. Lucius se levantó de la cama y dejó pasar al vampiro sanador que se arrodilló al lado de ella y le tomó el pulso, posando un dedo sobre la yugular. —Los perros la han atacado. Wulfric se puso delante de Lucius y le tocó el hombro. La camisa estaba ennegrecida y manchada de sangre reseca. La piel que estaba al descubierto estaba quemada, agrietada y humeante. Paseó la mirada por el rostro preocupado de su amigo. No estaba en mejor estado que su vestimenta. —Joder Luc, ¿desde cuando te gusta tomar el sol? —Silbó al ver las

quemaduras

en

el

cuello

del

vampiro.

La

carne

colgaba

desprendiéndose del músculo. Muerta. El sol le había dañado la epidermis, dejando el músculo al descubierto —. No te dije que no

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Saga Bellezas 1 olvides nunca la crema solar. Saliendo a jugar al patio sabiendo que está prohibido. Tsk, tsk —chasqueó la lengua, negando con la cabeza. Lucius gruñó. No era momento para bromas estúpidas. —Muérdete la lengua vikingo —le insinuó recordando un método utilizado por los japoneses para suicidarse—. Ella está grave. Además… intentó escapar. Wulfric asintió. Era evidente que estaba grave. El ataque de los perros guardianes había sido eficazmente cruento. Las heridas que mostraba en la pierna y en el brazo eran profundas y desgarradoras. Era un milagro que aún siguiese con vida. Era más fuerte de lo que en un principio creyó al verla desmayada la noche en que la trajo Lucius a la mansión. La voz del sanador interrumpió los pensamientos de los Guerreros. —Está grave. Necesita una transfusión de sangre. Lucius explotó. —¡Demonios! Eso ya lo vi yo. Lo que quiero es que la sanes. Acaso no eres el puto sanador del clan. ¡Cúrala, maldición! El vampiro no mostró sobresalto por los gritos que le profirió el Príncipe. Siguió atendiéndola, agachado a su lado, revisando su pulso y su respiración. Rozando con cuidado los pliegues de piel que colgaban de las heridas provocadas por los mordiscos. La mujer lucía pálida como un muerto, su piel había perdido color a causa de la pérdida de sangre. Estaba desnuda y temblorosa. Lucius la había desvestido arrancándole hasta el camisón para lamer sus heridas y cauterizar las venas abiertas para evitar más pérdida sanguínea.

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Saga Bellezas 1 —Es preciso llamar al banco de sangre de Lexie, necesitamos dos bolsas de un litro de cero positivo. ¡Urgentemente! Lucius buscó su móvil. Lo encontró en la mesita de noche. Le gustaba tener el móvil a mano cuando descansaba. Pulsó el número uno y esperó a que le contestasen. Cuando escuchó la voz de la recepcionista, se identificó con un número especial en el que se indicaba su posición actual y su rango dentro del clan. La joven tartamudeó cuando identificó que el código correspondía al Príncipe. Era la primera vez que el Soberano llamaba personalmente al banco de sangre para solicitar unas bolsas. En cuanto colgase se lo contaría a las demás chicas que se encargaban de anotar los pedidos y enviar a los mensajeros con el material solicitado. Lucius esperó que le confirmasen el envío, antes de colgar. Dejó a un lado el móvil y caminó hasta la cama. Al posar la mirada sobre ella mostró preocupación. No podía permitir que muriese, no ahora que había saboreado su sangre y ansiaba con poseerla. —No sobrevivirá. Necesita la sangre, ya —informó el sanador, negando con la cabeza. El silencio que siguió a sus palabras fue tenso. Los tres vampiros estaban pensando lo mismo. Debían otorgarle el Abrazo a la mortal. Pero si la convertían sin el permiso de la mujer, había una posibilidad de que renaciese convertida en una Vampyr. Una criatura sedienta de sangre que no atendía a nada ni a nadie y lo único que lo movía era el deseo de acabar con todos los seres que se cruzasen en su vida. Wulfric fue el que expresó en alto lo que todos estaban pensando.

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Saga Bellezas 1 —Tú puedes transformarla, Luc. Tienes el poder y no tienes que pedirle permiso a nadie, ya que eres tú quien los otorga. Lucius no respondió. Era cierto que ser el Príncipe conllevaba gran cantidad de privilegios, y el poder crear a un nuevo vástago era uno de ellos. Los demás vampiros que desearan aumentar la familia tenían que solicitar permiso al propio Lucius. El que no acatara sus órdenes,

otorgando

su

poder

y

su

sangre

a

un

mortal,

transformándolo en uno de los suyos, era condenado a muerte. Se ordenaba a todos los Guerreros que persiguiesen al renegado y al recién nacido para acabar con ellos. Pero no se podía tomar a la ligera el ritual del Abrazo oscuro. Este ritual agotaba la energía del maestro que ofrendaba su sangre para liberar de la muerte al elegido. —Recuerda que si no escucho de sus labios que acepta mi sangre y la conversión, podría despertar como una Vampyr y entonces la tendría que matar, quemando su cuerpo para no dejar huella de su existencia o encerrarla en los calabozos como mi mascota. Lucius cerró los ojos con fuerza. Prefería perderla antes de verla convertida en una criatura sin mente ni conciencia. Calmó el corazón. Había otro modo de preservar la vida de la mortal sin llegar a transformarla en uno de los suyos. Si le daba a beber su sangre sin desangrarla, sanaría su cuerpo, pero los uniría de una manera que ella necesitaría estar en todo momento cerca de él. La sangre de un vampiro era como una droga que dominaba a los mortales y los volvía serviciales. Espero que me perdones, pequeña. Pensó, sentándose a su lado, colocando su cabeza sobre su regazo. —¿Vas a transformarla Luc?

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Saga Bellezas 1 Lucius negó con la cabeza. No. No iba a jugársela. —No voy a convertirla ahora. Solo lo haré cuando esté seguro que ella desea permanecer entre nosotros. No antes. Pero no permitiré que me deje— Abre la boca cariño. Le ordenó mentalmente. Gabrielle obedeció, entreabriendo los labios. Muy bien pequeña. Ahora bebe. Lucius se mordió la muñeca y la posó sobre sus labios, vertiendo su cálida sangre en su boca. Bebe. Al principio no bebió nada. La sangre se deslizó fuera de su boca, cayendo por su barbilla. Pero una vez que la probó, acabó succionando instintivamente la herida, bebiendo con ganas el cálido líquido. Lucius siseó de placer al sentir como cerró los labios sobre el corte de la muñeca y comenzó a beber. El placer que le recorrió el cuerpo fue intenso. Con cada lametón y cada vez que ella succionaba con fuerza, Lucius sentía como una corriente eléctrica le recorría, alterándolo. Lucius cerró los ojos y buscó una postura cómoda en la cama, estirando las piernas en el colchón y apoyando la espalda contra el cabecero. No dejó de acariciarle la cabeza mientras ella bebía, entablando la unión de sangre que los obligaría a estar cerca el uno del otro. —Lucius, es suficiente. Si sigues dándole sangre te debilitarás y no podrás sobrevivir al Castigo. No malgastes tus energías. Ella vivirá con la sangre que le diste. Ante estas palabras, Lucius entreabrió los ojos. Estaba tan perdido en el placer que le daba sentirla a su lado, compartiendo sangre y latiendo sus corazones al unísono, que no se percató del tiempo que había estado con la herida abierta.

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Saga Bellezas 1 Retiró con dificultad la boca de la mujer, que se resistió a dejar de beber. Duerme, pequeña. Lamió el corte cerrándolo gracias a las propiedades curativas de su saliva. Se levantó de la cama y la arropó, cubriéndola con las mantas hasta la barbilla. Podrías haber muerto. Wulfric contempló con incredulidad como Lucius la arropaba con cuidado. Si alguien le decía que vería sonreír a Lucius sin pizca de maldad, se habría reído hasta partirse en dos. Lucius solo vivía para la caza, comportándose como un déspota despiadado cuando las cosas no sucedían como él esperaba. Y ahora estaba sonriendo abiertamente, a una joven que tuvo la audacia de escapar de su lado. En lugar de castigarla por su delito, la salvaba de la muerte, hiriéndose al caminar bajo el sol. Wulfric no era el único sorprendido ante la actitud del Príncipe. El sanador recogió el contenido de su maletín de primeros auxilios que llevó sin llegar a utilizarlo finalmente al ser Lucius el que cedió su propia sangre. Una vez que acabó de recoger el material, hizo una pequeña reverencia y solicitó permiso para ausentarse de la alcoba e ir a descansar. Se sentía agotado a causa de interrumpir el sueño diurno por la llamada del vikingo. Al salir del dormitorio, el sanador se apoyó contra la pared y cerró los ojos unos segundos. Aún no se creía lo que había presenciado. Lucius era un guerrero temido, admirado y odiado. Sus seguidores darían su vida por él, los vampiros que deseaban su poder y su fuerza lo matarían sin dudarlo. Él le debía su vida. Era uno de los afortunados que recibieron el Abrazo oscuro del propio Lucius. Tuvo la suerte que Lucius pasaba por el campo de

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Saga Bellezas 1 batalla y lo salvó, exigiéndole que cuando despertase de la muerte le sirviese eternamente. Él no lo dudó. Se entregó, ofreciéndole el cuello, llorando agradecido al poder vivir un día más. Al cabo de tres días presenció siendo ya un miembro más de la gran familia de Lucius, como se firmaba la Declaración de la Independencia. La noche del 4 de julio de 1776, él bebió a la salud del nuevo Gobierno de Estados Unidos, gritando junto a los demás que salieron a las calles a celebrarlo, el lema bajo el cual lucharon contra los ingleses. Protegeremos la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. —No comentaré lo que he presenciado —murmuró en voz baja, agarrando con fuerza el asa del maletín y alejándose de la puerta de la alcoba del Príncipe —. Guardaré silencio. Se lo debo. Por más que el Consejo nos intente convencer que ellos son el futuro, no olvidaré que fuiste tú quien me otorgó esta vida, Príncipe. Lo que no sabía el joven sanador era que gracias a esas palabras susurradas para sí mismo le salvaron la vida. Wulfric las escuchó tras la puerta. Si hubiese tenido alguna duda de su lealtad lo habría matado. Nadie debía saber que la mujer había caminado por la mansión durante las horas diurnas. Si llegaba a oídos del Consejo nada de lo que hiciese o propusiese Lucius la salvaría de la muerte. Ya que el mayor temor de un vampiro era ser sorprendido por los cazadores que habitaban en las sociedades humanas durante las horas en el que el sol iluminaba la tierra con sus cálidos y mortíferos rayos. —Philip no dirá nada, Luc. Elegiste bien cuando lo convertiste — Wulfric caminó hacia la cama donde su señor seguía contemplando silencioso a la mujer. Lucius se levantó.

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Saga Bellezas 1 —No hacía falta que le espiases Wulfric. Confío en Philip sino no lo habría llamado para atenderla. Wulfric resopló. Él no confiaba en nadie más que en sí mismo, y en el campo de batalla en sus hermanos Guerreros. Los demás vampiros que vivían en las tierras de Lucius no eran más que unas sanguijuelas que se valían del poder y del dinero que conseguía el Príncipe para sobrevivir día a día. Viviendo al límite su vana existencia sin temor a perder su vida en una emboscada. —Al final Philip, no sirvió para nada. Fuiste tú quien has salvado a la mujer de la muerte—. Pasó una mano por la cara, luchando contra las ganas de dormir. Él se sentía afectado por la muerte en vida que sufrían durante el día. A pesar de tener más de quinientos años, seguía cayendo rendido cuando salía el sol. Envidiaba la fortaleza que poseía Lucius al poder soportar despierto durante el día—. No deberías confiar tanto en esos vampiros. Lucius le acalló con un gesto. —Soy yo quien tiene que decidir si confiar o no. Y Philip nunca me ha fallado. El Consejo se hundirá junto con los traidores. Por más que intenten acabar conmigo, serán ellos los que se conviertan en ceniza bajo mis pies. —Acuérdate

de

llamarnos Luc. Hablo

en nombre

de

mis

hermanos cuando te digo que si nos dejases nos libraríamos a espadazos de esas sanguijuelas. Por más que nos disguste que prefieras las sutilezas para acabar con tus enemigos. Te apoyaremos en todo lo que decidas, Luc. Lucius cabeceó afirmativamente. —Ve a descansar, Wulfric. A la noche nos reuniremos en los calabozos.

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Saga Bellezas 1 Wulfric asintió, plantándose en la puerta de salida. Giró el pomo y la entreabrió. Antes de salir para dirigirse a su dormitorio al final del pasillo de aquella planta, le recomendó. —Sigue tu consejo, amigo mío. Descansa. Recupera fuerzas—. Salió

del

dormitorio,

cerrando

la

puerta

con

cuidado—.

Las

necesitarás —susurró en voz baja. Una vez que los dejaron solos, Lucius entró en la cabeza de la joven y buscó la causa de sus miedos. La mente de la muchacha estaba oscurecida con los recuerdos del ataque de los perros. Aquella pesadilla se repetía una y otra vez en su mente. Alterándola hasta el nivel de dejarla temblorosa y jadeante retorciéndose en la cama. Estoy aquí, Gabrielle —susurró en su mente al averiguar su nombre tras vislumbrar sus recuerdos—. No temas. Nadie te hará daño. Estás a salvo a mi lado. Gabrielle se relajó al escuchar su voz en la cabeza. Los animales que la atormentaban desaparecieron y la oscuridad que la envolvía se disolvió lentamente apareciendo en medio de una playa de arena blanca y celestes aguas tranquilas. Gabrielle sonrió, acomodándose. Acercándose más a la fuente de calor que la colmaba de confianza. Lucius se tumbó a su lado por encima de las cobijas, atrayéndola con un brazo permitiéndole que apoyase la cabeza sobre su pecho. Al ver que Gabrielle descansaba tranquila, Lucius cerró los ojos sumergiéndose en la oscuridad del sueño reparador, sin perder la consciencia del todo por si ella se despertaba antes del anochecer. Cuando el sol se ocultase, él se encargaría de disponerle un guardaespaldas que la vigilara cuando él no estuviera presente. Hasta el momento en que el Consejo quedase completamente destruido, ella estaría en peligro de muerte.

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Saga Bellezas 1

CAPÍTULO CAP TULO 4

Lucius ralentizó el paso hasta que el vampiro que le perseguía se vio obligado a parar y hacer como si estuviese buscando a alguien por la ventana. Era uno de los iniciados hacía apenas unas décadas que seguía fielmente al Consejo. ¡Qué estúpidos! Creían que no me percataría que me están siguiendo. Observó de reojo al hombre que se mantenía a unos pasos de él. Le habría gustado

acercarse y arrancarle el corazón con su propia

mano. Pero debía mantener la calma y aparentar que no se había percatado de nada. —Lucius. Al fin te encuentro. Lucius se volteó y atendió a su secretaria. La vampiresa llevaba trabajando para él desde hacía ochenta años. Era la única capaz de conseguir que atendiese la pila de documentos que tenía que firmar y revisar. Se encargaba de llevarle al día el papeleo de las empresas a

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Saga Bellezas 1 su nombre y recurría a él cuando tenía que estampar su firma en los documentos. Violet

Sprinter

era

una

vampiresa

de

metro

setenta,

y

obsesionada con el orden. Aquella noche vestía con traje de corte clásico de color azul oscuro y mantenía el cabello recogido en un elegante moño. Su porte era orgulloso y su mirada era directa. No se amedrentaba ante nadie y solo le rendía cuentas a Lucius. Era una mujer echa a sí misma en un mundo de hombres. Que luchaba contra el enemigo con su inteligencia y astucia. Apoyando desde las sombras al Príncipe que le salvó de la muerte. Lucius sonrió. —Si vienes a recordarme que ayer no pasé por el despacho de reuniones para darte el informe de la caza, no me lo recuerdes. No te imaginas el día tuve. Violet echó a reír. —Sí que lo sé. No hay nadie en el clan que no sepa de tu disputa con el Consejo, y tu atrevimiento al traer a una mortal a la mansión —Violet hizo un gesto de repulsa—. Esos estúpidos se creen con el derecho de decidir quien puede venir o no a estas tierras. Olvidaron que este mundo lo creaste tú y tu sangre corre por la mayoría de nosotros. Son unos prepotentes sin cerebro si creen que serán capaces de desbancarte. Sin ti no existiríamos —lo último lo dijo alzando la voz, atrayendo la atención del espía que los miraba en ese momento con descaro. Lucius la abrazó, susurrándole en el oído.

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Saga Bellezas 1 —Agradezco tu lealtad y cariño, amiga mía. Pero recuerda que las paredes tienen oídos. No es segura la mansión. Aún no. Ve a visitar a tu familia. No regreses hasta dentro de una semana. Al separarse, Violet le miró con preocupación. Era la primera vez que la alejaba de su lado. Aquello no era una buena señal. Violet luchó contra las ganas de permanecer al lado de Lucius para asegurar su poder dentro del clan que él mismo fundó o seguir sus órdenes. No dudes Violet. Ve junto a tu familia. Pasa unos días con tus bisnietos. Disfruta de estas breves vacaciones que te concedo. Le transmitió mentalmente Lucius. —Si me lo pides así, seguiré tus órdenes —concedió finalmente Violet. Lucius le entregó una tarjeta de crédito que sacó de la billetera. —Saluda a tus bisnietas de mi parte. Y cómprales las bicis que tanto desean. Puedes acercarte al centro comercial nocturno de Holland. Usa el dinero que te haga falta. La vampiresa no fue capaz de pronunciar palabra. Aceptó en silencio la tarjeta dorada en la que se leía la palabra visa oro. Lucius revisó las tarjetas restantes de su billetera de cuero negro recuerdo de su viaje a Mallorca. Hacía seis años, se había celebrado la reunión entre los cinco Príncipes de los clanes vampíricos repartidos por el mundo. El lugar elegido para la reunión fue Mallorca. Una pequeña isla de España bañada por las aguas del mar mediterráneo. Allí compró como recuerdo la billetera la noche en que la reunión se dio por finalizada.

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Saga Bellezas 1 Al ver que todo estaba en orden, que aún le quedaban siete tarjetas diamantium sin límite de retirada de dinero, Lucius guardó la billetera en el bolsillo trasero del pantalón. —Lucius, permíteme una pregunta antes de irme ¿Te encuentras bien? ¿Descansaste anoche? Es que tienes una cara que… Lucius ladeó la cabeza. ¿Qué si había descansado? Buena pregunta. Sinceramente no. Casi no había descansado durante el día. Después de su paseo por los jardines, tomando irremediablemente el sol, llegó a quedarse dormido, entrando en la fase de muerte diurna. Pero a media tarde, se despertó sobresaltado al recibir una patada. Gabrielle estaba sufriendo otra pesadilla y se movía en la cama murmurando entre sueños. Por lo que pudo discernir de las incoherencias que murmuraba Gabrielle descubrió que era huérfana desde los seis años y que presenció como asesinaron a sus padres, un traumático recuerdo que la atormentaba por las noches. Por más que intentó calmarla no lo logró. Se pasó media tarde durmiendo a ratos, soportando las patadas y los lloriqueos de Gabrielle, sintiendo su angustia como propia. Cuando escuchó el sonido de la alarma de su móvil, soltó un juramento incorporándose hasta quedar sentado en la cama. Con ganas de golpear la almohada hasta volcar la rabia y compensar el sueño que sentía. A su lado escuchó un murmullo. Al girarse se encontró una estampa que lo dejó alterado y excitado. Gabrielle dormía boca arriba, con los cabellos esparcidos por la almohada, los labios entreabiertos y la cabeza ladeada a un lado dejando al descubierto su esbelto y palpitante cuello. ¿Qué si había descansado? No. No lo había echo.

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Saga Bellezas 1 —Ah, Violet. Gracias por preocuparte, niña—. Pasó un brazo por su hombro, tomando el camino hacia las escaleras del ala sur de la mansión, donde residían los vampiros con menos de cuatrocientos años. En la segunda planta de aquella zona tenía su cuarto Violet, después de acceder a vivir de lunes a viernes en la mansión para estar siempre disponible. El fin de semana regresaba a su hogar. Junto a sus bisnietas, fruto de su fallido y desastroso matrimonio cuando aún era mortal. Sus descendientes conocían su pequeño secreto y la aceptaban, a pesar de ser una criatura mítica que dependía de la sangre para seguir viviendo. Violet permitió que la llevase medio arrastras hasta el inicio de las escaleras que la llevarían a la planta donde residía. Pero cuando Lucius se separó y la empujó con suavidad para que subiese al dormitorio, Violet

rechinó

los dientes y se

cruzó de

brazos,

plantándose al pie de las escaleras. —Aún no has contestado a mi pregunta. ¿Estás bien? ¿Por qué salvaste a la humana? No es propio de ti… —se calló. No se atrevía a preguntarle lo que verdaderamente le preocupaba. Si eran ciertos los rumores que el Consejo había encontrado una debilidad a Lucius e iban a aprovecharse de eso, utilizando a la mortal como munición en esta silenciosa batalla por el poder. Lucius entendió sus gestos. La conocía desde hacía tiempo y entre ellos no hacían falta las palabras. —No puedo explicar que es lo que me lleva a desear con intensidad a Gabrielle, Violet. Este sentimiento es nuevo para mí. Sólo se que no permitiré que nadie la dañe. Al que lo intente, lo destruiré.

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Saga Bellezas 1 Con una expresión a medio camino entre la incredulidad y la sorpresa,

la

vampiresa

trastabilló

cayendo

hacia

un

lado

y

golpeándose la cabeza con la barandilla. Lucius la atrapó antes de que cayera al suelo. —Por favor, Violet creo que desmayarte ante mi confesión es muy dramático —murmuró Lucius rodando los ojos. Pasó un brazo por debajo de sus piernas y la levantó—. No hay quien os comprenda. Décadas soportando tus chácharas que buscara una mujer con la que compartir mi vida y ahora te desmayas cuando te digo que encontré una a la que deseo proteger. ¡Perfecto! —¡Vaya, vaya!—. Lucius miró por encima de su hombro. Wulfric le sonreía burlonamente con una de sus doradas cejas elevada—. El que no deseaba mujeres ahora se le desmayan en sus brazos. Lucius se volteó con Violet en sus brazos. —¡Déjate de comentarios estúpidos, Wulfric! Es hora de la reunión. —Ella no puede asistir —le recordó Wulfric mirando a la secretaria de Lucius. Soltando un bufido, Lucius contestó. —Esperadme en el calabozo, llevaré a Violet a su cuarto. Wulfric rió en alto. —Acaso le pediste en matrimonio y la pobre no soportó tanto honor —se burló aprovechando la oportunidad de meterse con su amigo que llevaba unos meses nervioso después de tomar la decisión de unir su clan con el de Robersten, con un enlace de sangre. Desde que tomó esa decisión se había encerrado en sí mismo. Y ahora, su propia gente conspiraba a sus espaldas para derrocarle.

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Saga Bellezas 1 —Muy gracioso vikingo. Haznos un favor a todos y alístate a un circo. Como payaso tienes futuro. Wulfric hizo una mueca como si sus palabras le hubieran molestado. Pero disfrutó al verle chispear los ojos. Hacía tiempo que Lucius solo se veía furioso, luchando contra todos. Tal vez el haber salvado de la muerte a la mujer salvaría de la oscuridad a su amigo. De ser así, le juraría lealtad a la muchacha. Lucius no esperó respuesta, subió los peldaños que lo separaban del cuarto de Violet de dos en dos. Pasó al lado de varios vampiros que lo saludaron con una inclinación de cabeza y no comentaron nada al ver que portaba a su secretaria en brazos. Pasaron por su lado sin inmutarse, saludándole antes de continuar con sus cosas. Muchos de ellos iban a salir de caza, en busca de alguna presa a la que desangrar teniendo cuidado de no matarla, para no levantar sospechas sobre ellos.

Wulfric esperó hasta que desapareció Lucius de su vista. No estaban viviendo una época de paz, Lucius tenía que evitar buscarse más

problemas,

pero

parecía

que

últimamente

los

buscaba

deliberadamente. Soltó un suspiro y se giró, tomando rumbo a los calabozos. Llegó en menos de cinco minutos a las puertas que daban a los oscuros y húmedos calabozos. Encendió con su poder, las antorchas que iluminaron con tenue fuerza los escalones que descendían hacia las entrañas de la tierra.

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Saga Bellezas 1 Los

túneles

que

cubrían

toda

la

base

de

la

mansión,

extendiéndose de un lado a otro de la edificación, olían a humo y a humedad. Las paredes de las celdas abiertas que se desocuparon tras interrogar exhaustivamente a los licántropos salvajes capturados la noche anterior, olían a sangre. Si se paraba a observar con atención las celdas, sería capaz de ver las marcas de uñas de los condenados. Aquel lugar estaba cargado de dolor y resentimiento. Por eso al entrar en aquellas estancias del castillo era necesario cerrar su mente para no presentir el dolor de los que allí murieron y que esperaban pacientemente a que alguien escuchara su historia y los vengase. Llegó hasta la celda desde donde accedían a las dependencias que utilizaban los Guerreros para reunirse. Entró en la celda y presionó la piedra que abría la puerta. Al momento se escuchó el crujido de la piedra al deslizarse hacia un lado, permitiéndole la entrada a la cálida alcoba donde lo esperaban tres de sus hermanos de armas. —Llegas tarde Wulfric. Sentado en uno de los sillones que había alrededor de la chimenea donde crepitaba un pequeño fuego que caldeaba el ambiente, estaba uno de los Guerreros más mortíferos. Un vampiro antiguo, del que no se sabía exactamente su edad, pero que los rumores decían que eran tan viejo como el propio Lucius y uno de sus primeros vástagos, convertido en la Antigua Roma del siglo I d.C. De ser así, él vio morir un imperio y caminó junto a Lucius batallando contra

los

otros

Príncipes

que

se

esparcieron

por

posteriormente por los nuevos mundos que descubrían.

Europa

y

Todos le

llamaban Kleor, nadie sabía exactamente como se llamaba. Tan solo Lucius y el propio Kleor conocían su verdadero nombre.

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Saga Bellezas 1 Wulfric, entrecerró los ojos. Los antiguos adoptaban nuevos nombres según la época en la que vivía. Era una manera de adaptarse a la sociedad que cambiaba vertiginosamente. —Baja de las nubes, Wulfric —le recriminó nuevamente Kleor, levantándose del sillón para servirse una copa de sangre, llevando en su mano izquierda la copa de cristal medio vacía con las paredes manchadas de color carmesí la sangre que Lucius solicitó para realizar una transfusión a la mortal la llevaron a la sala para abastecer la despensa—. ¿Cuándo viene Lucius? Wulfric entró en la acogedora sala y a sus espaldas, la piedra se movió cerrando de nuevo la entrada. Se dirigió al mini bar donde Kleor y Valdimer estaban sirviéndose una copa. —Aún tardará un rato. Está ocupado en estos momentos —dijo Wulfric, tomando una botella de sangre fresca embotellada y conservada con antioxidantes naturales para no perder propiedades. Kleor alzó una ceja con escepticismo. —Ocupado, ¡eh! ¡Qué oportuno!—Tomó una botella de sangre y alcohol, entremezclados en proporciones adecuadas para embriagar lentamente a los vampiros y se sentó nuevamente en el sillón que dejó vacío a la entrada de Wulfric—. Y como siempre, nos toca esperar. Wulfric bebió al lado de Valdimer, saboreando el metálico sabor del carmesí líquido. —Deja las quejas para luego, romano —dijo Valdimer, sacando su móvil del bolsillo trasero de su pantalón al sentir una vibración. Era un mensaje de texto o una llamada perdida. Maldición, me ha llamado Joss, pensó con preocupación. Cuatro llamadas de Joss, el Guerrero que se encargaba de vigilar de cerca las actividades de los

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Saga Bellezas 1 hombres lobos que guerreaban contra ellos y con los que Lucius pretendía firmar un tratado de paz—. Es Joss. Debió descubrir algo — informó al ver las miradas interrogantes de los restantes vampiros de la sala. Kleor alzó su copa y brindó con voz burlona. —Pues tendrá que esperar a que su soberana majestad se digne a presentarse a la reunión. —Si tienes algo en contra de Lucius nos tendrás a todos tras tu cabeza, Kleor —masculló con voz amenazante Wulfric rompiendo la copa entre sus manos, quebrando el frágil cristal con rabia. La puerta se abrió, dejando pasar a Lucius que paseó la mirada por la sala, avistando a tres de sus Guerreros. Había escuchado la discusión de sus hombres y dijo en voz alta. —No necesito que me defiendas, vikingo—. Sus ojos relucieron de un color rojizo, dejando ver parte del poder que poseía. Él nació vampiro y su poder y fuerza era inmensa, solo los nacidos vampiros puros podrían enfrentarse a él en iguales condiciones. Los vástagos nacidos a través del Abrazo Oscuro solo encontrarían la muerte — Camino por la tierra desde hace más de dos milenios. Además…— miró a Kleor desapareciendo el brillo peligroso de sus ojos —…pondría mi mano en el fuego por mis Guerreros. Por todos ellos. Sus palabras disolvieron la tensión palpitante en el aire. Kleor enfocó su mirada en las llamas crepitantes de la chimenea, removiendo la copa en silenciosos círculos. En el fondo de su corazón guardaba bajo llaves de rencor y amargura el deseo de vengarse de Lucius. Kleor no le pidió ser transformado. Él fue obligado a aceptar el Oscuro don. Al renacer de la muerte, su familia que lloraba delante de su cripta lo rechazó saliendo despavorida al verle. Era un demonio

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Saga Bellezas 1 que caminaba entre los humanos, condenado a la soledad por toda la eternidad. Se juró que se vengaría, pero tras el paso de los siglos no fue capaz. El carisma de su señor le envolvió y desdibujó su rencor, hasta el punto de casi extinguirlo. Pero aún no. No del todo, al menos. Aún sentía de vez en cuando la necesidad de arrancarle el corazón y disfrutar de su rostro contorsionado por el dolor y la incredulidad mientras se desangraba delante de él. Lucius conocía su oscuro deseo, y aún así confiaba en él. Lo mantenía a su lado. Negándole un traslado. Un estúpido idealista que confiaba ciegamente en sus hombres y que gracias a esta confianza se mantenía vivo. La voz de Valdimer devolvió a la realidad a Kleor. —Joss ha llamado—. Enseñó el móvil—. Y varias veces. Ha debido suceder algo grave para que rompa la seguridad y se arriesgue a ser descubierto. Lucius asintió, tomando el móvil que le tendía Valdimer. El vampiro ruso era el encargado de estar en contacto con el infiltrado. Joss solo se pondría en contacto con Valdimer, con nadie más y siempre utilizando medios humanos para no levantar sospechas mientras vigilaba de cerca a los hombres lobo del clan Robersten. Si Joss había llamado tantas veces era una mala señal y por todos los demonios del infierno, que los problemas parecían que acudían todos a la vez. Estaba preparándose para pasar el castigo y cercar al Consejo en su propia trampa, utilizando las leyes que tan hipócritamente defendían. La presencia de la mortal solo fue un acelerador para actuar contra sus enemigos. Una excusa que no fue prevista pero que le ayudó a llegar hasta donde pretendía.

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Saga Bellezas 1 Pero si ahora si los lobos se convertían en un obstáculo en su camino iba a ser un grave problema que era necesario cortar de seco antes de que fuera a más. Enviaría a Valdimer a apoyar a Joss desde las sombras. Y que le informase cuando descubriese que provocó que el agente infiltrado alarmase con sus llamadas. —¿Llegaste a contestar? —Preguntó Lucius para asegurarse de que la decisión de enviar a Valdimer era la correcta, pues cuando se pasase el castigo necesitaría a sus Guerreros para acabar con el Consejo. Valdimer negó con la cabeza, recuperando el móvil que le tendió Lucius. Lo guardó en el bolsillo trasero del pantalón y se cruzó de brazos. Él seguía apoyado en la barra el mini bar, con una copa vacía a su lado y una botella destapada a medio vaciar. Su postura era relajada pero los que lo conocían veía las señales que intentaba ocultar. Estaba preocupado, nervioso por su amigo Joss. —No, no he contestado a ninguna de sus llamadas. Sentí hace unos minutos como mi móvil vibraba por eso miré. Joss no llamó para hablar conmigo, son llamadas perdidas. —Será necesario que salgas esta misma noche en su busca. No podemos perderle. Valdimer aceptó de buen grado las órdenes del Príncipe. Agradecía que le diera la oportunidad de poder ir a buscarle. No podría estar tranquilo hasta que viese con sus propios ojos que Joss estaba vivo y a salvo. Kleor se levantó del sillón y caminó hacia Lucius. Wulfric al verle, se puso en alerta dispuesto a saltar sobre el romano. Kleor resopló ante el gesto del joven vampiro. ¡Cómo si el vikingo pudiera hacer

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Saga Bellezas 1 algo contra él! Ridículo. El ataque del vikingo sería como la picadura de un mosquito sobre una armadura de metal. Lucius esperó a que llegara hasta él. Por más que el vampiro jurase que lo odiaba con toda su alma por el destino que le impuso al convertirlo, sabía que le admiraba como Líder y lo aceptaba como tal. Nunca le traicionaría, a no ser que pusiera en peligro a los restantes miembros del Grupo. Las costumbres militares que Kleor aprendió durante su niñez en la antigua Roma, le impedían traicionar a su superior, aceptando sus órdenes como un autómata. Pero ante todo, Lucius sabía que con el paso de los siglos el vampiro aceptó finalmente su destino. El único que se engañaba era él mismo, pero no le obligaría a ver la realidad. Esperaría que el propio Kleor se diera cuenta. Kleor quedó parado frente a Lucius. Le observó atentamente durante unos segundos y comentó en alto. —Te ves… moreno. ¿Qué te sucedió? Lucius soltó una carcajada. Muy típico del romano. Juraba a los vientos que le odiaba para luego preguntarle si se encontraba bien. —Tome algo el sol, amigo mío. Valdimer se acercó hasta Lucius. Él no veía nada. No tenía quemaduras ni heridas. Su piel estaba tersa y sin marcas extrañas. Lo único que se veía era que tenía un tono de piel sonrosado, como si se hubiese alimentado recientemente. —Yo no veo nada —aceptó Valdimer. Kleor ignoró el comentario de Valdimer. —Tiene que ver con ella, ¿no? Te obligó a salir a la luz del sol.

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Saga Bellezas 1 Lucius no se sorprendió al ver que Kleor había encajado las piezas y había descubierto la verdad. De nada serviría mentirle. —Sí. Gabrielle intentó escapar. Kleor resopló burlonamente. —Ahora es Gabrielle—. Sus ojos se entrecerraron —. Para no ser más que una mujer mortal, te estás familiarizando mucho con ella. Lucius gruñó. —¿Que intentas insinuar? Kleor se cruzó de brazos y alzó el mentón. Lucius le llevaba diez centímetros y le ponía nervioso que le mirase desde arriba. Aunque nunca lo diría. —¿Vas a transformarla? Lucius quedó momentáneamente en silencio. No tenía por qué responderle. Él era el Príncipe, tenía derecho a transformar a quien deseara. Pero hacía ochenta años que no realizaba el ritual del Abrazo Oscuro. La colonia de vampiros repartidos en el continente americano era numerosa. Repartidos en dos clanes, liderados por dos Príncipes, los vampiros que vivían en aquel continente tenían prohibido transformar a alguien sin el expreso permiso de su Señor y estos no lo concedían, ya que si el número de vampiros aumentaba, el equilibrio entre su mundo y el mundo de los mortales se vería afectado. Sólo había una excepción, en la que los Señores aceptaban la petición. Cuando era una mujer. Las vampiresas no suponían ningún peligro para los mortales. Ellas solo bebían sangre de los hombres que las transformaron.

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Saga Bellezas 1 —Lucius… ¿vas a transformarla? —repitió Kleor interesado en su respuesta. Lucius contestó finalmente. —Probablemente, sí. —¡¡Qué clase de respuesta es esa!! —Dijo Kleor alzando la voz. Lucius no se inmutó ante el arranque de furia del romano. —Si ella desea convertirse en vampiresa… —Y en mi amante, pensó al tiempo pero sin llegar a decirlo en alto— …la transformaré. Kleor resopló pasando por al lado de Lucius para ir hasta la barra del minibar. Necesitaba un trago. Algo fuerte. No sangre. Alcohol. Puro y duro. Buscó la botella de vodka de cuarenta años, un regalo del Príncipe de Moscú y tras retirarle el tapón tragó el transparente líquido hasta que necesitó respirar. Soltó un suspiro al recuperar el aliento y al sentir el calor recorrerle el cuerpo. —Como si el que se negase te impidiese transformarla — masculló entre dientes Kleor recordando con amargura que él se negó a convertirse y a pesar de su negativa Lucius lo desangró y le concedió la vida eterna. Alejándole de su familia, del honroso entierro que le habrían preparado al ser comandante el ejército romano. Lucius le negó el paso a la vida eterna, condenándola a una existencia en la oscuridad, en la que los recuerdos del pasado le atormentaban cada noche. Wulfric rompió el silencio que siguió a las palabras del romano.

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Saga Bellezas 1 —Si vamos a atacar al Consejo después del castigo, tendremos que avisar a los hermanos que están de misiones. Lucius giró la cabeza, mirando de lado al vikingo. —Llamadlos mañana. Atacaremos al Consejo después del Castigo —. Wulfric asintió. Lucius se volteó y fijó su mirada en Valdimer—. Sal esta noche, Valdimer. Valdimer cabeceó afirmativamente, pulsando el botón para abrir la puerta,

saliendo de la sala. Una vez en los pasillos de los

calabozos, sacó el móvil del pantalón y miró nuevamente las llamadas perdidas. Tenía que haberle respondido, pero Joss no mantuvo la llamada más allá de unos segundos. Salió de los calabozos y cruzó los pasillos sin detenerse ante nadie, antes de salir de la mansión buscó en su cazadora las llaves del coche. Con el llavero en las manos caminó hacia el coche y abrió la puerta. El auto era de color negro al igual que los demás vehículos utilizados en las misiones de los Guerreros. Era irónico que los mortales que escribieron acerca de seres inmortales a los que llamaron vampiros y que bebían sangre vistiesen siempre de negro simulando a los murciélagos de los que compartían la característica de necesitar sangre fresca para seguir viviendo. Unas descripciones que sospechosamente se acercaban mucho a la realidad y que posiblemente fueran echas por humanos que estuvieron de alguna manera en contacto con los de su raza. Los rumores de que los escritores mortales que escribían acerca de ellos raza conocían su existencia circulaban por las tierras de los vampiros poniendo nerviosos a los antiguos. Valdimer

encendió

el

motor

y

puso

la

primera

marcha,

acelerando.

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Saga Bellezas 1 Él no se encargaba de comprobar si los rumores eran o no ciertos, él pertenecía a la rama de Búsqueda y Captura. El propio Lucius fue el que le trasladó a esa división, entrenándolo junto a los demás para que fueran el brazo del clan y arrasasen con su poder a los enemigos de su raza. Graduó el espejo retrovisor y lo observó con atención para ver si lo seguían. Su precipitada salida de la mansión podía haber alertado a los miembros del Consejo y estos podrían haberle puesto a un vampiro detrás de él, para informar de cada uno de sus movimientos a Ethan, el cabecilla de la rebelión y el portavoz del Consejo. Cuando salió de las barreras que protegían las propiedades, Valdimer suspiró aliviado. Ahora estaba en territorio de humanos en el que era muy fácil pasar desapercibido y entremezclarse con ellos, fingiendo ser uno más. Tomó una curva a más de ciento veinte kilómetros por hora, girando

con

precisión

el

volante,

valiéndose

de

sus

sentidos

desarrollados por su sangre vampírica. Aún le quedaba una hora de trayecto hasta la casa franca de Joss, donde lo vio por última vez. No tenía esperanza de encontrarlo en ese lugar, pero al menos esperaba encontrar alguna pista que le indicase donde buscarlo.

Mientras tanto en el cuarto secreto, Lucius ultimaba los detalles de una operación económica por teléfono. Había recibido una llamada del Guerrero que envió como diplomático a las tierras del Príncipe Kylerab Mordack, Soberano de los vampiros que residían en el sur del

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Saga Bellezas 1 continente. Kylerab quería finalizar los preparativos para la reunión que se iba a celebrar a finales de año para repasar las cuentas y apuntar los nuevos vampiros convertidos en el último siglo en ambos clanes en la guía vampírica, un antiguo documento que ambos clanes tenían una copia, ya que el original estaba guardado en una cámara de seguridad en Washington. Tras unos minutos, Lucius cortó la llamada y guardó el móvil. —Parece que todo se viene encima —murmuró Lucius sirviéndose una copa. En aquel instante sonó otro móvil. Instintivamente los tres vampiros tocaron donde los guardaban para comprobar si era el suyo el que sonaba. Pero cuando la melodía sonó durante veinte segundos se identificó que la melodía era de la película de El exorcista. Wulfric soltó un taco y abrió su móvil, para cortar la llamada, pulsando la tecla roja. Lucius preguntó en voz alta, alzando una ceja. —¿Es ella no? Wulfric resopló. Pues claro que era ella. Era la única que tenía el número de aquel móvil fuera del círculo de Guerreros. Y era la única que lo llamaba hasta la saciedad, agotándolo y crispándole los nervios. Le reclamaba constantemente, sin importarle nada. A ella le daba igual si él podía atenderla en esos momentos o no. En cuanto lo llamaba la vampiresa, a la que apodó la Serpiente, esperaba a que acudiese a su lado en menos de diez minutos. Los únicos momentos en los que estaba libre de su magnética presencia era cuando estaba en misiones junto a sus hermanos. Y por más que sufriese a causa de ella, no podía negarse. Esa zorra manipuladora era su protegida. El propio Lucius le ordenó que fuera su Guardaespaldas.

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Saga Bellezas 1 El móvil vibró y sonó nuevamente. —Joder. Es que no entiende una indirecta —comentó apagando el móvil. Lucius mantuvo su rostro impasible, aunque por dentro se reía de la incomodidad del vikingo. Wulfric se mostraba alterado, incapaz de esconder los bulliciosos sentimientos que le provocaba el ser el Guardaespaldas de la altiva Lisette Cuestelvinier, hermana gemela de Lucius y una Guerrero feroz que mostraba su instinto como depredador cuando salía de caza. Lisette era extraordinaria. Adoraba la caza cuando otras vampiresas vivían rodeadas de lujos y placeres, era la única hembra pura que residía en el norte y el centro del continente Americano, dominio de Lucius. —Es hora de regresar. Ve junto a Lisette, Wulfric. Hasta el ataque al Consejo estaremos en la mansión. Y Kleor…—el romano le saludó levantando la copa hasta la altura de su cara—. No agotes la bodega. Wulfric fue el primero en salir de la sala, dejando abierta la trampilla. Lucius antes de seguir a su hombre y regresar junto a Gabrielle, librando a Syemus de su vigilancia, echó un último vistazo a Kleor. El romano seguía en la misma postura, removiendo la copa, con la mirada clavada en el fuego crepitante de la chimenea. Soltando un suspiro disconforme, Lucius cerró la puerta desde la celda. Cada año que pasaba veía como su amigo se sumergía en la amargura, siendo poseído por la oscuridad. Si seguía así, Kleor no vería el nuevo siglo. Acabaría muerto, como un cascarón vacío. Al escuchar el inconfundible sonido de la puerta al cerrarse, Kleor alzó la copa y dijo con voz gélida.

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Saga Bellezas 1 —A tu salud, Príncipe de los malditos—. Estalló la copa con la mano, tirando al suelo los cristales rotos—. A tu salud… por condenarme con la eternidad.

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Saga Bellezas 1

CAPÍTULO CAP TULO 5

El silencio que reinaba en la alcoba del Príncipe era tenso. Casi se podía palpar. En la cama, Gabrielle mordisqueaba sin ganas una tostada, lamiendo la mermelada rojiza de fresas que quedaba en sus dedos. Al principio cuando el vampiro que la observaba en esos momentos, desquiciándola con su penetrante y fija mirada, entró en el cuarto hacía apenas tres horas con una bandeja de comida, se sintió realmente feliz. Hasta el momento en que olió la humeante comida no se había dado cuenta que tenía hambre. Pero el apetito se esfumó cuando el vampiro dejó caer la bandeja de comida encima de sus piernas extendidas, golpeándola con el frío metal por encima de las mantas. Ella soltó un grito sorprendido al sentir el golpe, sujetando instintivamente la bandeja para no manchar la colcha. Estaba tumbada, con la espalda apoyada en un mullido cojín y con órdenes estrictas del sanador. El vampiro que se presentó como el sanador privado del Príncipe, la examinó con cuidado, ignorando el rubor que cubrió sus mejillas. No dijo ni una

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Saga Bellezas 1 palabra mientras revisó cada rincón de sus piernas y de sus brazos. Aún

quedaban

marcas

de

los

mordiscos,

unas

finas

líneas

blanquecinas con formas sinuosas del grosor de un centímetro. El sanador le vendó las piernas y los brazos después de expandir un ungüento de un color pardusco oscuro y un olor insoportable. Cuando Gabrielle preguntó para que servía aquel apestoso mejunje, el sanador soltó una risa y sólo le contestó que la iba a dejar hermosa con la piel fina y suave como la de un bebé. A la salida del vampiro, estuvo unos segundos sola. Durante ese corto espacio de tiempo de tranquilidad y puro silencio, se recostó hacia atrás en la cama y cerró los ojos dispuesta a descansar un rato, pero no pudo hacerlo. En el preciso instante en que estaba consiguiendo relajarse, olvidando todo lo vivido hasta ese momento, se abrió la puerta de golpe, apareciendo el vampiro que ahora mismo la estaba poniendo realmente nerviosa con sus ojos inexpresivos. Pero… ¿es que nunca pestañeas? Monstruo. Deja de mirarme. Me pones nerviosa. Pensó Gabrielle bajando la mirada a la bandeja. Aún así, seguía sintiendo sobre el cuerpo la penetrante mirada del vampiro. Parecía que los ojos la iban a traspasar. Estaba analizándola. Gabrielle no estaba tan mal encaminada. Syemus había protestado enérgicamente cuando el propio Lucius le pidió, o más bien le ordenó que la cuidase. Él no era ningún niñero. Era un Guerrero que se le daba bien, muy bien destripar a sus enemigos. No cuidar a una humana, con complejo de correcamino1. Pero por más que protestó, Lucius lo acalló con un gruñido y le señaló 1

Nota autora: correcamino, especie de avestruz que siempre huía del coyote por más que éste le pusiese trampas para cazarle. Junto con el coyote era uno de los protagonistas de una serie animada de televisión.

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Saga Bellezas 1 las puertas del cuarto. De esta manera, se encontró portando una bandeja con comida humana mentalizándose en ser el niñero de la mujer durante gran parte de la noche. —¡Deja de mirarme! Me estás poniendo nerviosa. Syemus alzó una ceja, esbozando una sonrisa. Que su sola presencia la intimidaba, era evidente. Los temblores que sacudían su pequeño cuerpo eran más que visibles y desde el instante en que le tendió la bandeja con comida sólo la había mordisqueado sin ganas. —Es mi deber vigilarte. Me han ordenado no perderte de vista — contestó finalmente, encogiéndose de hombros. —¿Si prometo no escaparme de nuevo dejarás de mirarme fijamente? Me pones nerviosa, no puedo ni…comer a gusto. Syemus soltó una carcajada, recostándose contra el respaldo de la silla en la que estaba sentado frente a ella, colocando las manos en los apoyabrazos. —Lo hubieses dicho antes, mujer—. Syemus esbozó una sonrisa ladeada totalmente burlona—. Ves, ya abandoné la silla de la discordia. —Amplió la sonrisa sentado a los pies de la cama, frente a ella, rozándole perceptiblemente los pies cubiertos por la manta. ¡Serás bastardo! Chupasangre, cabrón. Se le había quitado el hambre. Apartó con cuidado la bandeja intentando no derramar comida sobre el colchón y se cruzó de brazos imitando la postura de la garrapata vestido con traje. No hacía falta tener poderes paranormales para percibir con claridad la animosidad que exudaba el vampiro por cada uno de los poros de su piel. Lo que no tenía muy claro era el motivo de su aversión hacia su persona.

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Saga Bellezas 1 Movida por la curiosidad, Gabrielle acabó preguntando en alto: —¿Por qué actúas así conmigo? —Un premio por tu gran deducción, Sherlock. Gabrielle ignoró el sarcástico comentario del hombre e inquirió nuevamente, buscando encontrar algo de cordura en aquella extraña experiencia que estaba viviendo. —Veamos… los motivos por los que no apruebo tu presencia en la mansión…—Syemus levantó la mano derecha extendiendo sus dedos, para enumerar—. El motivo principal, eres humana y los vuestros solo nos servís como bancos de sangre fresca. El segundo motivo… — señaló el siguiente dedo—, por tu culpa Lucius será castigado. Tercero… Gabrielle jadeó, anonadada. No debía haber escuchado bien. ¿Lucius iba a ser…? —¿Cómo que Lucius va a ser castigado? —Preguntó en voz alta con voz chillona. Syemus entrecerró los ojos. —Eres buena actriz, mujer. Pero no me engañas, bien sabes a qué castigo me refiero. —No, no lo sé —negó Gabrielle, moviendo la cabeza de un lado a otro, enfatizando su respuesta. ¿Cómo iba a saberlo si se había pasado medio día tumbada en la cama sin poder moverse? ¿Acaso ese vampiro creía que se había paseado por la mansión luciendo las vendas? Absurdo.

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Saga Bellezas 1 Syemus quedó en silencio, rumiando para sus adentros. Será posible que Lucius no le dijese nada. ¿Se lo habría ocultado deliberadamente? Y de ser así… ¿qué motivo le llevó a mantenerla en la ignorancia? ¿Acaso le importaba tanto aquella mujer que no deseaba preocuparla? No, aquella no podía ser la razón. Lucius nunca se había mostrado preocupado por una fémina, si exceptuaban a su hermana. —¿Lucius va a ser castigado por mi culpa? Syemus alzó la cabeza y buscó los ojos de la humana. Cristalinos, opacados por la preocupación. Joder, no miente. No sabe nada. Syemus dudó unos segundos si contestarle o no. Si el propio Lucius no le había dicho nada, él no era quien para informar a la mujer. Pero después de ver sus ojos brillantes por la preocupación y la angustia, acabó confesando. —Tu llegada ha servido de excusa al Consejo para manchar la reputación del Príncipe. Lucius pasará por el Castigo dentro de un día. Gabrielle jadeó. —¿En qué consiste el Castigo? —Murmuró con voz estrangulada. Syemus negó con la cabeza. Eso sí que no se lo iba a decir. Ella no tenía que saber lo que tendría que pasar Lucius a manos del Consejo. —No es necesario que sepas los detalles del Castigo. Si de verdad te importa la seguridad de Lucius, hazle un favor y no vuelvas a intentar a escapar. Si el Consejo se entera de tu intento de esta mañana, Lucius no podrá salvarte. Serás eliminada.

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Saga Bellezas 1 Gabrielle tembló, gimiendo sujetando las sábanas con fuerza. Retorciéndolas en sus manos. Eliminada. Por su mente corría velozmente aquella terrorífica palabra. Podía ser eliminada. No debía olvidar que estaba rodeada de seres que se alimentaban de sangre y poseían unos poderes sobrenaturales que aterrorizaban. ¿Cuánto tiempo más estaría a salvo? ¿Hasta que Lucius se cansara de ella? ¿Hasta que consiguiera escapar de alguna manera? ¿Cuanto tiempo le quedaba de vida? Días. Semanas. Meses. ¿Tendría que vivir encerrada el resto de su vida? Lejos de su trabajo, de su pequeño apartamento, del resto de los humanos. —Así que ya sabes. No vuelvas a intentar escapar de la mansión. La próxima vez nadie podrá salvarte. Gabrielle cerró los ojos, temblando visiblemente. No debía haber preguntado. Era cierto que la verdad era dura y dolía más que una mentira piadosa. Syemus la contempló con los brazos cruzados. La joven parecía un pequeño conejo asustado, paralizada por el terror. Quizás en otros tiempos habría sentido remordimientos por haberla angustiado. Pero los años le endurecieron el carácter, dejando atrás los sentimientos. Vivía por y para la caza, al igual que sus hermanos. Disfrutando de sus poderes como vampiro y del intenso placer que les concedía el

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Saga Bellezas 1 beber sangre de un mortal, sobre todo si se acompañaba de sexo salvaje y lujurioso. Syemus hizo oídos sordos a la vocecilla que escuchó en su mente durante unos segundos recriminándole su actuación para con la mujer. Ella se levantó de la cama, y se puso la bata negra que estaba apoyada en la silla al lado de la mesita de noche. Anudó el cordel de la bata, marcando su cintura y se alejó todo lo posible del vampiro, hasta quedar parada frente a los grandes ventanales cubiertos por cortinas carmesí de raso brillante. Rozó la suave y brillante tela. “Estoy encerrada en una caja de zapatos de lujo” pensó descorriendo las cortinas, quedándose mirando el paisaje. —Nunca podré irme. Syemus

contestó

llanamente,

encogiéndose

de

hombros,

agradeciendo internamente que no rompiese a llorar o armase un escándalo. Después de todo habría sido una reacción normal teniendo en cuenta que había escuchado que podía ser eliminada sin piedad, si rompía nuevamente las normas. —No. Nunca podrás irte. El humano que descubre nuestra existencia solo tiene dos futuros posibles, la muerte o la… La puerta se abrió y apareció Lucius. Nada más verle, Gabrielle corrió a su encuentro y se lanzó a sus brazos, sorprendiendo a ambos vampiros. Cuando

se

iba

a

separar,

Lucius

la

abrazó

a

su

vez,

estrechándola con los brazos.

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Saga Bellezas 1 Su sola presencia la calmó, diluyendo el miedo que la atenazaba. El magnetismo y el poder que exudaba aquel vampiro ejercían una atracción casi mágica sobre ella. Cerró los ojos y sonrió, rozando con su cabeza el amplio pecho del hombre que aquella noche vestía un traje oscuro de chaqueta y pantalón. “Menos mal que estás aquí. Siento que estoy a punto de enloquecer. Todo lo que me está pasando me sobrepasa. El ataque de los perros, el saber que me pueden matar cuando quieran, estar atrapada…” Lucius

se sorprendió al reaccionar sexualmente y tan solo por

tocarla, por sentirla tan cerca de él, que podía escuchar los latidos de su corazón contra el pecho. Incitándolo. Como nunca antes una hembra humana lo había echo. Él, a diferencia de los demás Guerreros, nació vampiro. Al principio, vivó en la completa oscuridad, saliendo solo de noche para alimentarse de los humanos que encontraba por el camino, junto a los demás miembros de su familia. Lentamente fue capaz de controlar la sed de sangre, hasta poder caminar entre los humanos sin la necesidad de saltar sobre ellos para alimentarse. Sus Guerreros. Todos ellos perdieron la noche en que aceptaron el Abrazo Oscuro, una vida que muchos seguían anhelando. Se vieron obligados a dejar atrás a sus familias, sus fortunas, los lugares donde vivieron hasta el día de su muerte como humanos. Todos… menos él. El único macho sangre pura, nacido de vampiros que residía en el dominio del norte de aquel basto continente.

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Saga Bellezas 1 Por lo tanto, para Lucius el verse afectado de aquella manera lo tenía desconcertado. Cuando iba a separarla, Gabrielle susurró con voz estrangulada, llorando. —Tengo tanto miedo. Por favor, déjame regresar a mi casa. Aquí… —Esta es tu casa ahora

—le respondió Lucius con voz grave,

dando un paso hacia atrás, levantándole el mentón para que le mirase a los ojos. —Tu lugar está a mi lado—. Ella olía a él. Su sangre corría por sus venas. Todo aquel vampiro que la viese sabría a quien le pertenecía. No la dejaría marchar de su lado. No podía, si le abandonaba algo dentro de él se rompería. Gabrielle negó con la cabeza, desviando la mirada, posándola en un punto más allá de los cabellos del vampiro. —No, nunca será mi hogar. Soy una humana. Mi sola presencia en estas tierras ya ha causado el suficiente daño para todos—. Buscó los ojos de Lucius y dijo—: No quiero que te hagan daño. No deseo que sufras por mi culpa. Lucius levantó la cabeza de golpe. ¿Cómo era posible que ella lo supiese? Después de unos segundos de shock en los que escuchó como Gabrielle le increpaba por qué motivo no le había dicho nada acerca de que iba a ser Castigado, Lucius reaccionó gruñendo en alto. Acallándola y sobresaltando a Syemus. Syemus, ¿por qué motivo se lo contaste? El vampiro desvió la mirada y contestó mentalmente a su brusca pregunta. ¿Y porque no se lo iba a decir, Lucius? Después de todo, es su culpa el que el Consejo te vaya a denigrar delante de todos,

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Saga Bellezas 1 castigándote como se le haría a un traidor a la raza. A ti. Que eres el Príncipe, el que nos salvó a la gran mayoría de nosotros y que te debemos la vida Lucius soltó un resoplido exasperado. Yo nunca pretendí que me adoraseis. Sólo os exigí obediencia y lealtad Exacto, Lucius. Te debían lamer el culo por salvarles sus patéticas vidas y haber sido compasivo con ellos todos estos siglos, en los que confabularon en tu contra desde las sombras. Lucius mostró una expresión asqueada. —Que imagen más desagradable. No pretendo nada del Consejo, Syemus. Además…—. Regresó a la conexión mental para que Gabrielle no escuchase lo que estaba a punto de asegurar al vampiro. Ella no tiene toda la culpa. El Consejo ya deseaba destruirme antes de que la trajese. Que no crean que soy un estúpido ni que no me entero de que ellos han traído decenas de veces a humanas a la mansión para alimentarse de ellas. Lo pasaba por alto porque estábamos en guerra con los licántropos, pero ahora que vamos a firmar una tregua, en cuanto llegue el líder de la manada, no estoy dispuesto a dejar entrever las debilidades de nuestro clan. La desobediencia no estará permitida. Aquellos que no me sigan, morirán. El Castigo me servirá para tener la Ley que tanto adora cumplir el Consejo cuando le conviene, a mi favor cuando os ordene destriparlos sin piedad. Gabrielle quedó relegada a un lado, mientras los vampiros se miraban fijamente, como si estuvieran conversando entre ellos. Incómoda al ser ignorada, se giró con la intención de sentarse en el

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Saga Bellezas 1 borde de la cama, pero Lucius la agarró del brazo y la acercó nuevamente a él. —¿A dónde crees que vas? —Le preguntó Lucius, mostrando sin pretenderlo la preocupación que sentía con solo pensar que ella pretendiese escapar de nuevo. —Voy a la cama a… Lucius la interrumpió gruñendo en alto, mostrando los colmillos que se alargaron hasta adquirir unos tres centímetros de longitud. Syemus quedas relegado de tu misión. Lárgate y ve a cazar hasta mañana a la noche. Ante la ronca voz del Príncipe, Syemus inclinó la cabeza ligeramente, un gesto de respeto a su superior y salió de la alcoba con pasos firmes, cerrando la puerta detrás de él. Ya

sin misión

que

cumplir, Syemus se

dispuso

a

hacer

precisamente lo que su Señor le aconsejó, irse de caza a la ciudad más próxima de la mansión. Buscaría en los clubes un bocadito delicioso que lo entretuviese hasta el amanecer. Bebería hasta saciar su

apetito

y

disfrutaría

de

su

cuerpo,

sumergiéndose

sin

contemplaciones arrancando gritos de placer. En la entrada de la mansión se encontró a Kleor, el romano quien lucía un poco achispado, con los ojos brillantes por la cantidad de alcohol que ingirió. Ambos salieron al mismo tiempo de la residencia de vampiros y tomaron rutas diferentes con sus coches. Kleor solía visitar los clubes en busca de mujeres a las que tirarse para olvidar y alcohol que beber hasta perder el sentido. Por el contrario, él visitaba los clubes en busca de un hombre al que joder.

En su época las relaciones entre personas del mismo

sexo, era aberración. Nunca se imaginó el placer que descubriría

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Saga Bellezas 1 cuando aceptó su sexualidad. Por suerte, perder la vida como humano lo liberó de las restricciones sociales y mentales que le inculcaron su estricta familia. Ahora podía ser realmente como siempre quiso ser, amando y disfrutando de la vida sin pensar en nada más que en el placer propio y la caza. El único que sabía su secreto, era Kleor pues una noche llena de alcohol y sangre coincidieron en un club para homosexuales. El romano al contrario que él, aceptaba sin reservas su condición de bisexual. Para él fue habitual ver a sus padres retozar tanto con esclavos como esclavas, preocupados únicamente en el placer que estos hombres y mujeres comprados en el mercado le otorgasen. Syemus aceleró, dejando atrás los terrenos que rodeaban la mansión. El Mercedes atravesó la barrera que separaba su hogar del mundo humano. Aquella noche iba a emborracharse hasta olvidarse de su propio nombre.

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Saga Bellezas 1

CAPÍTULO CAP TULO 6

—¿Qué haces? —Preguntó con voz estrangulada Gabrielle al ser arrastrada por el cuarto. Lucius alzó las cejas y miró de arriba abajo a Gabrielle. Al escucharla decir que se iba a la cama, su cuerpo reaccionó con una potencia que no sentía desde hacía siglos. Necesitaba poseerla. Tenía que ser suya, completamente suya. Lucius la lanzó a la cama. Gabrielle quedó boca abajo sobre el colchón, sorprendida. De un pequeño salto se puso de pie en la cama, mirándolo con las manos en la cadera. Plantándose delante de él como una antigua diosa guerrera dispuesta a luchar por su inocencia. La sangre de Lucius ardió en sus venas. Mmmm… mi hermosa guerrera. Gabrielle casi se atraganta con su saliva al reconocer la depredadora mirada del vampiro. Parecía que estaba a punto de echarse sobre ella para devorarla. Y estaba segura que nada de lo que hiciese la libraría de ser el primer plato del vampiro aquella noche.

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Saga Bellezas 1 No. No puedo sucumbir. No importa lo guapo que está con ese traje, ni que sus pantalones parecen a punto de estallar, ni… ¡Oh, dios! ¡Su miembro debe ser enorme, parece que va a reventar de un momento a otro las costuras!, al ver que camino estaba tomando sus pensamientos, Gabrielle se pateó el culo mentalmente. ¡Pero que estoy pensando! No puedo estar excitada, no puedo. Es… buscó en el fondo de su mente una sola razón de peso para no dejarse llevar por el deseo. Y por desgracia no la encontró. —¡No te acerques! —Gritó Gabrielle levantando los brazos, señalándolo con las manos, y las mejillas ruborizadas. Lucius soltó una carcajada, descruzándose de brazos y apoyando una rodilla sobre el colchón que se hundió bajo su peso. Estaba disfrutando con la caza. Sobre todo si el premio era el delicioso cuerpo de Gabrielle… y su sangre. —Ah, dulce guerrera. Para lo que tengo en mente hacer no solo me voy a acercar sino que…—saltó quedando de pie sobre el mullido colchón—. Esta noche serás mía—. La abrazó, aspirando el aroma que desprendía su cuerpo—. Completamente mía —bajó la voz hasta convertirla en un ronco susurro. No voy a sucumbir. No voy a… se repitió una y otra vez Gabrielle, luchando contra el creciente deseo que estaba sintiendo. Pero su lucha fue en vano, cayó rendida a la magnética atracción que ejercía la sola presencia de ese vampiro sobre ella. Lucius la besó en el cuello, lamiendo la palpitante vena hasta depositar un pequeño mordisco, mordisqueando la piel de la clavícula. Gabrielle soltó un gemido, cerrando los ojos. Saboreó las agradables cosquillas que le provocaba la caliente boca de él.

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Saga Bellezas 1 Cuando dejó de luchar, Lucius la tomó en brazos arrodillándose en el colchón para tumbarla sobre el. Quedó de rodillas a su lado, acariciándola con la mirada, maravillándose de su belleza serena. Su rostro

ovalado

estaba

ruborizado,

sus

ojos

entrecerrados

observándole en silencio, expectante. Puede que su mente aún se negase a dejarse llevar por el deseo, pero su cuerpo, bendita fuera, aceptaba cada caricia que le prodigaba. Agachó la cabeza, hasta posar sus labios sobre los de ella, bebiendo el gemido que brotó de ellos cuando se recostó sobre ella, aplastándola levemente con su peso al apoyarse sobre una rodilla, para no incomodarla. Besó sus labios con pasión, enrojeciéndoselos con pequeños tirones y mordiscos. Empujó la lengua contra los labios entreabiertos y le pidió con aquel gesto que le permitiese entrar para saborear su boca. Ella entendió el silencioso mensaje y entreabrió más los labios, jadeando contra los de él cuando su lengua entró y comenzó a luchar por el control, mientras saboreaba cada rincón de su caliente boca. Gabrielle jadeó. El beso la estaba volviendo loca. La boca de Lucius se movía sobre la suya exigente, marcándola a fuego. Sus manos

viajaban

por

su

cuerpo

acariciándola,

excitándola,

humedeciéndola, preparándola para convertirse en una sola persona cuando sus cuerpos se uniesen. Cuando liberó sus labios, Gabrielle jadeó el nombre de su torturador, una y otra vez, humedeciéndose los labios con la lengua al sentir como besaba y lamía el cuello, mientras le masajeaba los pechos, endureciendo sus pezones hasta convertirlos en dos botones exigentes de atención.

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Saga Bellezas 1 Lucius rasgó la tela del camisón, y lo lanzó al suelo. Sin dejar de acariciar uno de los pechos de Gabrielle, rompió su camisa y la tiró quedando esta encima del desgarrado camisón. Acercó el rostro al de ella y lamió uno de los pezones endurecidos, logrando que Gabrielle gimiera en alto su nombre, curvando su espalda, perdida en el placer que la envolvía. —Quiero probar tu sabor —susurró Lucius, descendiendo por el tembloroso cuerpo de Gabrielle quien no dejaba de gemir. Besó cada centímetro de su piel, mordisqueando levemente hasta hundir su lengua entre los palpitantes pliegues humedecidos por los jugos de ella. Tras el primer lametazo, Gabrielle no contuvo los jadeos que brotaban de su garganta. Nunca había sentido nada parecido. El placer se condensaba en su vientre, electrificándola con cada lamida. Lucius besó y mordisqueó los íntimos pliegues, olisqueando el picante aroma que desprendía y saboreando su dulce sabor. Su lengua ansiaba probar cada rincón, sumergirse en su húmeda vagina, ser aprisionado por las rugosas y calientes paredes de su interior. Así lo hizo. Gabrielle abrió los ojos y gritó su nombre. Sentir como la poseía con la lengua fue lo más erótico que vivió en su vida. Respiraba sin control y su corazón bombeaba con fuerza contra su caja torácica. Sus piernas temblaron incontrolablemente, buscando apoyarse en los hombros del hombre que la seguía lamiendo golosamente. Lucius sonrió al notar como las paredes de la vagina comenzaron a temblar, los jugos rezumaron embriagándole con su adictivo sabor.

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Saga Bellezas 1 Escuchó su nombre en boca de la mujer que fue consumida por el inesperado orgasmo. El primero de su vida. Gabrielle

quedó

desmadejada

en

la

cama,

con

los

ojos

entrecerrados y las piernas temblorosas. Los últimos vestigios del orgasmo aún recorrían su cuerpo. Lucius la contempló memorizando cada pequeño detalle. Cuando ésta abrió los ojos y movió las caderas seductoramente, Lucius masculló una maldición. —Necesito que…—. Gabrielle se mordió el labio inferior. Deseaba sentir cómo Lucius la poseía, cómo perdía el control por ella. Cuando creía que iba a tener vergüenza, sólo sintió placer, intenso, pleno. Se vio hermosa, siendo la culpable del excitado estado del vampiro. Lucius no tardó en quitarse los pantalones y la ropa interior, quedando completamente desnudo. Sin nada que los separase, sus cuerpos ardieron ante el contacto, aumentando el deseo que los consumía. Gabrielle sentía que se acercaba nuevamente al borde del abismo. No podía soportar más tiempo sin sentirlo dentro de ella, bombeándola con dureza. Lucius estaba igual de ansioso que ella. Su verga pulsaba dolorosamente, segregando líquido pre-seminal y tan solo por las rudas caricias de sus cuerpos, restregándose el uno contra el otro. Lucius besó nuevamente sus labios, recorriéndole la boca con su lengua, bebiendo cada gemido de placer que brotaba de la boca de Gabrielle. Cuando ella alzó la cadera, golpeando suavemente con su monte de Venus la cabeza de su miembro palpitante, Lucius soltó un siseo, mezcla de placer y de dolor.

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Saga Bellezas 1 Él deseaba alargar el momento, recorrer cada centímetro de su cuerpo, besando, lamiendo, memorizando cada rincón de la mujer. Llevándola a la cima antes de perder el control y cabalgarla duramente, hasta explotar en su interior. Pero los sinuosos movimientos de ella, lo estaban volviendo loco. Cerró los ojos con fuerza, apoyando la cabeza en el pecho de Gabrielle, escuchando sus frenéticos latidos, buscando una paz mental que no iba a alcanzar pero que esperaba que le mantuviese bajo control. Durante unos segundos, fue capaz de mantener la bestia que rugía en su interior, hasta que escuchó la temblorosa y ronca voz de la mujer. —Lucius… Mmm… por favor. Lucius abrió los ojos y buscó los de ella quien los mantenía entreabiertos y brillantes a través de la niebla del deseo. Su gesto, sumado a su voz ronca, hizo que perdiese el poco control que le quedaba y se posicionase sobre la joven, entreabriendo sus piernas con una de sus rodillas, pegando la punta de su verga a su húmeda y ávida entrada. Gabrielle gimió al sentir como le acariciaba tan íntimamente, alzando la cadera para recibirle, no necesitaba que la acariciase, no que la lamiese de nuevo. Estaba preparada. Lucius no le hizo rogar, empujó suavemente dentro de su caliente caverna sonsacando jadeos entremezclados de placer y sorpresa. Placer por los nuevos sentimientos que estaba sintiendo y sorpresa al no sentir dolor alguno al ser penetrada por aquel grueso y largo miembro. Sonrió mentalmente.

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Saga Bellezas 1 Otro de los mitos en los que creía se rompía ante sus ojos. No dolía ser penetrada por primera vez. No sintió nada más que una ínfima molestia, que quedó olvidada por el intenso placer que le recorrió de arriba abajo una vez que se convirtieron en uno. Lucius

permaneció

unos

segundos

completamente

quieto,

disfrutando la sensación de ser abrazado en toda su longitud. Las rugosas paredes de la vagina lo estrangulaban. —Lucius… por favor… necesito… Éste gruñó, moviéndose suavemente, saliendo de ella para luego sumergirse de golpe hasta tocar la matriz con la punta de su verga. Gabrielle gritó su nombre, levantando la cadera buscando mayor contacto. —Eres mía —siseó susurrándole al oído, abarcando su cuerpo con el suyo, acariciando sus pechos y lamiendo su cuello—. Mi dulce guerrera. Gabrielle gimoteó. —Sí. Soy… tuya. Lucius aceleró el ritmo de las embestidas, aumentando de intensidad conduciéndoles velozmente hacia la cima que ambos deseaban palpar para perderse en los resquicios del orgasmo. El calor aumentó en el cuarto, los cuerpos comenzaron a sudar empapándolos. El sonido del miembro entrar ávidamente en la caliente vagina resonaba aumentando el placer de ambos, como si fuera un afrodisíaco. Lucius cerró los ojos y besó el cuello palpitante de Gabrielle, mordisqueando con suavidad su piel, deseando beber de ella.

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Saga Bellezas 1 Con la voz ronca, le preguntó, luchando fieramente con las ganas de contenerse en caso de que ella se negase a permitirle saciar su sed. —Quiero beber de ti… Hundir mis colmillos en tu delicioso cuello… Su profunda y rasgada voz, actuó como un afrodisíaco para Gabrielle. Su

fuerte

cuerpo

se

movía

sobre

ella,

cubriéndola

completamente, su polla entraba y salía con fuerza, levantándola del colchón con cada embestida, rompiéndola en dos con deliciosa fuerza. —Si… yo también quiero que me muerdas—. Abrió los ojos y se quedó sin voz al verle cambiar. Su boca se abrió y mostró los colmillos que se alargaron hasta adquirir una longitud de unos cinco centímetros. Momentáneamente temió sentir dolor, pero su temor quedó sepultado cuando Lucius hincó sus colmillos atravesando la piel de su expuesto cuello. Gabrielle soltó un gemido de placer, cuando Lucius comenzó a succionar con avidez. La sangre ardió dentro de su cuerpo, los latidos de

su

corazón

aumentaron

de

ritmo,

golpeando

con

salvaje

intensidad su caja torácica. Sentir

como

bebía

su

sangre

era

muy

placentero.

Una

experiencia que nunca olvidaría. La combinación sexo y succión fue demoledora para ella. Fue solo cuestión de segundos, los que tardó Gabrielle en explotar, gritando el nombre de Lucius, mientras su vagina se contraía con fuerza atrapándole, bombeándole golosamente. El calor que recorrió el cuerpo de Gabrielle se extendió con rapidez desde su ingle hacia todas las partes del cuerpo, dejándola exhausta y agotada sobre la cama, siendo aplastada completamente

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Saga Bellezas 1 por Lucius cuando este soltó un fuerte gruñido hundiéndose por última vez, explotando en su interior. Bañándola con su simiente. La joven entreabrió los ojos y extendió una mano tocando la mejilla enrojecida de Lucius, sonriendo ampliamente. Emitió un pequeño quejido de dolor al sentir que se retiraba de su cuerpo, echándose hacia aun lado para no aplastarla contra el colchón. —Esto ha sido…—Gabrielle humedeció los labios con la lengua, tragando saliva para aliviar la sequedad de su garganta. Lucius quedó de lado, atrapándola con un brazo, encajando el sudoroso y tembloroso cuerpo de ella contra el suyo, envolviéndola con su presencia. —Explosivo—. Besó la mejilla de Gabrielle y lamió la sangre que quedó en los bordes de la herida de su mordisco—. Eres puro volcán, Gabrielle. Y tú sangre…—mordisqueó la piel sobre la clavícula— …deliciosa. Gabrielle rió en voz baja, enterrando su cara contra el cuello de él, ruborizada, presa de un ataque de timidez. Aquella había sido su primera experiencia sexual y había sido impresionante. Los minutos… Las horas… No estaba segura del tiempo que pasó en brazos de Lucius, el placer fue intenso de principio a final, desde el instante en que la tumbó contra la cama el vampiro la transportó hacia un cielo que nunca creyó conocer. Toda su vida pasó escudándose detrás de una barrera que erigió alrededor de su corazón, para protegerse. Y en menos de dos días, ese vampiro la había conquistado derribando el muro de temor y desconfianza. Consiguiendo penetrar en su alma y en su cuerpo. De nada servía no reconocer la atracción física que sentía por Lucius. Reaccionaba con intensidad ante su presencia, derritiéndose

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Saga Bellezas 1 por la necesidad de ser suya nuevamente. Estaba atrapada en un círculo vicioso, en el que su necesidad de libertad luchaba fieramente contra el deseo y la posesividad que sentía al estar cerca de Lucius. Adormilada, Gabrielle se arrimó contra su caliente cuerpo. Intentando

no

bostezar,

se

dejó

llevar

por

la

somnolencia,

durmiéndose al cabo de los segundos. Lucius en cambio no llegó a descansar. Su mente no dejaba de darle vueltas a los encontrados sentimientos que estaban batallando en su interior. El deseo por Gabrielle estaba arraigado en su corazón, pero ahora la necesidad de verla feliz, se entremezclaba, provocando una debilidad que nunca creyó sentir. En medio de la oscuridad del cuarto, Lucius abrazó el cuerpo dormido de Gabrielle, conteniendo un siseo al sentir como su hombría despertaba al rozar sus cuerpos. Besó sus párpados y paseó los labios por su mejilla hasta lamer la marca de su mordisco. Aquella noche la había marcado como suya, al tomarla y al beber de ella. El intercambio de sangre no solo los había unido, sino que el enlace que creó al salvarle la vida se había vuelto más fuerte y ya no sería roto a no ser que la muerte se llevara a uno de los dos. —Mía —susurró lamiendo sus labios, reconociendo el sabor de su propia sangre al haberla compartido con la mortal—. Ahora no te dejaré marchar—. Cerró los ojos y aspiró el aroma que desprendía. Olía a sexo y… a él. Su esencia estaba en cada uno de sus poros—. No puedo… Moriré si algo te sucede.

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Saga Bellezas 1

Al otro lado de la puerta, Wulfric estaba sujetando contra el suelo a una mujer que echaba chispas por los ojos y maldecía de tal manera que parecía un marinero de otra época. Sonrió al escuchar la lista de insultos que le obsequió, a él y a toda su descendencia. —¡Suéltame estúpido vikingo! —Gritó Lisette retorciéndose en el suelo. Sobre ella tenía el fuerte cuerpo de Wulfric aprisionándola con su calor y su imponente presencia. Wulfric susurró contra su oído, sujetando con una mano las muñecas de la vampiresa. —No grites tanto, Serpiente, que atraerás la atención de los demás. Y no creo que quieras que te vean... reducida—. Sonrió abiertamente al escuchar la maldición que soltó la mujer ante sus palabras. Sacarla de quicio era uno de sus pasatiempos favoritos. Tenerla bajo él era una auténtica tortura, un infierno que estaba elevando la temperatura de cada célula de su cuerpo, convirtiendo su sangre en pura lava que recorrió velozmente sus venas, cobrando vida una parte de él que prefería que se mantuviese dormida. Antes de que su protegida notara el creciente bulto en sus pantalones, Wulfric se sentó llevándosela consigo, obligándola a quedar de rodillas y de espaldas delante de él. Aún seguía sujetándole las muñecas, y el intenso aroma que desprendía la vampiresa no le ayudó nada, aumentando el grado de su excitación hasta el punto de estar dispuesto a obedecerla por primera vez y permitirle entrar en el dormitorio de Lucius. Lisette nada más verle entrar en su alcoba, una vez que acabó la reunión que mantuvo con los demás Guerreros en los calabozos, le

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Saga Bellezas 1 ordenó que la escoltase hasta el cuarto de su hermano. Wulfric quedó parado unos segundos ante ella hasta que reaccionó, gritándole como siempre lo hacía. Estuvieron discutiendo más de dos horas, luchando por el control, hasta que la vampiresa se agotó y corrió hacia la puerta, esquivando a Wulfric y consiguió salir al pasillo. Llegar ante las puertas del dormitorio principal de la mansión les llevó cerca de media hora. Wulfric esquivó durante el trayecto varios ataques de su protegida y aguantó estoicamente los insultos más inverosímiles que escuchó en toda su existencia. Sonrió contra el revuelto cabello de Lisette, que caía en ondas por su espalda hasta casi rozar el suelo, al recordar el nuevo apelativo que le adjudicó la mujer aquella noche. Hombre vaca amante de los cuernos. Lisette no compartía el buen humor del vikingo. Tenía las manos atrapadas férreamente a su espalda, si hacía un gesto para liberarse podría quebrarlas, pues cuando estaba furiosa no controlaba del todo su poder. La preocupación por su hermano agravó su mal humor. Al enterarse que los rumores que circulaban por la mansión acerca de que Lucius mantenía a buen reguardo en sus dormitorios privados a una mortal, alarmaron a Lisette. A pesar de que su hermano procuraba no informarla acerca de los problemas del clan, Lisette no era la estúpida y egocéntrica vampiresa que creía Lucius. Ella estaba al tanto de todo, manteniéndose en las sombras, dispuesta a actuar con tal de defender a su única familia. —¡Suelta mis manos vikingo! No olvides con quien estás tratando.

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Saga Bellezas 1 Wulfric bufó. Por supuesto que nunca lo olvidaría. Y de hacerlo ella no se lo permitiría. Sumergido en sus pensamientos, maldiciendo internamente el incontrolable carácter de Lisette, Wulfric no atendió al discurso de la vampiresa hasta que escuchó sus últimas palabras. —Eres mi sirviente, me debes obediencia... Aquello fue la gota que colmó el vaso. Explotó. Él no era el sirviente de nadie. Nació guerrero y el día, o más bien la noche que muriese lo haría en el campo de batalla con los honores de un soldado entrando de esta manera en el Valhalla, la tierra de los dioses prometida a los vikingos, donde cenaría junto a Odín y pelearía junto a sus hermanos por toda la eternidad. Cuando Lisette le tocó el brazo, lo sacó de sus pensamientos. Wulfric se apartó y dio un paso hacia atrás, alejándose de la tentación que suponía la sola presencia de la caprichosa vampiresa. —No soy tu sirviente, maldita Serpiente. Solo obedezco órdenes de tu hermano al que juré lealtad, la noche en que me convirtió. Lisette apretó los dientes y desvió la mirada, posándola sobre el marco de la puerta de la alcoba de Lucius. Las palabras del vikingo le hicieron daño, se clavaron en su corazón como dagas envenenadas. Por más que hiciese no conseguía traspasar el muro invisible que erigió Wulfric. Cada paso que daba, cada palabra que pronunciaba encendía

al

vampiro

de

tal

manera

que

siempre

acababan

discutiendo, gritándose frases hirientes que después pesaban sobre sus conciencias. Si tú supieras, vikingo, pensó Lisette, cruzándose de brazos, buscando con aquel instintivo gesto un poco de calor. Desde niña

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Saga Bellezas 1 siempre fue protegida y apartada de todos, como un valioso objeto al que debían venerar desde las distancias, pero no corromper. Lucius fue el único que siempre estuvo a su lado y desde que Wulfric renació de la muerte, el vikingo la acompañaba, iluminando su gris existencia, aún a pesar de sus bruscos gestos e insultos. En su larga existencia, conoció el poder, el orgullo de ser hija de un hombre al que se veneró como el hijo del dios Rá, Ramsés II, y que se enamoró perdidamente de una esclava traída de las tierras del norte a la que desposó y convirtió en su concubina número sesenta. De ese enlace nacieron dos bebés, que poseían el poder la extraña alergia de su madre al intenso sol. Los pequeños disfrutaron de todos los lujos al ser los hijos del faraón, hasta que Ramsés II murió. Cuando el heredero subió al trono, Lucius se vio obligado a escapar de Egipto junto a su madre y su hermana, acusados de pactar con el dios de la muerte, pues los años no mermaron su belleza, ni curvaron su cuerpo como a los demás. Seguían siendo los dioses de cabellos oscuros que llenaron de alegría los días que Ramsés II pasó junto a ellos. Lisette cerró los ojos al recordar aquellos angustiosos días, en los que caminaron por el desierto, enterrándose en la arena cuando salía el sol para no morir bajo los mortíferos rayos del astro. Durante los días que cruzaron las bastas tierras de arena, perdieron a su madre, que murió cuando los cubrió con su cuerpo durante una tormenta de arena que descubrió el hoyo que cavaron para protegerse. Los recuerdos de aquella experiencia, aún le hacía daño. Apretó con fuerza los párpados luchando contra las lágrimas. Desde aquella noche se prometió que no volvería a mostrar debilidad ante nadie, que nunca más lloraría ante otro ser vivo.

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Saga Bellezas 1 Abrió los ojos y buscó con su mirada a Wulfric. El vikingo la observaba con un brillo extraño en sus ojos, que rápidamente desapareció al ser descubierto observándola. Wulfric. Cuando estaba con él, se olvidaba de las promesas que se juró cumplir. —Me voy a mi alcoba, mañana hablaré con Lucius—. Lisette, cerró su mente. El motivo que la llevó a buscar la compañía de Wulfric aquella noche fue sentir la inquietud que le transmitió Lucius por su conexión natural como gemelos. Lo que angustiase a su hermano debió ser grave ya que Lucius procuraba mantener en todo momento su mente cerrada. Pero ahora, al ver que no consiguió nada más que discutir acaloradamente con Wulfric optó por retirarse y esperar a un nuevo día, en el que buscaría el modo de entrar en el dormitorio de Lucius para conocer a la mortal que hechizó de tal manera a su hermano que éste se olvidó de sus quehaceres y obligaciones, rompiendo una de las normas que él mismo escribió. Conocería a esa mortal y entonces decidiría como actuar. Sin más, Lisette se giró y caminó hacia su dormitorio, dejando atrás a un sorprendido y pensativo Wulfric, que permaneció cruzado de brazos ante las puertas del cuarto de Lucius, mirando fijamente la erguida espalda de su protegida y el sinuoso contoneo de sus caderas. Wulfric masculló una maldición al sentir como su cuerpo reaccionó al verla caminar de aquella manera tan elegante, en la que su vestido dejaba entrever con cada paso sus largas piernas. Joder. Aléjala de tu mente, Wulfric. O te conducirá a la muerte. Se recriminó, apoyándose contra la pared, pasando una mano por su

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Saga Bellezas 1 abultado paquete, siseando al tener la verga aprisionada contra la tela del pantalón, pues como norma nunca llevaba ropa interior, una costumbre que le quedó de la época en la que solo vestía las pieles de los animales que cazaba. Lisette era su mayor tentación. El fruto prohibido que se cruzó en su camino. Al perderle de vista, Wulfric giró y se largó a su cuarto, dispuesto a beber hasta que el amanecer lo dejase exhausto en la cama, nublando su mente y debilitando su cuerpo antes de caer en un estado comatoso donde se sanaban sus heridas. Cerró la puerta del dormitorio de un portazo, acercándose al minibar y se sirvió una copa de sangre con alcohol. Después de beberla en dos tragos, cogió la botella y se sentó en el sillón que colocó frente a las ventanas. Se quedó observando el paisaje que se veía desde el cuarto, bebiendo de vez en cuando unos tragos del espeso y carmesí líquido con toques amargos de whisky. —Lisette… —susurró con voz ronca —. Eres una maldita zorra—. Acabó la botella y la lanzó al suelo con rabia. —Por más que lo desee, nunca podrás ser mía. Tu destino es casarte con el Rey de los chuchos pulgosos, sellando una alianza entre los clanes. Cerró los ojos con cansancio y se pasó una mano por la cara, sorprendiéndose al notar humedad. Al abrir los ojos se quedó mirando su mano. La humedad eran lágrimas. Deslizándose silenciosas por sus mejillas. Lágrimas carmesí.

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Saga Bellezas 1 Fruto de la angustia y el dolor que sentía al saber que nunca tendría a su protegida. Que su cuerpo pertenecía a otro hombre. Al Rey de los licántropos, que acudiría a finales de mes a la mansión para llevársela lejos. Me largo. Ya no lo soporto más. En cuanto limpiemos la escoria del Consejo, me marcharé. Solicitaré un traslado a la embajada del sur, a las tierras de Kylerab Mordack. Debo alejarme de ella. O cometeré una locura.

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Saga Bellezas 1

CAPÍTULO CAP TULO 7

Nada más llegar al dormitorio, Lisette se descalzó tirando los zapatos de tacón a un lado, y se desabrochó el vestido que se deslizó hasta quedar en el suelo. Pasó por encima del montón de seda y se paró frente al escritorio. Abrió el segundo cajón del viejo mueble traído de Europa como recuerdo de la etapa que pasó en la Inglaterra isabelina, y sacó una botella de coñac. Con la botella en la mano, se tumbó en la cama mirando a los ventanales completamente desnuda. Descorrió las cortinas moviendo hacia un lado cabeza. Nadie en el clan sabía que tenía el don de telekinesia. Y, por el bien del clan era conveniente que siguiesen desconociendo que ella era capaz de mover objetos con la mente. Si lo averiguaban podría dar comienzo una batalla entre clanes, puesto que los vampiros que adquirían un poder mágico eran perseguidos al ser considerados peligrosos.

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Saga Bellezas 1 El único en el clan que ostentaba el poder extrasensorial que adquirió con el paso del tiempo, era el propio Lucius. Su hermano gemelo era capaz de realizar conjuros de invocación al elemento fuego, quemando a sus enemigos con solo una mirada. Gracias a duros entrenamientos, su control sobre el elemento se incrementó, llegando a formar parte de su rutina y convirtiéndose en un arma muy útil en el campo de batalla. En el pasado luchó codo con codo con Lucius, orgullosa de su poder. En el presente era tan solo una mujer que caminaba a la sombra de su hermano, viviendo en una jaula de oro, protegida hasta de su propia existencia. Encerrada en vida entre cuatro paredes, con una escolta tras de ella en sus apariciones públicas en la sociedad vampírica. Obligada a salir de caza a escondidas, para que nadie lo averiguase. ¿Por qué no pueden dejarme ser quien soy?, pensó con rabia acomodándose

contra

los

almohadones,

estirando

las

piernas,

revolviendo las sábanas de seda negras. En este mundo de machos, el ser una vampiresa es un estigma que nos conduce al ostracismo social. Pero juro que cambiaré esta situación. Lucius no podrá negar mi valía. Recordará que también soy una princesa y que solo son dos minutos de diferencia entre su nacimiento y el mío lo que lo convirtió en el heredero. Contemplando el tenue resplandor de la luna, Lisette destapó la botella y bebió un trago, ahogando el intenso dolor que recorría su cuerpo en alcohol. Las palabras de Wulfric resonaban con fuerza en su mente, atormentándola. El vikingo era el único que le provocaba el desasosiego que la estaba atormentando. Deseaba que la admirase,

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Saga Bellezas 1 que dejara de gritarle que estaba a su lado solo porque Lucius se lo había ordenado. Ella no quería ser solo una pesada misión que se veía obligado a sobrellevar, siguiendo las órdenes de su señor. Maldiciendo en alto el nombre de Wulfric, Lisette dejó la botella apoyada en el suelo al lado de la cama, y abrió el primer cajón de la mesita de noche. Con cuidado sacó la carpeta que encontró procurando no tirar al suelo ninguno de los papeles. La abrió en su regazo y pasó las hojas hasta detenerse en un informe extenso acerca del Rey de los licántropos. Cuando escuchó que su hermano tenía la intención de casarla, aún sin su consentimiento, con el Rey de los hombres lobos del continente americano, Lisette se puso en contacto con el clan de hechiceros, un grupo de mercenarios que harían cualquier cosa por dinero. Con una buena suma de dinero les ordenó que consiguiesen información acerca de Robersten pues deseaba conocer a su futuro esposo y sopesar las posibilidades que tenía para librarse de su destino. Ella no deseaba ser la esposa de nadie. Ansiaba la libertad desde el instante en que vislumbró como iba a ser su futuro. Y cuando creyó poder lograr alcanzar su sueño, Lucius la lanzó de cabeza al pozo, prometiéndola con un hombre lobo que no conocía. Tomó la foto de su prometido y la miró detenidamente. Robersten era hermosamente salvaje, con una melena azabache que llevaba suelta por encima de los hombros. Su mandíbula era cuadrada, la nariz aguileña débilmente desviada hacia un lado posiblemente por un golpe, los ojos eran negros, confundiéndose el iris con la pupila. Vestía con un traje oscuro, que se apretaba a su cuerpo

como

una

segunda

piel,

quedándole

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perfecto.

Estilo,

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Saga Bellezas 1 elegancia, rodeado de confort y lujo. Conductor habitual de un Ferrari negro. Y siempre acompañado de hermosas mujeres que adoraban el suelo que pisaba. El sueño de cualquier mujer o vampiresa. Menos para ella. No deseaba contraer matrimonio, y menos por el bien del clan. Los vampiros que moraban en las tierras de su hermano la miraban con odio y burla. Los muy idiotas ni siquiera ocultaban lo que sentían por ella, convencidos de lo insignificante que era. ¡Cuántas veces tuvo que contenerse para no desratizar la mansión, librándose de las alimañas! Apretó la foto entre sus manos, arrugándola hasta formar una pequeña bola de papel. —No pienso unirme a este lobo —siseó en voz baja tirando al suelo el resto del informe. Las hojas cayeron desperdigadas, cubriendo parte de la habitación—. Después de asegurarme que aún sigas con vida hermano, me iré. Abandonaré estas tierras y no regresaré jamás. Es hora de hallar mi destino y no estar a tu sombra. Tenía que planificarlo todo con cuidado, procurando no olvidar ningún detalle, ni dejar cosas al azar. El vikingo la seguía allá donde fuese, como una sombra. Solo cuando salía de caza junto a los demás Guerreros cuando percibían presencias indeseadas de licántropos sin manada, la dejaba tranquila. Debía conseguir despistarlo. Lisette se levantó de la cama y pasó por encima de los papeles que componían el informe y se dirigió hacia el cuarto de baño.

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Saga Bellezas 1 Una ducha. Necesito una ducha de agua bien caliente. Pensó al tiempo que abría las mamparas de cristal que protegían al plato de ducha. Cuando salió al

mercado aquella novedad en artículos de

baño exigió que la instalasen en su cuarto, tirando la gran bañera de metal que tenía. Y no se arrepentía del cambio. Bien es cierto que ya no podía tumbarse por horas para disfrutar de la sensación de estar cubierta de agua con una temperatura cercana a los cincuenta grados, pero ahora podía sentir como las finas capas del líquido recorrían

cada

parte

de

su

cuerpo

evaporando

todas

sus

preocupaciones. Bajo el chorro de agua caliente Lisette vació la mente y permitió que su cuerpo se relajara. Cada uno de sus músculos respondió a las caricias del cálido líquido extendiendo sus fibras deshaciendo los nudos que agarrotaban y producían dolor. Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás. El agua manó con mediana fuerza sobre su rostro, borrando el rastro de dolor que le quedó grabado ante la inminente boda. Ignoraría sus remordimientos al dejar atrás a Lucius, quebrando la promesa de permanecer siempre juntos y buscaría un nuevo futuro. Lisette cerró el grifo y enrolló parte de su melena, escurriendo el agua que golpeó las baldosas del suelo. Al salir, buscó la toalla y la enrolló sobre el cuerpo, ocultando una de la esquina de la rugosa tela cerca de la axila derecha. Su melena caía húmeda sobre la espalda, mojando la toalla. Los rizos que con tanto esmero estiraba con las planchas de cerámica se ondulaban salvajes y bailoteaban sin control con cada paso que daba. Se abstuvo de coger el secador y las planchas para alisarlos. Aquella noche no estaba de humor para pasar una hora ante el espejo pasando las planchas calientes por sus largos cabellos. Dejaría que se

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Saga Bellezas 1 secasen al aire. Cuando fuera el momento de la huida poco importaba cómo se viese. Al llegar cerca de la cama, desenrolló la toalla y la dejó caer al suelo. El empapado trapo quedó encima de algunos documentos, emborrándolos. Tomó la bata negra del armario y se la puso, cerrándola y ciñéndola a su estrecha cintura. La sedosa tela quedó pegada a su húmeda piel mostrando sus curvas. Descalza caminó hacia la trampilla que accionaba la puerta oculta que daba a los pasadizos secretos que recorrían toda la mansión. Por casualidad los encontró una noche hacia una década. Wulfric había perdido la paciencia con ella cuando le insistió que la dejara salir de compras y la acabó encerrando en una de las salitas de la tercera planta. De nada sirvió ponerse a gritar entremezclando idiomas insultando al testarudo vikingo, éste permaneció apoyado contra la puerta del otro lado, esperando a que se calmara. En un arrebato de rabia tiró de uno de los candelabros colgados sobre la chimenea, accionando sin pretenderlo la trampilla que abrió el acceso a los pasadizos. Movido por la curiosidad entró en el oscuro pasaje y se asombró ante el descubrimiento. Cuando escuchó el ruido de la cerradura, salió corriendo del pasadizo y colocó en su sitio el candelabro. Wulfric nunca sospechó que ella se calmó gracias al descubrimiento que hizo no por el poco ortodoxo método que empleó. Lisette estaba de tan buen humor que no le importó que el vikingo creyera haber ganado ese asalto. El descubrimiento que hizo opacaba todo lo demás.

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Saga Bellezas 1 Lisette sonrió al recordar la alegría que sintió al entrar por primera vez en los oscuros pasadizos. Ser la única que los usara y que supiera de ellos la hacía inmensamente dichosa. Siempre era bueno tener un as bajo la manga ante un caso de emergencia. Se acercó a la chimenea y se agachó. Palpó la piedra buscando una pequeña protuberancia que accionaba la entrada a los pasadizos desde su cuarto. —Aquí estás —susurró presionando sobre la redondeada piedra que sobresalía de la lisa superficie del interior de la chimenea. Nada más presionarla, la chimenea crujió y se rompió en dos, desplazándose lentamente hasta dejar al descubierto un hueco del tamaño de una puerta, por donde se introdujo. Caminó por el pasadizo de la segunda planta, parándose de vez en cuando para escuchar lo que ocurría al otro lado de las gruesas paredes que la separaban de los dormitorios. Por lo que escuchó, tres miembros del Consejo habían ordenado a

sus

familias

abandonar

la

mansión

aquella

misma

noche,

enviándolos a la segunda residencia que poseía en la ciudad su hermano. Un lujoso hotel que les servía de refugio para los vampiros que se veían obligados a desplazarse por motivos diplomáticos o laborales. El hotel en medio de la ciudad era conocido no solo por los seres inmortales que allí moraban sino también por los mortales que se veían atraídos por el lujo y el resplandor que poseía el elegante lugar. Si han enviado afuera a sus familias significa que han sido coaccionados por el imbécil que dice liderar el Consejo. Pensó Lisette, apoyándose contra el frío muro, analizando la nueva información. Si obligan a huir a sus familiares directos y a sus parejas, es que el

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Saga Bellezas 1 miedo a Lucius está muy arraigado en sus corazones. Después de unos segundos en completo silencio, continuó esta vez en voz baja. —Estoy segura que el Consejo aprovechará el momento de debilidad de Lucius para atacarle. Desde hace medio siglo llevan esperando su oportunidad para derrocarle y hacerse con el poder del clan. Lisette movió la cabeza de un lado a otro. Si aquello era factible y ella lo había supuesto su hermano también. De ser así… ¿porqué motivo Lucius permitía que lo atacasen? ¿Por qué te lanzas de cabeza a la trampa que te preparó esas sanguijuelas?, se preguntó, confusa. El hermano que ella conocía no habría esperado a que lo atacaran. A la mínima sospecha de rebelión los habría aniquilado, borrando del mapa los peligros que le rodeasen. Pero en el último siglo, Lucius había adoptado las costumbres humanas de aceptar los consejos y opiniones de sus subordinados, una práctica que no compartía ni entendía Lisette. Ella seguía creyendo que la mejor manera de mantener un dominio era a través del respeto. Si los vampiros que estaban a cargo de Lucius conocían su valía como guerrero, no se atreverían a atacarle temerosos de recibir su furia en sus carnes. Por ese motivo no comprendía el revuelo que se armó ante la llegada de la mortal a la mansión. No era la primera vez y seguro que no sería la última que un humano pisara aquella propiedad. De nada sirvió haberle advertido a su hermano que era realmente absurdo prohibir la entrada de mortales a la mansión. Este hizo lo que creyó más conveniente para el clan. Una orden que se ha vuelto en su contra.

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Saga Bellezas 1 Por culpa de la última norma que implantó Lucius los habitantes habituales de la mansión, se vieron obligados a abastecerse de sangre artificial para satisfacer su sed. Ya te dije hermano que esa prohibición te iba a traer problemas. Pero no quisiste escucharme. Lucius tan solo le sonrió cuando le expuso sus dudas y preocupaciones ante las nuevas órdenes. Y con esa sonrisa tonta, la despachó ordenándole a Wulfric que la escoltase hasta su dormitorio para que descansara. Lisette cerró los ojos al recordar esa parte de la historia y apretó los dientes. Los colmillos le crecieron dos centímetros sobresaliendo de sus carnosos labios, lastimando el delicado tejido del interior de su boca. La sangre le ardía cada vez que recordaba los instantes en que su hermano la trataba como a una muñeca de porcelana. Tan solo los separaban unos minutos y aquello parecía que lo había olvidado Lucius. ¡Qué conveniente olvido! Ella era una vampiresa de sangre pura. La única hembra de su condición en aquel continente. Poseía el poder de mover objetos con la mente. Su fuerza y agilidad era mortífera y sus ansias de lucha y sangre igualaban a la de los machos mestizos que se paseaban por aquella mansión como pavos reales orgullosos de su naturaleza. Era igual de capaz que Lucius, y durante siglos pudo mostrárselo a sí misma, ocultándose tras una pesada armadura de metal que ordenó fabricar a un herrero mortal para luego silenciarlo para siempre para que no se descubriera su secreto. Aquella podría ser, posiblemente la única muerte que lamentó. El anciano herrero aceptó la muerte de una manera muy valiente. Lo admiró por ello. Se enfrentó a su destino sin temor. Durante siglos, deseó tener esa fortaleza para poder tomar las riendas de su vida, pero el apego emocional que sentía con su gemelo la mantenía presa.

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Saga Bellezas 1 Eran pocos los vampiros sangre pura que quedaban en el mundo. Después de las guerras civiles que mermaron los clanes de Europa. Los supervivientes tomaron diferentes rumbos asentándose en tierras forasteras. La soledad era el destino de los sangres pura. No sabía como explicarlo, pero cuando dos sangres puras de diferentes familias residían en una zona acababan matándose. Quizás había algo en la sangre que los hacía perder la conciencia y dejaba salir la verdadera naturaleza del vampiro. Se convertían en lo que eran. Depredadores. Aniquilando a la competencia. Estos oscuros sentimientos no surgían cuando el vampiro puro vivía entre mestizos. En ellos no percibían el peligro que podían hallar en el aroma de otro puro. El temor a perder el control de su dominio era un sentimiento arraigado en sus corazones y acabó con la vida de centenares de sangres pura. Lucius y Lisette no sentían esa agresividad. Podían estar en el mismo estado sin preocuparse de no despertar más. No se atacarían. Eran hermanos gemelos. Unidos desde los nueve meses que pasaron en el vientre de su madre, quien mostró características vampíricas tras ser atacada por un soldado que la convirtió a la fuerza. Cuando quedó embarazada de su amo y señor Ramsés no esperó parir a los primeros vampiros sangre pura en siglos. Lisette abrió los ojos y se obligó a pensar en otra cosa. El recuerdo de la muerte de su madre aún le producía dolor. No quería recordarlo. Lo había enterrado en lo más profundo de su mente y allí debía seguir.

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Saga Bellezas 1 —Ethan, ¿estás seguro que es prudente mostrar todas nuestras cartas mañana a la noche? Lisette se pegó a la pared para escuchar mejor. Aquella voz era la de la mano derecha del Consejero Ethan. Esperó la respuesta y no se sorprendió cuando la escuchó. —Sí, mañana es el momento que estábamos esperando. Lucius estará débil por el sangrado y no tendrá a todos sus perros a su alrededor. No podrá defenderse cuando lo ataquemos. El silencio que siguió a esa respuesta fue largo, demasiado largo para Lisette. Tuvo que luchar contra las ganas de aparecerse en aquella sala y destrozarles por traición. Pero sus muertes sólo perjudicarían a Lucius ya que éste no podría justificarlas y perdería la confianza de su gente. Esperaré a mañana. Estaréis muertos. Si creéis que Lucius está desprotegido estáis muy equivocados. Haré lo que haga falta para proteger a mi familia. Lisette arañó la pared con las garras que aparecieron. Las marcas en la pared quedaron plasmadas como una promesa. —¿Y la caprichosa? ¿Qué haremos con ella? Lisette volvió a atender a la conversación que se llevaba a cabo al otro lado de la pared. —¿Te refieres a Lisette? —Sí, a la misma. No hay otra vampiresa tan egoísta como ella en toda la mansión. —Esa zorra orgullosa será mía—. Lisette apretó los labios al escuchar la respuesta de Ethan—. Me calentará la cama las noches que le ordene.

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Saga Bellezas 1 Lisette gruñó, pero se calló cuando los gruñidos resonaron en el pasadizo. Debía controlarse. No podía ser descubierta. Aún no. —Es peligroso, Ethan. Recuerda que la protege el vikingo. Las carcajadas de Ethan sonaron frías, carentes de emoción. —Unos guardaespaldas que la odian. Nadie la soporta. —Y ¿por qué motivo la quieres para ti, Ethan? —Por su belleza. Será una zorra, pero con esas curvas bien vale la pena mantenerla con vida. Será un verdadero placer abrirle las piernas a esa orgullosa y bajarle los humos. Lisette sintió que su corazón se le estrujaba, como si se lo hubieran arrancado del pecho. Ya no quiso seguir escuchando más. Huyó de regreso a su dormitorio. El corazón le palpitaba con fuerza contra al pecho. Los ojos le escocían, enrojeciéndose al aguantar las ganas de llorar. En su mente resonaban las últimas palabras de Ethan. “Será una zorra, pero con esas curvas bien vale la pena mantenerla con vida.” Al pasar cerca de la trampilla que daba al cuarto de Lucius sintió la necesidad de desahogarse con su hermano como cuando eran pequeños compartieron penurias escondiéndose en abruptas cuevas por el día, mientras que por la noche avanzaban por el desierto huyendo al norte. Abrió la trampilla y el aroma de su hermano inundó sus fosas nasales, pero cuando iba a entrar le llegó el dulce olor de una mujer

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Saga Bellezas 1 entremezclado con el picante olor que quedaba después de una sesión de sexo. Desde el hueco que comunicaba el pasadizo con el dormitorio observó el dormitorio. En la cama encontró a su hermano abrazado a una mortal. Ésta aún no había sido transformada. Por sus venas circulaba la sangre de Lucius pero no había sido desangrada y no se convertiría por esa pequeña cantidad de sangre vampírica. La había sanado con las propiedades curativas de su sangre, pero aún no la había convertido otorgándole la eternidad. ¿A qué esperas, Lucius? Se preguntó Lisette en silencio. Si estás dispuesto a ser castigado para mantenerla a tu lado, ¿por qué no la conviertes en tu compañera? Lisette sintió una punzada en el pecho, como si le estuvieran presionando el esternón. Al instante de sentir esa opresión le vinieron a la mente unas imágenes de un vampiro que la había marcado en su vida. Wulfric… susurró para sí misma, saliendo del cuarto y cerrando la trampilla, huyendo entonces a su dormitorio. Al llegar a su cuarto, se quitó la bata que dejó caer al suelo y se tumbó en la cama. —Debo olvidarlo todo —de dijo en voz baja, adoptando una postura fetal, abrazando sus rodillas contra su pecho—. Te ayudaré Lucius a salir de esta y aprovecharé el revuelo que se armará para escapar. Más allá de los ventanales cubiertos por gruesas cortinas negras y protegidas por persianas de diez centímetros de grosor, el sol iluminaba las propiedades Cuestelvinier, dando inicio a un nuevo día. Un día que decidirá el futuro de varios miembros de la mansión.

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Saga Bellezas 1

En el dormitorio principal de la mansión, Lucius Cuestelvinier entreabrió los ojos, preocupado. El dolor que le oprimía el corazón no era suyo, la conexión que compartía con su hermana le transmitió sus emociones. Se movió, acomodando a Gabrielle sobre su pecho, quedando él boca arriba. Con el brazo libre se cubrió los ojos. Cuando se deshiciese del Consejo y convirtiese a su compañera, hablaría con Lisette. Era su gemela, su hermana pequeña, a la que juró proteger a su madre antes de presenciar como se desintegraba por el sol. Durante años buscó el modo de protegerla mirando para otro lado cuando ésta salía de caza. El compromiso que había establecido con

Robersten

fue

la

solución

que

encontró.

Lo

conocía

personalmente y sabía que él la protegería, pues siempre protegía lo que le pertenecía. Los hombres lobos no golpeaban a los infantes y a las mujeres pues se consideraba una deshonra utilizar la fuerza física para someterlos. Lisette estaría resentida con él durante una temporada, quizás incluso durante unos años, pero al final, cuando aceptara la situación y se encariñase con su compañero, se lo agradecería. Todo era por su bien. Debía alejarla de la hipocresía de su raza y las hostilidades de la mansión.

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Saga Bellezas 1 Un nuevo puntazo en el corazón logró sacar un siseo en Lucius. —Es por tú bien hermana —susurró en la oscuridad, dejándose mecer por el sueño—. En la mansión estás en peligro. Cuando esté pasando el ritual del castigo serás custodiada por Wulfric y tú mi pequeña… Cuando todo acabe… —miró a Gabrielle que dormía plácidamente sobre él—… serás mía para siempre. Si me aceptas…

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Saga Bellezas 1

CAPÍTULO CAP TULO 8

Nada más despertar, Gabrielle estiró el brazo buscando a Lucius. Palpó el lado donde durmió y no lo encontró. Entreabrió los ojos y lo buscó por el dormitorio. —¡¡Lucius!!—. Se levantó de la cama. —¿Dónde estás?—. ¿No se habrá ido ya al castigo? Sabía que aquella misma noche Lucius sería castigado por ocultarla en la mansión, a pesar de ser el líder de los vampiros. Con aquel gesto iba a demostrar que las normas las deben cumplir todos, sin importar su estatus social. Quería verlo. Necesitaba verle. —¡¡Lucius!! —Elevó la voz, intentando abrir la puerta, pero ésta no cedió. Estaba cerrada con llave. Tiró varias veces. La puerta ni se movió—. Maldición, ¡ábrete! Tengo que buscarle. Tengo que decirle que… —¿Qué tienes que decirme, pequeña? Gabrielle se dio la vuelta y quedó frente a él. Lo miró de arriba abajo. Su cuerpo estaba húmedo, a la cintura tenía enrollada una toalla roja como la sangre. Sintió que la garganta se le cerraba.

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Saga Bellezas 1 Lucius tenía los cabellos sueltos y húmedos, enmarcando su rostro, quedando a la altura de sus hombros. Siguió hacia abajo. El tórax era marcado, sin llegar a ser musculoso en excesivo mostrando que se ejercitaba. Al llegar a la altura del ombligo, ya sentía un ardor por todo el cuerpo y sus mejillas enrojecidas. Gabrielle lo devoró con los ojos y aquello lo complació. Le gustó que se sintiera atraída por él. Adoró ver el rubor que cubrió sus mejillas, y escuchar los fuertes latidos de su acelerado corazón. ¡Oh, dios mío! Cada vez que te veo me quedo sin aliento. Estás tan

bueno. No comprendo como te gusto. Se preguntó Gabrielle

desviando la mirada, azorada. Lucius acortó la distancia que los separaba y la tomó entre sus brazos. —¿Qué es lo que ibas a decirme? —Preguntó de nuevo, aspirando el dulce aroma que desprendía Gabrielle y que lo embriagaba, hechizándolo. Gabrielle tragó saliva, nerviosa antes de tartamudear. —¡Na-nada! —¿Estás segura? Gabrielle cerró los ojos. No podía decirle que lo amaba. Quedaría en ridículo. Hacía muy poco que lo conocía, y las circunstancias que les llevaron a convivir juntos no fueron las más favorables, por no decir lamentables, pues había sido secuestrada por él después de haber estado a punto de ser violada por unos desconocidos. Su corazón palpitaba con fuerza cada vez que lo tenía cerca, sufría al pensar que iba a pasar un calvario por su culpa. Amaba cada gesto, su voz, la fuerza que desprendía.

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Saga Bellezas 1 Lucius luchó contra las ganas de tomarla por la cintura, levantarla del suelo y devorarla. —Lucius… —susurró Gabrielle—. Esta noche…—se le cerró la garganta al pensar en lo que le iba a pasar. —Esta noche limpiaré mi hogar de indeseables—. Gabrielle tembló al ver su rostro. Era una mueca de odio y determinación, que presagiaba la muerte de los que se le opusiesen—. Mañana, comenzará una nueva etapa para mi gente. Para nosotros. No entendía los problemas internos que había en el clan vampírico donde estaba refugiada. Parecía que todo lo que estaba viviendo era parte de una ilusión de la que se despertaría y seguiría con la rutina que era vida. Nunca creyó en historias de apariciones ni en la existencia de criaturas mágicas, pero en menos de dos minutos aprendió que los vampiros eran muy reales. Y ahora se veía inmersa en una lucha que no entendía, y que temía, sobre todo la suerte de un vampiro en especial. —No quiero que nada malo te suceda, Lucius—. Apoyó su mejilla en el pecho descubierto del vampiro—. Te van a dañar por mi culpa. Lucius tomó su barbilla y le miró a los ojos. Olió el miedo que exudó y saber que estaba preocupada por él le producía un fuego en su interior que caldeaba su frío corazón. —No te preocupes por mi, Gabrielle. Todo irá bien. —¿Cómo no me voy a preocupar? Si…—Lucius la acalló besándola en los labios, acariciándole el cuello. Con aquel beso que se tornó ardiente, Gabrielle se olvidó de protestar y se dejó conducir hacia la cama. Lucius la tomó en brazos, mirándola con deseo. La dejó sobre el lecho, pero antes de tumbarse

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Saga Bellezas 1 a su lado, para saborearla a fondo grabándose su sabor para recordarlo cuando sintiese el dolor de los cortes, llamaron a la puerta. Los golpes cortaron el beso que estaban compartiendo. Lucius se sentó y cubrió el cuerpo de Gabrielle con la colcha. —¿Qué sucede ahora? Desde el otro lado de la puerta se escuchó la voz de Syemus. —Siento interrumpir, Lucius, pero los del Consejo ya tienen todo preparado. Lucius cerró los ojos unos instantes. Había llegado la hora de enfrentarse a esas alimañas. Pero antes… —Syemus saldré en diez minutos. —Te espero entonces cerca de las escaleras, Lucius. Gabrielle enrojeció. —Pero ahora sabrá que estábamos a punto de… Lucius se giró y la miró ardientemente. Él no estaba a punto de nada, iba a devorarla antes de enfrentarse al castigo. —Te deseo, Gabrielle —sonrió pícaramente quitándose la toalla que tenía alrededor de su cintura—. Y si llego de esta guisa a la reunión creo que tendré problemas, ¿no crees? Gabrielle se echó a reír. —Se morirían de celos, mi amor —comentó la joven sin percatarse de haber llamado mi amor a Lucius. Él sin embargo gimió al escuchar aquella palabra. Sin poder contenerse la besó, y se tumbó sobre ella.

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Saga Bellezas 1 Quería sumergirse en su interior. Volver a tocar el cielo siendo aprisionado por las cálidas paredes del interior de su compañera. —Ah…necesito… —apoyó la frente en la almohada a un palmo del rostro de ella—. Si no entro en ti ahora, moriré. Gabrielle se encendió. Notar como temblaba por su culpa, que estaba al borde del abismo, la excitó. Se sintió hermosa, una mujer poderosa capaz de hacer que un Príncipe rogara. —Yo también te necesito, Lucius—. Le tomó el rostro entre las manos y le susurró: —Ven a mí, mi amor. Lucius gimió roncamente y la besó, al tiempo en que se posicionaba encima de ella, moviéndose con cuidado para no aplastarla con su peso. —Ah, mi guerrera, me vuelves loco—. Lucius tomó su miembro, quien pulsó dolorido ansiando sumergirse en su compañera—. Nunca me saciaré de ti. Antes de penetrarla, la miró a los ojos. Estaba comportándose como un animal, atacándola sin prepararla, pero en lugar de ver miedo, encontró pasión, un deseo que igualaba al suyo. Gabrielle notó su duda, y levantó las caderas para recibirle, una muda súplica que Lucius la complació. Juntos comenzaron una danza tan antigua como el mismo tiempo. Gabrielle luchó por seguirle el ritmo, por oprimir las paredes de su vagina consiguiendo que la presión que crecía en su interior se colapsara unos segundos extendiéndose por el resto de su cuerpo. Los minutos fueron un suspiro, en el que el chirriar de la cama era opacado por los gemidos de ambos. Lucius embestía con los dientes apretados, deseando alargar el momento, disfrutar durante

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Saga Bellezas 1 horas de aquel delicioso placer que era ser aprisionado por su compañera. No lo pudo hacer. Llegaron al orgasmo que explotó entre los dos, al tiempo en que Lucius derramó su simiente en el interior de Gabrielle. Con la respiración jadeante, Lucius se incorporó y la observó con cariño, retirándole un mechón que se pegó a su frente por el sudor. —Eres maravillosa, pequeña. Un regalo que siempre agradeceré. Gabrielle enrojeció por la vergüenza. —Oh, Lucius —murmuró abrazándole angustiada —. Por favor no vayas, no quiero que te castiguen por mi culpa. —No te culpes más, pequeña. Este día tenía que llegar. El Consejo cavó su propia tumba cuando aceptaron castigarme. —Pero… —Shh, no temas por mí, Gabrielle —susurró acariciándola con los ojos—. Estaré bien. Sólo te pido que no salgas de este cuarto. Oigas lo que oigas fuera de estas cuatro paredes, no abandones el dormitorio. Esta noche destruiremos a la escoria de esta mansión. Pondré un Guardia fuera del dormitorio para mantenerte a salvo. Gabrielle protestó. —¡No! Quédatelo. Prometo no salir del cuarto, pero por favor ten a tu lado al Guardia. Te protegerá. Lucius esbozó una sincera sonrisa. Adoraba a su pequeña compañera,

que

caldeaba

su

oscuro

corazón

con

su

franca

preocupación y su mirada llena de amor. —No, Gabrielle. Lo dejaré aquí para que te proteja. Si algo malo te sucediera mientras no estoy me volveré loco. —Pero…

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Saga Bellezas 1 —Todo saldrá bien, confía en mí—. Lucius se puso el pantalón, abrochó el cinturón, centrando la hebilla. Al pasar cerca de Gabrielle la tomó entre sus brazos y la besó. Un beso fugaz, delicado—. Cuando todo esto acabe, te llevaré a cenar. Conocerás a mi hermana. —….caminarás a mi lado por toda la eternidad. Finalizó en su mente. Gabrielle cayó de rodillas donde Lucius la dejó. Cerró los ojos con fuerza y juntó sus manos, rezando en alto. Suplicaba que protegiesen a Lucius, que no se lo arrebatasen ahora que había aceptado plenamente

sus sentimientos,

lo

amaba

con

intensidad y

no

soportaría quedarse sola. Fuera del cuarto, Syemus le esperaba cerca de las escaleras, apoyado contra la pared. Cuando lo vio, Syemus se adelantó un paso y lo interceptó, quedando a su lado cuando su señor tomó rumbo a la sala donde se llevaría a cabo el castigo. Antes de entrar en el salón donde se llevaría a cabo el ritual se reunieron con Kleor y Wulfric. Se los encontró al doblar la esquina. Estaban esperándolo, después de comprobar que nadie estaba en aquella planta. Los traidores que iban a morir aquella noche estaban reunidos en la planta inferior, esperando ansiosos llevar a cabo sus planes. —Luc, ya está todo preparado. Las salidas han sido tomadas por mis soldados. Esos bastardos no tendrán escapatoria.

Cuando

escuchen tu señal, atacarán. Lucius asintió con la cabeza. —Excelente. Que se preparen, los del Consejo no serán presas fáciles, lucharán por sus vidas.

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Saga Bellezas 1 Kleor miró de reojo a Lucius. Éste lucía calmado, vistiendo tan solo unos pantalones de cuero negro a juego con las botas, y un cinturón que brilló bajo la luz de las lámparas colgadas de las paredes del pasillo. Sus cabellos azabaches estaban recogidos con una cuerda, exponiendo la musculatura de su espalda. Y a pesar de sentir un rencor que nunca se borraría de su corazón, estaría

a su lado,

luchando codo con codo por mantener la Soberanía que ejercía con mano dura Lucius. —Se ha reunido todo el Consejo abajo, a pesar de infundir rumores acerca de la posibilidad de sufrir una muerte horrenda de llegar a participar en el ritual, no se han echado atrás. Eso sí, han enviado fuera a sus familias. Lucius miró a Kleor. Ya se esperaba que no desertasen. Un vampiro nunca daba marcha atrás. A pesar de tenerlo todo en su contra, lucharían con toda el alma, aceptando las consecuencias de sus actos. —Era de esperar —comentó en alto Lucius, cruzándose de brazos y estirando el cuello. Por dentro estaba tenso, preparándose mentalmente para sobrellevar al dolor que sentiría cuando le infringiesen las heridas—. Sin embargo, su vanidad será su ruina — Sus ojos brillaron peligrosamente y la sonrisa que esbozó fue cruel—. Por cada gota que viertan de mi sangre, uno de ellos pasará a mejor vida. Wulfric se golpeó el pecho a la altura del corazón con el puño cerrado. —Esta noche sus cuerpos abonarán los rosales. Lástima que hayan alejado a sus familias….

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Saga Bellezas 1 Lucius sopesó las palabras de su amigo. Quizás era cierto que los años le habían ablandado, porque siglos atrás habría acabado con toda la descendencia de los traidores después de darles muerte. Pero ahora, les daría la oportunidad de emigrar al Dominio del Príncipe Kylerab Mordack. Serían escoltados hasta las afueras de las tierras pertenecientes a Lucius y el que fueran aceptados por Kylerab sería cosa de ellos. Tendrían que luchar para ganarse el honor de pertenecer

al

clan

Mordack.

Muchos

perecerían,

y

los

que

sobreviviesen lo harían con el deseo de la venganza en sus mentes y corazones. Lucius cerró los ojos unos segundos. Tal vez debía reconsiderar su decisión de permitirles vivir a los vampiros creados por el Consejo. Si sobrevivían a la prueba que les impondría el propio Kylerab se entrenarían hasta la extenuación para vengar las muertes de sus creadores. —¿Valdimer regresó? ¿Encontró a Joss? Lucius preguntó a Wulfric. —No, aún no lo encontró. Según me contó cuando me llamó, estuvo en el apartamento de Joss y estaba revuelto. Seguirá buscando. Lo lamento pero esta noche no contaremos con su ayuda. Wulfric cabeceó afirmativamente. —Más lo lamentará Joss, se perderá una buena batalla —le siguió el juego Syemus. —Kleor entrará conmigo en la sala. Vosotros dos permaneceréis fuera a la espera de mi señal —cambió de tema Lucius, tomando rumbo al salón del castigo—. Wulfric, en cuanto comience el ritual irás a proteger a Lisette, y tú Syemus te encargarás de vigilar a Gabrielle.

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Saga Bellezas 1 Al ver que ninguno de sus Guerreros protestó su orden, Lucius se puso en marcha, acercándose cada vez más a su destino. Detrás de él, caminaban en completo silencio Wulfric y Syemus. A su lado Kleor. Kleor no modificó los rasgos de su cara. Nadie sospecharía que en su interior se estaba llevando a cabo una lucha interna. Odiaba a Lucius con la misma intensidad con la que lucharía por él. ¿Por qué, Lucius? Respondió a su vez. No hizo falta especificar a qué se refería. Ambos entendieron que preguntaba porqué lo había elegido a él para que lo acompañará en esos momentos. Lucius lo miró de reojo elevando una ceja. Tal vez para compensarte. Kleor se quedó parado unos segundos, impactado por aquella franca contestación y a punto estuvo de tropezar con Wulfric y Syemus. ¿Para compensarle? Iba a permitirle presenciar el ritual en el que sería reducido a una masa sanguinolenta y todo por compensarle. Kleor soltó una risa en su mente. Lucius estaba loco. La mortal lo había trastornado. —No creas que con este “generoso” gesto dejaré de odiarte, Lucius —replicó entre dientes Kleor mirando al frente. Lucius ignoró los gruñidos de Wulfric y Syemus, silenciándolos con un gesto. —No esperaba menos de ti, romano.

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Saga Bellezas 1 Aquellas fueron las últimas palabras que pronunciaron. Habían llegado a las puertas del salón donde Lucius sería atado y lastimado recibiendo un corte con la daga ceremonial de cada uno de los miembros del Consejo. Lucius entró seguido de Kleor y el bullicio que había en la sala, se acalló. El salón estaba decorado magistralmente con candelabros de oro que eran la fuente de la única luz que iluminaba el lugar. Los suelos estaban cubiertos por unas alfombras de color negro, que absorberían la sangre del castigado. Los miembros del Consejo iban ataviados con unas túnicas ceremoniales de un color jade oscuro, que se ceñían a sus cuerpos. Los rostros de la gran mayoría de los Consejeros lucían tensos y nerviosos. No estaban seguros de hacer lo correcto pero temían más a Ethan que al propio Lucius, sobre todo porque este último no les había amenazado con acabar con sus familias si se negaban a cumplir sus órdenes. Al fondo de la gran sala estaba el potro de tortura una estructura de madera revestida de metal para impedir al vampiro atado que se soltara empleando su fuerza sobrenatural. La extraña estructura tenía forma de X en la que las piernas y los brazos del castigado se atarían con cadenas de metal forjado, dejando al descubierto la espalda al quedar cara a la madera. El vampiro que allí se viese preso no tendría capacidad de movimiento y sentiría cada uno de los cortes. Pero al menos su rostro quedaría fuera de la vista de sus verdugos. Al dar sus primeros pasos dentro de aquel lugar, se escuchó una macabra música que surgía de uno de los órganos instalados en una esquina.

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Saga Bellezas 1 Wulfric y Syemus ojearon la sala, tensándose al escuchar la oscura melodía que precedía al ritual. Pero no pudieron seguir observando por mucho tiempo ya que las puertas se cerraron nada más atravesarlas Lucius y Kleor. Syemus se removió inquieto. —Guarda tus fuerzas. Las necesitarás. Esta noche no podemos fallarle. Syemus se detuvo y se giró. Las palabras de Wulfric eran ciertas y lograron calmar sus nervios, o al menos silenciarlos. Con un gesto de cabeza, le agradeció su intervención y se sumergieron en sus pensamientos yendo cada uno a proteger a las mujeres más importantes del Príncipe. Esperarían la señal de Lucius, y entonces destruirían a los del Consejo.

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Saga Bellezas 1

CAPÍTULO CAP TULO 9

—Joder, ¿era necesaria tanta teatralidad? Ethan Gibbons rechinó los dientes, apretando los puños con rabia. El vampiro que en otra vida fue un orgulloso romano a las órdenes de César había quebrado la magia del sagrado ritual. Lo había preparado todo concienzudamente, deteniéndose en cada maldito detalle para que ahora llegara ese vampiro renegado y se burlara de la decoración, dejando claro que no temía estar rodeado de enemigos. Ethan caminó con paso firme haciéndose oír hacia el potro de tortura, quedando al lado de la mesa de mármol donde estaba extendida

la

daga

ceremonial,

una

hermosa

arma

de

veinte

centímetros de largo, con piedras preciosas incrustadas en su mango en el que filigranas de oro describían el nombre que le otorgó su creador.

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Saga Bellezas 1 —Lucius Cuestelvinier, estáis en esta sala por voluntad propia para recibir el castigo por vuestros viles actos. Kleor resopló en alto, rodando los ojos. Lucius no comentó nada. Se conocía de memoria las palabras que pronunciaría Ethan. Había presenciado el ritual más de un centenar de veces. Antes era habitual castigar con la daga los delitos cometidos dentro del clan. Pero con el paso de los años el uso de aquella sala fue descendiendo, hasta el punto de ser empleada tan solo cuando el delito era grave bien por traición o por otorgar el don oscuro sin permiso del líder del clan. Aquella noche, Lucius sufriría, pero el Consejo, sin saberlo, era quien iba a ser destruido. Ethan miró de mala manera a Kleor, y continuó con el discurso. —Esta noche vuestra sangre limpiará vuestra alma de los pecados que habéis cometido contra el clan. Vos que aceptasteis someteros a las leyes que rigen nuestra raza deberéis pagar por quebrantarlas. Con un gesto exagerado, tomó la daga de la mesa y la mostró a los presentes lentamente hasta detenerse frente a Lucius. Con la punta de la afilada arma lo señaló. —Guardias coged a este vampiro y atadlo en el potro. Ha llegado la hora. Su sangre purificará su cuerpo y su alma. Si sobrevivís al castigo seréis libre de toda culpa. Dos vampiros abandonaron las filas y caminaron hacia Lucius le sujetaron por los brazos y lo arrastraron hasta el potro, o más bien Lucius se dejó llevar al ser quien marcó el ritmo de los pasos. Y sin que le dijeran nada, Lucius se colocó de cara a la pared, apoyando sus brazos en los maderos superiores del potro, esperando

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Saga Bellezas 1 a que lo ataran con cadenas, antes de separar las piernas. Su pecho quedó contra el frío metal que era el cuerpo central del potro. Fue

cuestión

de

segundos

el

que

Lucius

se

encontrara

encadenado al potro a la espera de los cortes rituales. Kleor quedó a dos metros de la estructura metálica, cruzado de brazos. Su papel era ser testigo del acusado. Él tenía el poder de detener el ritual si el Consejo incumplía el número de cortes y la profundidad de los mismos. Internamente el romano agradecía el ser testigo del ritual. El sufrimiento de Lucius acallaría parcialmente el odio que sentía por él al ser convertido a la fuerza. Estaba atado eternamente a la familia Cuestelvinier, o al menos hasta que la muerte lo llamara. Ethan llamó con un gesto a uno de los más jóvenes del Consejo. Él no sería quien comenzase con el ritual. Permitiría que los más jóvenes comenzasen cortando la tersa piel del Príncipe. Ethan quería maltratar aquel cuerpo con la daga cuando la espalda pulsase de dolor y la sangre se derramase por las heridas. Sería el último en clavarle la daga, asegurándose que el frío metal penetrase hasta alcanzar una arteria principal desangrando a Lucius, consiguiendo al fin obtener el liderazgo del clan. Kleor alzó una ceja al ver que el Portavoz del Consejo le encargaba a uno de los vampiros recientemente iniciados el honor de cortar el primero, cuando lo habitual era que fuesen los últimos en participar. Lucius, Ethan se guardó un as bajo la manga. Lucius cerró los ojos y atendió a la llamada de su Guerrero, contestando utilizando la vía mental que abrió, mientras procuraban realzar las barreras de sus mentes para impedir que penetrasen extraños.

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Saga Bellezas 1 Ya contemplé la posibilidad de que Ethan aprovechase el castigo para acabar con mi vida. Kleor no mostró su disconformidad. No comprendía como Lucius permitía que aquella farsa se llevase a cabo. Si quería una excusa para acabar con aquellos vampiros, sólo tenía que investigarlos. Todos y cada uno de los miembros de la mansión transgredían las normas del clan. Pero no, el código de honor por el que se regía Lucius le obligaba a ofrecerles una oportunidad para remedirse. Absurdo. Francamente estúpido. Antes de que siguiera dándole vueltas a la mera idea de la falta de sentido de la decisión de Lucius, Kleor se tensó al ver como un vampiro de no más de cien años avanzaba hacia el potro con la daga en las manos. Al pasar cerca de uno de los candelabros que proporcionaban luz a la sala, la daga refulgió con intensidad, proyectando sombras doradas en las paredes. Ya empieza. Se te acerca uno de los niños de Ethan. Lucius bajó la cabeza al escuchar la voz de Kleor. Apretó la mandíbula y retrajo los colmillos para no dañarse. El primer corte fue apenas un arañazo en la espalda. El joven vampiro tembló cuando alzó la daga y la descargó. Al hundir el metal en la carne, el vampiro cerró los ojos y masculló una disculpa en su mente. Unas palabras que Lucius escuchó ya que el verdugo perdió el control y dejó al descubierto sus pensamientos. Lástima, muchacho. Has vertido mi sangre. Estás condenado. Había esperado que algunos de los miembros del Consejo se negasen a alzar la daga, pero por lo visto se había equivocado al creer en su gente.

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Saga Bellezas 1 Lentamente la procesión de vampiros fue pasando por el potro, desangrando con cada corte al prisionero. La sangre goteaba al suelo, encharcándose a los pies de Lucius. Este mantenía los ojos cerrados, concentrándose en el dolor que sentía para acallarlo. Cuando le llegó el turno a Ethan, la espalda de Lucius mostraba un aspecto sanguinolento y pulsaba intensamente, recorriendo el dolor cada pulgada de su cuerpo. Con una mueca de sadismo, Ethan tomó el puñal de su compañero Williark, y lo sostuvo entre sus manos unos instantes, levantándolo para mirarlo detenidamente. El filo del arma estaba manchado de sangre. La sangre del líder del clan que dentro de poco, si todo salía como lo había previsto pasaría de llamarse Cuestelvinier a Gibbons. Y cuando eso sucediese acabaría con todos los vampiros fieles a Lucius, tirando sus restos al mar. Ya casi podía saborear el triunfo. Con su corte acabaría definitivamente con Lucius, y todo lo que pertenecía al orgulloso vampiro sería suyo. Ethan sonrió abiertamente mientras levantaba la daga por encima de su cabeza. El golpe que daría sería duro, hundiendo el arma hasta la empuñadura a la altura del omoplato derecho, buscando seccionar una de las arterias principales del cuerpo. Antes de golpearle, Ethan pensó en Lisette, la hermosa y egoísta hermana de Lucius, que dentro de muy poco calentaría las sábanas de su cama. Un placer que dudaría mientras la zorra le obedeciese en todo y cuando se cansase de ella, su cuerpo acompañaría a los de los Guerreros. Lucius, ahora.

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Saga Bellezas 1 La fría voz de Kleor, siempre carente de sentimientos, hizo salir de la burbuja en la que se encerró Lucius para resistir al ritual. Abrió los ojos y los enfocó

a la pared, en un punto cercano a él donde

estaba colgado un espejo romo vestigio de una época en la que el código honor de los caballeros regían su vida. Sus ojos cambiaron de color, adquiriendo un tono rojizo intenso, mientras concentraba su poder en aquel punto. Le llevó apenas unas milésimas de segundos, pero fueron suficientes para Ethan que bajó el brazo con fuerza, hundiendo la daga unos centímetros antes de que una llamarada que pareció que salió de la nada lo empujara hacia atrás, lanzándolo por los aires. Llegó la hora, sentenció Lucius soltándose con un grito de las cadenas, rompiendo por la mitad el potro de tortura ante la incrédula y asustada mirada de los Consejeros, que no daban crédito a lo que veían. Después de todo, Lucius estaba malherido y había perdido mucha sangre, y aún así se giró y se enfrentó a todos ellos, con un único propósito. Matarles.

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Saga Bellezas 1 El grito que se escuchó a través de las paredes, alertaron a Wulfric y Syemus, quienes estaban apostados frente a las puertas de las mujeres que debían proteger. —Así que esta es la señal que esperábamos —murmuró Wulfric sonriendo. Había llegado la hora de vengarse de aquellos bastardos. Sacó el móvil de uno de los bolsillos del pantalón y

marcó la

tecla número uno llamando de esta manera a los vampiros que luchaban bajo las órdenes de Lucius y que fueron entrenados por él. No tardarían en llegar. Estaban esperando aquella llamada. Wulfric bajó corriendo las escaleras hasta quedar frente a la puerta de la sala del castigo. Agudizó el oído. Las pisadas de los soldados a sus órdenes se oían con claridad, estaban a menos de veinte metros, corriendo velozmente portando viejas espadas de batalla que golpeaban las piernas de sus dueños produciendo un peculiar ruido metálico. Syemus llegó en ese momento a su lado y sacó una pistola que guardaba en una funda atada a la espalda. Como buen americano que era prefería las pistolas a las espadas. —No te quedes mirando el aire Wulfric, es hora de actuar. Wulfric se giró y sonrió. —Que

irónico

que

un

americano

me

diga

eso

—sonrió

abiertamente —. ¡Aparta! —Pasó por su lado y levantó una pierna descargando un golpe seco en la puerta, rompiéndola en dos—. Preparaos, el lobo feroz acaba de llegar. Cuando entraron se vieron en medio de un caos de gritos y sangre. Lucius atacaba seccionando sin piedad las gargantas de los vampiros que buscaban una salida.

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Saga Bellezas 1 Ethan agarró uno de los pesados candelabros de oro y corrió hasta Lucius atacándolo por la espalda, aprovechando que éste estaba entretenido deteniendo el ataque de otro miembro

del

Consejo. Lucius, a tu espalda. Lucius se giró, deteniendo el ataque de Ethan a tiempo, cogiendo el

candelabro

con

una

mano,

provocando

que

su

atacante

trastabillara al perder el equilibrio. —Estás perdido Ethan, esta noche morirás, al igual que tus hombres. Habéis cometido un grave error al derramar mi sangre. Ethan gruñó en alto, mirando de reojo a su alrededor. Sus hombres, los vampiros que participaron en el complot contra Lucius caían muertos por los letales ataques de los Guerreros que obedecían al herido. Sintió una gran opresión en su pecho. Todos sus planes se estaban desmoronando, como una pirámide de naipes en la que la última carta lo cambió todo. Maldito, ¿por qué no mueres? Debías haber perdido la vida tras el Castigo, se preguntó Ethan al tiempo que daba un paso hacia atrás y gruñía mostrando sus largos colmillos. No comprendía como era posible que Lucius siguiese en pie, luchando de aquella manera contra ellos. De ser cualquier otro, ya habría caído al suelo necesitado de una transfusión de sangre. Durante el tiempo que tardaban los participantes en llevar a cabo el ritual, la sangre no dejaba de manar de las múltiples heridas, encharcándose en el suelo. Al menos había perdido un litro y medio aquella noche y no parecía afectado.

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Saga Bellezas 1 Ethan atacó, lanzando un derechazo que esquivó con facilidad su oponente. Antes de que pudieran responderle, se echó hacia atrás y levantó la pierna izquierda con la intención de golpearle con el empeine en la cabeza a su enemigo, pero Lucius pareció que le leyó la mente porque se agachó a tiempo y lo agarró de las piernas tirándolo al suelo. Cuando Ethan creyó que ya todo había terminado para él, una explosión producida en medio de la concurrida sala los aturdió a ambos unos segundos. Ethan aprovechó ese espacio corto de tiempo para huir velozmente, sorteando a sus hombres que intentaban por todos los medios escapar de aquella pesadilla. Al salir del salón se encontró cara a cara con cerca de diez vampiros que formaban una muralla humana infranqueable. Miró por encima de su hombro. A su espalda la batalla que se libraba era atroz. Los gritos y las súplicas

de

sus

hombres

se

escuchaban

claramente,

entremezclándose con los agónicos gemidos de los moribundos. Delante de él, los vampiros con el emblema de la casa nórdica a la que perteneció Wulfric en su vida mortal le sonreían con insolencia, cruzados de brazos y con las piernas entreabiertas, cubriendo cada centímetro de pasillo. No tengo más salida que utilizar el pasadizo que encontré hace dos meses. Con ansiedad lo buscó con la mirada. Por suerte estaba cerca, a tan solo tres metros a su izquierda, oculto tras un tapiz viejo del siglo XV en el que se plasmó una batalla entre ingleses y escoceses, había una trampilla de madera que con conducía a un oscuro y húmedo pasadizo que recorría parte de los subterráneos de la mansión. Un

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Saga Bellezas 1 hallazgo

que

lo

sorprendió

de

sobremanera

y

que

ocultó

deliberadamente a sus hombres. Y ahora, le serviría para salvar la vida. De un salto, se plantó delante del desgastado tapiz y lo arrancó de la pared de un tirón. Frente a él estaba la puerta de madera. Sin pensárselo dos veces, la atravesó con un puño, clavándose las astillas en los nudillos. La sangre se escurrió por los dedos, salpicando el suelo, pero al retirar la mano se encontró delante de un boquete en el que entraba su cabeza. Sin perder tiempo, y con los brazos en alto protegiéndose la cara, lo atravesó entrando en el pasadizo oculto, echando a correr a su través. Al oír que lo seguían, Ethan le asestó una patada a la pared del pasadizo. Al instante, el techo del túnel se desplomó y lo taponó. Sonrió. Había dejado atrás a sus perseguidores que maldecían en voz alta al encontrarse el obstáculo de piedras. Los segundos que le otorgaría el haber inutilizado el túnel, los utilizaría para escapar de la mansión e idear la manera de destruir a Lucius. El maldito sangre pura le había engañado. Ethan se maldijo interiormente. Lo debía de haber supuesto cuando Lucius aceptó ser castigado por los miembros del Consejo. En aquel momento, la felicidad al pensar que su victoria estaba tan cerca y finalmente tendría el mando del clan en sus manos, Ethan no recordó uno de los pasajes del libro de leyes por el que se regían. Ahora, después de presenciar la fuerza de un vampiro puro que a pesar de haber sido castigado físicamente con un puñal ceremonial había sido capaz de enfrentarse cara a cara con sus enemigos, recordó la norma por la que Lucius ordenó acabar con el Consejo. Aquel que derrame la sangre de su creador, conocerá la muerte.

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Saga Bellezas 1 Ethan soltó un juramento en alto, apretando con rabia sus puños. Con aquella simple norma, Lucius los había condenado a muerte, pues todos llevaban de una manera u otra parte de la esencia vampírica de Lucius por sus venas, considerándolo el padre de todos ellos. Ahora no habría nada que lo detuviese. O… ¿Tal vez si? Ethan se detuvo en seco, acercando su cara a la roca. Olisqueó el aire cerrando los ojos concentrándose en el aroma de una hembra en particular. Sonrió al reconocerlo. Estaba cerca. Su vía de escape. Siguió el olor, sonriendo de lado, hasta que lo condujo a un callejón sin salida, en el que con fuerza sobrehumana lo partió en dos y entró, diciendo con voz grave. —Quien me iba a decir que una zorra como tú sería mi llave de salida—. Soltó un bufido de desagrado al pensar que tendría que tocarla. Él no se mezclaba con los mortales a los que consideraba simples reses que le proporcionaban sangre fresca y placer al verlos sufrir. Pero esa noche iba a hacer una excepción.

Cuando Lucius salió del dormitorio Gabrielle se sentó en la cama a punto de llorar. Estaba preocupada y asustada. La intensidad con la que deseaba al vampiro que la mantuvo presa en aquella habitación era alarmante. Cuando su mente le gritaba que recordase quien era,

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Saga Bellezas 1 el lugar que ocupaba en la sociedad, el trabajo al que no acudía desde hacía días, a su vez escuchaba a su corazón, que susurraba que Lucius saltó a la luz por ella, la libró de la muerte con su sangre y ahora iba a ser castigado frente a sus hombres por su culpa. Gabrielle cerró los ojos y se tumbó en la cama, haciéndose un ovillo, abrazando sus piernas inconscientemente. Al cabo de un rato, se durmió, agotada mentalmente, hasta que se despertó sobresaltada al escuchar un estruendo. Al abrir los ojos se encontró con que había un agujero del tamaño de una persona en la pared de enfrente de la cama, cubierto de una capa de arena que blanqueaba sus cabellos. —Quien me iba a decir que una zorra como tú sería mi llave de salida. Intentó gritar, pero cuando abrió la boca, el vampiro desapareció de su vista y apareció milésimas después delante de ella, cubriéndole con una mano la boca. —Chist, chist —chasqueó la lengua el hombre, su voz se convirtió en un siseo gélido que le puso los pelos de punta—. Te aconsejo que no grites, mujer, sino quieres convertirte en mi cena. Gabrielle intentó moverse cuando el vampiro le gritó que se levantara de la cama y lo siguiese, pero su cuerpo no respondió. El miedo la había paralizado. Ethan se desesperó cuando la mortal se le quedó mirando con el rostro pálido y las pupilas contraídas por el miedo. Fuera de aquella habitación se escuchaban gritos y el ruido de las armas que se utilizaban en la batalla. Soltando un gruñido, levantó a la mortal y sin ceremonias se la colgó al hombro. Salió corriendo por los ventanales del dormitorio,

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Saga Bellezas 1 atravesando los cristales, sin preocuparse que tanto su cuerpo como el de su carga salieran dañados al incrustarse pequeños cristales. Gabrielle gimió de dolor. Sentía un ardor en las piernas. La sangre manaba de los recientes cortes y la mansión se alejaba cada vez más, conduciéndola a una muerte segura cuando el vampiro que la cargaba no la necesitase. Reuniendo valor, al no tener nada que perder, gritó el nombre de su amado con todas sus fuerzas. Bajo ella el vampiro se tensó y tras gritar una maldición en la que se reprochaba el no haberla amordazado, la tiró al suelo pateándole en el vientre. —¡Serás zorra! Te advertí que no gritaras. Gabrielle no escuchó nada. El dolor que sentía era tan intenso que nublaba todo lo demás. Pero en medio de la oscuridad de su mente escuchó la voz de Lucius. —¡Aléjate de ella! No saldrás vivo esta noche Ethan. No tienes dónde esconderte. Ethan se posicionó al lado de la mujer. Enredó los dedos en su cabellera y tiró hacia arriba, sacándole un quejido de dolor. De rodillas se enfrentó a Lucius que venía acompañado de sus guerreros. Hizo aparecer sus garras y apretó el cuello de la mortal, sin dejar de tironear de la cabellera para que la mujer se quejara. —Si das un paso más, le rompo el cuello. Lucius se paró en seco. A su lado Wulfric gritó “cobarde” al escudarse detrás de una mujer. Kleor observaba todo analizando cuando era el momento propicio para atacar al líder del caído Consejo. La educación que recibió cuando no era más que un niño, le enseñó que antes de actuar debía analizar concienzudamente la

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Saga Bellezas 1 situación buscando la debilidad del enemigo. Al contrario del vikingo que atacaba bravamente sin pararse a pensar en las consecuencias. Ethan se encontró rodeado por el enemigo, con un único escudo. La mujer mortal. Si Lucius dejaba de lado su capricho por la humana era vampiro muerto. Pero por suerte para él, Lucius alzó una mano y ordenó que se detuvieran, que no lo atacasen. Había llegado el momento de parlamentar. Y él no lo iba a desaprovechar.

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Saga Bellezas 1

CAPÍTULO CAP TULO 10

Lucius gruñó internamente, apretando los dientes cuando Ethan cogió con fuerza a Gabrielle y la zarandeó. El gemido que soltó su compañera lo alteró hasta el extremo de estar a punto de saltarle al cuello para destrozárselo con sus propias manos, bañándose con su sangre. Kleor debió de percibir sus intenciones pues le comunicó mentalmente. Recuerda que antes de atacar a tu enemigo debes de analizar cada una de sus posibles reacciones, y si son favorecedoras, adelante…sino… Lucius contestó al vampiro sin despegar su mirada del miembro del Consejo. Se ha atrevido a tocar a mi compañera. ¡Maldición! ¡Se está escudando tras una mujer!

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Saga Bellezas 1 Kleor rodó los ojos. Por supuesto que lo veía, pero no le sorprendía nada. Él ya había calado la personalidad parásita de Ethan cuando llegó a la mansión después de ser convertido y haber pasado los diez meses de permanencia obligada en uno de los centros de acondicionamiento de nuevos miembros en los que los vampiros recién nacidos se acostumbraban a sus poderes y combatían la sed de sangre. Ethan era el típico mortal que se aprovechó de las personas que le rodeaban para alcanzar sus metas en la vida, y tras la conversión, no cambió su manera de ser. Kleor paseó su mirada de Lucius al vampiro que estaba ordenando que lo dejaran salir de las propiedades si no querían ver a la mortal muerta. Ethan estaba jugando mal su única moneda de cambio, pues bien sabía que si dañaba mortalmente a la mujer su destino estaba marcado. Estaría muerto a manos del Príncipe antes de que la mujer exhalase su último suspiro. Ya te advertí que no lo transformaras. Le recordó mentalmente a Lucius, imprimiendo en su tono de voz un toque de ironía. Él no merecía esta maldición. Lucius asintió imperceptiblemente. Tenía razón, había sido un error, pero aquella noche lo iba a remediar. —¡Si no me dejáis salir la mataré! Sabes que lo haré, Lucius, no tengo nada que perder. Ethan se mostró confiado. Creía que con aquella amenaza iba a salir con vida de las propiedades del Príncipe. En aquel instante, antes de que Lucius le contestara, se escuchó una explosión en la entrada de las propiedades. El estruendo tomó por sorpresa a todos. Fue entonces cuando los vieron con una

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Saga Bellezas 1 velocidad sobrenatural se acercaban una manada de hombres lobo en su forma animal. Avanzaban en formación, con el líder al frente. Sus cuerpos cubiertos por un grueso pelaje brillaban a la luz de la luna. Sus movimientos eran armoniosos, y denotaban fuerza. En sus ojos se leía pasión por la batalla y el deseo de vengarse. Ethan se giró del todo, soltando a la mortal al ver que el lobo que iba en cabeza se lanzaba a por él. Dejó caer a la mujer y levantó los brazos protegiéndose del ataque del animal. Gruñó de dolor cuando el inmenso lobo impactó contra él. Se libró del mordisco sujetándole por los hombros y apartándolo a un lado. Lucius se tensó visiblemente cuando vio como tomaban su propiedad, desperdigándose por la zona, llegando incluso a entrar en la mansión. Los hombres lobo eran criaturas veloces, capaces de dejar atrás a un vampiro. Sus movimientos eran ágiles y mortíferos, y durante sus largas vidas vivían para la lucha entrenando día y noche en el arte de la guerra. Eran unos enemigos implacables que no descansaban hasta ver destruidos a sus presas. —¿Pero qué demonios hacen aquí estos lobos? —Preguntó en alto Wulfric sacando su puñal de la funda y adoptando una postura de ataque. Lucius miró a su alrededor. Los lobos pasaban por su lado pero no lo atacaban. Parecían

que

estaban

llevando

a

cabo

una

misión,

concentrándose únicamente en sus enemigos. —¿Quién los habrá dejado entrar? —Preguntó Lucius mientras se acercó a su mujer. Tocó su cuello, los latidos de su corazón eran lentos pero fuertes. Su vida no corría peligro pero debía sacarla de en

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Saga Bellezas 1 medio. Los lobos estaban atacando a los miembros del Consejo que consiguieron escapar de la sala donde se llevó a cabo el castigo escabulléndose por las esquinas, pisoteando los cuerpos de sus compañeros. Kleor le siguió de cerca cubriéndole las espaldas ya que Wulfric estaba intentando alcanzar a uno de los lobos para sonsacarle quien les había permitido entrar, rompiendo las barreras mágicas que rodeaban las propiedades y que impedían el acceso de criaturas de la noche que no tuvieran sangre de vampiro por sus venas. Y Syemus, aún seguía en la mansión, luchando duramente con un grupo de vampiros que se apiñaron en uno de los despachos y atacaban a todo el que intentara entrar en aquel pequeño cuarto. Lucius se agachó y la tomó entre sus brazos. Posó dos dedos sobre su yugular y cerró los ojos. A través de la fuerza del movimiento de la sangre, un vampiro era capaz de percibir el daño interno, pues si un órgano había sido malherido perdiendo parte de sus funciones la sangre se agolpaba en las venas que lo irradiaban entorpeciendo la circulación sanguínea. —¿Cómo está? Lucius abrió los ojos y le contestó a Kleor. —Tiene dañado el bazo y uno de sus riñones. Ese maldito la ha reventado por dentro cuando la pateó. Kleor asintió, sin perder detalle de lo que acontecía

su

alrededor. A pesar de su postura relajada, no dejaba de atender a los lobos que corrían tras de sus presas atacándolos a mordiscos hasta destrozarles las gargantas. —Ahora tienes un

buen motivo para transformarla, ¿no? ¿O

acaso vas a negarme que no fueras a convertirla?

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Saga Bellezas 1 —La conversión ha ser con su consentimiento, sino se corre el riesgo de convertirla en un ser oscuro y sin sentimientos, al que tendría que matar. —Despiértala antes de darle tu sangre. Lucius la tomó en sus brazos y la levantó del suelo. La joven se revolvió, jadeando de dolor. Al ser movida las heridas en su costado derecho le palpitaron con intensidad. Bajo el camisón que vestía, y que tras su secuestro estaba medio rasgado dejando al descubierto parte de su piel, la sangre se agolpaba contra su epidermis, formándose una mancha de un color azulada morada que mostraba el lugar donde tenía dañado los órganos por el golpe que recibió. Junto a Kleor, Lucius regresó a la mansión, maldiciéndose en alto al ver el caos que imperaba. El olor a sangre y a muerte impregnaba cada rincón de su hogar. Los gritos de los últimos vampiros que resistían a los ataques se escuchaban con claridad. Ethan había conseguido llegar hasta los garajes dispuesto a robar uno de los Mercedes que allí guardaban. Debía haber venido hacia aquí, en lugar de intentar escapar a pie por la finca. Esta no es mi noche. Soy un completo gilipollas. A menos de un metro de las puertas de los garajes, Ethan saltó y las rompió de una patada. Atravesó el amasijo de hierro y se dirigió al primer coche que encontró. Con el codo derecho rompió el cristal de la puerta del conductor y la abrió, accionando el seguro. Después de retirar los pedazos de cristales que quedaron en el asiento, se sentó delante del volante y cogió las llaves de repuesto que se acostumbraban a guardar en el bolsillo del asiento del acompañante. Con las manos temblorosas, encendió el coche y arremetió contra la puerta.

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Saga Bellezas 1 El coche soportó el golpe y patinó hacia la derecha cuando salió del garaje. Wulfric siguió de cerca a un lobo de pelaje grisáceo. Tuvo que apretar los dientes cuando fue incapaz de alcanzarlo. Su orgullo de guerrero se tambaleó al darse de cuenta que aquella criatura que consideraba un animal salvaje capaz de adoptar la forma de humano, podía con él. El lobo lo miraba de vez en cuando de reojo por encima de su hombro, mostrando una sonrisa ladina, o al menos eso le pareció a Wulfric, porque el lobo abría la mandíbula y le mostraba los dientes cada vez que le dirigía la mirada. Jodido animal, no comprendo como pueden ser tan rápidos, masculló interiormente apretando el mango del puñal que sujetaba con la mano izquierda. Cuando pasó a la finca de atrás desde donde salían los autos a la carretera principal, se encontró con las luces amarillentas de un Mercedes. —¡Maldición! Esto no puede ser verdad —gritó cuando el coche impactó contra su cuerpo. Wulfric se aferró con las garras al capó del coche, siseando al reconocer al conductor. El golpe le había quebrado una mano que le palpitaba y comenzaba a hincharse, pero aún así siguió sujeto a la carrocería del Mercedes. —¡¡Ethan!! Malnacido, detén el coche. —Sí, claro. Espera que te voy a hacer caso, y si

lo deseas te

expongo el cuello para que me lo rebanes —se burló el conductor pisando el acelerador y dando un volantazo para intentar tirar a Wulfric del coche.

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Saga Bellezas 1 Wulfric gritó varios improperios en danés antiguo cuando estuvo a punto de caer del coche. Estaban a punto de abandonar las propiedades, cuando una figura vestida completamente de negro y que lucía una armadura medieval de un color dorado se interpuso en el camino del coche. Wulfric miró por encima de su hombro al escuchar los improperios de Ethan. Ese vampiro me recuerda a…, pero el acelerón del coche lo alejó de sus recuerdos, concentrando toda su atención en el presente. Si Ethan esperó que el vampiro se apartara del trayecto del auto al coger velocidad, se equivocó, pues éste flexionó levemente las rodillas y extendió las manos, mirándolo fijamente, sus ojos brillando como los de un gato en la noche. Ethan rechinó los dientes y pisó el acelerador hasta el fondo. La flecha del velocímetro estaba al borde derecho, rozando el límite que soportaba el auto. Y aún así, el vampiro no se apartó. Agarró el volante con fuerza, enterrando sus garras en el cuero, y gritó junto con Wulfric que miraba hacia atrás procurando mantener el equilibrio encima de la carrocería. El Mercedes se detuvo de golpe cuando el vampiro lo paró con sus

propias

manos.

El

coche

se

dobló

en

dos

y

crujió

resquebrajándose el metal de la carrocería cuando el vampiro lo detuvo sin siquiera moverse del sitio. El esfuerzo que empleó para detener el coche fue mínimo, sorprendiendo a Wulfric y Ethan que no se esperaban aquello. Atontado por el golpe contra la luna delantera del coche, Wulfric vio como el vampiro arrancó la puerta del conductor sacando al ocupante del auto sin miramientos, tirándolo al suelo.

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Saga Bellezas 1 Wulfric se soltó de la carrocería donde incrustó las uñas con fuerza y se puso de pie buscando al vampiro que detuvo el Mercedes con sus propias manos, que en esos momentos estaba golpeando a un suplicante Ethan que gimoteaba por su vida. Cuando iba a acercarse al vampiro, curioso por saber su identidad, pues no lo reconoció pero su olor le resultaba familiar, el lobo que perseguía se interpuso en el camino gruñéndole. Los segundos que tardó en reaccionar pues no se esperó que un hombre lobo defendiera de aquella manera a un vampiro ya que ambas razas eran enemigas por naturaleza, desde el inicio de los tiempos, el vampiro aprovechó esa oportuna interrupción llevándose a un desmayado Ethan. Wulfric siseó en alto. Tenía que seguir al vampiro que se llevó a Ethan, para comprobar si lo ayudaba a escapar o lo cazaba, y de ser este último motivo. ¿Por qué? —O te apartas o me hago un abrigo con tu piel. El lobo sonrió torciendo la mandíbula en la que se veía unas hileras de colmillos de gran tamaño. Wulfric se sorprendió al escucharle hablar. Los que habituaban a cazar no soltaban ni una palabra, se limitaban a gruñir a intentar desgarrarles la garganta. —Inténtalo, murciélago y descubrirás el porqué nos llaman Cazadores implacables. Wulfric soltó una grave carcajada, jugueteando con su puñal que soltaba destellos cada vez que los rayos lunares lo acariciaban. —¡Qué divertido! Un perro sarnoso amenazándome —se burló sonriendo de lado.

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Saga Bellezas 1 El lobo reaccionó a su pulla, erizando los pelos de su lomo y echando hacia atrás las orejas. Agachó la cabeza y entreabrió la boca gruñendo guturalmente. Sus ojos brillaban en la oscuridad. Era una estampa que aterrorizaría a un mortal. Malliner Roybert, era un miembro joven del clan de licántropos que invadieron las propiedades del Príncipe de vampiros del norte de América. Se había alejado de la manada, haciendo oídos sordos a las órdenes del macho alpha al ver que lo perseguía el vampiro rubio que estaba ahora delante de él. Más tarde aceptaría el castigo que le impartiese el macho dominante de su manada por haber desobedecido una orden directa pero no se arrepentía de su decisión. Con su gesto había alejado al vampiro de su líder y de los guerreros más allegados a él. Como cualquier otro licántropo estaba dispuesto a morir por su líder y la compañera para toda la vida y futura madre de los cachorros del macho alpha. Una concepción de ciega obediencia que los vampiros no compartían ni entendían. Decidido a llegar hasta las últimas consecuencias con su decisión, Malliner se dispuso a saltar sobre el rubio vampiro, pero en ese instante escuchó un aullido que lo paralizó en el sitio. Wulfric esperó el salto del animal, pero le sorprendió ver como ante el aullido que resonaba en toda la finca el lobo se tensó visiblemente y levantó el morro, mirando con atención el estrellado cielo. Malliner cerró los ojos unos segundos y se deleitó con el ronco aullido de su líder. Con aquel sonido estaba llamando a todos los miembros de su manada que estaban desperdigados por la finca, y que tenían la obligación de acudir en menos de diez minutos.

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Saga Bellezas 1 Malliner abrió los ojos y miró fijamente al vampiro. —Esta vez tuviste suerte, murciélago. Mi líder nos llama. Con aquella rotunda afirmación, el lobo se despidió de Wulfric que quedó con la boca abierta ante la extraña reacción del animal. Él no comprendía como dejaba atrás a un enemigo al que estaba a punto de atacar y todo porque el lobo líder lo llamaba. ¿Acaso los lobos sólo atacaban cuando iban en manada? —¿Pero qué coño hago hablando solo mientras me necesitan en la mansión? —Se reprochó en alto, golpeándose la frente con una mano. Comenzó a correr, siguiendo el rastro del lobo y que lo llevaría a la mansión. En su mente no hacía más que preguntarse quien era el vampiro que se llevó a Ethan y que detuvo el coche sin dificultad. Y de paso… tenía ganas de jugar con el perro que se atrevió a amenazarle. Le enseñaría el juego de “yo disparo y tú te haces el muerto, chucho”. Tal vez llegó el momento de jugar con uno de los juguetitos de Syemus.

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Saga Bellezas 1

CAPÍTULO CAP TULO 11

Con su compañera en brazos, Lucius entró en la mansión seguido de Kleor. Nada más entrar, se toparon con uno de los consejeros que intentaba escapar. Estaba malherido y se veía desesperado, pero su existencia se acortó cuando Kleor acabó con él de un solo golpe, hundiendo su mano en su pecho. El cuerpo cayó al suelo emitiendo un sonido seco. Lucius pasó por encima del cuerpo sin vida del vampiro, arrugando el entrecejo. Su hogar que fundó para acoger a los vampiros residentes en el norte del continente americano olía a sangre y a muerte. Su utopía se había teñido de carmesí. Kleor se mantuvo en todo momento a su lado, apartando a los lobos que se acercaban a husmear a los vampiros recién llegados a la mansión. Atravesaron el pasillo central de la vivienda y cuando se dirigían hacia el piso superior para poner a buen resguardo a la mortal, pasaron cerca de uno de los despachos que utilizaba Lucius para atender a los emisarios del clan vampírico del sur. La puerta

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Saga Bellezas 1 estaba abierta y cubierta de sangre. Miró adentro. Syemus estaba sentado sobre la mesa de madera del despacho, sus manos estaban manchadas de sangre y a su alrededor, tirados en el suelo se encontraban los cuerpos de tres vampiros sin vida. Kleor silbó al ver aquella estampa, atrayendo la atención de Syemus sobre él. —Enhorabuena, novato. Has tenido buena cacería. Syemus se levantó de la mesa, apoyó una de sus manos sobre su hombro izquierdo que manaba sangre. Le habían clavado un puñal y en medio de la batalla se lo quitó, para no darles más ventaja a sus enemigos. —¿Acaso dudabas que finalizaría mi misión, romano? —¿Qué tal te encuentras, Syemus? —Interrumpió Lucius. Syemus desvió la vista, del romano a su señor. —Saldré de esta—. Sacó la mano de la herida y compuso una mueca de dolor, para luego seguir presionando para no perder más sangre—. Fueron más duros de lo que esperé. Se resistieron a su destino. En ese momento, Syemus vio el preciado botín que llevaba en los brazos su señor. Era la mortal, que a duras penas respiraba y sus latidos a pesar de ser acompasados eran débiles, como si la llama de su vida se estuviera apagando. Lucius entró en el despacho y depositó a la mujer en el sofá que había. Aquel cuarto a pesar de ser uno de los más pequeños que había en la mansión era rectangular y los metros cuadrados fueron muy bien aprovechados. El mobiliario que allí había, fueron elegidos por un gabinete de decoración que trabajaba para el clan. La mesa era de madera de caoba, pulida a mano y ocupaba el fondo del

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Saga Bellezas 1 despacho. El sillón que estaba detrás de la mesa y donde se solía sentar Lucius cuando recibía a sus invitados era de un tamaño mediano y de cuero negro. A un costado del cuarto estaba el sofá de tres plazas, también de cuero negro y el mini bar con la provisión de sangre siempre fresca para agasajar a los emisarios con un buen vaso del grupo sanguíneo que solicitasen. El suelo del despacho de mármol traído de Grecia estaba cubierto de sangre reseca. Los vampiros que se cargó Syemus se habían desangrado,

cargando

al

ambiente

de

un

intenso

olor

a

descomposición. Lucius tras asegurarse que Gabrielle estuviera cómoda en el pequeño sofá, se levantó y al girar se quedó mirando con una mueca de asco los cuerpos sin vida de sus enemigos. —Sacad esta basura. Cuando ella despierte no deseo que vea esto —señaló los cadáveres con sus manos. Syemus asintió. Con algo de dificultad al tener su hombro izquierdo lesionado por arma blanca, se agachó y cogió uno de los cuerpos por un brazo arrastrándolo fuera del despacho. Kleor a su vez, recogió los otros dos cuerpos y los levantó para luego salir del despacho, dejando solo a Lucius que se volvió y la observó con preocupación. —Juré

protegerte

y

te

he

fallado,

mi

amor

—susurró

acariciándola con la mirada. Antes de abandonar el despacho para atender a los invitados no deseados en su mansión, Lucius hizo una señal a Syemus.

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Saga Bellezas 1 —¡Protégela! Nadie entrará en esta sala. ¿Entendido? Syemus asintió con la cabeza, sentándose nuevamente en la mesa del despacho, apoyando las manos en la madera. Se concentró en cerrar las heridas que cruzaban su hombro izquierdo y parte de su espalda. —La protegeré con mi vida, si es necesario, Lucius. Puedes confiar en mí. Lucius cabeceó afirmativamente y salió del cuarto reuniéndose con Kleor que lo esperaba en el pasillo. —Es hora de sacar a los perros de la mansión, no quiero pulgas en los sofás. Kleor soltó una

ronca carcajada,

siguiendo a Lucius que

caminaba decidido a librar de la presencia de los hombres lobo. Pero antes de expulsarlos, conseguiría que le dijeran el nombre del vampiro que traicionó a los suyos bajando las barreras protectoras que cubrían las propiedades. Aquello era traición y estaba penado con la muerte. Conseguiría un nombre, aunque fuera a la fuerza.

El caos que reinaba en el gran salón era atroz. Los lobos caminaban a sus anchas por el lugar, olisqueando las esquinas y mirándolo

todo

con

curiosidad.

Los

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cuerpos

de

los

vampiros

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Saga Bellezas 1 condenados a muerte por Lucius estaban desperdigados por los suelos, encharcándose su sangre en las blanquecinas baldosas de Grecia. Lucius entró en el salón y gruñó en alto atrayendo la atención de los presentes. Cada uno de los hombres lobo se giraron y se le quedó observando con atención. —¿Qué hacéis en mis tierras? —Gritó con voz firme, examinando a los miembros de la manada. Un lobo de pelaje grisáceo y de gran tamaño se adelantó. A menos de tres metros de Lucius se transformó en un hombre alto vestido con un elegante y caro traje negro. Algunos de los Guerreros que lucharon contra el Consejo siguiendo las órdenes de su señor, exclamaron en alto su sorpresa al ver la transformación. Era la primera vez para muchos y no esperaban que fuera de esa manera tan… limpia. En apenas unos segundos, el lobo dio paso al hombre y vestido para más señas. La idea que tenían del cambio era una mezcla de escena de una película de terror y de ciencia ficción. Pero la realidad era muy diferente. La transformación fue sencilla, el contorno del lobo brilló y con rapidez se distorsionó, aumentando de tamaño hasta alcanzar la altura que tenían como humanos. Fue algo… decepcionante. —¿Así agradece un vampiro que le ayuden? —Se burló el hombre lobo conocido como el macho alpha Robersten, líder de la manada. Como si siguieran una

orden silenciosa de su líder, los demás

lobos adoptaron su forma humana y se arremolinaron a su alrededor, en actitud defensiva.

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Saga Bellezas 1 Lucius entrecerró los ojos. Aquel lobo le sacaba de sus casillas, pero debía ser diplomático por el bien del futuro de su clan, y el de su hermana. —¿Quién os permitió la entrada a mis tierras? —Dijo a su vez Lucius. Aquella pregunta provocó que los hombres y mujeres lobos que hasta ese momento se mantuvieron en silencio, gritaran al mismo tiempo que aquel pequeño detalle de quien les permitió la entrada en las propiedades no era importante. Lo único que importaba era que habían realizado el trabajo sucio; no se quejaban pues cazar a vampiros

era

una

actividad

que

adoraban

y

merecían

a

los

una

recompensa. —¡Silencio!—.

El

grito

de

Lucius

acalló

lobos,

no

acostumbrados a ser tratados tan duramente por otro macho que no fuera su líder. Lucius paseó la mirada por los rostros de los belicosos hombres lobo,

provocando

leves

temblores

de

miedo

que

pasaron

desapercibidos por todos menos para el propio Lucius que los captó con placer y Robersten que anotó mentalmente castigar a los lobos que osaron mostrarse asustados ante un vampiro. —Exijo que me proporcionéis un nombre— miró directamente al líder de aquella panda de trastornados sin educación—. Robersten, pasaré por alto tu intromisión en mis asuntos por el pacto que nos unirá como hermanos, pero debes darme un nombre. Wulfric apretó los labios al escuchar aquello. Cada vez que alguien mencionaba la futura boda de Lisette con el líder de los hombres lobo sentía que su corazón se desgarraba en dos.

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Saga Bellezas 1 Intentaba por todos los medios ocultar en lo más profundo de su ser aquellos oscuros sentimientos de posesión. Lo intentaba con todas sus fuerzas, dañando no sólo su mente sino también su alma, que se quebraba cada vez que se decía a si mismo que la voluptuosa y caprichosa Lisette no significaba nada para él. Intentaba engañarse, pero desde el momento en que la vio, presidiendo la mesa junto a Lucius tras una batalla en la que habían vencido, se había quedado prendado por su belleza. Tres siglos y medio después, adoraba cada rincón de su cuerpo al que deseaba con intensidad, pero que le estaba prohibido. La voz de Lucius le alejó de sus recuerdos, en los que Lisette ocupaban la mayor parte de ellos y regresó a la discusión que estaban manteniendo ambos líderes. Lucius exigía al hombre lobo una respuesta mientras, éste le contestaba empleando el mismo tono de ofensa que no era de su incumbencia quien les había permitido la entrada. Ellos habían acudido a prestarles ayuda y eran tratados como animales, siendo cercados por los vampiros que los rodearon en el salón y mantenían las armas desenfundadas. Cuando Lucius iba a agarrar de las solapas del traje, rompiendo la promesa que se hizo de ser civilizado con Robersten, una voz los acalló a todos. —¡Alto! Dejad de pelead—. Ambos líderes se giraron y miraron a la entrada, donde una figura avanzaba con pasos firmes y seguros—. Lucius no busques más, fui yo quien los dejó entrar. Consternado, Lucius se quedó con la boca abierta al ver quien había sido.

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Saga Bellezas 1 —Lisette… —murmuró mientras su hermana caminó hasta quedar delante de él. La vampiresa vestía con una cota de malla que reconoció pues era una de las que tenían expuestas en el salón de la planta superior junto con las demás armas y distintos uniformes usados a lo largo de los siglos. Un rincón en el que los vampiros acudían cuando deseaban recordar su pasado. No fue el único que reparó en la manera de vestir de ella. Todos y cada uno de los machos que allí habían reunidos la examinaron con atención. Desde sus piernas contorneadas blanquecinas como la leche, su voluptuosa cadera adornada por cadenas doradas de oro, hasta la cota que se fundía a su piel tomando la forma de sus pechos. Lisette era la viva imagen de una antigua guerrera del pasado. El silencio que reinó en el salón ante la entrada de la mujer, se rompió cuando Wulfric masculló una maldición en alto. Y todo porque Lisette arrastraba al vampiro que le atropelló. —Joder, eras tú —enfatizó en alto el vikingo, dando un paso hacia delante, al reconocer que era el vampiro que detuvo el coche. Pero la voz enfadada de Lucius lo detuvo. —¿Por qué hermana? ¿Por qué traicionaste a los tuyos?

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CAPÍTULO CAP TULO 12

La respuesta de Lisette fue simple y llanamente: —Para salvarte, Lucius. Lucius estalló, perdiendo el control. Su rostro se oscureció y sus ojos adquirieron un brillo peligroso. Su cuerpo se tensó y apretó los puños hasta hundir las garras en la carne. Su hermana. Su propia hermana lo había traicionado, y ahora se atrevía a reconocerlo delante de sus Guerreros y de los miembros de la manada de Robersten, humillándolo. Él no necesitaba que lo protegiese, y era una humillación que Lisette lo utilizase como excusa. Joder. Esta vez Lisette había ido demasiado lejos. Y ahora, tendría que castigarla por su osadía. A pesar de que compartiera sangre con ella, su deber era cumplir las leyes que seguían desde que fundó su imperio. Con la traición del Consejo no podía mostrarse débil indultando a su hermana después de permitirles la entrada a los

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Saga Bellezas 1 hombres lobo. La ley era muy clara: bajo ninguna circunstancia se podía retirar las barreras que protegían las tierras. Lucius apretó los puños clavándose las uñas. Las gotas de sangre que brotaron de las heridas salpicaron el suelo, pero nadie percibió aquel gesto pues el ambiente olía a sangre reseca y a muerte. —Maldita seas Lisette —siseó en alto hablando en su lengua natal, mostrando parte de la rabia que bullía en su interior—. Nunca te pedí ayuda. Tan sólo debías permanecer a mi lado, disfrutando de la vida. —¡No soy una muñeca inútil que sólo sirve para lucir! Nací guerrera, Lucius. La sed de sangre corre también por mis venas. Lucius se apareció delante de ella. Se movió a tal velocidad que tan solo los lobos fueron capaces de verle. La agarró del brazo. —No debiste participar en la batalla, Lisette. Ahora me obligas a castigarte. Conoces la ley, no debiste romperla— esta vez lo dijo en inglés. Sus palabras silenciaron a los presentes. Wulfric estaba sufriendo por dentro, luchando contra el deseo de apartarle de una patada por atreverse a tocar a su protegida. Pero cuando escuchó como éste condenaba al calvario que pasó él mismo aquella noche a su propia hermana, su rostro perdió todo rastro de color y sintió que el odio arraigaba en su alma. No iba a permitir que la dañase. Comprendía que la vampiresa había incumplido una de las normas del clan, pero Lucius era el señor de todos ellos bien podía cambiar las leyes para adaptarlas al nuevo siglo en el que vivían. Lisette no merecía la tortura de sufrir los cortes por ayudar a su hermano.

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Saga Bellezas 1 Y no era el único que opinó igual que él, pero nadie se atrevió a decirlo en alto. Respetaban a Lucius y comprendían en el fondo de su corazón sus oscuros motivos para dañar a su propia hermana. No podía mostrar debilidad ante los demás vampiros, pues de hacerlo podía resurgir una nueva rebelión. El deseo de poder estaba muy arraigado en los corazones de los vampiros. El orgullo era una característica propia de los de su raza, pero también una maldición pues suponía que siempre estaban buscando ascender dentro de la sociedad vampírica, llegando incluso a pasar por encima de sus sires2 con tal de alcanzar sus objetivos.

Lisette se mostró dolida durante unos segundos, pero supo ocultarlo a tiempo antes de que los demás se percatasen. No se esperó aquella respuesta de su hermano. —¿Serías capaz de castigar a tu propia sangre? —Preguntó con voz carente de sentimientos. Lucius ocultó a su vez la angustia que sentía por dentro al verse obligado por su cargo a contestarle a Lisette: —Sí. Las normas están para cumplirse, sin importar el estatus. —¡Serás bastardo! —Masculló Lisette, dando un paso hacia delante llevándose consigo a Ethan que estaba a sus pies. Te ayudé

2

Sire: se dice así al vampiro que transforma a un mortal, bebiendo toda su sangre para luego compartir la suya para convertirlo.

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Saga Bellezas 1 hermano, y es así como me lo pagas, lo último se lo transmitió mentalmente, iniciando una conversación íntima entre los dos. Lisette se sentía traicionada. Su hermano sería capaz de derramar su sangre y todo por mantener el orden entre su gente. No se lo esperaba. Nadie te pidió tu ayuda, Lisette. Nunca quise verte envuelta en los asuntos del clan. Lo sabes. Siempre te he mantenido a salvo. Tan a salvo que he visto como tus hombres se volvieron en tu contra. ¿Acaso sabes que planeaban convertirme en esclava sexual? No, como vas a saberlo. Desde que trajiste a esa mortal a la mansión te has olvidado de tu lugar. Lucius gruñó, entrecerrando los ojos y mostrando los dientes. Lisette no se inmutó. Ella no le temía. Había nacido el mismo día que Lucius con una diferencia de apenas unos minutos. Su sangre era tan pura como la de él, su poder y fuerza bullían en su interior clamando venganza y justicia. ¡No te atrevas a nombrarla! Ella es inocente y… Aprenderá rápido su lugar en tu hogar. El espíritu que poseía se verá marchitado. Se convertirá en una muñeca sin deseos, siguiendo tan solo tus órdenes. Viviendo para servirte. Lucius apretó los puños con fuerza. No le importó el que los demás les estuvieran mirando, buscando el modo de entrar en sus mentes y escuchar la conversación. No haré tal cosa. ¿Ah, no?, se burló Lisette entrecerrando los ojos. ¿Acaso no es lo que hiciste conmigo?, preguntó con amargura en el tono de su voz.

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Saga Bellezas 1 Lucius no contestó. Fue incapaz de responder. El dolor que reflejó su hermana en la voz se clavó en su corazón. Pero ahora no podía dar marcha atrás, no cuando había dictaminado públicamente el castigo. El duelo de miradas de ambos hermanos fue interrumpido por el líder de los hombres lobo que se interpuso entre los dos, mirando fijamente a Lucius. —Nadie tocará a mi futura compañera. El que lo haga sufrirá una muerte lenta y dolorosa. Lucius desvió la atención de Lisette al hombre lobo. —No te metas lobo. Los asuntos de vampiros solo nos incumben a nosotros. Robersten gruñó, manteniéndose firme ante Lucius. Él no temía a los vampiros. Desde que era un cachorro se entrenó cazando a los chupasangres junto a su padre, convirtiéndose en un feroz y mortífero cazador. —Sí me incumben cuando la ofendida es mi prometida—. Se giró y cogió a Lisette por un brazo —. Vendrás conmigo. Lisette quedó boquiabierta. No se había esperado aquel gesto. El hombre lobo la había sorprendido gratamente cuando lo llamó para que acudiera a ayudarles a acabar con los vampiros del Consejo. Se había esperado que se negara, ya que el odio entre las dos especies estaba muy presente pero, el lobo le contestó simplemente que estaría en la mansión en cuarenta minutos. Lisette esperó fuera, cerca de las barreras a su llegada, rezando para que su decisión fuera la correcta. —¡Suéltala! —Gritó Wulfric dando un paso hacia delante. Sus ojos mostraban la rabia y los celos que lo consumían por dentro.

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Saga Bellezas 1 Sabía que aquel lobo era el prometido de la vampiresa; eso si Lucius aún seguía manteniendo el pacto con los licántropos pero muy dentro de sí, Lisette era suya. Siempre fue suya. Él era su Guardián. Estuvo a su lado durante siglos, protegiéndola, soportando sus desplantes y sus caprichos. Ahora no podía dejarla marchar. Robersten se detuvo y fulminó con su mirada al vampiro que se atrevió a gritarle. Sus hombres se arremolinaban a su alrededor dispuestos a saltar sobre el chupansagre, para defender a su líder. Con un gruñido Robersten detuvo a sus hombres, calmando sus ansias asesinas. Ese vampiro merecía un castigo. ¡Oh, sí! Nadie le gritaba y salía ileso. Sus manos se mancharían con su sangre esa noche. —¿Te atreves a alzarme la voz, vampiro?—. Su pregunta no esperaba respuesta, era

más bien una afirmación que mostraba

sorpresa. Wulfric paseó su mirada por el hombre lobo y la vampiresa que se mantenía a su lado. Gritarte es lo mínimo que pienso hacerte si no sueltas a mi… compañera pensó Wulfric sorprendiéndose al aceptarlo finalmente. Después de siglos luchando contra los extraños sentimientos que le provocaba Lisette tenía que tomarlos en cuenta en medio de una disputa de razas, mientras la vampiresa era arrastrada por su prometido. No podía haber elegido mejor momento. No. La verdad es que no. Wulfric sonrió de lado, con sarcasmo. Si cuando era un vikingo testarudo y con demasiada sangre en las venas, según las palabras de su padre, en su no vida seguía

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Saga Bellezas 1 teniendo un carácter voluble que lo precipitaba a caer de cabeza en numerosos problemas. Y ahora, rodeado de lobos que lo miraban con deseos de despedazarlo,

se

había

atrevido

a

gritar

a

un

macho

alpha

defendiendo a una hembra que estaba prohibida para él. ¿Estaba loco? Muy probablemente. Y si no lo estaba, desde esa noche, lo tacharían de trastornado. —Si, me atrevo. ¡Suéltala! Robersten juntó el curvilíneo cuerpo de su prometida al suyo, soltando por un instante su mano para pasar su brazo alrededor de su fina cintura. —Ella es mi hembra. La futura madre de mis cachorros. ¿Quién te crees que eres para exigirme que la suelte? Wulfric se cruzó de brazos y se estiró, echando los hombros hacia atrás. Su postura era orgullosa, su mirada glaciar. Ante ellos un vikingo de otro tiempo resurgía de las cenizas para defender lo suyo. —Soy su Guardián. El silencio que siguió a sus palabras fue tenso. Lucius masculló por dentro miles de maldiciones en diferentes idiomas al ver que ahora tendría que castigar a un Guerrero de su círculo interno. Un hombre que se ganó su confianza pero al que ahora tendría que castigar duramente por interponerse entre las negociaciones de dos líderes. Lisette fue la primera en romper el tenso silencio. —¡Maldición! No soy una damisela en apuros. No necesito que ningún macho me defienda.

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Saga Bellezas 1 De un tirón se soltó del hombre lobo y se lanzó hacia delante, dándole un puñetazo en la cara a un sorprendido Wulfric, que trastabilló hacia un lado. —¡Pero que coño!—. Wulfric se enfrentó a Lisette sobándose la mejilla, saboreando su propia sangre al tener el labio partido—. ¿Por qué me has golpeado? Lisette apretó los puños con fuerza. El vikingo era un estúpido. Siempre lo había sido. Nunca había sido capaz de ver más allá. Ahora, no había tiempo. Su vida tal y como la conocía se había acabado. No podía permanecer por más tiempo en aquella mansión. Lucius lo había dejado claro. Los lazos familiares no le importaban, la castigaría. Lisette rechazó los pensamientos y se concentró en su presente. —Eres un estúpido. Siempre lo has sido, vikingo. No necesito protección, nací para la lucha. Lisette se dio la vuelta y saltó por encima del hombre lobo que se acercaba a ella. —¿A dónde vas? —Preguntó Robersten intentando atraparla de nuevo. Lisette lo esquivó. —¡Dejadme en paz! Necesito respirar. Con aquella última palabra Lisette, corrió por el pasillo y saltó por la ventana, rompiendo los cristales. Ignoró el dolor de los cristales que se incrustaron en la carne, y se escabulló en la noche, perdiéndose de la vista de los sorprendidos hombres. Wulfric soltó un taco y fue tras ella, pasando al lado de un atónito Robersten que presenció como la hembra lo dejaba delante de

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Saga Bellezas 1 sus hombres. Era la primera vez que una mujer lo rechazaba, nunca antes le había sucedido. Sonrió. Aquella era una provocación que le complació. Lisette iba a ser la madre de sus cachorros. Se echó a reír, consiguiendo con sus estruendosas carcajadas, disminuir la tensión del ambiente. —¡Qué hembra! Cazarla será todo un placer. Chasqueó la lengua, antes de cruzarse de brazos, antes de mirar fijamente a Lucius. —Conseguiré el cuerpo y el corazón de tu hermana, vampiro. Mientras tanto mantendré el pacto de no agresión entre mi manada y tu clan. —Así sea, Robersten. Ahora… salid de mi propiedad. Ya no tenéis nada que hacer aquí. Robersten le dirigió una mirada sarcástica antes de ordenar mediante

gruñidos,

a

sus

hombres

que

abandonasen

aquella

mansión. Los hombres lobo no tardaron en seguir la orden de su líder y en menos de tres minutos salieron por las ventanas, cambiando de forma. Más de treinta lobos se perdieron por la inmensa finca de la propiedad, aullando, provocando un estruendoso ruido que erizó los pelos a los vampiros que lo escucharon. Los hombres lobo eran peligrosos cuando cazaban en manada. Criaturas rápidas, sedientas de sangre, valerosos y con una fuerza física admirable entrenándose desde que eran cachorros. —¿Y ahora qué Lucius? Lucius se giró y miró a Kleor.

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Saga Bellezas 1 Aquella noche había sido una auténtica locura. Nada de lo que había previsto había sucedido. Tan solo la caída del Consejo, quizás. Pero

no había previsto que su hermana lo traicionara de aquella

manera, inmiscuyendo en sus asuntos a los hombres lobo, por muy prometido que fuera Robersten. Y Wulfric… Lucius negó con la cabeza. Ahora no era momento para pensar en todo lo que había sucedido. Si lo hacía su mente estallaría. Estaba agotado, primero descansaría, después ya pensaría el siguiente movimiento a efectuar. —¿Lucius? —Preguntó de nuevo Kleor, poniéndose a su lado. Él había presenciado el roce entre Wulfric y Lisette, cada vez que estaban cerca saltaban chispas entre ellos. Pero no quiso intervenir. Después de la muerte de su… Kleor apretó los dientes con fuerza. Vivía en aquella mansión por el oscuro sentimiento de seguimiento a su líder, a su oscuro padre. El soldado que seguía viviendo en él se doblegaba a las órdenes de Lucius, alejando de su corazón cualquier otro

sentimiento.

Ya

no

sentía

deseo, ni dolor,

tan solo

le

acompañaba la amargura y el deseo de venganza. Lucius le miró a los ojos. —Iros a vuestros cuartos. El sol saldrá en una hora. —Pero mi señor…—le interrumpió un vampiro de no más de cien años que se unió al grupo después de presenciar como los Guerreros mataban a los hombres lobo que acabaron con su familia— …podemos alcanzar a Wulfric y a … Lucius le acalló alzando la voz, utilizando un tono de dureza. —Nadie saldrá a estas horas de la mansión. Esta noche hemos limpiado nuestro hogar de traidores. Es lo único que importa en estos

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Saga Bellezas 1 momentos. Marchad junto a vuestras familias. Regresad mañana. Comenzaremos de cero. Las cosas cambiarán a partir de ahora. Kleor fue el que preguntó en alto lo que todos pensaban. —¿Y mañana a la noche nos ordenarás cazar a tu hermana y al vikingo? Lucius tardó en contestar. ¿Lo ordenaría? ¿Pondría precio a la cabeza de su hermana y la de su amigo? No. No lo haría. —Mañana ya hablaremos—. Lucius se volvió y caminó hacia el despacho donde dejó descansado a su compañera—. Ahora no es el momento. Descansad. Habéis echo un gran trabajo esta noche. Kleor se quedó de pie en medio del pasillo mirando como su señor se dirigía al despacho donde dejó a la mortal vigilada por el joven vampiro Syemus. Lucius lucía cansado, su cuerpo estaba tenso y cubierto de sangre que comenzaba a resecarse. Las heridas que mostraba eran de un color rojizo y supuraban, cruzándole toda la espalda y parte de los antebrazos. A pesar de lucir como un guerrero vencido por la batalla sus hombres agacharon sus cabezas a su paso. Todos ellos admiraban a Lucius y lo seguirían hasta la muerte. Su señor era su padre, aquel que los libró de la muerte concediéndoles la eternidad, admitiendo a sus familias cuando así se lo pidieron. Todos ellos darían sus vidas por Lucius y no solo por ser su obligación al ser sus Guerreros sino por ser parte de su oscura familia. Kleor mostró una retorcida sonrisa. Él no apreciaba a Lucius, más bien lo odiaba, pero… nunca alzaría su mano contra él. Una contradicción de sentimientos y acciones que lo confundían, pero en los siglos que llevaba a su lado nunca consiguió resolver.

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Saga Bellezas 1 Lucius era un enigma como vampiro, pues a pesar de haber nacido vampiro de ser uno de las pocas sangres puras que existían en el mundo, los trataba a todos por igual, con el mismo respeto que esperaba que lo tratasen a él. —Os veré mañana, voy al hotel, mi esposa estará preocupada. —Yo también, me voy. Estoy agotado. Lentamente todos y cada uno de los vampiros que aún quedaban en el hall se fueron dispersando. Habían luchado fieramente contra miembros de su clan, matando con sus propias manos a vampiros que conocían desde décadas. Un trabajo sucio que era necesario pero que dañaba sus mentes y sus corazones. A pesar de lo que dijeran las demás razas de la noche, los vampiros no disfrutaban matando a los suyos. Kleor siguió a la mayoría de ellos, saliendo de la mansión. Iría a uno de los pubs que poseían su clan para beber algo y descansar en una de las habitaciones que reservaban para los suyos. No podría dormir en la mansión aquella noche aunque lo deseara. El olor a sangre le traía malos recuerdos. Recuerdos de un pasado que lo atormentaba. No miró atrás cuando dejó la mansión.

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CAPÍTULO CAP TULO 13

Al entrar al despacho, Lucius se detuvo en la puerta. En una de las sillas mirando cara el sillón estaba Syemus completamente dormido y en una incómoda postura. El vampiro se había quedado dormido mientras la vigilaba. Dio un paso, y Syemus se despertó sobresaltado, levantándose de la silla. —¡No estaba dormido! Sólo cerré un momento los ojos y… —No pasa nada, Syemus. Ya todo acabó. Ve a descansar. Lucius se acercó al sillón y tomó a Gabrielle en brazos. La mujer protestó en sueños, pero no despertó, se movió hacia la fuente de calor que la rodeaba con ternura buscando un apoyo en la oscuridad en la que se encontraba. Syemus pasó al lado de Lucius y salió silencioso del despacho. —Todo terminó, Gabrielle. Ahora estás a salvo. Nadie te dañará Salió del despacho. Por los pasillos, imperaba el caos y el desorden. Mirase donde mirase había muestras de la batalla. Las paredes estaban manchadas de sangre. Había agujeros de los

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Saga Bellezas 1 disparos que se efectuaron atravesando tanto las paredes como los muebles de madera que decoraban los pasillos. Los cuerpos de los vampiros fallecidos fueron retirados por sus Guerreros y llevados a los calabozos para ser destruidos al día siguiente. Sus familias serían reubicadas, dándoles la posibilidad de ingresar en otro clan, con la promesa de no agresión. Entró en su dormitorio y fue directo hasta la gran cama, allí depositó con cuidado el preciado cuerpo que cargaba. Al levantarse la contempló. Su respiración era pausada pero estaba fuera de peligro. Las heridas que le causaron tardarían en sanar. Había perdido mucha sangre…podía… Lucius se giró y paseó nervioso por el cuarto. Aquella podía ser su oportunidad. Podría transformarte. Convertirte en mi compañera, pero si lo hago sin tu consentimiento… —No. No puedo hacértelo a ti. Convertirte sin tu consentimiento. Esperaré a que despiertes. Te daré la oportunidad de rechazarme… —su voz se apagó. No quería pensar en aquella posibilidad. Si lo rechazaba se volvería loco. Ya la consideraba parte de él, no sabía si sería capaz de dejarla marchar si ella se lo suplicaba. Se acercó hasta la mesa y se agachó. Abrió la nevera que tenía bajo el mueble y sacó una botella. Bebió cerca de un litro de sangre, de un tirón. Necesitaba recuperar energías y a pesar de cicatrizar velozmente gracias a su naturaleza, las heridas infringidas en su espalda tardarían unos días en sanar completamente. Rodeó la cama y se tumbó a su lado, rodeándola con un brazo apoyándola sobre su cuerpo. Gabrielle murmuró en sueños su nombre y aquello le hizo sonreír.

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Saga Bellezas 1 —Tienes mi corazón y mi cordura entre tus manos, pequeña. Intentaré aceptar tu decisión— Aunque me cueste mi alma.

Cuando Lucius despertó, Gabrielle no estaba a su lado. La buscó con los ojos por el cuarto pero no la encontró. Preocupado, se incorporó y olisqueó el aire. Su aroma aún impregnaba cada rincón del dormitorio. Estaba cerca. En el baño. Se levantó de la cama y caminó hacia el baño. Entreabrió la puerta y la vio. Desnuda, bajo el chorro de la ducha, con la cabeza hacia atrás y los ojos cerrados. Lucius se quedó sin aire. Hermosa. Suya. Dio otro paso. La deseaba. Con locura. Pero cuando el deseo parecía que iba ganando batalla a su cordura, vio los morados que cubrían parte de su cuerpo. Eso lo detuvo. No podía tomarla. Había sufrido daños

y él solo pensaba en

sumergirse en su cuerpo hasta perder el control.

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Belleza Oscura

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Saga Bellezas 1 Estúpido. Dio media vuelta. Pero antes de llegar a salir del baño, escuchó la voz de ella. —¿A dónde vas? Te estaba esperando. Lucius tragó saliva y se giró. Quedó boquiabierto. Gabrielle estaba apoyada contra la mampara de plástico que cubría el plato de la ducha, una de sus piernas subía y bajaba por el rugoso protector. Parecía una diosa que le incitaba a cometer pecado. Y él, pobre diablo, cayó presa de su magia. Soltando una carcajada sincera, Lucius se metió completamente vestido bajo el chorro del agua, abrazándola. —Eres un demonio, pequeña. Gabrielle sonrió, echando la cabeza hacia atrás para poder mirarle a los ojos. Los ojos oscuros de Lucius brillaban con picardía, admirándola. No sentía vergüenza. Junto a él conoció el amor, el placer de unirse a otra persona, de dejarlo todo atrás y comenzar una vida nueva. Le

amaba,

con

sus

largos

cabellos

azabaches,

sus

ojos

oscurecidos por el deseo, sus finos labios, su nariz aguileña y su barbilla cuadrada. Gabrielle vagó su mirado por el atlético cuerpo del hombre.

Su

tórax

estaba

marcado

con

cicatrices

antiguas,

blanquecinas líneas que ansiaba besar una a una, agradeciendo que estuviera a su lado, que no cayera en combate en el pasado ni durante el Castigo. Sin ser consciente realmente de lo que hacía, Gabrielle posó una mano

sobre

el

musculoso

abdomen

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de

Lucius

y

lo

acarició

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Saga Bellezas 1 lentamente. Bajo su mano notó como se tensó y escucharle jadear le armó de valor. Descendió suavemente, hasta llegar a su palpitante miembro. Gabrielle sonrió de lado al ver como trastabilló cuando le tomó la verga entre sus manos. Lucius luchó por mantenerse firme, por no detener el tímido avance de su compañera, pero cuando ésta le estrujo la verga entre sus finas manos, soltó una maldición y acabó separándola. Gabrielle protestó, hasta que le miró a los ojos. Lucius tenía la boca cerrada y se veía que estaba apretando los dientes con fuerza. Estaba conteniéndose a duras penas. Sonriendo maléficamente en su interior, Gabrielle preguntó intentando por todos los medios que su voz sonara inocente: —¿Lo estaba haciendo mal? Si quieres lo puedo intentar de nuevo. Lucius siseó en alto y la besó. Cuando se separó de ella para poder respirar, murmuró contra lo cabellos de Gabrielle sin dejar de abrazarla: —Eres un auténtico demonio, Gabrielle—. Se alejó un paso, la ropa que vestía crujió al estar completamente empapado—. Eres mi vida, mi compañera. La luz que iluminó mi oscura existencia. Gabrielle comenzó a llorar. Su corazón saltaba feliz dentro de su pecho. —No llores mi amor. —¿Cómo no voy a llorar? Desde que me enviaron a un centro de acogida tras la muerte de mis padres siempre quise formar mi propia familia. Encontrar un hombre que me amase igual que lo hizo mi

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Saga Bellezas 1 padre a mi madre— Gabrielle alzó una mano y le rozó la mejilla—. Y te encontré a ti. Lucius compuso una mueca. —No se si tomarme tus palabras como un cumplido o no. —Tonto, por supuesto que son un cumplido. Te amo—. Gabrielle se puso de puntillas y le rodeó el cuello con los brazos, perdiéndose en el intenso color de ojos de Lucius—. Lo dejaré todo por ti, deseo pasar por contigo el resto de mi vida. Lucius le besó en la nariz y le preguntó: —¿Y la inmortalidad?—. La joven abrió completamente los ojos, Lucius continuó—. ¿Aceptarías casarte conmigo, pequeña y pasar el resto de la eternidad a mi lado? Gabrielle quedó sin palabras unos segundos. Lucius lo tomó como una negativa. Sin poder evitar mostrar la desilusión que sintió al ver como la mortal le rechazaba, Lucius se alejó de ella y se dispuso a salir del pequeño habitáculo. Gabrielle lo detuvo. —Espera, aún no has escuchado mi respuesta. Lucius se giró y la miró esperanzado. —¿Y cuál es tú respuesta? —Sí, quiero que me conviertas, que me muestres tu mundo. Deseo ser tu mujer y estar a tu lado…— Gabrielle avanzó y le tomó la mano, acariciándosela dulcemente—…para siempre.

El grito de alegría que profirió Lucius se escuchó por toda la mansión.

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Saga Bellezas 1

EPÍLOGO EP LOGO

Aquella misma noche la convirtió. No iban a esperar más tiempo. Ninguno de los dos estaba dispuesto a dejar pasar un día más sin que estuvieran unidos en cuerpo y alma. Lucius después de poseer a su compañera bajo el chorro de agua caliente, la condujo hasta la cama, llevándola en brazos y la tumbó. Con suma dulzura bebió de ella hasta que ralentizó los latidos de su corazón. Después se mordió la muñeca y la posó sobre la boca de Gabrielle. Su compañera bebió ávidamente hasta que Lucius la apartó y se recostó a su lado. Durmieron toda la noche y parte del día. Lucius recuperándose de las heridas y Gabrielle aceptando su nueva naturaleza.

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Saga Bellezas 1

Un mes después

Gabrielle llevaba un mes en la mansión y no lamentaba haber elegido morir para renacer convertida en esposa y futura madre de los hijos que tuviera con Lucius. Cuando Lucius acondicionó la mansión, limpiando eficazmente la sangre de los caídos, incinerando sus cuerpos y comprando nuevos muebles, tras levantar las paredes que quedaron destruidas; la llevó al restaurante donde trabajaba para que pudiera despedirse de sus amigos. Gabrielle se sorprendió al ver que sus antiguos compañeros de trabajo y su jefe, la abrazaron nada más verla, preocupados. Siguiendo la historia que se inventó se despidió de todos ellos y le cedió la llave de su pequeño apartamento a Riper quien la abrazó efusivamente hasta que escuchó los gruñidos de Lucius. Decirle adiós a su pasado como humana fue una terapia que la ayudó a aceptar que a partir de la noche en que bebió la sangre de Lucius tendría que acostumbrarse a alimentarse del líquido carmesí y a no salir durante el día. Pero lo que había perdido, compensaba con creces lo que ganó.

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Saga Bellezas 1 Un hombre que la amaba y se lo demostraba todas las noches, que le enseñó la ciudad y a

disfrutar de sus nuevos poderes, y le

prometió llevarla cuando se celebrase la reunión con el Príncipe del sur. Unos amigos que descubrió entre los Guerreros de Lucius, y quienes le juraron lealtad y la vigilaban, como si ella no se percatase de ello, cuando Lucius tenía que ausentarse de la mansión por asuntos de trabajo. Las noches en que tenía que salir su compañero de cacería, Gabrielle buscaba desconectar su mente disfrutando de la librería que había en la mansión. Lucius al descubrir que le encantaban las novelas de amor, le había comprado media librería con las últimas novedades del mercado. Gabrielle sonrió y miró a su alrededor. Estaba en uno de los salones de la mansión. Su pequeño rincón donde se refugiaba cuando Lucius salía de cacería. En medio del salón había un amplio sofá en el que… Gabrielle sintió enrojecer. Lucius la había tomada en varias partes de la mansión, disfrutando al verla enrojecer con sus propuestas. Escuchó que abrían la puerta. No hizo falta girarse para saber que era su compañero. —Bienvenido, Lucius. Éste avanzó los metros que los separaban y la abrazó. —Te eché de menos, mi amor. Gabrielle sonrió y cerró los ojos echando hacia atrás la cabeza, apoyándose en su pecho.

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Saga Bellezas 1 —Si solo ha pasado seis horas, Lucius. Lucius sonrió y se movió. —¿Lo notas, mi dulce guerrera? —Le susurró en el oído, provocando que su compañera temblara de expectación—. Cuanto te he echado de menos. Gabrielle se giró y posó una mano sobre la protuberancia. —Ya lo veo, ya lo veo. En ese momento sonó la melodía de un móvil. Soltando un juramento, Lucius se apartó y respondió la llamada. Tras unos minutos en los que se escuchó como Lucius ordenaba que regresaran a la mansión, apagó el móvil lanzándolo encima del sofá. —¿Todo va bien? —Preguntó Gabrielle, preocupada al verle caminar por el cuarto murmurando para sí mismo. Lucius se detuvo y contestó. —Valdimer encontró a Joss y lo trae de vuelta, pero junto a él, viene una mujer lobo. ¿No podía haberse buscado una amante humana o una vampiresa? ¡No! ¡Quiso a una mujer lobo! Gabrielle asintió y se sentó en el respaldo del sofá. Llevaba unos días en que las noticias que recibía le alteraban los nervios. Había descubierto que su hermana había sido secuestrada por Robersten y que Wulfric estaba retenido en las propiedades de los hombres lobo. Al haber decretado que Lisette había cometido delito dentro del clan, no podía intervenir. El destino de su hermana estaba en las manos del chucho que la secuestró.

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Saga Bellezas 1 Y Wulfric… no debía haberla perseguido. Ahora le tocaba aceptar el destino que le depararan sus dioses nórdicos.

Lucius suspiró y miró a su compañera. Gabrielle optó desde el principio mantenerse en un segundo plano. La adoraba y tras ver como su propia hermana luchó por ser libre, por tener un papel en el clan, se juró que Gabrielle sería feliz a su lado. No la perdería. No lo soportaría. Lucius avanzó y la abrazó, esta vez mostrando todo su amor con el cálido gesto. —Te amo, mi pequeña guerrera. Juro que te haré feliz, eternamente

—murmuró

Lucius

besándola

lentamente,

profundamente—. El día que te traje a la mansión salvaste mi vida, mi amor. Me enseñaste lo que era realmente importante. Gabrielle le miró con un brillo especial en los ojos. —Ahora te toca a ti enseñarle a amar. Al ver que Lucius no comprendió sus enigmáticas palabras, Gabrielle le tomó la manó y la posó sobre su vientre. —Si las cuentas salen bien dentro de ocho meses tendrás que ser un buen maestro, mi amor. Lucius la abrazó y gritó exultante.

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Saga Bellezas 1 Su mundo había cambiado completamente en un mes, era un hombre nuevo y todo gracias a una mujer de largos cabellos dorados y ojos azules, que le devolvió la calidez a su corazón. Que iluminó su camino. ¡Dichosa fuera!

FIN

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